Función de los guías y obligaciones de los médiums 1zw0v2s
 
Pese a la polémica existente hoy día en el seno espirita con relación al florecimiento de un espiritismo más orientado hacia la religión y el servicio al prójimo de lo que volcado al estudio empírico del fenómeno, me atrevo a colocar a continuación, la opinión (podría decir esclarecimiento) de Ramatís con respecto al interrogatorio que se le hizo con respecto a la finalidad y misión que tiene el espiritismo (doctrina kardeciana) desde su aparición y sincretización interreligiosa.
 
Aclaración: lo que leerá a continuación no es un determinante de directriz para la doctrina espirita (aclaratoria que hago a los espiritas ortodoxos decantados por la pureza doctrinaria) y puede tomarse como una opinión. No se admiten en el presente tema conductas proselitistas y sectarias orientadas a la difamación de este u otro autor de libros espiritas ni agresiones ideológicas dirigidas hacia adeptos de otras ideologías.
 
LA FUNCIÓN DE LOS GUÍAS Y LAS OBLIGACIONES DE LOS MÉDIUMS
 
Pregunta: Algunos médiums con quienes hemos tenido contacto en varios lugares del país, dejaron entrever que son misio­neros en tarea sacrificial a favor del progreso de la humanidad. Al­gunos se quejan del mundo adverso de la Tierra, donde se sienten desajustados, pero necesitan desempeñar su servicio mesiánico. ¿Qué nos decís al respecto?
Ramatís: Los médiums, generalmente, son criaturas portado­ras de grandes débitos del pasado. En vidas pasadas abusaron del poder y de la influencia magnética sobre los encarnados, sirvién­dose de su inteligencia avanzada para concretar empresas merce­narias y casi siempre de absoluto interés personal. Muchos huye­ron de los compromisos contraídos con el pueblo o descendieron a los abismos de la vanidad, orgullo o venganza.
 
A pesar de la corrección con que se desempeñan en su tarea mediúmnica, no es difícil identificarles las fallas perjudiciales del pretérito y la exagerada susceptibilidad que manifiestan en con­tacto con el prójimo. Hay médiums que se irritan fácilmente cuan­do son contrariados; buscan las primeras posiciones, exigen la direc­ción de los trabajos espiritas y estiman profundamente el prestigio personal en el ambiente de que participan. Se sienten humillados cuando deben someterse a otros colegas de menor envergadura cultural y hacen todo lo posible para huir de las posiciones que los conservan en el anonimato. Raros son los que se someten a la disciplina eficaz de los postulados codificados por Allan Kardec y algunos alegan que sus principios ya pasaron de tiempo.
 
Cuando son espíritus inteligentes y cultos el amor propio les grita en lo íntimo del alma cuando reciben cualquier advertencia ajena. Algunas veces reproducen en la siembra espirita los actos insensatos del pasado como nuevas copias al carbónico, y los más exaltados e inconformes se apartan inmediatamente de los trabajos espíritas donde predomina la disciplina doctrinaria kardecista. Más tarde, por espíritu de venganza o de rebelde persona­lismo, prefieren cultivar las rarezas mediúmnicas, distantes de los postulados espiritas, consagrados por un siglo de experimentación. Los más soberbios rompen las cadenas del convencionalismo de su vanidad y orgullo y gritan frenéticamente que no fueron com­prendidos en sus "buenas intenciones".
 
En el pasado gustaban de las altas posiciones políticas o so­ciales, imponiendo su voluntad a los menos agraciados en inteli­gencia, dejando de cumplir sus promesas demagógicas que arreba­taban a las multitudes. Entonces la Ley Justiciera los obliga en la actualidad a servir a las masas que subestimaron y maltrataron con insistencia, para que salden sus deudas pasadas con la conta­bilidad divina. Pocos son los médiums que se reconocen en la prueba de recuperación kármica, pues la mayoría considera la obli­gación mediúmnica como fruto de su elevada graduación espi­ritual o condición misionera, olvidando que los propuestos, en realidad, fueron Antulio, Hermes, Buda, Krishna, Juan Bautista, Francisco de Asís, Allan Kardec, Gandhi y por encima de todos, el inconfundible Jesús.
 
Pregunta: Que el médium se crea un misionero al servicio de lo Alto, ¿no lo ayuda a sustituir sus inclinaciones inferiores por las del servicio benefactor hacia el prójimo? Convencidos totalmente de su misión, algunos se dedican a la aplicación de pases, a los recetarios, a la adoctrinación de los sufrientes y realizan toda cla­se de esfuerzos para "hacer la caridad".  ¿Qué opináis?
Ramatís: El Bien tiene múltiples formas; en cuanto a los mé­ritos de las realizaciones humanas, no nos preocupemos, pues Jesús sabrá distinguir la cizaña del trigo. Es evidente que la prestación de la caridad es sublime y loable cuando en la intimidad del alma existe la cualidad crística del placer espontáneo de «servir al pró­jimo». Algunas veces podemos encender luces en los corazones aje­nos y paradójicamente afirmamos nuestras vidas en la oscuridad de la irreflexión íntima. Nos agotamos para atender a los necesi­tados de todas las especies, que en su mayoría buscan soluciones físicas por la vía mediúmnica, ni aun así dejamos de acudir con la finalidad de eliminar las solapadas pasiones que pudieran ani­dar en el interior de sus almas. El servicio en favor del prójimo, aunque sea de valor, no elude la higienización espiritual de quien lo realiza.
 
Cuando el cruel Saulo se transformó en Pablo, el sublime apóstol decidió en primer lugar dar por terminada la vida del "hombre viejo", es decir, eliminar la vieja y vanidosa personalidad humana y hacer resurgir el "hombre nuevo" de la individualidad angélica. Los magníficos servicios cristianos que los médiums pue­den prestar a la humanidad, convencidos de que son misioneros al servicio de lo Alto, no los exime de purificar sus espíritus, pues no basta atender a los seres afligidos o practicar la caridad a "toda mano". Antes de todo, precisan comprobar en sí mismos, si real­mente usufructúan la emoción espiritual de servir al prójimo, o es el deseo egoísta de alcanzar el cielo.
 
Los médiums que se jactan de realizar el trabajo espectacular de la caridad por obligación kármica y sin la fuerza íntima del amor espiritual son candidatos a la desilusión producida por la ceniza de los fuegos artificiales. El bien debe hacerse por el pro­pio bien, sin interés o noción del deber; es un estado espiritual de dedicación en favor de otro; conmueve a quien lo recibe y re­gocija a quien lo practica. Es un acto esencial del espíritu y se degrada cuando es practicado bajo el interés personal. La caridad puede ser puro artificialismo, aún en aquellos que la practican para cumplir misiones de lo Alto. El Bien, en su verdadera esen­cia, dispensa de los estímulos externos que le quitan espontanei­dad; sólo es válido por el placer íntimo de servir.
 
Pregunta: ¿Qué fundamento existe para que algunos de los guías acostumbren a lisonjear a sus médiums, destacándoles el servicio mediúmnico como sacrificado trabajo en favor de la huma­nidad? Otras veces hemos escuchado que solicitan a los presentes oraciones y ayuda para sus mediadores, a fin de que cumplan con su misión espinosa en la materia.
Ramatís: Los protectores desencarnados o afiliados a las instituciones espirituales de Comunicaciones con la Tierra y responsables por sus tutelados en la tarea mediúmnica, reconocen per­fectamente el peligro que entraña, distinguir al médium en el trabajo de intercambio con los desencarnados. Conforme hemos dicho en otras oportunidades, bajo raras excepciones, los médiums en actividad en la superficie de la Tierra son servidores a "prueba" y no misioneros elegidos, por esa causa es conveniente evitar los elogios que son capaces de avivarles la vanidad y crear una falsa superioridad espiritual. Los guías y mentores sensatos evitan sistemáticamente la imprudencia de hacer reflorecer en sus sensiti­vos el viejo personalismo, que en el pasado los arrojó por tierra bajo el peso de las pasiones y veleidades humanas. En el servicio mediúmnico existe el peligro de crear una nueva clase de "elegi­dos" y una vanidosa jerarquía religiosa.
 
Como los médiums, en su mayoría, son espíritus que abusaron de la inteligencia, cultura, poder o riquezas en vidas pretéritas, tomados por la vanidad, orgullo e intereses materiales, cualquier trabajo imprudente y prematuro puede reactivarles la escoria ador­mecida en la intimidad del alma imperfecta. Los guías escla­recidos se consideran satisfechos cuando pueden conservar a sus mediadores a distancia de las entidades de las sombras, que sola­padamente procuran infiltrarse en todos los movimientos mediúmnicos indisciplinados, atizando la vanidad de los médiums, tratan­do de convencerlos de que son misioneros abnegados a disposición del servicio de lo Alto.
 
Pregunta: ¿Cómo se explica entonces, los elogios que algunos guías de cierta notoriedad acostumbran a hacer de sus médiums?
Ramatís: Siempre que esos elogios no los manifieste un es­píritu liviano, irresponsable o maquiavélico, interesado en subver­tir el propósito serio del trabajo mediúmnico, pueden provenir de los propios médiums bajo el dominio de algún complejo de narci­sismo. Reconocemos que estos elogios, comúnmente no son hechos en forma deliberada, por vanidad, exhibicionismo o ansiedad de prestigio entre sus admiradores. Casi siempre son fruto de la ignorancia.
 
Pregunta: Toda persona candidata a médium, ¿tiene asigna­do su guía desde que abre sus ojos en el mundo terreno?
Ramatís: En verdad, todos los seres poseen su guía espiritual desde que nacen y que la tradición religiosa designó como el án­gel de la guarda, que los protege e inspira para las buenas accio­nes. En algunos casos el espíritu que debe renacer en la materia con la prueba de la mediumnidad, solicita a otro espíritu ami­go, con autorización de lo Alto, que lo proteja y guíe en el denso matorral de las dificultades propias de la vida física. Otras veces los guías son atraídos naturalmente por los médiums en desenvol­vimiento mediúmnico, porque ambos poseen genios semejantes y se aproximan por los lazos de la simpatía espiritual. Los guías también pueden ser designados posteriormente, en el Espacio, mu­cho tiempo después de encarnar sus pupilos, como otros se ligan al médium que les ofrece la oportunidad de progreso en el inter­cambio recíproco de ideas y en el trabajo mediúmnico benefactor.
 
El guía, por lo general, es el amigo, portador de cualidades y aptitudes que el médium posee embrionariamente, así el éxito de su pupilo, en la materia, también se refleja benéficamente so­bre sí. Hay casos en que el guía acompaña al médium durante siglos, al que se siente ligado por profundo afecto, pues decidió situarlo definitivamente a la sombra salvadora del Cristo. Todo éxito en ese servicio de ayuda y orientación espiritual a los mé­diums encarnados, depende de su cooperación espiritual, pues en general, se dejan dominar por la terquedad, irascibilidad o por los vicios, que proporciona una tupida cortina de fluidos perniciosos entre ellos y las intuiciones de lo Alto.
 
Pregunta: A veces los médiums anuncian la sustitución de su guía habitual por otro espíritu afín, despidiéndose el primero en determinada noche en el Centro Espirita. ¿Es esto razonable, o el guía debe acompañar al médium hasta el último día de su en­carnación sobre la Tierra?
Ramatís: En ciertos casos el espíritu encarnado necesita de esclarecimientos especiales para desenvolver determinado objetivo científico o posee intelecto excepcional, requiriendo entonces la asistencia de otros espíritus más competentes de aquel que lo guía desde la cuna. De esta forma, ninguno se encuentra desamparado de la protección de lo Alto, mas atraen hacia sí las almas que vi­bran en el mismo patrón espiritual. Esa protección se reduce cuando el médium crea las condiciones psíquicas o fluídicas que hostilizan la acción de su protector.
 
Ciertas veces el guía del médium necesita retornar a la ma­teria, a fin de proseguir con su perfeccionamiento espiritual; en otras oportunidades debe ausentarse para colaborar en servicios elevados en esferas próximas, o precisa atender a otra alma de mayor afinidad y compromiso kármico que ha renacido en el mun­do físico. Si el médium es estudioso y dedicado sinceramente al servicio del Cristo, obviamente acelera su progreso espiritual, re­quiriendo a veces, otro orientador espiritual con mejores perspectivas y experiencias, que ha de suplirle las condiciones y conoci­mientos nuevos buscados por su espíritu.
 
Pregunta: ¿Puede darse el caso de que los médiums logren tal progreso espiritual en su vida terrena, que lleguen a superar a su propio "guía", en conocimientos o experiencia?
Ramatís: En realidad, quien puede progresar más en el tra­bajo material es el médium, siempre que estudie, experimente y mejore su conducta espiritual. El guía, en sentido general, es el fruto de la amistad espiritual pre-reencarnatoria, de la responsabili­dad recíproca asumida en vidas anteriores, o consecuente deter­minación de lo Alto. De tal manera varían las aptitudes, el enten­dimiento y el poder espiritual de los guías entre sí; algunos son muy semejantes a sus pupilos encarnados, llevando solamente la ventaja de estar en libertad en el Más Allá, conociendo anticipada­mente las necesidades, objetivos y posibilidades de éxito de sus guiados. Los guías visualizan con más seguridad la realidad es­piritual que los encarnados perciben confusamente, dado que estos últimos pierden considerable parte de su memoria del pasado y la visión del Más Allá.
 
El médium muy intelectivo pero débil moralmente puede ser guiado por un espíritu humilde y buenísimo, cuyo objetivo es des­pertarle las virtudes superiores; mas el médium de elevado índice moral, pero pobre de intelecto, a veces es orientado por un alma de menor coeficiente espiritual pero de buena intención y valiosa inteligencia. En ambos casos la influencia es recíproca y da muy buenos resultados; el guía recibe los estímulos inteligentes de su médium, que le acelera el coeficiente mental, mientras que en el otro extremo, el orientador de intelecto avanzado, pero de pocas virtudes, se influencia por la fuerza de las disposiciones morales elevadas de su tutelado.
 
El médium estudioso, bueno y de elevado criterio, dedicado a los objetivos espirituales superiores y ardiente investigador del misterio de la vida, es capaz de elevarse al nivel mental de su tutor espiritual y hacerse merecedor de otra entidad de mayor gradua­ción en la escala sideral.
 
Pregunta: Conocemos reuniones espiritas, públicas y privadas, frecuentadas únicamente por espíritus de renombre, lo que es muy pregonado por los presentes, quienes consideran ese hecho como un alto índice de seguridad espiritual del ambiente. Los adeptos de la doctrina se sienten impresionados por esas entidades prestigiosas, realizando el acto sin consultarlas previamente. ¿Podría­mos saber si esos médiums y demás colegas están realmente bajo la égida de los espíritus superiores y de merecida confianza?
Ramatís: Debéis recordar lo que explicamos en otras oportu­nidades, pues el animismo, aunque sea el fundamento de las prác­ticas mediúmnicas, influye en todas las comunicaciones de los espíritus desencarnados, variando conforme a la capacidad intelec­tual, sentido lógico o imaginación de los mediadores. Son raros los médiums cultos, sonambúlicos o intuitivos que ofrezcan abso­luta seguridad espiritual en todas sus comunicaciones mediúmni­cas; siempre es conveniente conocer el porcentaje de actuación del desencarnado en relación a las ideas preconcebidas de los me­diadores. No aconsejamos a los adeptos espiritas abdicar de su sentido común y aceptar incondicionalmente las reglas y sugestio­nes impuestas por los espíritus desencarnados, aunque sean pres­tigiosos, pues casi siempre es el médium el que interfiere fuerte­mente, haciendo recomendaciones anímicas.
 
Podéis notar que si el médium anímico es un individuo prepo­tente y ortodoxo en su vida común, coincide con su guía severo, rígido y sectario, profiriendo advertencias graves y sentenciosas. Hay casos en donde algunos médiums abusan de autosuficiencia por considerarse perfectamente hábiles o capacitados anímicamen­te, llevando sus desaciertos o errores personales a cuenta y responsabilidad de su guía.
 
Muchos espiritas se extrañan de ciertos seres conocidos como tolerantes y afectuosos, y cuando se comunican por determinado médium, se vuelven álgidos, exigentes y severos. Evidentemente, en este caso, o el médium impone al espíritu su personalidad aní­mica, o es otra entidad que se sirve abusivamente de la identidad ajena para impresionar a los oyentes. No existe ningún tipo de policía astral responsable por el contenido o pureza de las comu­nicaciones de los "muertos" para los "vivos", en el intercambio mutuo, siendo frecuente la intromisión de los espíritus perturba­dores en los asuntos que no les competen.
 
De "este lado" también proliferan los supuestos guías, que pretenden saberlo todo; dictan gravemente las reglas más tontas a los encarnados, incitan a viejas supersticiones y transmiten men­sajes triviales a cuenta de revelaciones trascendentales. Explotan la vanidad de los médiums presuntuosos o adversos al estudio, dictándoles escritos vulgares, produciendo material que sólo sirve para que los adversarios cultos ridiculicen la práctica mediúmnica.
 
Esos son enemigos comunes y declarados del progreso de la doctrina espirita, pues reconocen que ésta es capaz de liberar las conciencias encadenadas a las pasiones de la materia y tam­bién a los infelices del vampirismo repulsivo del astral inferior. Algunas veces, hasta los hombres de buen sentido y estudiosos del Espiritismo se dejan fascinar por las invenciones y exhor­taciones banales de esos pseudo guías, que las profieren bajo in­controlable verborragia, repleta de sentencias pomposas de puro efecto infantil.
 
Pregunta: ¿Qué nos aconsejáis para cuando tengamos oportunidad de enfrentarnos con situaciones similares?
Ramatís: Allan Kardec esclareció perfectamente esa situación en el Libro de los Médiums; sus conclusiones sensatas y comen­tarios claros y concisos sobre la naturaleza, acción y objetivo de los espíritus mistificadores, son el molde para instruir a cualquier espirita sobre la actitud más acertada. Se trata de entidades que se aprovechan fácilmente del interés particular, de la vanidad o ingenuidad de los dominados por los prejuicios que desprecian las advertencias ajenas y las intuiciones de sus amigos espirituales. Generalmente profieren extensos discursos y entregan cansadores mensajes sin nexo alguno, a cuenta de elevada filosofía espiritua­lista, que no se olvidan de firmarlas con el nombre de los espíritus santificados por el servicio cristiano de la Tierra. En el intercam­bio con el Más Allá es necesario mantener el raciocinio despier­to y evitar el sentimentalismo improductivo, analizando con buen criterio los compungidos mensajes mediúmnicos, cuyo contenido dudoso es firmado con nombres pomposos. La mala intención y liviandad de ciertos espíritus os rodean constantemente.
 
No aconsejamos la desconfianza preconcebida hacia las recomendaciones sanas y sensatas que os ofrecen las almas bien inten­cionadas; pero no debéis olvidar que el árbol bueno sólo se conoce por sus frutos. Sed prudentes en el intercambio con el Más Allá, cuyo mundo vibra en otra dimensión y escapa a la auscultación positiva de vuestros sentidos. Cuando Jesús se refirió a la situa­ción de los espíritus en la materia, recomendó que fuésemos "man­sos" como palomas, pero "prudentes" como las serpientes. No es conveniente cultivar el intercambio con los desencarnados como se hacía en el pasado, en el tiempo de las sibilas, de los oráculos y de las vestales, donde los esclavos, emperadores y reyes acepta­ban sumisamente los consejos más desconcertantes y las revelacio­nes más tontas, atribuidas a los dioses de la época.
 
No debéis aceptar sin un examen esmerado todo cuanto los espíritus envían hacia la Tierra, como si los desencarnados fuesen oráculos infalibles. En cualquier campo de actividad y experimen­tación del espíritu, es necesario permanecer despejado para racio­cinar y resolver los problemas por el esfuerzo propio. Muchas ve­ces resulta más productivo el equívoco, pues una vez corregido indica el camino seguro.
 
El abuso del "guiísmo" * en la siembra espirita puede termi­nar por conducir a sus adeptos cómodos y sin iniciativa particular al fanatismo enfermizo y ridículo. La vida física tiene por función principal desenvolver el raciocinio, la voluntad y el entendimiento del ser, por cuyo motivo las indagaciones y rogativas en exceso a los desencarnados, no encuentran al guía disponible y de plan­tón para dar el consejo seguro. Casi siempre la rogativa trivial atrae a los espíritus adversos que se manifiestan por la brecha vul­nerable de la negligencia humana, sembrando aflicciones en los incautos pedigüeños, que suponen el movimiento espirita como si fuera una cooperativa de consumo.
 
Pregunta: ¿Cómo debemos interpretar ese aspecto del "guiísmo" en la siembra espirita?
Ramatís: La vida terrena es una escuela de educación espiri­tual, lo repetimos constantemente; el orbe terráqueo puede com­pararse a un inmenso laboratorio de ensayos y perfeccionamiento, donde el quimismo de la buena voluntad y ofrenda de la renuncia cataliza en el espíritu su cualidad angélica y le desenvuelve el ra­ciocinio para el entendimiento consciente del Universo. Y el Es­piritismo, inspirado por lo Alto, es de importante influencia para el siglo actual, en la hora profética de los "tiempos son llegados", que ha de servir como óptimo derrotero para ascender rápida­mente las almas imperfectas.
 
Mas los terrícolas juzgan que la doctrina debe atender a los más absurdos ruegos, al igual que una "agencia de informaciones", pues pretenden que debe resolver los asuntos más frívolos, trans­formando a sus guías en correctores desencarnados, con la obliga­ción de resolverles urgentemente todos los problemas del mundo del César. Mientras se atrofian en su discernimiento espiritual por la ausencia de la experimentación física, se aíslan de los espíritus serios y responsables por su progreso espiritual, sometiéndose cie­gamente a los guías.
 
En consecuencia, las entidades bromistas y capciosas, que se aprovechan de la oportunidad favorable, pasan a sustituir a los guías serios y prudentes, influyendo sobre los encarnados en todos los aspectos triviales del mundo material. Los seres que no se ejer­citan en las vicisitudes de la vida humana, menos podrán atender las difíciles tareas y resolver los complejos problemas que les es­peran en el Más Allá de la tumba. Lastimosamente atraviesan la vida terrena con la mente anquilosada por la falta de uso, anotan­do sentencias, consejos e indicaciones fáciles que los eximan de las complicaciones cotidianas.
 
Pregunta: Cuando los espíritus son evocados con insistencia por sus admiradores o pupilos encarnados para atender solicitudes prosaicas, ¿se irritan o apartan de nuestro lado, totalmente decep­cionados?
Ramatís: Imaginad lo absurdo que sería molestar a vuestros parientes y amigos que siendo autoridad pública, con graves problemas, tuvieran que atenderos para solucionar los caprichos que a cada instante se os ocurran. Indudablemente que esas personas serias y dignas de su ocupación se sentirían sorprendidas y hasta molestas, por las solicitaciones infantiles, cabiéndoles un solo recurso: dejaros sin respuesta para que os entreguéis vosotros mismos al estudio de tan dispares ocurrencias y caprichos.
 
Los buenos espíritus tratan de ayudar y orientar a los encar­nados alejados de cualquier interés superior; hacen el bien por el bien mismo y deben atender a quienes están interesados verdaderamente por su reforma espiritual. No se someten a la función des­preciable de ser oráculos graciosos o informantes ridículos de las familias terrenas, despreocupados por los objetivos serios de la vida, y que los evocan asiduamente para resolver los asuntos tri­viales de la vida humana. Viven absorbidos por el servicio de pro­tección a los desencarnados que se debaten dificultosamente en el Más Allá, causa ésta que les permite emplear su precioso tiem­po en las obras que producen resultados beneficiosos y definitivos en las almas atribuladas, mientras se apartan de las consultas im­prudentes de los encarnados.
Los espíritus laboriosos no se irritan ni se decepcionan por las solicitaciones absurdas, cómodas e inconvenientes de sus tute­lados de la Tierra, pero al verificar la inutilidad de su esfuerzo para elevarles su patrón espiritual, los dejan solos, para así poder orientar y servir a otros más necesitados. Y, como dijéramos an­teriormente, la incomprensión es aprovechada por las entidades mistificadoras e irresponsables, que adoptan nombres pomposos, consagrados por la historia religiosa, pasando a satisfacer la vani­dad, el interés y los caprichos de sus cómodos consultantes.
 
La situación es más grave para los encarnados que no tienen objetivos serios en el intercambio mediúmnico, porque los espíri­tus livianos, gozadores y ociosos, atraídos por ellos, en general uti­lizan la enorme organización de los genios del mal, situados en el astral inferior. Actúan desaprensivamente a la vanguardia, anotan­do los caracteres precarios y las deficiencias espirituales de los en­carnados, para minarles las fuerzas morales, debilitándoles la fe en la inmortalidad del alma.
 
Pregunta: Si la renuncia y el amor son los atributos de las almas angélicas, ¿por qué los espíritus benefactores y amigos se apartan de nosotros, en base a nuestra ignorancia, cuando nos com­portamos en forma tonta e interesada, en el intercambio mediúm­nico? Cuántas veces, nosotros, encarnados, toleramos las incon­gruencias, los pedidos interesados y absurdos de las personas, y sin embargo los atendemos en sus indagaciones frívolas, sin que las censuremos. ¿Qué os parece nuestra consideración?
Ramatís: Los espíritus buenos sirven a sus entes queridos y encamados, ayudándolos a cargar con su fardo kármico durante la trayectoria física. Pero la bondad y el altruismo no deben incen­tivar la imprudencia y pretensión de atender a todos los intereses de sus simpatizantes encarnados, pues la bondad, para ser útil, la mayoría de las veces debe estar amparada por la sabiduría.
 
Hay casos donde los guías, aunque se sientan contrariados en sus sentimientos, necesitan adoptar providencias drásticas contra sus protegidos, dejándolos a merced de sus propias experiencias dolorosas. Aunque se diga que es preferible la bondad sin la sabiduría, a veces la bondad puede volverse insensata y dar lugar a la indisciplina o confusión.

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.