Psicografía de una joven suicida 


El egoísmo trae en sí su propio castigo


León Denis – Libro “Después de la Muerte”


 Como alumna de la USP, me sentía una persona privilegiada y vencedora. Tenía un grupo grande y amigos que me incensaban la vanidad, y que en fiestas sucesivas me llevaba a las primeras experiencias con LSD.

Como yo pasaba largo tiempo fuera del hogar con justificativas de estudio en grupo, mis padres nunca se dieron cuenta de mi vicio. Me sumergí durante un año en secretos viajes alucinatorios. Era usar el ácido y los rostros se deformaban. Veía flores gigantes, pájaros coloridos de plumaje bello y, a veces, caras tuertas, deformadas y contorsionadas. Era la peor cara del vicio.

Surgió entonces, en mi camino, un nuevo compañero, el tipo gentil, buenecito, ajuiciado. La atracción que sentimos fue muy fuerte y, aunque sabiendo que yo era desajustada, me apoyaba y me impedía, a veces, de participar de escenas.

Como yo no me disponía a modificar, y a cambiar de compañías él terminó el noviazgo a las vísperas de un feriado lejano. Lloré mucho.

Esperaba que él retornase por la fuerza de nuestro amor. Viajé con la banda para Guarujá, más para vengar el viaje que él hiciera para el interior, donde vivía antigua novia de él.

Mi familia se preocupó por mi depresión. Ignoraba que el rompimiento era por yo no romper con las drogas. En la playa me sumergí fondo en bebidas alcohólicas y LSD.

Una tarde, en el apartamento, todos viajando, cada uno a su modo, vi un “ángel” que me llamaba en la ventana.

Comencé a gritar eufórica. Los amigos me aseguraban, pero me desprendí de ellos y salté suelta en el espacio.

No había ángel, había ácido en mi cerebro.

Todo eso ocurrió en 1970. Mi novio supo después. Él fue acusado de ser el culpable de mi suicidio.

Todos querían salvar la propia piel y diagnosticaron como fuerte depresión lo que era alucinación.

Él aceptó la situación sin defenderse y manchar su nombre. Quedé como la pobrecilla y no como una irresponsable que no supo agradecer todo de grandioso que recibió en oportunidades de la vida.

Sufrí mucho en el Plano Espiritual. Monstruos me acompañaban, seres en descomposición, olor fétido envolvía en gases venenosos todo lo que me rodeaba.

Cuando amparada por mi padre, que sufriera un infarto y viniera para el Plano Espiritual, ocho años después de mi partida, me reajusté, y la gran verdad vino a tono.

Me dirijo a los jóvenes. Mi familia está bien, pero muchos jóvenes como yo están dando los primeros pasos en la entrada del auto-exterminio.

Deténganse mientras pueden retirarse. La realidad de la vida es bella, y ustedes no tendrán como vivirla drogándose.

Detengan los pasos en esa senda destructiva, en esa hoguera que quema nuestra salud, nuestros sueños, nuestras vidas.

¡Vida, siempre! ¡Drogas, no!

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.