El siguiente es el relato de un médium incorporado, según el mismo,
el propio Exù Caveira cuenta su historia destinada a los médium de su
propia falange y por lo tanto, protegidos por su tutela personal:
-“Soy Exù, establecido en las fuerzas del sagrado Omolù y trabajo en armonía
con su irradiaron divina”
Fui aceptado por el Divino Trono del Mayoral y nombrado Exù hace más o menos dos mil años. Esto sucedió
después de mi último pasaje por la tierra.
En ésa, que iba a ser mi última vida como humano, fui un miserable pescador y desencarné atrapado
por el odio, buscando venganza, dando rienda suelta a mi egoísmo, mi
vanidad y todos los demás vicios humanos que se puedan imaginar.
Habitaba un poblado de la orilla del gran río sagrado. Nuestra aldea rendía
culto a la naturaleza e inconcientemente, hacia ofrendas crueles de
animales y fetos humanos.
Un día mi propia mujer quedo embarazada y el sumo sacerdote decidió que la simiente que crecía en el vientre de mi
amada, debía ser sacrificada para calmar a los dios de la tempestad.
Se trataba de mi primer hijo y yo, obviamente, no permití que tal
infortunio se abatiese sobre mi futura familia.
Pero, todo fue en vano. Una noche, en que la tempestad castigaba la aldea, los hombres se
reunieron, invadieron mi tienda silenciosamente, capturaron a m mujer y l
violaron provocando que abortase.
Luego, tomaron el feto he hicieron la inútil ofrenda en el poso e los sacrificios.
Mi pecho se llenó de odio y nada hice para contenerlo. Uno por uno, maté a los hombres que
habían destruido lo que más apreciaba en la vida, e inclusive al
sacerdote que los había inducido a semejante barbarie.
Viendo el desastre provocado por la tempestad, que prácticamente había arrasado la
aldea, me llene aun más de resentimiento. Negué la existencia de tales
dioses por los que inútilmente había perdido a mi familia.
Mi profundo dolor no podía desaparecer, ni siquiera apaciguar ante mi
cansancio. Nunca más pude dormir abrazado ala ternura de mi hermosa
compañera. En lugar de eso, noches interminables de pesadillas
entrecortadas. Despertares angustiosos con el rostro bañado en sudor. Y
el dolor, al no poder desaparecer, se fue convirtiendo en odio. Me
trasformé en un salvaje, del que yo mismo hubiera escupirlo al suelo
para maldecirlo unos años antes.
Al comienzo, asaltaba a los grupos de hombres que llevaban sus carretas al mercado. Si ofrecían alguna
resistencia, que yo considerara amenazadora, ninguno sobrevivía. Y no
hice diferencia entre hombres mujeres o niños.
Pero un lobo salvaje tampoco esta solo, otros parecidos a mi se unieron. Pronto constituimos
una enorme jauría que se animó a atacar poblados.
El odio se alimentaba con la destrucción, y el mío era insaciable.
Mucho antes de que me convirtiera en líder de aquella banda de forajidos, otra se
había formado en el astral.
Los espíritus del primer grupo de hombres que mate por venganza, junto al sacerdote, rápidamente se unieron,
liderados por él mismo, para inducirme hacia las tinieblas. A ellos
también los unía el odio.
Se alimentaban del mío y su objetivo final era mi propia muerte.
Con el correr del tiempo, también se acercaron espíritus que, naturalmente son atraídos por la violencia. Cuando más
crecía mi banda, mayor era la cantidad de espíritus en las tinieblas que
me atormentaban.
Asolamos una gran parte de Egipto antiguo, la aguas de Nilo, se tiñeron de sangre a nuestro paso. Muchas aldeas cayeron,
aunque sus hombres trataron de formar pequeños ejércitos para
enfrentarnos. Claro que algunos de mis hombres murieron. Pero es, lo
único que logro fue aumentar nuestra locura asesina.
Las mujeres capturadas eran las únicas que sobrevivían un poco más, convertidas en
objetos para divertirnos y saciar nuestras depravaciones hasta que,
agotados nuestros recursos, decidíamos avanzar hasta la próxima aldea.
Luego, antes de seguir nuestro caminote desolación, las matábamos sin el
más mínimo gesto de piedad.
A medida que avanzábamos, otros hombres con la misma sed que los primeros, se unían a mi jauría. Siempre fueron
más los que querían seguirme que los muertos en batalla. Por lo que, nos
convertimos en numero cada ves mas grande y desbastador. Llegamos hasta
las puertas de palacio del poderoso Faraón.
El también tenía enemigos que lo odiaban por motivos religiosos y que estuvieron
dispuestos a pagarnos con enormes riquezas si lográbamos eliminarlo.
Que podíamos hacer, si igual estábamos dispuestos a ir contra el rico
Faraón, aceptamos la oferta y planeamos el ataque.
Pero esta vez, no se trataba de aldeas desprevenidas y pequeños “ejércitos” de alfareros,
pastores y cultivadores.
Esta vez, el numeroso ejército del Faraón estaba formado por guerreros, algunos de ellos con gran experiencia.
Aunque tuvimos de nuestro lado la sorpresa y en los primeros momentos parecía
que podíamos alcanzar la victoria. Pronto reaccionaron y el grueso de la
tropa se lanzo contra nosotros...
Los arqueros, estratégicamente colocados, iniciaron su trabajo con precisión. La mayoría de mis perros rabiosos, cayeron heridos por sus
dardos. Al final, éramos un pequeño grupo de desesperados exterminados
más por nuestro propio cansancio que por sus lanzas.
Partí para el infierno, pero no me refiero a aquel que mencionan las leyendas
religiosas, el infierno más implacable es el de la propia conciencia.
Mi propio cuerpo inerte, abatido por el golpe certero de una espada que se
hundió en mi pecho. Mi rostro desencajado, manchado por sangre propia y
ajena, barro y sudor. Mi boca abierta, que no pudo contener el último
vómito de sangre.
Estaba aturdido y no pude comprender lo que sucedía, mi cuerpo tendido y mi sangre q corría por todos lados me
recordó las atrocidades que había cometido.
Mire al mi alrededor y todo el espacio estaba ocupado de cadáveres superponían las imágenes de
los muertos que fueron mis propios compañeros o enemigos en mi ultima
batalla con otros que habían muerto por mis acciones pasadas.
De pronto todo se transformó y el espacio oscuro se llenó con millares de
cuerpos en descomposición y calaveras que se acercaban intentando
tocarme y luego se alejaban, cediendo el espacio a otras con las mismas
pretensiones.
El odio, que me había servido en la tierra para protegerme del dolor, cayó como un viejo árbol podrido y en su lugar
quedó una pena profunda como abismos infernales en los que me
encontraba...
No se cuanto tiempo estuve, arrodillado y llorando, ante la presencia de aquel horror.
Mi conciencia se cerró sobre si misma y tuve miedo. Ya no era quien había sido sino, ahora me había convertido en alguien
completamente derrotado por el peso de mis propios errores.
Escuche rizas que llegaban de las profundidades oscuras y el miedo fue superior a
cualquier dolor que hubiera experimentado mientras estaba vivo.
El paso de la soledad y la culpa aumentaron mi desdicha. Recordé el poblado
donde había construido mi hogar, mis compañeros de juego, mi amada
esposa. Nada de eso quedaba, todo me había abandonado. Allí solo había
llanto y crujir de dientes.
Sumido en las tinieblas de mi propia conciencia, sufrí lo indescriptible. Solamente quien otorga el permiso
para entrar en aquella terrible oscuridad puede alabar lo que estoy
contando. Recordar todo esto en la actualidad no me produce ningún
dolor, pues mucho fue lo que aprendí de este triste episodio de mi vida
espiritual.
Por largos años yo anduve por aquella inmensidad oscura atormentado por fantasmas sin descanso. Agoté todas mis fuerzas, ya no
había mas pena ni lágrimas, ni odio, ni amor, nada pudiera sentir.
Era ya casi uno más de los fantasmas que habitaban esas tinieblas. Un
fantasma que deambulaba casi inconsciente, dejándome arrastrar por los
remolinos del viento infernal.
Si embargo, en un último arrebato de conciencia, imploré que alguien pudiera ayudarme...
No se ni cuanto tiempo pasó, mi conciencia permanecía aturdida la mayor parte de él.
Sin embargo, en breves momentos de lucidez pude ver que había acudido a mi llamado. Me vi atado a un enorme caballo negro, el
jinete que lo conducía parecía un guerrero, semejante al que yo mismo
había sido en la última etapa de mi vida sobre la Tierra.
Arrastro mi cuerpo amarrado durante una larga jornada. Mi conciencia, por momentos
se hundía en la oscuridad. En los intervalos, sentí mi cuerpo
inmovilizado, amarrado a unas ramas que me permitían deslizarme sobre el
suelo.
El caballo ejercía una fuerte tracción, cuando el jinete le ordenaba avanzar y creo que casi no se detuvieron durante toda la
jornada.
Al finalizar el viaje, puede percibir algo del paisaje que nos rodeaba, era distinto de lugar donde había sido recatado. Fui
colocado sobre una superficie plana de una gran piedra antes de volver a
perder la conciencia.
Cuando desperté, vi que algunas personas me rodeaban y manipulaban mi cuerpo haciendo que me sintiera reconfortado.
Pensé una pregunta y me la respondí de inmediato: ¿habían sido
escuchados mis ruegos?, si así no fuera, todavía estaría en aquel
infierno.
-¡cállese y aproveche, la oportunidad que vuestro padre le concedió!
Me respondió una vos que no pude saber si la había escuchado del exterior o del interior de mi mismo.
Definitivamente no era yo, además, no había expresado la pregunta ni la respuesta, solo lo
había pensado...
Di las gracias y trate de calmar mi propia mente relajándome.
En esa piedra fui alimentado y cuidado con gran atención durante un largo
tiempo hasta que mi cuerpo se repuso y pude ponerme en pié. Entonces, se
presento mi salvador,Tenía el aspecto de un noble caballero, armado
para el combate.
Portaba un enorme tridente, adornado con flamígeros rubíes. Su talla era muy grande y cubría su dorso con una larga capa
negra.
No pude ver su rostro y me incliné un poco para tratar de hacerlo.
-no hagas tonterías intentando mirarme, el día que te vea, me veras a mí, por que aquí somos todos iguales. Me dijo el
guerrero con vos severa.
Mi cuerpo tembló sin que pudiera dominarlo, no pude pronunciar una palabra e incline la cabeza, resignada
a obedecer sus órdenes.
-Me ordenan conducirte y tenerte como esclavo, debes obedecerme si ni quieres volver al lugar pestilente de
donde te rescaté. Si me obedeces con atención, te daré trabajo y
alimento, si no lo ases, sufrirás el castigo merecido.
Luego que termino su parlamento, espere unos segundos y manteniendo la cabeza
inclinada, me atreví a dirigirle una pregunta:-¿puedo saber su nombre?
De inmediato me contestó:-por ahora no puedo decírtelo, pero a su tiempo
lo sabrás.
Ahora mantén tu boca cerrada, vamos a nuestro primer trabajo.
Dio media vuelta y con una seña, le ordeno al caballo que comenzara su marcha. Atrás iba yo, siguiendo lo a corta distancia...A veces tuve que correr para alcanzarlo cuando su corcel apuraba el
paso. Pero, por lo generalmente avanzábamos caminando.
Nos dirigimos a lugares bastantes densos del plano astral, donde los espíritus
oscurecidos pelean entre si por un poco de energía. Sus conciencias
permanecen obnubiladas por el egoísmo y no pueden percibir que en la luz
tienen energía inagotable para cada uno de ellos.
A pesar de su necedad por permanecer en el dolor, algunos de estos espíritus tienen
mucho poder y pueden causar fuertes desequilibrios en el plan universal.
El caballero al que servia enfrento a muchos de ellos, restableciendo el
orden y yo colabore con el siguiendo sus instrucciones sin cometer
errores.
Aprendí a utilizar algunas armas y recibí muchas lecciones. Comencé a sentir admiración, que con el tiempo se transformo en amor por
la creación.
Gradualmente, alcance mayores niveles de jerarquías, demostrando mi fidelidad y afecto, ganando la confianza de mi feje
directo y sus superiores.
Fui puesto a pruebas muchas veces y finalmente, pude elaborar mis propios planes y concretarlos en beneficio
del bien que representábamos.
Fue largo el aprendizaje, aunque no resulta sencillo medir el tiempo astral en tiempo terrestre, pasaron
aproximadamente cien años.
Entonces, se constituyo una asamblea de hombres iguales a mi jefe y fui oficialmente nombrado exù...
Cumpliendo con los ritos establecidos, tuve que presentarme ante el Señor Omolù y el Divino Trono del Mayoral, para asumir las
responsabilidades de mi nueva condicion:
- AMOR A DIOS Y SUS LEYES.
- AMOR POR LA CREACION DEL PADRE Y TODAS SUS CRIATURAS
- FIDELIDAD SOBRE TODAS LS COSAS
- COMPRENSION Y ESTUDIO, PARA JUZGAR CON LA DEVIDA SABIDIRIA.
Obedecer las reglas superiores para controlar las inferiores y algunas otras reglas, que ni me es permitido citar, dad
la importancia que tienen para los Exù.
Al principio haciendo gala de mi nuevo nombramiento, trabajé, por gratitud y simpatía, dentro de la
falange que comandaba mi jefe. Pero luego surgió la necesidad de tener
mi propia falange, dado la gran cantidad de esclavos que había
capturado.
Para esa época, mi antiguo verdugo, el sacerdote que alentó a los hombres a mi tribu para violar a mi esposa y sacrificar a
nuestro hijo. Tuvo que reencarnar en África y mi esposa debería ser
esposa de el para que la ley se cumpliese.
Viendo el panorama que se avecinaba, solicite una audiencia con el Señor Omolù
Y el Señor Ogum Megè, para pedir sus aprobaciones a favor de convertirme en el guardián
de mi propio verdugo.
Mi pedido fue atendido y me a la izquierda del sacerdote que, en la aldea donde nació, fue preparado desde muy pequeño
para convertirse en babalorixa y reemplazar a su padre de sangre cuando
llegará el momento.
La hija del babalawo, era mi ex –esposa y estaba prometida a su antiguo asesino...
Así se desenvolvió la trama que puso fin a nuestras diferencias mi ex -mujer dio a luz a veinticuatro hijos y todos ellos fueron criados con debido cuidado. Mucho trabajo tuve en aquella aldea, hasta que
comenzaron las invasiones y capturas para el comercio de negros vendidos
a occidente.
En el plano astral la actividad se incremento, teníamos que contener las emanaciones de rebelión y odio que brotaba de los esclavo.
Mi protegido ya estaba viejo y fue perdonado, pero sus hijos esclavizados, la Ley debía cumplirse.
Después de mucho tiempo recibimos una orden de la mas alta jerarquía.” Todos los guardianes debíamos prepararnos, nuevos asentamientos iban a ser necesarios, una
nueva religión estaba por nacer”
Nos preparamos a la orden recibida, hasta que la Sagrada Umbanda fue inaugurada. Entonces fui nombrado guardián a la izquierda del Sagrado Señor Omolù y asumí mi trono y grado
correspondiente.
Hoy ocupo mi Trono y comando la falange de los Exù Caveiras.
Después de muchos años pude ver mi propia cara en un espejo y comprobé que es igual a la de quien fue mi salvador y maestro, al “SEÑOR TATA CAVEIRA”, a quien debo mucho respeto y cariño.
el propio Exù Caveira cuenta su historia destinada a los médium de su
propia falange y por lo tanto, protegidos por su tutela personal:
-“Soy Exù, establecido en las fuerzas del sagrado Omolù y trabajo en armonía
con su irradiaron divina”
Fui aceptado por el Divino Trono del Mayoral y nombrado Exù hace más o menos dos mil años. Esto sucedió
después de mi último pasaje por la tierra.
En ésa, que iba a ser mi última vida como humano, fui un miserable pescador y desencarné atrapado
por el odio, buscando venganza, dando rienda suelta a mi egoísmo, mi
vanidad y todos los demás vicios humanos que se puedan imaginar.
Habitaba un poblado de la orilla del gran río sagrado. Nuestra aldea rendía
culto a la naturaleza e inconcientemente, hacia ofrendas crueles de
animales y fetos humanos.
Un día mi propia mujer quedo embarazada y el sumo sacerdote decidió que la simiente que crecía en el vientre de mi
amada, debía ser sacrificada para calmar a los dios de la tempestad.
Se trataba de mi primer hijo y yo, obviamente, no permití que tal
infortunio se abatiese sobre mi futura familia.
Pero, todo fue en vano. Una noche, en que la tempestad castigaba la aldea, los hombres se
reunieron, invadieron mi tienda silenciosamente, capturaron a m mujer y l
violaron provocando que abortase.
Luego, tomaron el feto he hicieron la inútil ofrenda en el poso e los sacrificios.
Mi pecho se llenó de odio y nada hice para contenerlo. Uno por uno, maté a los hombres que
habían destruido lo que más apreciaba en la vida, e inclusive al
sacerdote que los había inducido a semejante barbarie.
Viendo el desastre provocado por la tempestad, que prácticamente había arrasado la
aldea, me llene aun más de resentimiento. Negué la existencia de tales
dioses por los que inútilmente había perdido a mi familia.
Mi profundo dolor no podía desaparecer, ni siquiera apaciguar ante mi
cansancio. Nunca más pude dormir abrazado ala ternura de mi hermosa
compañera. En lugar de eso, noches interminables de pesadillas
entrecortadas. Despertares angustiosos con el rostro bañado en sudor. Y
el dolor, al no poder desaparecer, se fue convirtiendo en odio. Me
trasformé en un salvaje, del que yo mismo hubiera escupirlo al suelo
para maldecirlo unos años antes.
Al comienzo, asaltaba a los grupos de hombres que llevaban sus carretas al mercado. Si ofrecían alguna
resistencia, que yo considerara amenazadora, ninguno sobrevivía. Y no
hice diferencia entre hombres mujeres o niños.
Pero un lobo salvaje tampoco esta solo, otros parecidos a mi se unieron. Pronto constituimos
una enorme jauría que se animó a atacar poblados.
El odio se alimentaba con la destrucción, y el mío era insaciable.
Mucho antes de que me convirtiera en líder de aquella banda de forajidos, otra se
había formado en el astral.
Los espíritus del primer grupo de hombres que mate por venganza, junto al sacerdote, rápidamente se unieron,
liderados por él mismo, para inducirme hacia las tinieblas. A ellos
también los unía el odio.
Se alimentaban del mío y su objetivo final era mi propia muerte.
Con el correr del tiempo, también se acercaron espíritus que, naturalmente son atraídos por la violencia. Cuando más
crecía mi banda, mayor era la cantidad de espíritus en las tinieblas que
me atormentaban.
Asolamos una gran parte de Egipto antiguo, la aguas de Nilo, se tiñeron de sangre a nuestro paso. Muchas aldeas cayeron,
aunque sus hombres trataron de formar pequeños ejércitos para
enfrentarnos. Claro que algunos de mis hombres murieron. Pero es, lo
único que logro fue aumentar nuestra locura asesina.
Las mujeres capturadas eran las únicas que sobrevivían un poco más, convertidas en
objetos para divertirnos y saciar nuestras depravaciones hasta que,
agotados nuestros recursos, decidíamos avanzar hasta la próxima aldea.
Luego, antes de seguir nuestro caminote desolación, las matábamos sin el
más mínimo gesto de piedad.
A medida que avanzábamos, otros hombres con la misma sed que los primeros, se unían a mi jauría. Siempre fueron
más los que querían seguirme que los muertos en batalla. Por lo que, nos
convertimos en numero cada ves mas grande y desbastador. Llegamos hasta
las puertas de palacio del poderoso Faraón.
El también tenía enemigos que lo odiaban por motivos religiosos y que estuvieron
dispuestos a pagarnos con enormes riquezas si lográbamos eliminarlo.
Que podíamos hacer, si igual estábamos dispuestos a ir contra el rico
Faraón, aceptamos la oferta y planeamos el ataque.
Pero esta vez, no se trataba de aldeas desprevenidas y pequeños “ejércitos” de alfareros,
pastores y cultivadores.
Esta vez, el numeroso ejército del Faraón estaba formado por guerreros, algunos de ellos con gran experiencia.
Aunque tuvimos de nuestro lado la sorpresa y en los primeros momentos parecía
que podíamos alcanzar la victoria. Pronto reaccionaron y el grueso de la
tropa se lanzo contra nosotros...
Los arqueros, estratégicamente colocados, iniciaron su trabajo con precisión. La mayoría de mis perros rabiosos, cayeron heridos por sus
dardos. Al final, éramos un pequeño grupo de desesperados exterminados
más por nuestro propio cansancio que por sus lanzas.
Partí para el infierno, pero no me refiero a aquel que mencionan las leyendas
religiosas, el infierno más implacable es el de la propia conciencia.
Mi propio cuerpo inerte, abatido por el golpe certero de una espada que se
hundió en mi pecho. Mi rostro desencajado, manchado por sangre propia y
ajena, barro y sudor. Mi boca abierta, que no pudo contener el último
vómito de sangre.
Estaba aturdido y no pude comprender lo que sucedía, mi cuerpo tendido y mi sangre q corría por todos lados me
recordó las atrocidades que había cometido.
Mire al mi alrededor y todo el espacio estaba ocupado de cadáveres superponían las imágenes de
los muertos que fueron mis propios compañeros o enemigos en mi ultima
batalla con otros que habían muerto por mis acciones pasadas.
De pronto todo se transformó y el espacio oscuro se llenó con millares de
cuerpos en descomposición y calaveras que se acercaban intentando
tocarme y luego se alejaban, cediendo el espacio a otras con las mismas
pretensiones.
El odio, que me había servido en la tierra para protegerme del dolor, cayó como un viejo árbol podrido y en su lugar
quedó una pena profunda como abismos infernales en los que me
encontraba...
No se cuanto tiempo estuve, arrodillado y llorando, ante la presencia de aquel horror.
Mi conciencia se cerró sobre si misma y tuve miedo. Ya no era quien había sido sino, ahora me había convertido en alguien
completamente derrotado por el peso de mis propios errores.
Escuche rizas que llegaban de las profundidades oscuras y el miedo fue superior a
cualquier dolor que hubiera experimentado mientras estaba vivo.
El paso de la soledad y la culpa aumentaron mi desdicha. Recordé el poblado
donde había construido mi hogar, mis compañeros de juego, mi amada
esposa. Nada de eso quedaba, todo me había abandonado. Allí solo había
llanto y crujir de dientes.
Sumido en las tinieblas de mi propia conciencia, sufrí lo indescriptible. Solamente quien otorga el permiso
para entrar en aquella terrible oscuridad puede alabar lo que estoy
contando. Recordar todo esto en la actualidad no me produce ningún
dolor, pues mucho fue lo que aprendí de este triste episodio de mi vida
espiritual.
Por largos años yo anduve por aquella inmensidad oscura atormentado por fantasmas sin descanso. Agoté todas mis fuerzas, ya no
había mas pena ni lágrimas, ni odio, ni amor, nada pudiera sentir.
Era ya casi uno más de los fantasmas que habitaban esas tinieblas. Un
fantasma que deambulaba casi inconsciente, dejándome arrastrar por los
remolinos del viento infernal.
Si embargo, en un último arrebato de conciencia, imploré que alguien pudiera ayudarme...
No se ni cuanto tiempo pasó, mi conciencia permanecía aturdida la mayor parte de él.
Sin embargo, en breves momentos de lucidez pude ver que había acudido a mi llamado. Me vi atado a un enorme caballo negro, el
jinete que lo conducía parecía un guerrero, semejante al que yo mismo
había sido en la última etapa de mi vida sobre la Tierra.
Arrastro mi cuerpo amarrado durante una larga jornada. Mi conciencia, por momentos
se hundía en la oscuridad. En los intervalos, sentí mi cuerpo
inmovilizado, amarrado a unas ramas que me permitían deslizarme sobre el
suelo.
El caballo ejercía una fuerte tracción, cuando el jinete le ordenaba avanzar y creo que casi no se detuvieron durante toda la
jornada.
Al finalizar el viaje, puede percibir algo del paisaje que nos rodeaba, era distinto de lugar donde había sido recatado. Fui
colocado sobre una superficie plana de una gran piedra antes de volver a
perder la conciencia.
Cuando desperté, vi que algunas personas me rodeaban y manipulaban mi cuerpo haciendo que me sintiera reconfortado.
Pensé una pregunta y me la respondí de inmediato: ¿habían sido
escuchados mis ruegos?, si así no fuera, todavía estaría en aquel
infierno.
-¡cállese y aproveche, la oportunidad que vuestro padre le concedió!
Me respondió una vos que no pude saber si la había escuchado del exterior o del interior de mi mismo.
Definitivamente no era yo, además, no había expresado la pregunta ni la respuesta, solo lo
había pensado...
Di las gracias y trate de calmar mi propia mente relajándome.
En esa piedra fui alimentado y cuidado con gran atención durante un largo
tiempo hasta que mi cuerpo se repuso y pude ponerme en pié. Entonces, se
presento mi salvador,Tenía el aspecto de un noble caballero, armado
para el combate.
Portaba un enorme tridente, adornado con flamígeros rubíes. Su talla era muy grande y cubría su dorso con una larga capa
negra.
No pude ver su rostro y me incliné un poco para tratar de hacerlo.
-no hagas tonterías intentando mirarme, el día que te vea, me veras a mí, por que aquí somos todos iguales. Me dijo el
guerrero con vos severa.
Mi cuerpo tembló sin que pudiera dominarlo, no pude pronunciar una palabra e incline la cabeza, resignada
a obedecer sus órdenes.
-Me ordenan conducirte y tenerte como esclavo, debes obedecerme si ni quieres volver al lugar pestilente de
donde te rescaté. Si me obedeces con atención, te daré trabajo y
alimento, si no lo ases, sufrirás el castigo merecido.
Luego que termino su parlamento, espere unos segundos y manteniendo la cabeza
inclinada, me atreví a dirigirle una pregunta:-¿puedo saber su nombre?
De inmediato me contestó:-por ahora no puedo decírtelo, pero a su tiempo
lo sabrás.
Ahora mantén tu boca cerrada, vamos a nuestro primer trabajo.
Dio media vuelta y con una seña, le ordeno al caballo que comenzara su marcha. Atrás iba yo, siguiendo lo a corta distancia...A veces tuve que correr para alcanzarlo cuando su corcel apuraba el
paso. Pero, por lo generalmente avanzábamos caminando.
Nos dirigimos a lugares bastantes densos del plano astral, donde los espíritus
oscurecidos pelean entre si por un poco de energía. Sus conciencias
permanecen obnubiladas por el egoísmo y no pueden percibir que en la luz
tienen energía inagotable para cada uno de ellos.
A pesar de su necedad por permanecer en el dolor, algunos de estos espíritus tienen
mucho poder y pueden causar fuertes desequilibrios en el plan universal.
El caballero al que servia enfrento a muchos de ellos, restableciendo el
orden y yo colabore con el siguiendo sus instrucciones sin cometer
errores.
Aprendí a utilizar algunas armas y recibí muchas lecciones. Comencé a sentir admiración, que con el tiempo se transformo en amor por
la creación.
Gradualmente, alcance mayores niveles de jerarquías, demostrando mi fidelidad y afecto, ganando la confianza de mi feje
directo y sus superiores.
Fui puesto a pruebas muchas veces y finalmente, pude elaborar mis propios planes y concretarlos en beneficio
del bien que representábamos.
Fue largo el aprendizaje, aunque no resulta sencillo medir el tiempo astral en tiempo terrestre, pasaron
aproximadamente cien años.
Entonces, se constituyo una asamblea de hombres iguales a mi jefe y fui oficialmente nombrado exù...
Cumpliendo con los ritos establecidos, tuve que presentarme ante el Señor Omolù y el Divino Trono del Mayoral, para asumir las
responsabilidades de mi nueva condicion:
- AMOR A DIOS Y SUS LEYES.
- AMOR POR LA CREACION DEL PADRE Y TODAS SUS CRIATURAS
- FIDELIDAD SOBRE TODAS LS COSAS
- COMPRENSION Y ESTUDIO, PARA JUZGAR CON LA DEVIDA SABIDIRIA.
Obedecer las reglas superiores para controlar las inferiores y algunas otras reglas, que ni me es permitido citar, dad
la importancia que tienen para los Exù.
Al principio haciendo gala de mi nuevo nombramiento, trabajé, por gratitud y simpatía, dentro de la
falange que comandaba mi jefe. Pero luego surgió la necesidad de tener
mi propia falange, dado la gran cantidad de esclavos que había
capturado.
Para esa época, mi antiguo verdugo, el sacerdote que alentó a los hombres a mi tribu para violar a mi esposa y sacrificar a
nuestro hijo. Tuvo que reencarnar en África y mi esposa debería ser
esposa de el para que la ley se cumpliese.
Viendo el panorama que se avecinaba, solicite una audiencia con el Señor Omolù
Y el Señor Ogum Megè, para pedir sus aprobaciones a favor de convertirme en el guardián
de mi propio verdugo.
Mi pedido fue atendido y me a la izquierda del sacerdote que, en la aldea donde nació, fue preparado desde muy pequeño
para convertirse en babalorixa y reemplazar a su padre de sangre cuando
llegará el momento.
La hija del babalawo, era mi ex –esposa y estaba prometida a su antiguo asesino...
Así se desenvolvió la trama que puso fin a nuestras diferencias mi ex -mujer dio a luz a veinticuatro hijos y todos ellos fueron criados con debido cuidado. Mucho trabajo tuve en aquella aldea, hasta que
comenzaron las invasiones y capturas para el comercio de negros vendidos
a occidente.
En el plano astral la actividad se incremento, teníamos que contener las emanaciones de rebelión y odio que brotaba de los esclavo.
Mi protegido ya estaba viejo y fue perdonado, pero sus hijos esclavizados, la Ley debía cumplirse.
Después de mucho tiempo recibimos una orden de la mas alta jerarquía.” Todos los guardianes debíamos prepararnos, nuevos asentamientos iban a ser necesarios, una
nueva religión estaba por nacer”
Nos preparamos a la orden recibida, hasta que la Sagrada Umbanda fue inaugurada. Entonces fui nombrado guardián a la izquierda del Sagrado Señor Omolù y asumí mi trono y grado
correspondiente.
Hoy ocupo mi Trono y comando la falange de los Exù Caveiras.
Después de muchos años pude ver mi propia cara en un espejo y comprobé que es igual a la de quien fue mi salvador y maestro, al “SEÑOR TATA CAVEIRA”, a quien debo mucho respeto y cariño.