No abordare demasiado el tema puesto que hacerlo iría en contra de mi ética, me limito a responder solo donde es conveniente hacerlo.
Los hechizos de atracción y enamoramiento no existen, existe cooperación de espíritus inferiores interesados en este tipo de actos que someten la voluntad e influencian el pensamiento de una persona en particular para que se fije en una persona, pero esto no libre de perturbaciones. Por otro lado si hablamos de enamoramiento y lo definimos como ese conjunto de procesos que conllevan a dar lugar a un amor nadie obligado, que posee un espíritu propio que es inteligente y que sabe que tiene libre albedrío va a enamorarse de alguien a la fuerza. Ten presente que todos al nacer traen consigo un cumulo de protectores que la mayoría nunca llega a conocer pero que colaboran con la persona para liberarse de los mal intencionados, de ese modo sea mientras esta despierta la persona o durante el sueño puede entrar en contacto directo con esos espíritus que le proveerán de los recursos necesarios para liberarse de ese hechizo, en tal caso todo aquel que cae en este tipo de maleficios es alguien que para nada realiza los respectivos procedimientos ni posee una higiene de vida lo suficiente buena como para que estos espíritus se vean imposibilitados para agredirle. También existe el karma o ley de acción-reacción, causa-efecto... que anula todo aquello que no merece la persona por lo tanto cada vez que una persona se acerca a alguien valiéndose de una influencia espiritual genera consecuencias que sino las paga en esta vida la justicia divina se hará cargo de que en la otra lo pague con intereses.
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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.