Bendiciones a todos, hermanos,
Creo que es necesario puntualizar algunas cosas sobre la santidad:
1.
¿Qué significa ser santo? De manera concreta,
santo es aquella persona que por haber seguido con fidelidad a Jesucristo mereció entrar en el cielo. Así de simple.
La autoridad eclesiástica, cuando declara oficialmente santo a alguien,
lo que hace es reconocer públicamente que alguien, por su fidelidad a Jesús, ganó el cielo y presenta su vida como modelo de vida cristiana. Nada más.
¿Hay más santos en el cielo que los canonizados? Sí: miles, cuyos nombres y vidas ya fueron cubiertos por la noche de los tiempos. Pero son santos, igual que los canonizados. De hecho, la fiesta del 1 de noviembre, la Fiesta de Todos los Santos es precisamente para recordar a todos aquellos cristianos que fueron dignos de la vida eterna pero que se desconocen sus nombres y sus historias.
2. La intención de hacer santo a José Gregorio -que estoy seguro que se logrará- es mostrar que su vida tiene algo que decir al hombre contemporáneo, no solo desde el punto de vista filantrópico, -el médico de los pobres, el hombre compasivo que cuidó a todos, a ejemplo de Jesús- sino también por su exquisita erudición médica, un hombre que supo conjugar la fe y la razón armoniozamente generando frutos de vida eterna, en el contexto de una época furiosamente antirreligiosa, anticatólica y anticlerical. Que esté en el cielo, para nosotros está fuera de toda duda.
3. En el grupo de los apóstoles hubo un traidor, Judas, que era tan apóstol como san Pedro o Santiago. Esa imagen quedará; siempre habrá personas que traicionando al Maestro, desdigan de Él, con su vida y sus palabras. Los hubo, los hay y los habrá. Eso no es novedad, ya Jesús lo había advertido en
Mateo 13, 24-30, cuando habló del trigo y la cizaña.
4.Lo importante aquí es que Jesús le dijo a Pedro: «Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre [confesar a Jesús como el Mesías], sino mi Padre que está en los Cielos. Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.» Mateo 16, 17-19. Ese es el poder que tienen Pedro y sus sucesores, junto al colegio de los apóstoles y sus sucesores.