Todavía hoy se pueden observar rituales ancestrales cuyo centro de poder gira alrededor del fuego
Desde que el hombre dominó el fuego y empezó a reunirse a su alrededor, en lo que serían probablemente las primeras ceremonias rituales desarrolladas por la especie humana, la evolución del propio fuego, sus formas caprichosas, sus distintas tonalidades cromáticas y los rescoldos que dejaba empezaron a interesar a los más curiosos de las tribus que entonces habitaban nuestro planeta.
De esos grupos de curiosos, con cierto dominio sobre el resto de sus congéneres, sobresaldrían los que posteriormente serían considerados como los hechiceros, brujos, chamanes, etc. de las distintas tribus. Sin duda, uno de los primeros elementos en los que empezaron a buscar explicaciones para hechos desconocidos, profecías, ayuda para sanar a los enfermos y, en definitiva, respuesta a todo lo que no conocían, fue en el fuego.
La fascinación que este elemento causaría en los hombres primitivos y que luego se iría transmitiendo de generación en generación hasta llegar a nuestros días propició que a través de él se buscara respuesta a todas aquellas preguntas que, bien por falta de conocimiento o por curiosidad, por obtener poder o por dominar a los demás, sólo unos pocos estaban preparados para entender.
Todavía hoy se pueden observar rituales ancestrales cuyo centro de poder gira alrededor del fuego, y está más que documentado que culturas de una y otra parte del mundo (desde los egipcios hasta los mayas) se basaron en el culto al Sol, principal fuente de calor, luz y energía, al que denominaban «el gran fuego».
No es de extrañar, por tanto, que el fuego, considerado sagrado en muchas tribus y pueblos de todo el planeta, fuera el centro de atención, el núcleo alrededor del cual giraba la existencia de los hombres desde el principio de los tiempos y que a través de él se intentara dar respuestas a todas las incógnitas que se planteaban.