Nos dice Eliphas Levi, que: "La tradición cabalística nos narra que los descendientes de Caín poblaron la India y, en un período posterior, emigraron allí los descendientes de Abraham y Keturah; en cualquier caso, por sobre todos los demás, es el país de la Goecia y los prodigios ilusorios.
Allí se perpetuó la Magia Negra al igual que las tradiciones originales del fratricidio, impuestas por los poderosos sobre los débiles, continuadas por las castas dominantes, y expiadas por los parias. Los dogmas de sus gimnosofistas serían las claves de la sabiduría suprema si no abriesen con mayor facilidad las puertas que conducen a la degradación y la muerte. La asombrosa riqueza del simbolismo de la India parece sugerir que es anterior a todo lo demás, y esto es apoyado por la prístina frescura de sus ideaciones poéticas.
Pero la raíz de su árbol parece haber sido devorada por la serpiente infernal. La deificación del demonio, contra la que ya lanzamos una enérgica protesta, se manifiesta en toda su torpeza. La terrible Trimurti de los brahmanes abarca un Creador, un Destructor y un Preservador. Su Adhi-Nari, que representa a la Madre Divina, o Naturaleza Celestial, se llama también Bohani, a quien los salteadores y estranguladores presentan las ofrendas votivas de sus crímenes. Vishnú, el preservador, sólo encarna para destruir a un demonio inferior, que siempre vuelve a la vida por intervención de Siva, o Rudra, el dios de la muerte. Se advierte que Siva es la apoteosis de Caín, pero en toda esta mitología no hay nada que recuerde la mansedumbre de Abel. No obstante, los misterios de la India son grandiosos en su poesía y singularmente profundos en sus alegorías; pero son la Cabala profanada, y por ende, lejos de sostener al alma y conducirla hasta la sabiduría suprema, el brahmanismo, con sus eruditas teorías, la hunde en los abismos de la locura. Del falso cabalismo de la India, los gnósticos tomaron sus ensoñaciones horribles y obscenas; asimismo, la Magia de la India, que se manifiesta en el umbral de las ciencias ocultas con mil deformidades, aterroriza a las mentes razonables y provoca los anatemas de todas las iglesias.
Este conocimiento falso y peligroso, confundido tan a menudo por ignorantes y superficiales con la ciencia verdadera, envolvió todo lo que lleva el nombre de ocultismo en una condena general, a la que hasta el autor de estas páginas suscribiera antes de conseguir la llave del santuario mágico. Para los teólogos de los Vedas, Dios sólo se manifiesta como fuerza; todo progreso y todas las revelaciones son determinadas por conquista; Vishnú encarna en monstruosos leviatanes marinos y en enormes jabalíes, que moldean la tierra prístina con sus hocicos.
Empero, existe una maravillosa génesis panteísta, y los autores de sus fábulas son, al menos, lúcidos en su sonambulismo. Los diez Avatares de Vishnú corresponden numéricamente a los Sephiroth de la Cabala. El dios en cuestión asumía sucesivamente tres formas animales o elementales de vida, luego de lo cual se convertía en lince y en ser humano. Apa- recía después como Brahma y, con un disfraz de falsa humildad, poseía toda la tierra. En otra ocasión era un niño, y como tal, el ángel consolador de los patriarcas. Después de esto asumía la máscara de un guerrero y batia a los opresores del mundo. Nuevamente se corporizaba como diplomacia, oponiéndola a la violencia, y parece que a esta altura abandonaba la forma humana para asumir agilidad simiesca.
La diplomacia y la violencia se consumían mutuamente, y el mundo guardaba un redentor intelectual y moral. Entonces Vishnú encarnaba como Krishna. Era proscripto incluso en su cuna, junto a la cual vigilaba el asno simbólico. Se le llevaba muy lejos para salvarle del poder de sus enemigos; llegaba a la edad viril y predicaba su doctrina de misericordia y buenas obras. Descendía al infierno, ataba a la serpiente infernal y retornaba gloriosamente al cielo. Su festividad anual tiene lugar en agosto, bajo el signo de Virgo. Esta es una asombrosa intuición respecto de los misterios cristianos y tanto más impresionante cuando recordamos los libros sagrados de la India, escritos muchos siglos antes de la era cristiana.
A la revelación de Krishna sucedió la de Buda, que ligó la religión purísima con la filosofía más excelsa. La felicidad del mundo estaba así asegurada y nada quedaba por esperar, estando pendiente la encarnación décima y final, cuando Vishnú regrese en su propia forma, conduciendo el corcel del juicio final, cuyo casco, siempre en alto, atemorizará al mundo al caer. Podemos notar aquí la presencia de los números sagrados y de los cálculos proféticos de los Magos. Los gimnosofistas y los iniciados zoroastrianos se nutrieron en las mismas fuentes, pero fue el Zoroastro falso y negro quien quedó en la India como maestro de teología. Los secretos finales de esta doctrina degenerada son el panteísmo y su legítima consecuencia, el materialismo absoluto, enmascarado como la negación absoluta de la materia. Pero puede preguntarse: ¿qué significa si el espíritu se materializa o la materia se espiritualiza mientras se postule la igualdad e identidad de los términos? Sin embargo, la consecuencia de tal panteísmo es mortal para la ética: no hay crímenes ni virtudes en un mundo donde todo es Dios.
Es dable esperar, después de tales doctrinas, una degradación progresiva de los brahmanes en un quietismo fanático; pero aún no se llegó al final. Como gran ritual mágico les quedó el libro de ocultismo de la India, el Oupnek'hat para proveer los medios físicos y morales para consumar la obra de su amodorramiento y llegar a un método graduado en la delirante locura que sus hechiceros denominan el Estado Divino. La obra en cuestión es madre de todos los grimorios y la más curiosa entre todas las antigüedades de la Goecia. Se divide en cincuenta partes y es una oscuridad tachonada de estrellas. Las máximas sublimes están mezcladas con falsos oráculos.
A veces parece el Evangelio de San Juan, como, por ejemplo, en los siguientes extractos de las partes o números 11 y 48: "El ángel del fuego creador es la palabra de Dios; esa palabra produjo la tierra y la vegetación que de ésta brota, junto con el calor que la madura. La palabra del Creador es el Creador y, asimismo, Su Hijo único.
"Ahora bien, por el otro lado, estas ensoñaciones son dignas tan sólo de los más extravagantes heresiarcas: "Al ser la materia solamente una apariencia engañosa, el sol, las estrellas y hasta los mismos elementos son genios, mientras los animales son demonios, y el hombre es un espíritu puro, engañado por las ilusiones de las formas". Tal vez estemos suficientemente "edificados" con estos extractos respecto de cuestiones doctrinales y podamos pasar al Ritual Mágico de los encantadores de la India. "A fin de llegar a ser Dios, debe retenerse la respiración —es decir, debe inhalarse lo más posible, hasta dilatar bien el pecho— y en segundo lugar, debe repetirse interiormente el OM divino cuarenta veces, durante ese estado. En tercer lugar, la expiración sigue muy lentamente, dirigiendo con la mente la respiración a través de los cielos para establecer contacto con el éter universal.
Quienes triunfen en este ejercicio deben estar ciegos, sordos e inmóviles como un tronco. La postura es sobre las rodillas y los codos, con el rostro vuelto hacia el Norte. Se tapa una fosa nasal, se inhala aire con la otra, que luego también se tapa; la acción se acompaña fijando el pensamiento en la idea de que Dios es el Creador, que El está en todos los animales, tanto en la hormiga como en el elefante. La mente debe enfrascarse en estos pensamientos. Primero se recita el OM doce veces y después veinticuatro veces durante cada inspiración, y luego lo más rápidamente posible. Este ejercicio debe continuar durante tres meses —sin temor, sin remisión, comiendo y durmiendo poco. Al cuarto mes se manifestarán los Devas, al quinto mes se habrán adquirido todas las cualidades de los Devatás, al sexto mes el operador se habrá salvado, convirtiéndose en Dios." Lo que parece cierto es que, al sexto mes, el fanático, suficientemente imbécil como para perseverar en esta práctica, estará muerto o loco. Sin embargo, si sobreviviera realmente a este ejercicio de respiración mística, el Oupnek'hat no lo deja en el feliz estado mencionado sino que le hace pasar a otras experiencias. "Clausura el ano con la punta del dedo, y luego lleva la respiración de abajo hacia arriba por el lado derecho; hazla circular tres veces en torno del segundo centro del cuerpo; de allí llévala hasta el ombligo, que es el tercer centro; luego al cuarto, que es la mitad del pecho; sub-siguientemente, a la garganta, que es el quinto; y finalmente al sexto, que es la base de la nariz. Retén allí la respiración: se ha convertido en la el alma universal." Este parece simplemente un método auto hipnótico de inducir cierta congestión cerebral. Pero el autor del tratado continúa: "Piensa, por tanto, en el gran OM, que es el nombre del Creador y es la voz universal, pura e invisible, que llena todas las cosas. Esta voz es el Creador Mismo, quien se torna audible para los contemplativos de diez maneras. El primer sonido semeja el de un gorrioncillo; el segundo es el doble del primero en volumen; el tercero parece el sonido de un címbalo; el cuarto es como el murmullo de una gran concha; el quinto es comparable al canto de la lira de la India; el sexto es como el son del instrumento llamado tal; el séptimo parece el son de una flauta bacabou, sostenida junto al oído; el octavo es como el del instrumento llamado Pakaoudj, que se golpea con la mano; el noveno es como el son de una trompetilla, y el décimo como el de un trueno. En cada uno de estos sonidos el contemplativo atraviesa diferentes estados, y en el décimo se convierte en Dios. En el primer sonido, se erizan todos los pelos de su cuerpo; en el segundo, sus miembros se entumecen; en el tercero, siente en toda su estructura esa clase de agotamiento que sigue a la relación amorosa; en el cuarto, su cabeza se marea y está como ebrio; en el quinto, la fuerza vital fluye hacia atrás, dentro de su cerebro; en el sexto, esta fuerza desciende en él y con ella se nutre; en el séptimo, se convierte en dueño de la visión, puede ver dentro de los corazones de los demás, y oir las voces más distantes; en el noveno, se torna tan etéreo que puede pasar por donde lo desee y ver sin ser visto, como los ángeles; en el décimo, se convierte en la voz universal e indivisible.
Es el gran creador, el ser eterno, exento de todo y, el convertirse en la paz perfecta, dispensa paz al mundo." Lo notable de estos curiosísimos extractos es su exhaustiva descripción de los fenómenos que caracterizan al sonambulismo lúcido, combinado con una completa práctica de autohipnosis; este es el arte de inducir el éxtasis por tensión de la voluntad y fatiga del sistema nervioso. Recomendamos, por tanto, a los mesmeristas un cuidadoso estudio de los misterios del Oupnek'hat. El uso graduado de narcóticos y de una escala de discos coloreados producirá efectos análogos a los descriptos por el hechicero de la India. Ragon suministró la receta en su obra La Masonería Oculta. El Oupnek'hat da un método más simple de perder la conciencia y llegar al éxtasis; consiste en mirar con ambos ojos la punta de la nariz y mantener este acto, o más bien esta mirada, hasta que sobrevenga la parálisis del nervio óptico. Todas estas prácticas son igualmente dolorosas, peligrosas y ridiculas; lejos estamos de recomendarlas a alguien; pero no cuestionamos que un lapso mayor o menor, según la sensibilidad de los sujetos, inducirá el éxtasis, la catalepsia e incluso un desmayo mortal.
A fin de obtener la visión y los fenómenos de segunda visión, debe llegarse a un estado similar al de sueño, muerte y locura. En esto los de la India se destacan, y tal vez debamos referir a sus secretos el extraño poder de ciertosmédiums norteamericanos. La Magia Negra puede ser definida como el arte de inducir una manía artificial en nosotros y en los demás; pero es asimismo, y sobre todo, la ciencia de envenenar. Sinembargo, lo que generalmente se desconoce, (y el descubrimiento en nuestros días se debe a Du Potet), es que es posible destruir la vida mediante la súbita congestión o retiro de la Luz Astral. Esto puede tener lugar cuando, a través de una serie de ejercicios casi imposibles, similares a los descriptos por el hechicero de la India, nuestro sistema nervioso, habituado ya a todas las tensiones y fatigas, se convirtió en una especie de pila galvánica viviente, capaz de condensar y proyectar potentemente la luz que intoxica o destruye. Sin embargo, no llegamos al final del Oupnek'hat y sus prodigios mágicos; hay un arcano final que el tenebroso hierofante confía a sus iniciados como secreto supremo; en realidad es la sombra y el revés del gran misterio de la Magia Trascendental.
Ahora bien, esta última es absoluta en la moralidad y, consiguientemente, en la dirección de la actividad y en la libertad. Por el otro lado, la del "Oupnek'hat es absoluta en inmoralidad, en fatalidad y en quietismo letal; el autor de esa obra de la India se expresa así: "Es legítimo mentir para facilitar los matrimonios, exaltar las virtudes de un Brahmán o las buenas cualidades de una vaca. Dios es verdad, y en El sombra y luz son una sola cosa. Quien esté familiarizado con esta verdad, nunca miente, pues su misma falsedad se convierte en verdad. Cualquier pecado que cometa, cualquier maldad que ejecute, jamás es culpable; si cometiere un doble parricidio, si matara a un Brahmán iniciado en los misterios de los Vedas; en una palabra, cualquier cosa que hiciere, su luz no se desvirtuará, pues Dios dice: Yo soy el Alma Universal; en Mí están el bien y el mal, que se moderan mutuamente; quien conoce esto, no puede pecar, pues es tan universal como Yo Mismo. "Tales doctrinas son incompatibles con la civilización, y además, al estereotipar su jerarquía social, la India sedimentó la anarquía en las castas, mientras la vida social es cuestión de intercambio. Ahora bien, el intercambio es imposible cuando todo pertenece a unos pocos, y nada a los demás. ¿Qué significan los niveles sociales en un estado civil supuesto donde nadie puede caer ni elevarse? Aquí está el largamente demorado castigo del fratricidio, que abarca a toda su raza y la condena a muerte. Si interviene alguna nación extranjera, orgullosa y egoísta, sacrificará a la India, tal como las leyendas orientales nos cuentan que Caín fue muerto por Lamec. No obstante, ¡ay del asesino de Caín! —así dicen los oráculos sagrados de la Biblia."
Allí se perpetuó la Magia Negra al igual que las tradiciones originales del fratricidio, impuestas por los poderosos sobre los débiles, continuadas por las castas dominantes, y expiadas por los parias. Los dogmas de sus gimnosofistas serían las claves de la sabiduría suprema si no abriesen con mayor facilidad las puertas que conducen a la degradación y la muerte. La asombrosa riqueza del simbolismo de la India parece sugerir que es anterior a todo lo demás, y esto es apoyado por la prístina frescura de sus ideaciones poéticas.
Pero la raíz de su árbol parece haber sido devorada por la serpiente infernal. La deificación del demonio, contra la que ya lanzamos una enérgica protesta, se manifiesta en toda su torpeza. La terrible Trimurti de los brahmanes abarca un Creador, un Destructor y un Preservador. Su Adhi-Nari, que representa a la Madre Divina, o Naturaleza Celestial, se llama también Bohani, a quien los salteadores y estranguladores presentan las ofrendas votivas de sus crímenes. Vishnú, el preservador, sólo encarna para destruir a un demonio inferior, que siempre vuelve a la vida por intervención de Siva, o Rudra, el dios de la muerte. Se advierte que Siva es la apoteosis de Caín, pero en toda esta mitología no hay nada que recuerde la mansedumbre de Abel. No obstante, los misterios de la India son grandiosos en su poesía y singularmente profundos en sus alegorías; pero son la Cabala profanada, y por ende, lejos de sostener al alma y conducirla hasta la sabiduría suprema, el brahmanismo, con sus eruditas teorías, la hunde en los abismos de la locura. Del falso cabalismo de la India, los gnósticos tomaron sus ensoñaciones horribles y obscenas; asimismo, la Magia de la India, que se manifiesta en el umbral de las ciencias ocultas con mil deformidades, aterroriza a las mentes razonables y provoca los anatemas de todas las iglesias.
Este conocimiento falso y peligroso, confundido tan a menudo por ignorantes y superficiales con la ciencia verdadera, envolvió todo lo que lleva el nombre de ocultismo en una condena general, a la que hasta el autor de estas páginas suscribiera antes de conseguir la llave del santuario mágico. Para los teólogos de los Vedas, Dios sólo se manifiesta como fuerza; todo progreso y todas las revelaciones son determinadas por conquista; Vishnú encarna en monstruosos leviatanes marinos y en enormes jabalíes, que moldean la tierra prístina con sus hocicos.
Empero, existe una maravillosa génesis panteísta, y los autores de sus fábulas son, al menos, lúcidos en su sonambulismo. Los diez Avatares de Vishnú corresponden numéricamente a los Sephiroth de la Cabala. El dios en cuestión asumía sucesivamente tres formas animales o elementales de vida, luego de lo cual se convertía en lince y en ser humano. Apa- recía después como Brahma y, con un disfraz de falsa humildad, poseía toda la tierra. En otra ocasión era un niño, y como tal, el ángel consolador de los patriarcas. Después de esto asumía la máscara de un guerrero y batia a los opresores del mundo. Nuevamente se corporizaba como diplomacia, oponiéndola a la violencia, y parece que a esta altura abandonaba la forma humana para asumir agilidad simiesca.
La diplomacia y la violencia se consumían mutuamente, y el mundo guardaba un redentor intelectual y moral. Entonces Vishnú encarnaba como Krishna. Era proscripto incluso en su cuna, junto a la cual vigilaba el asno simbólico. Se le llevaba muy lejos para salvarle del poder de sus enemigos; llegaba a la edad viril y predicaba su doctrina de misericordia y buenas obras. Descendía al infierno, ataba a la serpiente infernal y retornaba gloriosamente al cielo. Su festividad anual tiene lugar en agosto, bajo el signo de Virgo. Esta es una asombrosa intuición respecto de los misterios cristianos y tanto más impresionante cuando recordamos los libros sagrados de la India, escritos muchos siglos antes de la era cristiana.
A la revelación de Krishna sucedió la de Buda, que ligó la religión purísima con la filosofía más excelsa. La felicidad del mundo estaba así asegurada y nada quedaba por esperar, estando pendiente la encarnación décima y final, cuando Vishnú regrese en su propia forma, conduciendo el corcel del juicio final, cuyo casco, siempre en alto, atemorizará al mundo al caer. Podemos notar aquí la presencia de los números sagrados y de los cálculos proféticos de los Magos. Los gimnosofistas y los iniciados zoroastrianos se nutrieron en las mismas fuentes, pero fue el Zoroastro falso y negro quien quedó en la India como maestro de teología. Los secretos finales de esta doctrina degenerada son el panteísmo y su legítima consecuencia, el materialismo absoluto, enmascarado como la negación absoluta de la materia. Pero puede preguntarse: ¿qué significa si el espíritu se materializa o la materia se espiritualiza mientras se postule la igualdad e identidad de los términos? Sin embargo, la consecuencia de tal panteísmo es mortal para la ética: no hay crímenes ni virtudes en un mundo donde todo es Dios.
Es dable esperar, después de tales doctrinas, una degradación progresiva de los brahmanes en un quietismo fanático; pero aún no se llegó al final. Como gran ritual mágico les quedó el libro de ocultismo de la India, el Oupnek'hat para proveer los medios físicos y morales para consumar la obra de su amodorramiento y llegar a un método graduado en la delirante locura que sus hechiceros denominan el Estado Divino. La obra en cuestión es madre de todos los grimorios y la más curiosa entre todas las antigüedades de la Goecia. Se divide en cincuenta partes y es una oscuridad tachonada de estrellas. Las máximas sublimes están mezcladas con falsos oráculos.
A veces parece el Evangelio de San Juan, como, por ejemplo, en los siguientes extractos de las partes o números 11 y 48: "El ángel del fuego creador es la palabra de Dios; esa palabra produjo la tierra y la vegetación que de ésta brota, junto con el calor que la madura. La palabra del Creador es el Creador y, asimismo, Su Hijo único.
"Ahora bien, por el otro lado, estas ensoñaciones son dignas tan sólo de los más extravagantes heresiarcas: "Al ser la materia solamente una apariencia engañosa, el sol, las estrellas y hasta los mismos elementos son genios, mientras los animales son demonios, y el hombre es un espíritu puro, engañado por las ilusiones de las formas". Tal vez estemos suficientemente "edificados" con estos extractos respecto de cuestiones doctrinales y podamos pasar al Ritual Mágico de los encantadores de la India. "A fin de llegar a ser Dios, debe retenerse la respiración —es decir, debe inhalarse lo más posible, hasta dilatar bien el pecho— y en segundo lugar, debe repetirse interiormente el OM divino cuarenta veces, durante ese estado. En tercer lugar, la expiración sigue muy lentamente, dirigiendo con la mente la respiración a través de los cielos para establecer contacto con el éter universal.
Quienes triunfen en este ejercicio deben estar ciegos, sordos e inmóviles como un tronco. La postura es sobre las rodillas y los codos, con el rostro vuelto hacia el Norte. Se tapa una fosa nasal, se inhala aire con la otra, que luego también se tapa; la acción se acompaña fijando el pensamiento en la idea de que Dios es el Creador, que El está en todos los animales, tanto en la hormiga como en el elefante. La mente debe enfrascarse en estos pensamientos. Primero se recita el OM doce veces y después veinticuatro veces durante cada inspiración, y luego lo más rápidamente posible. Este ejercicio debe continuar durante tres meses —sin temor, sin remisión, comiendo y durmiendo poco. Al cuarto mes se manifestarán los Devas, al quinto mes se habrán adquirido todas las cualidades de los Devatás, al sexto mes el operador se habrá salvado, convirtiéndose en Dios." Lo que parece cierto es que, al sexto mes, el fanático, suficientemente imbécil como para perseverar en esta práctica, estará muerto o loco. Sin embargo, si sobreviviera realmente a este ejercicio de respiración mística, el Oupnek'hat no lo deja en el feliz estado mencionado sino que le hace pasar a otras experiencias. "Clausura el ano con la punta del dedo, y luego lleva la respiración de abajo hacia arriba por el lado derecho; hazla circular tres veces en torno del segundo centro del cuerpo; de allí llévala hasta el ombligo, que es el tercer centro; luego al cuarto, que es la mitad del pecho; sub-siguientemente, a la garganta, que es el quinto; y finalmente al sexto, que es la base de la nariz. Retén allí la respiración: se ha convertido en la el alma universal." Este parece simplemente un método auto hipnótico de inducir cierta congestión cerebral. Pero el autor del tratado continúa: "Piensa, por tanto, en el gran OM, que es el nombre del Creador y es la voz universal, pura e invisible, que llena todas las cosas. Esta voz es el Creador Mismo, quien se torna audible para los contemplativos de diez maneras. El primer sonido semeja el de un gorrioncillo; el segundo es el doble del primero en volumen; el tercero parece el sonido de un címbalo; el cuarto es como el murmullo de una gran concha; el quinto es comparable al canto de la lira de la India; el sexto es como el son del instrumento llamado tal; el séptimo parece el son de una flauta bacabou, sostenida junto al oído; el octavo es como el del instrumento llamado Pakaoudj, que se golpea con la mano; el noveno es como el son de una trompetilla, y el décimo como el de un trueno. En cada uno de estos sonidos el contemplativo atraviesa diferentes estados, y en el décimo se convierte en Dios. En el primer sonido, se erizan todos los pelos de su cuerpo; en el segundo, sus miembros se entumecen; en el tercero, siente en toda su estructura esa clase de agotamiento que sigue a la relación amorosa; en el cuarto, su cabeza se marea y está como ebrio; en el quinto, la fuerza vital fluye hacia atrás, dentro de su cerebro; en el sexto, esta fuerza desciende en él y con ella se nutre; en el séptimo, se convierte en dueño de la visión, puede ver dentro de los corazones de los demás, y oir las voces más distantes; en el noveno, se torna tan etéreo que puede pasar por donde lo desee y ver sin ser visto, como los ángeles; en el décimo, se convierte en la voz universal e indivisible.
Es el gran creador, el ser eterno, exento de todo y, el convertirse en la paz perfecta, dispensa paz al mundo." Lo notable de estos curiosísimos extractos es su exhaustiva descripción de los fenómenos que caracterizan al sonambulismo lúcido, combinado con una completa práctica de autohipnosis; este es el arte de inducir el éxtasis por tensión de la voluntad y fatiga del sistema nervioso. Recomendamos, por tanto, a los mesmeristas un cuidadoso estudio de los misterios del Oupnek'hat. El uso graduado de narcóticos y de una escala de discos coloreados producirá efectos análogos a los descriptos por el hechicero de la India. Ragon suministró la receta en su obra La Masonería Oculta. El Oupnek'hat da un método más simple de perder la conciencia y llegar al éxtasis; consiste en mirar con ambos ojos la punta de la nariz y mantener este acto, o más bien esta mirada, hasta que sobrevenga la parálisis del nervio óptico. Todas estas prácticas son igualmente dolorosas, peligrosas y ridiculas; lejos estamos de recomendarlas a alguien; pero no cuestionamos que un lapso mayor o menor, según la sensibilidad de los sujetos, inducirá el éxtasis, la catalepsia e incluso un desmayo mortal.
A fin de obtener la visión y los fenómenos de segunda visión, debe llegarse a un estado similar al de sueño, muerte y locura. En esto los de la India se destacan, y tal vez debamos referir a sus secretos el extraño poder de ciertosmédiums norteamericanos. La Magia Negra puede ser definida como el arte de inducir una manía artificial en nosotros y en los demás; pero es asimismo, y sobre todo, la ciencia de envenenar. Sinembargo, lo que generalmente se desconoce, (y el descubrimiento en nuestros días se debe a Du Potet), es que es posible destruir la vida mediante la súbita congestión o retiro de la Luz Astral. Esto puede tener lugar cuando, a través de una serie de ejercicios casi imposibles, similares a los descriptos por el hechicero de la India, nuestro sistema nervioso, habituado ya a todas las tensiones y fatigas, se convirtió en una especie de pila galvánica viviente, capaz de condensar y proyectar potentemente la luz que intoxica o destruye. Sin embargo, no llegamos al final del Oupnek'hat y sus prodigios mágicos; hay un arcano final que el tenebroso hierofante confía a sus iniciados como secreto supremo; en realidad es la sombra y el revés del gran misterio de la Magia Trascendental.
Ahora bien, esta última es absoluta en la moralidad y, consiguientemente, en la dirección de la actividad y en la libertad. Por el otro lado, la del "Oupnek'hat es absoluta en inmoralidad, en fatalidad y en quietismo letal; el autor de esa obra de la India se expresa así: "Es legítimo mentir para facilitar los matrimonios, exaltar las virtudes de un Brahmán o las buenas cualidades de una vaca. Dios es verdad, y en El sombra y luz son una sola cosa. Quien esté familiarizado con esta verdad, nunca miente, pues su misma falsedad se convierte en verdad. Cualquier pecado que cometa, cualquier maldad que ejecute, jamás es culpable; si cometiere un doble parricidio, si matara a un Brahmán iniciado en los misterios de los Vedas; en una palabra, cualquier cosa que hiciere, su luz no se desvirtuará, pues Dios dice: Yo soy el Alma Universal; en Mí están el bien y el mal, que se moderan mutuamente; quien conoce esto, no puede pecar, pues es tan universal como Yo Mismo. "Tales doctrinas son incompatibles con la civilización, y además, al estereotipar su jerarquía social, la India sedimentó la anarquía en las castas, mientras la vida social es cuestión de intercambio. Ahora bien, el intercambio es imposible cuando todo pertenece a unos pocos, y nada a los demás. ¿Qué significan los niveles sociales en un estado civil supuesto donde nadie puede caer ni elevarse? Aquí está el largamente demorado castigo del fratricidio, que abarca a toda su raza y la condena a muerte. Si interviene alguna nación extranjera, orgullosa y egoísta, sacrificará a la India, tal como las leyendas orientales nos cuentan que Caín fue muerto por Lamec. No obstante, ¡ay del asesino de Caín! —así dicen los oráculos sagrados de la Biblia."