Los tiempos cambian, nuestras costumbres evolucionan, pero las preocupaciones del hombre siguen siendo las mismas. El I Ching es el libro de oráculos y sabiduría que sabe adaptarse a todas las circunstancias de la vida.
En el mundo occidental, los primeros contactos con el I Ching se remontan a las expediciones de los jesuitas en la china tradicional, cerca del siglo XVII, pero su atención se concentró solamente en encontrar correspondencias con los preceptos morales del cristianismo.
Hubo una primera versión en lengua occidental sobre el (1882), dicha versión era bastante fiel de la original, pero se negaba toda función como oráculo, es decir se consideraba como una mera curiosidad.
Ya en 1923 otra interpretación más moderna, daba unas explicaciones más filosóficas sobre el origen, la evolución y el uso de los 64 hexagramas.
Ya en ese momento se hizo hincapié en el hecho de que, a pesar de su apariencia de manual adivinatorio, este libro era, fundamentalmente un libro de sabiduría, uno de los más importantes del pensamiento chino antiguo.
Se tomaron tres puntos fundamentales del substrato filosófico de la obra:
La idea de la mutación.
La teoría de las ideas e imágenes de los hexagramas.
La dirección indicada por las sentencias indicadas por cada uno de los signos.
En primer lugar, entre todas las ideas de mutación, la eterna e inmutable ley que se identifica con el Tao. La posición inicial del Tao está representado por el Tai Chi, el extremo último.
El sentido del movimiento del Tao es, originariamente, unitario, sólo sucesivamente irá asumiendo un carácter dual al introducir la noción de los dos polos.
Yin y Yang, cuya interacción en sentido circular da origen a las diferentes formas en que se agrega la energía cósmica.
En un principio los dos polos indicaban solamente Yin y el lado sombrío y Yang el lado soleado de una montaña. De ahí que su significado haya venido a señalar los dos estados de cambio fundamentales del ser manifiesto.
Para entender la evolución de los conceptos de Yin y Yang, es importante comprender que, no es con este sentido con el que aparecen en el verdadero texto, sino solamente en el comentario Ta Ch’uan (gran Tratado), que en la época Han se vio muy influido por el taoísmo.
Esto explica cómo, a menudo, los conceptos fundamentales del texto base han sido tergiversados por las interpretaciones de los comentarios posteriores.
El segundo punto para analizar es el que se define como la doctrina de las ideas del I Ching. Los ocho signos básicos del texto(los trigramas) representan, más que las cosas, las imágenes de los distintos estados del proceso de transformación al que son sometidos.
Lo que sucede en la realidad visible es solo la imagen de aquello que ya ha ocurrido en la realidad invisible.
Por tanto, las transformaciones visuales de las cosas y de los acontecimientos solamente son representaciones de la idea original de mutación, cuya ejemplificación está sometida al simbolismo de los hexagramas.
En el momento en las cosas empiezan a trasformarse, la intervención de la persona que consulta los hexagramas puede introducirse en esta transformación para dirigirla en la dirección deseada o para interrumpirla definitivamente.
Es decir si las señales de esa posibilidad son reconocidas en el texto, se puede predecir con cierta seguridad el futuro y comprender el pasado.
El tercer punto lo proporcionan las sentencias t’uan o definiciones de los Kua, colocados en el texto inmediatamente debajo del símbolo y del nombre de cada uno de los hexagramas.
Las sentencias dan voz a las imágenes, señalando si una acción conlleva buena o mala fortuna, si existe error o arrepentimiento; las sentencias son las explicaciones verbales de las posibilidades existentes para que el hombre sabio descubra cuál es la dirección que debe seguir.
En el mundo occidental, los primeros contactos con el I Ching se remontan a las expediciones de los jesuitas en la china tradicional, cerca del siglo XVII, pero su atención se concentró solamente en encontrar correspondencias con los preceptos morales del cristianismo.
Hubo una primera versión en lengua occidental sobre el (1882), dicha versión era bastante fiel de la original, pero se negaba toda función como oráculo, es decir se consideraba como una mera curiosidad.
Ya en 1923 otra interpretación más moderna, daba unas explicaciones más filosóficas sobre el origen, la evolución y el uso de los 64 hexagramas.
Ya en ese momento se hizo hincapié en el hecho de que, a pesar de su apariencia de manual adivinatorio, este libro era, fundamentalmente un libro de sabiduría, uno de los más importantes del pensamiento chino antiguo.
Se tomaron tres puntos fundamentales del substrato filosófico de la obra:
La idea de la mutación.
La teoría de las ideas e imágenes de los hexagramas.
La dirección indicada por las sentencias indicadas por cada uno de los signos.
En primer lugar, entre todas las ideas de mutación, la eterna e inmutable ley que se identifica con el Tao. La posición inicial del Tao está representado por el Tai Chi, el extremo último.
El sentido del movimiento del Tao es, originariamente, unitario, sólo sucesivamente irá asumiendo un carácter dual al introducir la noción de los dos polos.
Yin y Yang, cuya interacción en sentido circular da origen a las diferentes formas en que se agrega la energía cósmica.
En un principio los dos polos indicaban solamente Yin y el lado sombrío y Yang el lado soleado de una montaña. De ahí que su significado haya venido a señalar los dos estados de cambio fundamentales del ser manifiesto.
Para entender la evolución de los conceptos de Yin y Yang, es importante comprender que, no es con este sentido con el que aparecen en el verdadero texto, sino solamente en el comentario Ta Ch’uan (gran Tratado), que en la época Han se vio muy influido por el taoísmo.
Esto explica cómo, a menudo, los conceptos fundamentales del texto base han sido tergiversados por las interpretaciones de los comentarios posteriores.
El segundo punto para analizar es el que se define como la doctrina de las ideas del I Ching. Los ocho signos básicos del texto(los trigramas) representan, más que las cosas, las imágenes de los distintos estados del proceso de transformación al que son sometidos.
Lo que sucede en la realidad visible es solo la imagen de aquello que ya ha ocurrido en la realidad invisible.
Por tanto, las transformaciones visuales de las cosas y de los acontecimientos solamente son representaciones de la idea original de mutación, cuya ejemplificación está sometida al simbolismo de los hexagramas.
En el momento en las cosas empiezan a trasformarse, la intervención de la persona que consulta los hexagramas puede introducirse en esta transformación para dirigirla en la dirección deseada o para interrumpirla definitivamente.
Es decir si las señales de esa posibilidad son reconocidas en el texto, se puede predecir con cierta seguridad el futuro y comprender el pasado.
El tercer punto lo proporcionan las sentencias t’uan o definiciones de los Kua, colocados en el texto inmediatamente debajo del símbolo y del nombre de cada uno de los hexagramas.
Las sentencias dan voz a las imágenes, señalando si una acción conlleva buena o mala fortuna, si existe error o arrepentimiento; las sentencias son las explicaciones verbales de las posibilidades existentes para que el hombre sabio descubra cuál es la dirección que debe seguir.