Un ejemplo de esta función ya está documentado en las ceremonias rituales realizadas por los judíos. Estos, el día anterior a la celebración del Yom Kippur, encendían una vela y la dejaban en un determinado lugar de su propia casa. Si la vela se quemaba en su totalidad era un presagio de que la persona viviría un nuevo año por entero, pero si la vela se apagaba, era interpretado como que la persona que había realizado el ritual tenía una esperanza de vida menor de un año.
Este es sólo un ejemplo de la utilización de las velas como instrumento de adivinación. Sin embargo, conviene recordar que se creó todo un arte adivinatorio mediante la observación y la interpretación de la llama de la vela.
El signo más negativo era el ya comentado: la vela que se apagaba significaba la muerte de la persona para la que se ejercía el ritual de adivinación. El chisporroteo de la llama, así como una llama que caía o se elevaba, eran un aviso de peligro; una llama con un punto de luz brillante, por el contrario, era un augurio de éxito; y finalmente, una llama que presentara oscilaciones era una predicción de la proximidad de cambios significativos. La interpretación de los movimientos de la llama de la vela cada vez fue haciéndose más sofisticada, y posteriormente se incluyó en la interpretación de los distintos augurios también el color las formas que esta presentaba.
Una llama dividida representaba la muerte; una de color azula do quería decir que existía un fantasma; una llama que soltar: una chispa era un augurio de la llegada de noticias, etc.