Espiritismo Venezolano y sus Cortes
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Esto forma parte del prologo de un libro que recién acabo de traducir llamado Aruanda de Robson Pinheiro, un texto que realmente alcanzó a sensibilizar mi corazón y me puso reflexivo respecto a algunas inquietudes que venía manifestando en cuanto a mi sentir respecto a muchos de los prejuicios en los que me veo envuelto constantemente pero que especialmente constituye un aspecto característico de las personas que me rodean en la practica espiritual y que me restan la felicidad real, sencillamente disfruten el texto literalmente tal cual resultó de la traducción.


Carta del jefe indígena Seattle al presidente Americano.
El texto a seguir con fecha de 1865 es reproducción de la respuesta del Cacique Seattle al presidente Norte-Americano Franklin Pierce que intentaba comprar sus tierras. Un ejemplo de silvicultor, guerrero y caboclo considerado atrasado por los hombres blancos. En sus palabras la sabiduría ancestral es el retrato de la evolución espiritual de una raza incomprendida.
    “El aire es precioso para el hombre rojo pues todas las cosas comparten el mismo soplo: el animal, el árbol, el hombre, todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como un hombre agonizante hace varios días es insensible a su propio mal aliento… por lo tanto vamos a meditar sobre su oferta de comprar nuestra tierra. Si nosotros decidimos aceptarla impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como sus hermanos. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si los animales se fuesen el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurre con los animales, en breve ocurre con el hombre. Hay una lección en todo, todo está ligado. Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo a sus pies es la ceniza de nuestros arboles. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con la vida de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que ocurre en la tierra ocurrirá también a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo están escupiendo en si mismos. De esto nosotros sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre es el que pertenece a la tierra. De esto sabemos: todas las cosas están ligadas como la sangre que une a una familia, hay una ligación en todo. Lo que ocurre con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió la tela de la vida: él es simplemente uno de sus hijos. Todo lo que hiciéramos al tejido hará el hombre a si mismo. Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla con él de amigo para amigo, no puede estar libre del destino común, es posible que seamos hermanos a pesar de todo. Veremos… de una cosa estamos seguros (y el hombre blanco podrá llegar a descubrir un día): Dios es uno solo, cualquiera que sea el nombre que le den. Ustedes pueden pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible. Él es el Dios del hombre y su compasión es igual para el hombre blanco y para el hombre rojo. La tierra le es preciosa y herirla es despreciar a su Creador. Los hombres blancos también pasarán; tal vez más temprano de lo que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por los propios residuos. Pero cuando dé su desaparición, ustedes brillarán intensamente, iluminados por la fuerza de Dios que los trajo a esta tierra y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre rojo. Ese destino es un misterio para nosotros pues no comprendemos que todos los búfalos sean exterminados, los caballos bravos sean todos domados, los rincones secretos de las flores densas impregnadas del aliento de muchos hombres y la visión de las colinas destruidas por hilos que hablan. ¿Dónde está el árbol? Desapareció. ¿Dónde está el agua? Desapareció. Es el final de la vida y el inicio de la supervivencia. ¿Cómo es que se puede comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esa idea nos parece un poco extraña. Si no poseemos el frescor del aire y el brillo del agua ¿cómo es posible comprarlos? Cada pedazo de tierra es sagrado para mi pueblo; cada ramo brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la floresta densa, cada terreno despejado e insecto a zumbar son sagrados en la memoria y experiencia de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los arboles carga consigo los recuerdos del hombre rojo… esa agua brillante que escurre en los riachos y ríos no es apenas agua pero si la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deben recordar de que ella es sagrada y deben enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo en las aguas limpias de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de las agua es la voz de mis ancestros. Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed; los ríos cargan nuestras canoas y alimentan nuestros niños. Si les vendemos nuestra tierra ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y suyos también y por lo tanto ustedes deben dar a los ríos la bondad que dedicarían a cualquier hermano. Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Una porción de tierra para él tiene el mismo significado que cualquier otra pues es un forastero que viene a la noche y extrae de la tierra todo lo que necesita. La tierra para él no es su hermana, pero si su enemiga y cuando él la conquista, extrayendo de ella lo que desea prosigue su camino. Deja para atrás los sepulcros de sus antepasados y no se incomoda; rapta de la tierra aquello que sería de sus hijos y no se importa… su apetito devorará la tierra dejando solamente un desierto. Yo no sé… nuestras costumbres son diferentes de las suyas; la visión de sus ciudades hiere los ojos del hombre rojo; tal vez porque el hombre rojo sea un salvaje y no comprenda.
    No hay un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el golpe de las alas de un insecto. Pero tal vez sea porque yo soy un salvaje y no comprendo; el ruido parece solamente insultar los oídos y ¿Qué resta de un hombre si no puede oír el llanto solitario de un ave o un debate de los sapos alrededor de una laguna a la noche? Yo soy un hombre rojo y no comprendo; el indio prefiere el suave murmullo del viento raspando el rostro del lago y el propio viento limpio por una lluvia diurna o perfumada por los pinos”.


Para juzgar a los Espíritus como para juzgar a los hombres es necesario antes saber juzgarse a si mismo. Hay infelizmente mucha gente que toma su propia opinión por medida exclusiva del bien y del mal, de lo verdadero y de lo falso. Todo lo que contradice su manera de ver sus ideas, el sistema que inventaron o adoptaron es malo a sus ojos. Falta a esas criaturas, evidentemente, la primera condición para una recta apreciación: la rectitud del juicio pero ellas no lo perciben. Ese es el defecto que más engaños produce.
Allan Kardec en El Libro de los Médiums, cap. 24: Identidad de los Espíritus, ítem 267.

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.
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