LA IRA DE DIOS
Estimados Hermanos, he aquí que transcribo un pequeño fragmento que sobre el tema han expuesto algunos estudiosos de las sagradas escrituras.
"Las primeras menciones sobre la ira de Dios están en relación a la entrega de la ley en el monte de Sinaí. Las referencias más tempranas están dos capítulos después del relato sobre los Diez Mandamientos. "A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos" (Ex. 22:22-24). Diez capítulos más adelante, en un pasaje sobre el pecado del pueblo al haberse fabricado y adorado el becerro de oro, Dios y Moisés hablan sobre la ira. Dios dice: "Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma". Y Moisés le suplica: “Oh Jehová, ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? ¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo" (Ex. 32:10-12).
Es obvio que en este pasaje la apelación de Moisés a Dios no se basa en la supuesta inocencia del pueblo (no eran inocentes, y Moisés lo sabía), ni en la idea que la ira no era digna de Dios. Moisés apela sobre la base del nombre de Dios y sabe que sus hechos serán mal interpretados por los infieles. No hay ninguna duda expresada sobre la ira, esta es considerada como una reacción apropiada del carácter divino de Dios contra el pecado.
La ira divina presenta una primera característica, exclusivamente bíblica, que inmediatamente la diferencia de la ira desplegada por las deidades paganas: su consistencia. La ira de Dios no es arbitraria, como si Dios por cualquier hecho menor o según su propio capricho simplemente se volviera contra aquellos que antes había amado y favorecido. Por el contrario, la ira es la duradera e inquebrantable resistencia de Dios frente al pecado y la maldad. En el primer pasaje, la ira es suscitada por el pecado hacia los otros, las viudas y los huérfanos. En el segundo pasaje, la ira es suscitada por los pecados contra Dios.
Es posible dar muchos otros ejemplos. En los últimos capítulos de Job, los amigos de Job provocan la ira de Dios, por sus consejos necios y arrogantes (Job 42:7). El pasaje de Deuteronomio 29:23-28 nos habla de la ira de Dios que se derrama sobre Sodoma y Gomorra y otras ciudades, por causa de su idolatría. En Deuteronomio 11:16-17 al pecado se lo describe como el servir "a otros dioses" y adorarlos. Esdras nos habla de la ira de Dios contra todos "los que le abandonan" (Esd. 8:22). Hay algo más que resulta evidente en estos pasajes. Como el pecado que provoca la ira de Dios es esencialmente el volverle las espaldas o rechazarlo, la ira es algo que los seres humanos eligen por sí mismos.
Podríamos decir que la ira de Dios es aquella perfección de la naturaleza divina en la que quedamos inmersos por nuestra rebelión. Esto no significa, por supuesto, que la ira de Dios es pasiva, ya que en realidad obra activamente y lo hará en una medida perfecta en el juicio final. Lo que significa es que la ira es la faceta de la naturaleza divina que no necesitamos haber descubierto; habiéndola descubierto, la encontramos tan real como las demás facetas de la naturaleza de Dios. No es posible dejar fuera a Dios, ni siquiera por el pecado. Todo lo que hacemos es intercambiar la relación con Dios por otra. Si no aceptamos el amor y la gracia de Dios, tendremos que soportar la ira de Dios. Porque Dios no puede tolerar el mal.
Jesucristo, en varias oportunidades habló sobre el infierno. Advirtió sobre las consecuencias del pecado y del castigo justo y seguro de Dios sobre las personas infieles. El autor del libro a los Hebreos escribió: "El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa en caer en manos del Dios vivo!" (He. 10:28-31).
Es obvio que en este pasaje la apelación de Moisés a Dios no se basa en la supuesta inocencia del pueblo (no eran inocentes, y Moisés lo sabía), ni en la idea que la ira no era digna de Dios. Moisés apela sobre la base del nombre de Dios y sabe que sus hechos serán mal interpretados por los infieles. No hay ninguna duda expresada sobre la ira, esta es considerada como una reacción apropiada del carácter divino de Dios contra el pecado.
La ira divina presenta una primera característica, exclusivamente bíblica, que inmediatamente la diferencia de la ira desplegada por las deidades paganas: su consistencia. La ira de Dios no es arbitraria, como si Dios por cualquier hecho menor o según su propio capricho simplemente se volviera contra aquellos que antes había amado y favorecido. Por el contrario, la ira es la duradera e inquebrantable resistencia de Dios frente al pecado y la maldad. En el primer pasaje, la ira es suscitada por el pecado hacia los otros, las viudas y los huérfanos. En el segundo pasaje, la ira es suscitada por los pecados contra Dios.
Es posible dar muchos otros ejemplos. En los últimos capítulos de Job, los amigos de Job provocan la ira de Dios, por sus consejos necios y arrogantes (Job 42:7). El pasaje de Deuteronomio 29:23-28 nos habla de la ira de Dios que se derrama sobre Sodoma y Gomorra y otras ciudades, por causa de su idolatría. En Deuteronomio 11:16-17 al pecado se lo describe como el servir "a otros dioses" y adorarlos. Esdras nos habla de la ira de Dios contra todos "los que le abandonan" (Esd. 8:22). Hay algo más que resulta evidente en estos pasajes. Como el pecado que provoca la ira de Dios es esencialmente el volverle las espaldas o rechazarlo, la ira es algo que los seres humanos eligen por sí mismos.
Podríamos decir que la ira de Dios es aquella perfección de la naturaleza divina en la que quedamos inmersos por nuestra rebelión. Esto no significa, por supuesto, que la ira de Dios es pasiva, ya que en realidad obra activamente y lo hará en una medida perfecta en el juicio final. Lo que significa es que la ira es la faceta de la naturaleza divina que no necesitamos haber descubierto; habiéndola descubierto, la encontramos tan real como las demás facetas de la naturaleza de Dios. No es posible dejar fuera a Dios, ni siquiera por el pecado. Todo lo que hacemos es intercambiar la relación con Dios por otra. Si no aceptamos el amor y la gracia de Dios, tendremos que soportar la ira de Dios. Porque Dios no puede tolerar el mal.
Jesucristo, en varias oportunidades habló sobre el infierno. Advirtió sobre las consecuencias del pecado y del castigo justo y seguro de Dios sobre las personas infieles. El autor del libro a los Hebreos escribió: "El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa en caer en manos del Dios vivo!" (He. 10:28-31).