LOS ORIXÁS

Para comenzar, y para comprender mejor, es necesario citar que la trinidad cristiana de Padre, Hijo y Espíritu Santo tiene su correspondencia Umbandista en Olorúm, Oxalá e Ifá. De estos tres, solamente Oxalá es Orixá.
Los Orixás fueron criados por Olorum (señor supremo) para regir a cada uno, un determinado sector de la naturaleza y paralelamente, un sector de la naturaleza humana debido a que dependemos de ella.
Olorum está por encima de los dos niveles de existencia, e Orúm es el Aiye. Todo en él tuvo su inicio, tanto lo que está en el Aiye como lo que está en el Orúm. Es el que hace posible la existencia, de su dinámica y objetivo. La grandeza ilimitada es su mayor atributo.
Él le dio a los Orixás la tarea, la fuerza y la responsabilidad para regir el Aiye, por eso su intervención en las cosas no se da de manera directa. Así, los Orixás pueden ser entendidos como mediadores y administradores delegados por Olorum a cuidar de sus bienes.
No es la práctica de ningún ritual particular a Olorum, no le son dedicadas casas de culto, ningún sacerdocio esta a su servicio y no se le conoce imagen que lo refleje. La veneración a esta entidad sucede a través de la figura de los Orixás, es decir, de manera indirecta.

Oxalá es el más importante y más poderoso de los Orixás. Olorum le dio a él la tarea de crear la tierra. Oxalá domina la creación como un todo, tanto la vida como la muerte. Todas las personas están bajo la protección y responsabilidad de Oxalá, los otros Orixás también reconocen su primacía.
Ifá es una entidad que posee un estatus especial, tiene su propio culto y sus sacerdotes que son los Babalawos. Es el señor de los oráculos y de la sabiduría, conoce el presente, el pasado y el futuro. Es el portador de la cultura y de la sabiduría, que transmite a través de las consultas.
Ifá conoce los caminos que conducen a la restitución del equilibrio, y porta la armonía entre los dos niveles de existencia. A través de él, los consultantes saben cuál es su Orixá, cual es la causa de un eventual desequilibrio y cual la ofrenda a hacer para la restauración del mismo. La consulta sigue siempre el camino de la oferta (respuesta de Ifá) y retribución (ofrenda).
Los Orixás son los elementos de la naturaleza, cada uno de ellos representando una de sus fuerzas, personificada y divinizada.

Así, cuando le rendimos culto a nuestros Orixás, le rendimos culto a las fuerzas de la naturaleza, oriundas del agua, la tierra, el aire, el fuego, etc.
Son las fuerzas activas de la naturaleza, donde está incluido el hombre, y se manifiestan por medio de los elementos, expresando sus dominios y su vasto poder.
Los Orixás establecieron vínculos con los elementos de la naturaleza como los ríos, el mar, el bosque, las tempestades, etc., definiendo a estas entidades africanas como las fuerzas vivas de la naturaleza.
En esto hay semejanza con otras creencias. En una fuerte lluvia con relámpagos y truenos, los católicos le piden protección a Santa Bárbara, los indígenas a Tupã y los umbandistas a Iansã, señora de las tempestades.

Es necesario dejar claro que los africanos y los indios brasileros no adoraban en si la naturaleza, pero sí a las potencias asociadas a los aspectos de esta naturaleza viva, capaz de alimentarlos o castigarlos.
Si analizáramos a los Orixás a partir de la naturaleza, los encontraríamos en los propios procesos de la creación divina. Iemanjá no es el agua del mar, mas es la concretización, en nivel físico o material de su energía generadora que desencadena todos los procesos genésicos, ya que solo el agua tiene ese poder. En otras palabras, Iemanjá no es agua pero es la concretización de un atributo del agua.
Esto justifica los cultos en santuarios naturales. Estos lugares son puntos de fuerza de la naturaleza que facilitan el culto o el mismo contacto mediúnico con entidades. Por eso tenemos la orilla del mar para Iemanjá, las cascadas para Oxúm, las matas para Oxossi, las piedras para Xangô y Iansã, cementerios para Obaluaiyé, campo abierto para Oxalá, lagos de barro para Nana, jardines para Ibejí, caminos para Ogúm, encrucijadas para Exu y así sucesivamente.

Estas fuerzas en equilibrio producen una enorme energía que auxilia nuestro día a día, para que nuestra vida se haga más favorable. Una de las funciones de Umbanda es conseguir este equilibrio.
El Orixá es un ser atemporal y omnipresente, nítida manifestación de vida pues fue quien lo eternizó.
Los Orixás no son dioses, sino Umbanda seria politeísta. Haciendo una analogía con la teología cristiana, se podría decir que estarían más próximos a la idea de "santos" cristianos.
Los Orixás son entidades evolucionadas de un plano astral superior, habitantes del Orúm y cada uno esta asociado a una personalidad y un comportamiento ante el mundo y para con sus hijos los cuales son sus protegidos y heredan algunas de sus características.

En Brasil, existen muchas diferencias de cultos a los Orixás, que varían de nación en nación. Esto ocurre porque cuando los negros llegaron a Brasil y se agruparon en las senzalas, los señores blancos evitaron juntar negros oriundos de una misma nación, temiendo que hubiera rebelión, deshaciendo así una posible estructura social común. Hablaban también en lenguas diferentes y solo al principio se comunicaban por medio de gestos.

Sucede que en África, el panteón de Orixás no era homogéneo, con cada nación rindiéndole culto a un determinado Orixá. Ciertos Orixás, ocupando una posición dominante en algunos lugares, están completamente ausentes en otros. Por eso, el culto a Xangô, que ocupa el primer lugar en Oyo es inexistente en Ife. Iemanjá que es soberana en la región de Egba ni siquiera es conocida en la región de Ijexá.
Estos factores de por si, desorganizaron al panteón de los Orixás, y cuando hubo una mayor relación entre los negros en las senzalas, ayudado por una mayor facilidad de comunicación, hubo intercambio de informaciones comenzando a nacer allí un panteón brasilero de Orixás. La complicación no termina allí pues por ejemplo, en Rio Grande do Sul no se les rinde culto a ciertas entidades ya abrasileiradas, debido a la ausencia de negros oriundos de esas naciones en sus senzalas.
Cabe destacar que si fuésemos a catalogar a todos los Orixás presentes en la naturaleza, alcanzaríamos la suma de más de cuatrocientos. El candomblé y la Umbanda también veneran a diferentes Orixás.
Los Orixás se pueden entender como mediadores y administradores delegados por Olorum a dirigir sus bienes.

La finalidad de este sistema religioso es mantener la armonía entre Orúm y el Ayie, entre los Orixás y los seres humanos, para posibilitar el desenvolvimiento, de la realización humana, y de todas las otras cosas. No solo el ser humano, sino todos sus contextos son alcanzados por algún disturbio en este equilibrio o esa armonía. El bien y el mal no existen. Lo que existe es el equilibrio o la falta de él.
Toda actividad puede mejorar o empeorar las relaciones entre el Aiye y Orúm, y con eso, facilitar o dificultar la garantía de la armonía. El mal es el impedimento de la armonía y el bien es la armonía.
La armonía no es estática, es dinámica, y como no es lograda de una vez por todas, precisa siempre ser buscada y el equilibrio permanentemente mantenido. Lo que permite que eso suceda es el intercambio del Axé que solo es posible con la existencia de los Orixás.

Su manifestación básica para los seres humanos se da por medio de la incorporación. El ser escogido por el Orixá tiene el privilegio de ser montado por un falangeiro, convirtiéndose en un vehículo que le permite volver al Aiye para saludar y recibir las pruebas de respeto de los humanos. En ese ritual, dejan la forma del Orúm para presentarse en forma del Aiye, palpable, material y corpórea.
La síntesis de todo el proceso sería la búsqueda de un equilibrio energético entre los habitantes de esos dos niveles de existencia. De allí se puede concluir que como necesitamos de los Orixás ellos también necesitan de nosotros.
Cada ser humano tiene un Orixá protector y al entrar en contacto con él a través de los rituales, estaría cumpliendo una serie de obligaciones recibiendo a cambio un mayor poder sobre sus reservas energéticas y un mayor equilibrio en su vida.
La verdad es que cada persona tiene tres Orixás. El que mantiene el estatus de "principal" que sería el Orixá de cabeza, que hace que su hijo revele sus propias características de una manera razonablemente marcante. El segundo Orixá o de cuerpo, o adjunto, tiene también una fuerte revelación de poder, pero marca a su hijo de una manera más sutil y el tercero o de patas, guía a este a través de su vida.

Una seria la personalidad más visible exteriormente, mientras que el otro seria la cara oculta de su personalidad, menos visible a los que conocen a la persona superficialmente y también revelador de potencialidades menos aparentes.
Con sus tres Orixás, nada impide que los hijos de fe reciban influencias de otros Orixás, simplemente porque puede existir una afinidad espiritual. Uno se puede entender muy bien con sus Pai pero también tener una gran afinidad por otro.
Tenemos Orixás denominados "Orixás balés" que están directa o indirectamente ligados a la muerte, o situaciones que la pudieran determinar. Ellos son:
Ogum: íntimamente ligado a la causa de accidentes y desastres.
Obaluaiye/Omulu: ligado a dolencias letales. Servirá de guía a los desencarnados.
Iansã: quien rige los cementerios y es guía de los egunes.
Nanã: dueña del portal de la vida y de la muerte, se le considera la propia muerte.
Oxalá: principio activo de la muerte, aquel que va a determinar el fin de la vida. La determinación final, la paz o el descanso, el fin de una misión.

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.