Orí
Palabra de la lengua yoruba que significa literalmente cabeza. Se refiere a una intuición espiritual y destino. Orí es el Orixá personal, en toda su fuerza y grandeza. Orí es el primer Orixá a ser alabado, representación particular de la existencia individualizada (la esencia real del ser). Es aquel que guía, acompaña y ayuda a la persona desde antes del nacimiento, durante toda la vida y tras la muerte, referenciando su camino y asistiéndola en el cumplimiento de su destino.
Orí en yoruba tiene muchos significados – el sentido literal es cabeza física, símbolo de la cabeza interior (Ori Innú). Espiritualmente, la cabeza como el punto más alto (o superior) del cuerpo humano representa el Orí. No existe un Orixá que apoye más al hombre de lo que su propio Orí. Mientras el Orixá persona de cada ser humano, con certeza él está más interesado en la realización y en la felicidad de cada hombre de lo que cualquier otro Orixá.
De la misma forma, más de lo que cualquiera, él conoce las necesidades de cada hombre en su caminada por la vida y, en los aciertos y desaciertos de cada uno, tiene los recursos adecuados y todos los indicadores que permiten la reorganización de los sistemas personales referentes a cada ser humano. Ijalá es el responsable por la modelación de la cabeza humana, y se cree que el Orí y el Odu – signo regente de su destino que escogemos, determina nuestra fortuna o atribulaciones en la vida.
El trabajo arduo traerá, al hombre afortunado en su elección, excelentes resultados, ya que nada es necesario invertir para reparar la propia cabeza. Así, para disfrutar el éxito potencial que la elección de un buen Orí acarrea, el hombre debe trabajar arduamente. Aquellos, sin embargo, que escogieron un mal Orí tienen pocas esperanzas de progreso, todavía que pasen todo el tiempo esforzándose. El Orí, entidad parcialmente independiente considerado una divinidad en sí mismo, es adorado entre otras divinidades recibiendo ofrendas, sacrificios y oraciones. Orí es el protector del hombre antes de las divinidades.
“Ko sí Òòsà tí i dá´ni gbè léhìn Orí eni”
“Ningún Orixá bendice una persona antes de su Orí”
Este Oríkì (verso sagrado) no deja duda sobre la suprema importancia de esta divinidad personal, inclusive, ¡encima de los otros Orixás! Orí por otro lado, continúa siendo un enigma en el conocimiento popular del culto. Traduciendo de la lengua yoruba, Orí significa cabeza.
En el continente africano el culto, así como en el Candomblé, es iniciático y hermético. Por tanto los secretos, fundamentos y la sabiduría del culto está para apenas ser desvelado por sus iniciados al transcurrir su carrera religiosa y/o sacerdotal. De esta forma, los secretos más profundos y serios del culto terminaban restringidos a los más altos sacerdotes. Permitiendo al público y a los más nuevos iniciados apenas pequeñas centellas de esta sabiduría.
Para alcanzarse los más profundos conocimientos y sabiduría eran necesarios muchos años de profunda dedicación y disponibilidad de trascender siempre los propios límites. No obstante, actualmente, se vive en la cultura de los arboles impacientes que se dedican a crecer tan apresuradamente en detrimento de la profundidad de sus raíces, y así, estos profundos conocimientos fueron terminando restringidos a un número cada vez menor de sacerdotes. Esto explica el desconocimiento general de este supremo Orixá! Que es el punto central del culto afro y afro-brasileño!
De Orí depende nuestra existencia, nuestro éxito, fracaso, salud, enfermedad, riqueza, pobreza, plenitud, felicidad. Sin la aprobación de Orí ningún Orixá puede hacer nada por su devoto. Por eso, para nosotros, Orí es el Orixá más importante! Es el único que nos acompaña en el viaje de los mares sin retorno, como es descrito en el Itan de Ogúndá Méjí.
Orí es compuesto de materia divina de los Odús, mezclados en cantidad y organizados según la sabiduría de Àjàlà a pedido de Olórún. Del material (òkè ipònrí) que Àjàlà utiliza para confeccionar Orí se constituye èwó (tabú) para quien poseyera ese Orí. Y así se determina las interdicciones alimentares de los individuos, pues, come del propio material del que fue constituido, caracteriza ofensa seria a la matriz de la cual fue creado.
En el principio de los tiempos de la Creación, Odudua había creado la Tierra, Oxalá había creado al hombre, sus brazos, piernas, su cuerpo, Olórún le influjo el èmí (respiración divina), la vida. Pero Oxalá se había olvidado de la cabeza. Oxalá no hizo la cabeza del hombre… Entonces Olórún pidió a Àjàlà, el joleiro divino, para confeccionarla. Àjàlà cuando fue a confeccionar el Orí pidió la ayuda de Odú, y así todos los Odús ayudaron a Àjàlà a confeccionar Orí. Y así nació Orí.
Todo hombre cuando va para el Ayé, invariablemente debe pasar por la oficina de Àjàlà y escoger su Orí. Esta elección se llama Kàdárá, oportunidad y circunstancia y al hacerlo, está determinando su naturaleza y destino. Este momento ocurre de la siguiente forma: el alma se observa (posición fetal) delante de los pies de Olórún (el Creador) y entonces le hace un pedido – Àkùnlé yàn – pedido este que estará relacionado a su deseo de crecimiento moral y espiritual. Entonces Olórún le fija el destino – Àyàn mó Ipín – que Orí deberá seguir, en que generalmente atiende a los deseos del propio Olórún y a las necesidades de las restituciones que Orí debe cumplir. Y entonces recibe – Àkùn légbà – las circunstancias que posibilitarán los acontecimientos, generalmente ligado a las cuestiones del tiempo/espacio, medio y todo el entorno necesario al mejor cumplimiento del destino.
En este momento el alma recibe sus èwós (tabús), interdicciones alimentares, de vestuario, de acción, etc. Afirma compromiso con su ancestral y tutor espiritual (Orixá). Afirma compromiso con el Bàbá Egún (Padre espíritu) responsable por el ìpònrí ancestral terreno que formó su cuerpo material, y que cela por el desarrollo de la familia a la que Orí hará parte. Todos los contractos son firmados y/o reafirmados delante de Olórún y de Orúnmilá, y a la medida que son hechos el destino se le va fijando.
Entonces Orí se dirige a Akásó (la frontera entre Orun-plano espiritual, y Ayé-plano físico) y pide pasaje a Oníbodè (el portero), que le interrogará lo que hará en el Ayé, Orí le contará y una vez más se fijará en él su destino.
Orí – la fisiología divina: Orí entonces descenderá y ocupará su lugar en el Orí del cuerpo creado, a través de la llamada “mollera”, abertura en el cráneo del bebé que irá cerrándose conforme se desarrolle a lo largo de los años, donde se da la “armadilla para Orí”, una vez encerrado allá Orí solamente volverá a liberarse del cuerpo en la última expiración, por la boca. Al principio Orí se asentará en el cerebro (opolo) de aquel cuerpo, donde comandará Orí òde (cabeza externa).
Orí òde – la cabeza externa se caracteriza por la cabeza física (cráneo, cerebro, sistema nervioso central, ojos, oídos, etc.) y también por la personalidad e intelecto que resultará de la interacción de aquel cuerpo con Orí Innú (cabeza interna), la cultura local donde se desarrollará el individuo y el aprendizaje que recibirá desde su nacimiento. O sea, Orí òde es, más allá de la cabeza física, nuestra persona como nosotros conocemos y como los otros la conocen. Es el mecanismo creado por Orí Innú para lidiar con el mundo exterior. Orí Òde es nuestro “yo interior”.
Orí Innú – la cabeza interna, es nuestra personalidad divina, o nuestro “yo verdadero”, nuestro “yo supremo o superior”. En resumen, nuestra alma. Debajo de Orí Innú reside Elénìnìí (el opositor de Orí), en el cerebelo (ipakó), responsable por el olvido de Orí de su misión, aquel que lo viene a interrumpir a realizar, cumplir su misión para con Olórún y la Creación, conforme es descrito en el Itan del Odú Irosún Méjí. Este, constituye el último nodo para la trascendencia de Orí Innú, y el cumplimiento de su misión original. Todavía existe Ipín Jeun – el estómago, y obo ati oko – los órganos sexuales, que son los otros nodos que Orí Innú debe superar, miedo, deseo, ambición, vanidad, celos, ira, egoísmo, etc…
Orí Innú todavía se divide en: Orí aperé: el camino predestinado, fenómeno narrado encima. El destino del individuo viene escrito en su cabeza, “¡su cabeza, su sentencia!”
Aparí Innú: el carácter (ìwà), la personalidad divina. Que es la esencia de Orí Innú, el alma, y su misión original. ¡Es a través del desarrollo de Ìwà Pèlé (carácter recto, honesto, puro, bueno) que Orí llegará a su ultima trascendencia! En fin, como describe el Odú Ogbé- Ègùndá: “Ìwà nikàn l´ó sòro o”, “carácter es todo lo que se necesita”. Ìwà Pèlé (carácter recto) es lo que conducirá a Orí Innú hasta el Orun rere (plano espiritual de los Orixás), en carácter definitivo.
Así sabemos que nuestra divinidad personal es Orí Innú (cabeza interna-alma), responsable por nuestro destino y felicidad. Que nuestro Orixá (orí- el primero) es el tutor espiritual de nuestro Orí Innú, pero que solo podrá ayudarnos si Orí lo permite. Que en nuestro Orí Innú reside nuestro Odú (destino) y solamente a través de Orí y Odú podemos transmutar nuestro destino, y asegurar el cumplimiento de la misión confiada por Olodumaré. Que debemos resguardarnos de Elénìnìí, el enemigo de nuestra misión y alma, aquel que nos puede traer sufrimientos. Y que nuestra verdadera esencia, que debemos buscar, reside en Orí Innú (cabeza interna- alma) y no en nuestro Orí óde (cabeza externa-personalidad) que es tan solamente el vehiculo de Orí Innú aquí en el Ayé. Y, lo más importante: la misión mayor de Orí Innú, a la cual cabe nuestro Orixá ayudarnos, es el desarrollo de Ìwà Pèlé (carácter recto, bueno), nuestro pasaporte para el encuentro definitivo con Olórun! “¡Orí o! ¡Ire o!” como al morir, la cabeza de una persona no es separada para el entierro, Orí es conocido como aquel que puede hacer el gran viaje sin retorno, pues los otros Orixás, incluso cuando mueren sus hijos, son liberados de la cabeza (Orí) y retornan al Orun (Cielo, o mundo exterior). Orí es el dios portador de la individualidad de cada ser humano. Representa lo más íntimo de cada uno, el inconsciente, el propio soplo de vida en su particularización para cada persona. Orí mora dentro de las cabezas humanas, volviendo cada uno aquello que es.
Durante el proceso iniciático la primera entidad a ser equilibrada es justamente el Orí, la individualidad personal, para que la persona no se transforme en un mero espejo del Orixá. La ceremonia de equilibrio de Orí se da el nombre de Bori (bo =comer, orí = cabeza => dar comida para la cabeza, fortalecerla). Esta Divinidad no tiene características estéticas pues no provoca trance, es el sistema oracular propiamente dicho, el traductor de Òrunmìlá. ¡Apenas es adorado juntamente con los Orixás, es propio del culto a Orunmilá, el vice Dios!
Uno de los mitos sobre Orí dice que él puede después de enterrado volver al Orun, llevado por Naná o Ewá. Dice este mito que un día Orí percibió que era el momento de nacer otra vez y fue a hablar con Olorun, el Universo, solicitando permiso para nacer en la misma familia en que había nacido antes. Olorun permitió, con la condición de que apenas él, Olorun, pudiese conocer el día de su muerte, sin que Orí pudiese opinar sobre esta cuestión. Y que el destino de Orí solo pudiese ser cambiado cuando Ifá fuese consultado. Orí es adorado como Divinidad y es única e individualizada, debiendo ser adorara y tratada.
Observación: esta cosmovisión es muy interesante por la absoluta concordancia con lo plasmado en los trabajos espiritas llevados a cabo en siglos pasados y que dieron el origen de un conjunto de libros hoy tratados como la codificación espirita donde se señala justamente que el hombre-alma en el mundo superior habría hecho una solicitud por escala a lo que denominan comité o ministerio de Dios donde se encuentran las máximas potestades que rigen en cierto modo el control de los eventos existenciales que nos competen y los que no y ahí se van asumiendo el conjunto de compromisos siendo eso parte de la Elección de las Pruebas tal cual lo trata un capitulo en el Libro de los Espíritus. En la formación embrionaria el Espíritu liberto se ve llegando a tener la posibilidad inclusive de cambiar de parecer y abandonar el cuerpo causando la muerte fetal, en ese entonces, mientras es fijado al cuerpo apenas una parte de sí se conjuga al cerebro físico restando años para que el “yo” vaya adquiriendo dominio sobre ese organismo por lo que se considera que no es ninguna coincidencia que en la adolescencia y madurez haya un cambio radical de la personalidad y forma de pensamiento de un individuo en contraste con la forma de ser en la infancia pues, descendido el “yo” al cuerpo pasa a expresar todos sus rasgos. Electa la prueba se coloca en el inconsciente del sujeto todos aquellos mecanismos reguladores, una coincidencia con las afirmaciones de la metafísica que aseguran estar en la propia mente la clave para tomar control de la realidad y vida existencial como tal aunque sea rigiendo la parte interna ya que la vida sugiere una prueba y un aprendizaje donde se busca un desarrollo del carácter adecuado que haga mérito para el acercamiento del sujeto a la Causa primaria de la existencia de todos conocida como Dios, posteriormente a establecer esos patrones que van a corresponderse con influencias externas llegando a instalar la desgracia y fortuna, a cerrar y abrir puertas respectivamente se impone la barrera por el olvido que va a separar el conocimiento oculto colocado en nuestras mentes de lo que la mente consciente tiene en su dominio, ahí es donde los psicólogos con la hipnosis han adentrado a hacer descubrimientos sobre vidas pasadas y el origen de los problemas de la vida al someter a interrogatorio al “yo real” desprovisto del “ego” que generalmente lo oculta, eso es como aquella referencia de la astrología en lo que compete al signo ascendente y solar siendo el ascendente el equivalente a Orí òde en éste relato y el signo solar referencia al Orí Innú por ser el primero un reflejo de una personalidad irreal que opera externamente para movernos por la vida, pero internamente yace la esencia pura de quienes somos realmente. La clave para superar las muchas adversidades yace en el dominio del carácter no permitiendo la conducción por la mente y lo emotivo que impiden el control de la situación instalando obstáculos e ilusiones que han de desviar al sujeto del camino trazado llegando a tener que solicitar la asistencia externa para ser reubicado. Por otro lado, el pacto con el ancestral ahí descrito se describe aquí como el pacto con el Tutor Espiritual conocido como Guía o Ángel de la Guarda por esta literatura, luego de eso, se conjugan otros aspectos como Espíritus de trabajo y acompañantes, los protectores, la familia, la descendencia, la pareja, etc., cada uno respectivo a lo que predestina cada individuo y con ello la vida no es en absoluto una secuencia de errores y casualidades sino que todo en ella sale de una causalidad imponente. Desde el inconsciente el individuo opera accionando los recursos externos causando tanto lo bueno como lo malo, lo que reflejan muy claramente las cartas astrales y revoluciones solares de la astrología donde el conjunto de influencias externas irradian una influencia sobre el sujeto determinando circunstancias particulares ya sea de bienaventuranza o de dificultad y que son mecanismos controlados por el inconsciente; esto no debe confundirse, el inconsciente no controla los astros, si estudiamos el asunto ese de las Leyes de las Comunicaciones donde entra la sintonía, afinidad y otros factores determinantes, el “yo real” que se refiere al Espíritu, la mente de ese ser aprisionado en el cuerpo mientras dura la encarnación, se entiende que él sintoniza con aquellos recursos que sean necesarios para modular su existencia acorde al plan que se ha impuesto. Mucho en esto me enfoco yo ya que la gente anda por ahí absorbiendo negatividad y pare de contar para luego ponerse a llorar y buscar un culpable externo y alega luego que todo el mundo es malo pero no, la verdad es que esa persona sola es la que genera caminos cerrados, problemas de salud, malestares generalizados, infortunio en el amor y otros aspectos que figuran como protagonistas en todo lo que nos aflige en la vida física, son los mecanismos metafísicos bajo los cuales la propia mente controla todo y si andamos realizando mal las cosas somos obligados por ella misma a estacionarnos y corregir, de ahí la relevancia que da la espiritualidad de despertar consciencia y pasar a regirse por la mente espiritual más de lo que la física que no comprende sino lo que le viene en correspondencia porque eso dificulta todo, si la persona anda caminando mal su mente le cierra los caminos y lo obliga a reflexionar y corregir para abrirlo, lo que pocas veces se ve, lo común es acudir a otro que aparte el obstáculo y lo ayude a salir de ese estancamiento para continuar cometiendo los mismos errores y por ello terminar nuevamente necesitando del tratamiento. Considero que todo lo plasmado coincide plenamente con la doctrina espirita y con la doctrina de la Umbanda, correlaciona bien la metafísica de la mente y el cuerpo con la verdad del espíritu y los mecanismos reguladores internos y externos por la astrología.
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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.