El Espiritismo respeta todas las religiones y doctrinas, valora todos los esfuerzos para la práctica del bien, trabaja por la confraternización y por la paz entre todos los pueblos y entre todos los hombres, independientemente de su raza, color, nacionalidad, creencia, nivel cultural o social. Reconoce aún, que " el verdadero hombre de bien es el que cumple la ley de justicia, de amor y de caridad, en su mayor pureza".
Más allá del mundo corporal, residencia de los Espíritus encarnados (Hombres), existe el mundo espiritual, residencia de los Espíritus no encarnados. El hombre es un Espíritu encarnado en un cuerpo material. El periespíritu es el cuerpo semimaterial que une el Espíritu con el cuerpo material. Ellos son los seres inteligentes de la creación. Constituyen el mundo de los Espíritus, que preexiste y sobrevive a todo. Los Espíritus son creados simples e ignorantes; evolucionan intelectual y moralmente, pasando de un orden inferior a otro más elevado hasta la perfección , cuando gozan de inalterable felicidad.
Conservan su individualidad, antes, durante y después de cada encarnación. Los Espíritus reencarnan tantas veces como sean necesarias a su propio adelantamiento. Las diferentes existencias corpóreas del Espíritu son siempre progresivas y nunca regresivas. La rapidez de su progreso, intelectual y moral, depende de los esfuerzos que realice para llegar a la perfección.
Pertenecen a diferentes órdenes, de conformidad con el grado de perfección al que hayan llegado: Espíritus Puros, que han alcanzado la perfección máxima; Espíritus Buenos, en los cuales el deseo del bien es predominante; Espíritus Imperfectos, caracterizados por la ignorancia, el deseo del mal y las pasiones inferiores.
Las relaciones de los Espíritus con los hombres son constantes, y siempre han existido. Los Espíritus buenos nos incitan al bien, nos sustentan en las pruebas de la vida y nos ayudan a soportarlas con coraje y resignación.
Más allá del mundo corporal, residencia de los Espíritus encarnados (Hombres), existe el mundo espiritual, residencia de los Espíritus no encarnados. El hombre es un Espíritu encarnado en un cuerpo material. El periespíritu es el cuerpo semimaterial que une el Espíritu con el cuerpo material. Ellos son los seres inteligentes de la creación. Constituyen el mundo de los Espíritus, que preexiste y sobrevive a todo. Los Espíritus son creados simples e ignorantes; evolucionan intelectual y moralmente, pasando de un orden inferior a otro más elevado hasta la perfección , cuando gozan de inalterable felicidad.
Conservan su individualidad, antes, durante y después de cada encarnación. Los Espíritus reencarnan tantas veces como sean necesarias a su propio adelantamiento. Las diferentes existencias corpóreas del Espíritu son siempre progresivas y nunca regresivas. La rapidez de su progreso, intelectual y moral, depende de los esfuerzos que realice para llegar a la perfección.
Pertenecen a diferentes órdenes, de conformidad con el grado de perfección al que hayan llegado: Espíritus Puros, que han alcanzado la perfección máxima; Espíritus Buenos, en los cuales el deseo del bien es predominante; Espíritus Imperfectos, caracterizados por la ignorancia, el deseo del mal y las pasiones inferiores.
Las relaciones de los Espíritus con los hombres son constantes, y siempre han existido. Los Espíritus buenos nos incitan al bien, nos sustentan en las pruebas de la vida y nos ayudan a soportarlas con coraje y resignación.