El recetario mediúmnico de los "viejos negros", indios y mestizos 1zw0v2s
 
EL RECETARIO MEDIÚMNICO DE LOS "VIEJOS NEGROS", INDIOS Y MESTIZOS
 
Pregunta: ¿Qué nos decís sobre las recetas mediúmnicas formuladas por los espíritus de los indios, mestizos o "viejos negros", que siendo ignorantes en medicina, prescriben hierbas, remedios caseros y homeopatía, llegando a producir curas extraordinarias?
Ramatís: Son espíritus que estuvieron reencarnados en ambientes de costumbres primitivas; por eso, es natural que aún mantengan sus hábitos y convicciones anteriores. Recetan infusiones de hierbas cura­tivas, jarabes, fortificantes, homeopatía, y otros tipos de remedios para aplacar los males del cuerpo físico. Esos espíritus más caritativos y serviciales, después que desencarnan, movilizan en el Más Allá todos sus recursos para aliviar el sufrimiento de los terrícolas, practicando un curanderismo tan pintoresco como aquél al que se habían habi­tuado en la Tierra.
 
Muchos de esos espíritus bondadosos, pero incapacitados para atender las directivas espirituales superiores, subliman su ansiedad caritativa en tareas a favor de los "vivos". Entonces, los guías espiri­tuales aprovechan sus buenas intenciones e índole fraterna, aunque sean almas inexpertas y de graduación primaria. Son merecedores de todo cariño y tolerancia, pues se dedican a los enfermos del cuerpo y el espíritu, ya sea dándoles buenos consejos o medicamentos, ya sea atendiendo desde el nietito debilitado hasta el abuelo reumático.
 
En las residencias apartadas de los centros poblados, la homeopa­tía es el medio de ayuda urgente, que sustituye al médico ausente, protegiéndolos del asedio de las falanges de las tinieblas.
 
Aunque reconocemos sinceramente los beneficiosos esfuerzos pres­tados por la medicina alópata, y a pesar de sus éxitos, también ad­vertimos que, en ciertos casos, produce consecuencias agresivas e in­deseables en los organismos sensibles. A veces intoxica el hígado y provoca inapetencia, o falta de apetito; otras veces, congestiona los riñones, dificulta el estómago, afecta el intestino, contrae el duodeno, mancha la piel, produce urticarias o intensas opresiones sanguíneas.
 
Así, la pobreza de vuestro país (Brasil) prefiere esa medicina pintoresca ejercida por los espíritus de los indios, mestizos o "viejos negros" que recetan lo que anteriormente citamos, con el deseo loable y cristiano de servir al prójimo sin interés o vanidad personal. Ansio­sos por proporcionar el mayor bien posible, tanto se sirven de los mé­diums de "mesa" como de los Terreiros, puesto que sólo les importa ejercer un servicio benéfico. Aunque la medicina académica censure a esos espíritus, que ignoran los recursos avanzados de la terapéutica moderna, la verdad es que ellos siguen humildemente al Maestro Jesús, cuando recomendaba: "Ama a tu prójimo como a ti mismo", y: "Haced a los otros lo que quisierais que os hicieran a vosotros".
 
Pregunta: ¿Por qué razón, aunque se trate de espíritus bonda­dosos y caritativos, los "viejos negros" y mestizos no consiguen alcan­zar el éxito deseado en sus prescripciones medicamentosas? ¿No go­zan de la facultad de premonición durante la asistencia espiritual junto a los enfermos de la Tierra?
Ramatís: Son almas que sirven al prójimo en forma incondicio­nal, dejando que Dios cuide de promover el merecimiento de cada criatura, pues sus principios fraternos siempre son los de "ayuda y pases". Además, vosotros sabéis que ni los mismos espíritus angélicos pueden sustraer las pruebas kármicas de los encarnados, cuando el sufrimiento humano tiene por fundamento principal la redención es­piritual del enfermo.
 
La índole artificial de las drogas es, a veces, un obstáculo para la limpieza espiritual. El dolor y el sufrimiento, aunque sean condi­ciones indeseables para todos los seres humanos, son procesos eficaces para drenar las toxinas y emanaciones fluídicas que afecta el me­tabolismo delicadísimo del periespíritu. Por eso Jesús, el inconfundi­ble guía de la humanidad, exaltaba mucho el sufrimiento como un­ción redentora, y lo bendijo en forma incondicional en el sublime "Sermón de la Montaña" destacándolo en su memorable exhortación: "Bienaventurados los que sufren porque de ellos es el reino de los cielos".
 
En ese concepto de esperanza el Maestro exaltó el dolor como función purificadora del espíritu enfermo, habiendo aclarado des­pués, que el "reino de los cielos" es semejante a un "banquete divi­no", donde sólo pueden comulgar aquellos que vistan la "túnica blan­ca y nupcial". Indudablemente, sólo el periespíritu diafanizado por la expurgación de las toxinas, vertidas por el alma sufriente, puede ser la "túnica nupcial" a la que se refiere Jesús, porque es la envol­tura radiante del espíritu eterno. Con todo eso, a pesar de los bene­ficios que otorgaría ese estado, Jesús nunca aconsejó la indiferencia delante de los desventurados. La necesidad del mutuo amparo en los sufrimientos, fue ejemplificado por el Divino Maestro al aceptar la ayuda de Simón Cireneo para cargarle la cruz en la subida hacia el Calvario. La ayuda a la criatura humana durante su padecimiento, siempre resulta una oportunidad benefactora, puesto que el hombre puede ejercitar sus buenos sentimientos y despertar su naturaleza angélica.
 
La actitud más segura delante de Dios, es la de "amar al próji­mo como a sí mismo", sea o no merecedor. En cualquier circunstan­cia de la vida terrena, la indiferencia delante del dolor y el sufri­miento ajenos es signo de crueldad, aunque tengamos la convicción de que el prójimo se somete al proceso kármico para su redención es­piritual. La caridad no es el resultado de un programa aprobado por discusiones donde primero se juzga el merecimiento del necesitado o el mejor aprovechamiento espiritual de sus realizadores. En verdad, es fruto del sentimiento espontáneo, como la flor que ofrece su per­fume sin interés oculto. Cuando Jesús afirmó que: "Sólo por el amor será salvo el hombre", dejó definitiva constancia de la mejor forma de proceder ante el sufrimiento ajeno.
 
Su recomendación nos dispensa de mayores comentarios, y elimina las indecisiones, puesto que revela el secreto para que el hom­bre alcance muy pronto su propia felicidad. El Maestro no hizo excepciones ni destacó privilegios; sólo recomendó amor incondicio­nal, desinteresado y puro. He ahí por qué los espíritus desencarnados que confían en las enseñanzas del Cristo, se inclinan humildes y se dedican al bien ajeno sin juzgar prematuramente a nadie.
 
Es lo que sucede con los "viejos negros", mestizos y salvajes be­nefactores, que trabajan incondicionalmente a favor de los sufrientes encarnados, y que aunque no sean diplomados por la academia del mundo, se consagran en la escuela del amor del Cristo. Por eso, recetan jarabes, hierbas, la mezcla casera o la homeopatía, despreocu­pados de las críticas de los médicos o científicos terrenos, pero seguros de que Dios ha de saber decidir con respecto al merecimiento de los enfermos que fueran ayudados.
 
Y, gracias a la condición de espíritus desencarnados, pueden ser­vir mejor a los enfermos de la Tierra, porque los examinan directa­mente en el periespíritu y le identifican la enfermedad., que a veces es considerada incurable, bajo la tutela de vuestra medicina.
 
Pregunta: ¿No sería conveniente que todos los médicos desencarnados recetaran hierbas y remedios caseros, evitando los medica­mentos alopáticos que pueden ser peligrosos, cuando son recetados por los médiums muy anímicos?
Ramatís: En primer lugar, esclarecemos que los espíritus desen­carnados recetan de acuerdo con sus conocimientos adquiridos en la tierra; y además, la preferencia, simpatía o la tolerancia de los enfer­mos varía conforme con los diversos tipos de drogas y medicamentos. Algunos son alérgicos a ciertos remedios, mientras que otros los asi­milan satisfactoriamente. Hay enfermos que se recuperan con el uso de la homeopatía, y son rebeldes, en cambio, a la medicina alópata, a las infusiones de las hierbas tóxicas o a la química farmacéutica. Hay criaturas que se restablecen fácilmente por la terapéutica vio­lenta de las inyecciones, en perfecta afinidad con su constitución psicofísica más densa. Finalmente, existen personas de naturaleza magnética muy receptiva y sensible, que alcanzan la salud por la terapia de las "simpatías" bendiciones y exorcismos.

En consecuencia, los espíritus de los médicos desencarnados pro­curan recetar a los enfermos el medicamento más adecuado a su tipo orgánico o psíquico, atendiendo más al enfermo que a la enfermedad. De ese modo, el remedio milagroso indicado por el "viejo negro" a determinada criatura, puede ser inútil y hasta nocivo a otro tipo de individuo acondicionado solamente a la homeopatía.
 
Este es el motivo por el cual existe en vuestro mundo un arsenal tan variado y heterogéneo de medicamentos y de diversos tipos de dietas y sistemas de tratamientos, para poder atender a los tipos hu­manos conforme a sus complejos biológicos, sin tener en cuenta sus enfermedades.
 
Pregunta: ¿Qué podéis decirnos de la eficacia del recetario de los "viejos negros", los salvajes y los mestizos en los Terreiros de la Umbanda, y que, en cambio, fracasan cuando actúan junto a la mesa espirita kardecista?
Ramatís: Los "viejos negros", los mestizos y los indios tienen ma­yor éxito en los trabajos de la Umbanda, porque encuentran el clima psíquico y dinámico propicio a su índole y a las costumbres primiti­vas, que les fueron familiares en la tierra. En ese ambiente pintores­co, reavivan sus reminiscencias terrenas, evocan sus experiencias de curanderos, pues cuando estaban encarnados, trataban con la medi­cina herborista o el proceso de magia en medio del bosque o bien en la selva.
 
No os debe sorprender el buen resultado terapéutico que obtie­nen en el ambiente de la Umbanda, pues las hierbas, las infusiones caseras, la homeopatía, los exorcismos, los benzimientos y las "sim­patías" fueron los recursos que utilizaron en la Tierra para atender a los enfermos del cuerpo y del alma. Se sienten más a gusto en el clima catalítico que los ayuda a dinamizar sus fuerzas psíquicas por las sugestiones regionales electivas, por los cantos o "puntos", objetos y rituales, que le contemporizan su recuerdo del orbe terráqueo. Allí asocian los motivos y condiciones vividas en la materia y se mezclan entre los "hijos del Terreiro", libres de complejos cuando manifiestan su temperamento en el lenguaje de su patria terrena.

Junto a la mesa espirita kardecista, los guías recetan por el con­tacto periespiritual, mientras los médiums escriben apresuradamente por la vía intuitiva; en el sistema de la Umbanda, los "padres del Terreiro" actúan por los plexos y ganglios nerviosos de sus "cavalos", conversando, indagando y hasta modificando la receta indicada an­teriormente. Se mueven por el Terreiro, luz accesible y sin concen­tración, donde ajustan a los médiums a su propia configuración periespiritual, pues los salvajes, los "viejos negros" y los mestizos se unifican oyéndoles las quejas, estudiándoles sus problemas, mientras recomiendan el medicamento y la dieta adecuada a cada caso.
 
Aunque aplaudimos la resolución saludable de Allan Kardec para eliminar del Espiritismo las prácticas supersticiosas y ritualismos in­útiles e indispensables, el hombre espirita debe respetar las prácticas mediúmnicas de los Terreiros de la Umbanda, en cuyo ambiente fra­terno los espíritus aún hechos a la forma del mundo terreno, en­cuentran el ambiente espiritual electo para ejercer el Bien bajo la inspiración del Cristo.
 
Pregunta: ¿No es extraño, que los "viejos negros" y los mestizos, también receten alopatía, en un desmentido a la tradición o al recetario peculiar del mediumnismo de la Umbanda?
Ramatís: No dudamos de que el "viejo negro", el salvaje, o el mestizo, a veces prescriban grageas, comprimidos, inyecciones, sedativos y hasta antibióticos, que no conocían en vida, en flagrante contra­dicción con su viejo hábito de recetar hierbas, infusiones, jarabes u homeopatía.
 
Todo esto se explica fácilmente por la interferencia anímica de los médiums o "cávalos" de la Umbanda, cuando prescriben la alo­patía, que es de su conocimiento personal, y los entresaca del sub­consciente asociado a la naturaleza de la enfermedad del consultante. Además, no existen reglas sin excepción en todo el Cosmos; hay casos urgentes en los que los "viejos negros" o los mestizos se deciden por la alopatía, pero lo hacen bajo la recomendación de los espíritus de médicos desencamados, que los ayudan y asisten de "este lado", pues el servicio de ayuda y asistencia a los "vivos" siempre se efectúa por medio de equipos. Sucede también que algunos "cávalos" de la Umbanda, también son médicos, además de médiums, y les cuesta vencer el acondicionamiento académico, forjado en su profesión esclava de la medicina alopática.
 
Aunque actúan bajo la influencia de los "padres de los Terreiros", prescriben correctamente el medicamento para combatir las enferme­dades de los consultantes y al comienzo, el médium-médico sustituye los remedios de hierbas, infusiones y mezclas domésticas por la far­macología alopática conocida, que además le inspiran más confianza.
 
Esas sutilezas no son inconveniente alguno para que el médico se entregue a la tarea generosa y humilde de servir al prójimo, aun­que lo haga en el ambiente de la Umbanda, puesto que se despreo­cupa de cualquier tipo de remuneración profesional. Muy pronto ha de atraer hacia sí mismo a los espíritus de quilate espiritual, capaces de ayudarlo en el desempeño de su tarea caritativa, ya sea que el médico recete hierbas, jarabes o infusiones bajo la dirección de los "viejos negros" y de los mestizos, o actúe por la intuición académica de otros colegas desencarnados, siempre ha de lograr mayores efectos, cuando haga el Bien por el Bien mismo.
 
En verdad, la cura de los enfermos se subordina a la capacidad o fama de los remedios prescriptos por los médicos o por los espíritus desencarnados, pero la eficacia casi siempre depende de la receta más acertada. No importa si es homeopatía, jarabe, hierba, inyección o antibiótico, siempre que la prescripción se ajuste perfectamente a las condiciones del enfermo.
 
¿Cuántas personas, después de la "vía crucis" por los consultorios médicos, hospitales y tratamientos de aguas curativas, afligidas por librarse de las úlceras gástricas o duodenales, consiguen restablecerse por el uso prolongado de esa famosa hierba, que en cada país tiene su nombre tradicional, y que en Brasil se llama "espina santa"?
 
El médico que desenvuelve su facultad mediúmnica en el inter­cambio humilde entre los espíritus de los "viejos negros", mestizos o salvajes, preocupados por servir al prójimo sin interés personal, no deja de ser un espíritu superior liberado del preconcepto académico del mundo transitorio, para afiliarse a las falanges del Bien inspiradas por Jesús.
 
Pregunta: Algunos Umbandistas nos explican, que la figura del "viejo negro", del mestizo y del mismo salvaje, a veces, esconde el es­píritu del avanzado científico o famoso médico del pasado, que receta los medicamentos alopáticos que conoció y experimentó en sus exis­tencias anteriores. ¿Qué opináis?
Ramatís: Sin lugar a dudas, que el sabio inusual, el estadista famoso, el médico militar o el científico genial, también acostumbran encarnarse en los ambientes humildes del mundo y viven los ascen­dientes biológicos mediocres cuando desean olvidar la cultura, el po­derío o el prestigio de su personalidad pasada, a veces, tan compro­metida por la prepotencia, la vanidad o la ambición. Bajo el consejo de sus mentores espirituales, se deciden por un linaje carnal de ancestralidad biológica hereditaria humilde, reencarnando en un orga­nismo deficiente o de sistema nervioso bastante grosero. Escogen los hogares desheredados, en cuyos ambientes quedan impedidos de dis­tingos sobresalientes entre los hombres.
 
No hay desmentido en el proceso evolutivo del alma inmortal que, a pesar de su avanzado intelecto y capacidad científica en el mundo terreno, después precisa vestir el traje humilde del "viejo ne­gro” o del mestizo rústico, a fin de conseguir su reajuste espiritual, convaleciente y tan perjudicado en el pasado. Se trata apenas de un estacionamiento o especie de descanso intelectual, en donde el espíri­tu súper-excitado por el excesivo racionalismo, efectúa saludable de­cantación de su personalidad humana que fuera muy envanecida con las lentejuelas brillantes del escenario terreno.

Gracias a un cerebro mediocre e incapacitado para los avanzados raciocinios y concepciones científicas en la especulación de las for­mas, evita aflorar los conocimientos inusuales adormecidos en la me­moria espiritual y de los que abusó en otras épocas. La existencia terrena sencilla no funciona como expiación, sino como un freno al intelecto indisciplinado, pues sin los atavíos superficiales, significa algo de reposo para el "Ego" envanecido por los oropeles transitorios.
 
Sin el prestigio y la situación destacada que nutrían su vanidad en el pasado, el sabio, el estadista, el médico o el científico, efectúan un verdadero "drenaje" psíquico y expurgación tóxica intelectual pro­ducida por el orgullo o la vanidad de la vieja personalidad huma­na. La inteligencia, la capacidad y la prepotencia inapropiadas del pasado, se atrofian por la ausencia de los estímulos personales y re­fulgencias decorativas en medio de la humanidad.
 
Por eso, no oponemos dudas a la posibilidad de que algunos espíritus cultos y sabios, científicos o médicos famosos, se manifiesten en los Terreiros de la Umbanda o junto a la mesa kardecista, bajo el traje humilde del "viejo negro" o la vestimenta mediocre del mestizo.
 
Aunque el archivo o memoria de las vidas anteriores no se apa­guen en la figura periespiritual del "viejo negro" o del mestizo que fue médico, es evidente que sólo podrá recetar los medicamentos de su viejo conocimiento, aunque en la actualidad se encuentren fuera de moda, probablemente accesible a las críticas, bajo el concepto de la medicina moderna.
 
Aunque haya sido médico en la vida pasada, el espíritu del "viejo negro" o del mestizo de la Umbanda necesita actualizarse con la far­macología moderna y familiarizarse con los últimos descubrimientos científicos en el género, si desea actuar sensatamente en el recetario mediúmnico. Aunque sea un espíritu desencarnado, necesitará un curso o aprendizaje por los laboratorios distribuidos en la superficie de la tierra, bajo la orientación seria de algún médico del Espacio, y tendrá que estar siempre al día con el progreso farmacéutico del mundo.
 
Insistimos en decir que el fenómeno de la muerte camal no es suficiente para proporcional al espíritu desencantado la sabiduría o bondad que no cultivó en la vida material. Sin duda, cuando los médicos desencamados se comunican a través de los médicos sonambúlicos o de incorporación total, llegan a recetar los mismos medica­mentos que conocían o preferían indicar en sus consultorios terrenos. En ciertos casos, los consultantes llegan a desanimarse al buscar los remedios prescriptos por los médicos desencarnados de hace largos años, puesto que es un remedio muy antiguo, que sólo se consigue con mucha suerte y que se halla olvidado en algún estante de la vieja farmacia de los suburbios. Eso explica el motivo por el cual el mé­dico desencarnado también necesita actualizarse con los últimos des­cubrimientos farmacológicos, siempre que pretenda recetar por los médiums kardecistas o de la Umbanda el remedio corriente y del día, sin despertar la burla o la censura de la medicina moderna.
 
Pregunta: Entonces se justifica que el "viejo negro" pueda recetar alopatía, puesto que ha sido un médico en el pasado. ¿No es verdad?
Ramatís: El médico desencarnado que prefiere actuar en los Terreiros de la Umbanda, o junto a la mesa kardecista, bajo la indu­mentaria del "viejo negro" o del mestizo, es porque se volvió adverso a la terapéutica de las inyecciones, grageas, antibióticos o cualquier otro producto químico de la medicina alópata. Si aceptó recetar desde el Espacio por las curas de las hierbas, benzimientos, homeo­patía, jarabes o preparados domésticos, resguardado bajo el anonimato del negro o mestizo, demuestra su intención de liberarse del acade­mismo del mundo terreno, tal vez, debido a las decepciones o velei­dades indeseables.
 
Después de desencarnado y al reconocerse espíritu inmortal, al­gunos médicos bien intencionados deploran sus estulticias y vanidades terrenas, prefiriendo mayor intimidad entre los "hijos de la Umban­da", o frecuentadores del centro espirita, en la tarea humilde de ayudar a los enfermos del mundo bajo el anonimato del "viejo negro" o del mestizo fuerte.
 
También es incoherente que el espíritu se presente en los tra­bajos mediúmnicos, después de encubrir su personalidad de médico con la configuración periespiritual de un esclavo, "viejo negro", indio o mestizo, para recetar nuevamente la misma medicina alópata, que era peculiar a su antigua profesión académica. De la misma forma sería criticable el espíritu del médico, en actividad junto a la mesa kardecista, que prescribiera hierbas, jarabes, tizanas domésticas, o re­comendara benzimientos, o sea, la terapéutica propia de los mestizos, de los "viejos negros" y salvajes habituados a los Terreiros de la Umbanda.

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.