Santería. Los colores de la magia
Por: Mireille Méjan


La santería es la adaptación del vudú a tierras cubanas, de donde emigró a Florida, Veracruz, Nicaragua y Brasil donde es llamada candomblé, y de ahí a todas partes.

Tiene su origen en las manifestaciones religiosas provenientes del África, en concreto de Dahomey, patria lejana de miles de esclavos negros distribuidos en América por los voraces traficantes de los siglos XVI y XVII.

Tanto españoles como franceses prohibieron esas muestras animistas de religiones tribales. Falsamente convertidos al catolicismo, los esclavos practicaban en secreto sus ceremonias, y al pasar el tiempo, las mezclaron con ritos aprendidos de su nueva religión, más como una forma de disfrazar las prácticas originales que como una verdadera aceptación del cristianismo.

La cantante Celia Cruz inmortalizó la letra del Yerbero: “Traigo yerba santa pala garganta/ traigo abrecamino pasu destino/ y con esta yerba, se casa usté…”, letra que encaja perfectamente con los ofrecimientos de un chamán o de un santero.

Aparentemente vudú, santería, candomblé y satanismo son lo mismo, porque los mambos, santeras, mae de santo y centinelas en busca de seguidores, que aporten fuertes cantidades de dinero, han distorsionado las prácticas rituales, adornándolas y transformándolas a requerimientos específicos de los compradores de fama, felicidad y fortuna; no obstante, difieren en conceptos generales y, sobre todo, rituales.

Años ha, cuando se hablaba del vudú, se añadían comentarios alusivos a la ignorancia de sus seguidores, todos ellos analfabetas, pobres, desdichados que, debido a su incultura, se mantenían en el fetichismo. ¿Qué decir ahora, cuando en su práctica participan “intelectuales”? ¿Qué fenómeno ha ocurrido para dar ese giro? Digámoslo de otra manera: la religión de los pueblos afroamericanos, ha pasado a formar parte de la vida de funcionarios públicos, gente del medio artístico, empresarios e incluso catedráticos universitarios. Detallar aspectos de la santería quizá pueda ayudar a comprender esta peculiar circunstancia.

Santería mexicana

En México son famosos los brujos de Catemaco, Petaca y Tateposco, sin olvidar a la famosa María Sabina y sus hongos oaxaqueños. Cuentan que Plutarco Elías Calles acudía al barrio de Petaca, a cuatro kilómetros de Linares, a pedir ayuda a la santera Licha Látigo.

La santería mexicana se mezcla con antiguas prácticas de la herbolaria indígena y la creencia en el nagual. El azteca tuvo amplios conocimientos en esta medicina alternativa. El curandero acompañaba la prescripción de la hierba, con los rezos propios del dios que controlaba el tipo de enfermedad en cuestión. En cuanto al nagual, era originalmente el doble animal de cada persona, pero ya en los albores de la Colonia era un ser que, convertido en animal, hacía maleficios a quienes encontraba en su camino. Ese es el concepto que prevalece en nuestros días.

Sorprende saber cuánta gente, día con día, acude con un santero para obtener curaciones “milagrosas” practicadas con unas tijeras de costura, a modo de escalpelo, un frasco de alcohol como antiséptico y un poco de algodón para cerrar la herida. Desconocemos las consecuencias de estas intervenciones, aunque debemos reconocer la pericia del curandero para realizarlas sin anestesia alguna ni tratamientos postoperatorios.

En 1990, México se conmocionó ante las horrendas prácticas de un grupo que la prensa calificó de narcosatánicos. Este hecho, independientemente del juicio resultante, puso de manifiesto que el medio artístico vivía muy ligado a la santería. Simultáneamente, Nueva York vivió ataques de practicantes de ritos ocultistas y altos funcionarios haitianos confesaron que, al igual que Papa Doc (Duvalier) también creían y practicaban vudú.

Rito sin ideología

La Cuba castrista no ha resentido la persecución religiosa o de creencias propia de los Estados totalitarios, ahora en decadencia. Su religiosidad se ha mantenido. ¿Por qué? La respuesta es difícil porque es pluricausal. La santería es un culto sin templos que derribar, con fieles huidizos que se congregan en una casa ¾ que puede ser diferente cada vez¾ a la que acceden sigilosamente para acudir a los ritos. Los más, realizan las ceremonias a la medianoche en parajes ocultos.

Esta circunstancia ya explicaría su supervivencia, pero existe otro aspecto: la santería es un culto sin organización jerárquica, reglas escritas o normas específicas. Es una tradición de padres a hijos, regida por adivinación, amuletos, talismanes y embrujos.

No se opone a tipo alguno de gobierno. Carece de doctrina sociopolítica. No parte de principios ni postulados. Es obvio que ante esto, no importa qué gobierno exista en Cuba: democrático o dictatorial, socialista o capitalista, constitucional o anárquico, todo seguirá igual. Lo importante es tener suerte, evitar malos espíritus, obtener favores, curarse y sobrevivir.

Fidel Castro goza del apoyo de los babalaos. Por lo tanto, la santería goza de sus favores. Papa Doc se declaró en su tiempo fiel al vudú, por ello Haití, sumido en la miseria, no tuvo alzamiento ni rebelión alguna. En cambio, Collor de Melo no escuchó los consejos de los pai de santo del candomblé y por ello cayó, al decir popular, temporalmente en desgracia.

De alguna manera vudú, candomblé y santería influyen en las relaciones del pueblo con el Estado, en una especie de mutuo apoyo silencioso.

“Santos” y colores

La santería debe su nombre al hecho de venerar “santos”, surgidos de la mezcla de los antiguos dioses con santos del culto católico. Los santos-dioses, al igual que los dioses grecorromanos padecen, como los humanos, de vicios, pasiones y caprichos. Sus fuerzas se arraigan en las personas al ser “poseídas”. Así se explica que alguien beba en demasía: ha sido poseído por Yemayá. Una mujer es vanidosa porque en ella habita Ochún. El mal genio se debe a que Changó domina a esa persona. La situación es cómoda: nadie es culpable de tener defectos, simplemente actúa de acuerdo al santo que lo posee; no hay que luchar por vivir de acuerdo a valores y virtudes, basta comprar “despachos” que consigan la posesión de un santo más adecuado…

Como característica especial, los santos no tienen sexo definido, cambian de masculino a femenino o adoptan ambos sexos según la ocasión. La libertad sexual de los dioses hace que la homosexualidad de sacerdotes y sacerdotisas ¾ llámense pai de santo, mae de santo, babalao o mambo¾ no sea mal vista.

Cada santo tiene un color que lo identifica, alimentos que prefiere, cantos especiales para llamarlo y días sagrados para su veneración. Así por ejemplo:

Eléggua es el mensajero, el que abre los caminos. Ningún rito dará resultado sin solicitar previamente su apoyo. Algunos lo representan con el Santo Niño de Atocha. El vudú lo llama Legbá y lo hace coincidir con San Pedro. Para gozar de sus favores, es necesario traer un collar con cuentas negras, rojas y blancas. Es representado por un coco con cavidades formando la cara, como las calabazas del día de brujas.

Ochún, santo identificado en la presentación femenina con Nuestra Señora del Cobre, patrona de Cuba, pero con atributos tribales: vanidad, sensualidad, fecundidad… muy lejos de la Virgen María venerada por los católicos. En el candomblé se llama Oxún y se le identifica con Nuestra Señora de la Aparecida.

Changó o Xangó es presentado como Santa Bárbara, se le identifica con el rayo y el fuego. Ayuda en el trabajo, consigue empleo y aparta de malas compañías. Pide cuatro manzanas rojas para atender favores. Sus colores son rojo y blanco.

Babalú Ayé es San Lázaro, protector contra epidemias, cura enfermedades, sobre todo venéreas.

Los colores de esta magia pueden ser de cuatro tipos: blanca, que es la “buena”, a base de limpias, amuletos, talismanes, alimentos en ofrenda y velas. Gris, utilizada para ocasionar algún mal a quien lo haya perjudicado. Requiere un pago extra y dejar el hechizo, preparado para tal efecto, cerca de quien sufrirá los males. Roja, para recibir favores especiales, implica ofrecer sacrificios a los santos, matando gallinas, pavos, cerdos. Finalmente, la negra. No todo santero la practica, implica intervención satánica.

“Limpias” para toda ocasión

Son propias de la magia blanca. Constituyen la forma de vida típica del santero. Frente a un altar ¾ en el que se conjugan todas las fuerzas de los santos relacionados con el sujeto, y el tipo de ayuda que requiere¾ el santero realiza la limpia. El material utilizado absorbe lo no visible que ha estado dañando a la persona: huevos (previamente preparados, arte en el que tienen gran habilidad), ajos machos, albahaca y romero. Los santeros mexicanos añaden pirul y gobernadora. Al ser abiertos los huevos, tras la limpia, contienen toda clase de inmundicias, lo que asombra al incauto que se sugestiona creyendo haber sido curado. Quienes han sido vapuleados con ramas de pirul, prefieren creer que ya no tienen problemas a arriesgarse a otra azotaina.

También hay “limpias de casas”, para sacar espíritus o impedir que entren y se posesionen de casas y habitantes. Cada mes varía el objeto limpiador, así, habrá que pasear con una escoba un coco por cada habitación, poner tras la puerta principal un frasco que contenga miel, trigo y arroz o prender una vela en la entrada de la casa. La información se obtiene del santero que cobra, obviamente, por proporcionarla.

Existen “limpias preventivas personales” asignadas, previa paga especial, por el santero. Permiten tener un buen mes o una excelente estación del año. Al realizar la investigación para este artículo, acompañé a una persona a tirar un kilogramo de carne fresca en las vías del tren, el cual, a su paso, se llevaría lo malo del mes (desconocemos si los que viajaban en el tren resultarían perjudicados). Otra vez arrojó veinte naranjas en una fuente, para que el agua corriente lavara los males… Parece cómico pero es dramático pensar que no logré convencer a quien practica esta limpias mensuales, de que aquello, además de un desperdicio de alimentos, era una patraña que servía, eso sí, como modus vivendi a la santera.

Es común, sobre todo en Brasil, encontrar por las calles alimentos y prendas de vestir en buen estado, que nadie osa recoger, ni los barrenderos tocan siquiera; el motivo ya lo conocemos: son limpias, despachos o hechizos que nadie se arriesga a recibir.

Amuletos y talismanes

¿Necesita protección contra posibles hechizos o ya está “hechizado”? Use un amuleto. Puede ser una semilla llamada “ojo de venado”, sobre todo para el mal de ojo, pero es mejor que lo haga la santera, con partes de objetos pertenecientes a quien lo ha embrujado o intenta hacerlo. Un pago extra lo hará más efectivo…

¿Desea suerte en la vida?, ¿éxitos?, ¿fortuna? Para esto son los talismanes con sus poderes esotéricos. Hoy día, los más efectivos son los de cuarzo y ámbar, sobre todo impregnados de la energía pasada por la santera. Para obtener fortuna requerirá, obviamente, mayor concentración, carga de energía y de cuota.

¿Se le ha “pegao” un espíritu? No se inquiete, dé vueltas a un árbol hasta que sienta mareo, el espíritu también sufrirá vértigo y se pegará al árbol. Por las dudas, mejor no se recargue, no sea que se lleve espíritus “pegaos” en el mismo árbol.

Velas, muñecos, conchas

No cualquier vela sirve para obtener favores. Requiere ser del color adecuado: la roja protege contra accidentes de armas, contra el fuego y evita envenenamientos, también acerca a la persona amada. La blanca atrae la buena suerte y da protección en los viajes. La verde protege el dinero y los bienes. La azul ayuda en los juegos de azar. La café elimina a los enemigos. Una vela naranja atrae tranquilidad y creatividad. La amarilla permite el trabajo intelectual. La púrpura permite razonar y mover la voluntad. La negra se enciende para dañar, para enviar al Maligno. Además, cada día de la semana tiene su color especial.

Solamente el vudú utiliza los famosos muñecos, llenos de alfileres, para maleficios. Los zombis o muertos enviados por sus dueños a hacer el mal, son igualmente creencias del vudú no utilizadas en la santería.

Las conchas sirven a los santeros para adivinar la suerte, el futuro, el porvenir. Para arrojarlas se requiere previamente haber ofrecido, en sacrificio, una gallina, pavo, ganso o cerdo. En una cesta o en una criba se colocan un collar, una vela y una piedra mágica, en conformidad con los santos invocados. Se arrojan las conchas y de acuerdo a la posición y orden en que cayeron, el santero interpreta el mensaje. En Cuba, los babalaos las arrojan al principio del año. Todos los años, sin excepción, le han informado al comandante Castro que los augurios son buenos.

Ritos en el vacío

Cuando se han visto todos los utensilios rituales de la santería, es fácil descubrir a quienes, de alguna manera, la practican. Usan los collares de cuentas de colores, que sabemos propios de un santo específico. En sus casas observamos velas de pintorescos colores en candelabros extraños, cuadros representando santos, pero en colores y actitudes muy diferentes a las representaciones católicas, un frasco conteniendo semillas de varias clases, platos con hierbas, esculturas que recuerdan el arte africano, uso de amuletos y talismanes y, por supuesto, la insistencia en las pláticas sobre “limpias” maravillosas. Observe a su alrededor, se asombrará al descubrir en su propia oficina uno de estos creyentes.

El hombre de hoy que reniega de lo espiritual, que busca los nuevos paradigmas de la ciencia y se pierde entre los agujeros negros, el caos, la cuántica, la neurocosmología, termina buscando en el animismo la respuesta a su vacío.

Es entendible el éxito actual de la santería. Promesas de vida feliz y exitosa que no implican responsabilidad ni esfuerzo alguno. Cuando el vacío existencial domina al ser humano, cuando hay carencia de líderes auténticos… cualquier cosa es buena. La necesidad de creer en alguien, de tener esperanza, lleva al hombre a buscar alternativas fáciles, por absurdas que sean. La santería es uno de esos caminos.