Yanomami
Los Yanomami (también llamados yanomamö) viven en la selva tropical y ocupan un territorio que se extiende de ambos lados de la frontera entre Venezuela y Brasil. Más de la mitad de los miembros de la etnia yanomami se encuentran del lado venezolano, en los Estados Amazonas y Bolívar.
“Aprendemos con los grandes espíritus”
Artículo de survival.es
Para los yanomamis de la Amazonia brasileña, el mundo de los espíritus es una parte fundamental de la vida. Hoy en día, este pueblo indígena sigue afrontando enormes problemas. Los chamanes no pueden curar las enfermedades importadas por los buscadores de oro y los ganaderos y la franja oriental de su selva está siendo deforestada.
Los yanomamis de Brasil y Venezuela conforman una de las mayores tribus relativamente aisladas de América del Sur. Su territorio abarca 9,6 millones de hectáreas en Brasil y 8,2 millones de hectáreas en Venezuela. Después de una larga campaña liderada por el portavoz yanomami Davi Kopenawa, el movimiento global por los derechos de los pueblos indígenas y tribales Survival y la Comisión Pro Yanomami, su territorio ubicado en el lado brasileño fue demarcado.
En la actualidad, sin embargo, siguen afrontando numerosos problemas. Centenares de buscadores de oro, especialmente en Venezuela, trabajan ilegalmente en sus territorios y los colonos y agricultores están invadiendo la frontera oeste del territorio en Brasil. Los invasores transmiten enfermedades mortales como la malaria que afectan a la salud de los yanomamis. Los yanomamis no contactados son especialmente vulnerables a las enfermedades importadas: estas pueden provocar rápidamente la muerte de todos los habitantes de pueblos indígenas aislados tras el contacto.
Los yanomamis son los mejores conservacionistas de su territorio en la selva amazónica, que del lado venezolano es reconocida como la segunda mayor reserva de la biosfera del mundo, pese a que ahora está siendo deforestada y contaminada con mercurio.
Para colmo, el Congreso brasileño debate en este momento la aprobación de una serie de proyectos de ley que, de salir adelante, permitirán la minería a gran escala en los territorios indígenas como los de los yanomamis (igualmente ocurre en Venezuela en la actualidad, revisar Arco Minero del Orinoco).
Los chamanes tienen muchos papeles distintos. A veces son sanadores y sacerdotes, otras son los guardianes de los rituales sagrados de sus pueblos, adivinadores del tiempo, interpretadores de sueños o almacén de conocimiento botánico. Los chamanes yanomamis xapiripë thëpë son guiados por los espíritus xapiripës y la sabiduría de sus ancestros.
A través de los sueños y de los trances, los chamanes yanomamis trascienden los confines físicos de sus cuerpos y los límites de la conciencia humana para interactuar con los xapiripës.
Nosotros los yanomamis aprendemos con los grandes espíritus, los xapiripës. Aprendemos a conocer a los xapiripës, a verlos y escucharlos. Sólo los chamanes, aquellos que conocen a los xapiripës, los pueden ver, porque parecen humanos pero son tan pequeños como una mota de polvo, y brillantes como la luz.
Sus canciones son poderosas, y su pensamiento es muy claro.
Los chamanes yanomamis inhalan el polvo de yakoana, que se extrae de la corteza del árbol de la virola, para entrar en un estado onírico. El polvo se administra a través de un largo tubo horoma, tradicionalmente hecho del tallo hueco de una palmera. Así hacemos a los espíritus bailar, dice Davi.
Hay muchos, muchos xapiripës, no sólo unos pocos, sino miles, tantos como estrellas. Algunos viven en el cielo, otros bajo tierra y otros en las altas montañas cubiertas de selva y flores. Llamamos a estos lugares sagrados “hutu pata”.
Cuando el sol está en lo alto, los xapiripës duermen. Comienzan a aparecer al anochecer.
Cuando nosotros dormimos, ellos bailan.
Davi vio a los xapiripës por primera vez cuando era niño, y continuó viéndolos en sueños mientras crecía. Pero no fue hasta que se hizo adulto que pidió iniciarse como chamán.
Cuando inhalas por primera vez el polvo fabricado con el árbol de yakoana, los espíritus xapiripës comienzan a agruparse a tu alrededor.
Primero, oyes a lo lejos sus cantos de felicidad, ligeros como el zumbido de los mosquitos. Entonces empiezas a ver chispas de luz temblorosas que se elevan, y que provienen de todas las direcciones del cielo.
Gradualmente los espíritus se van desvelando, avanzando y retirándose en una lenta procesión.
Los xapiripës descienden hacia nosotros con hilos tan finos como los de una telaraña.
Son hermosos, pintados con colores brillantes y con urucum (annatto).
Sus brazaletes están decorados con plumas de guacamayo y loro. Bailan maravillosamente y cantan de manera distinta. Existen melodías diferentes: el canto del guacamayo, el del loro, el del tapir, el de la tortuga y el del águila.
Los xapiripës han bailado para los chamanes desde el principio de los tiempos, y continúan haciéndolo hoy en día.
Sus cabezas están cubiertas con plumones de halcón y llevan cintas negras hechas con rabos de mono y plumas de cotinga color turquesa en sus orejas.
Bailan en círculo, sin prisa.
Para los yanomamis, cada persona tiene una “imagen-esencia”, un doble llamado utupë, con el que está unido hasta la muerte.
Un utupë puede presentarse a sí mismo en forma de diferentes criaturas vivas, como un pájaro, un mamífero o un insecto. También existen espíritus de árboles, de cascadas y de la miel salvaje.
Uno por uno los espíritus llegaron. Los espíritus tucanes llegaron con sus enormes palos en las orejas y sus taparrabos rojos y brillantes, explica Davi. Las gentes colibríes llegaron y volaron a mi alrededor. Los espíritus de las ranas mokas estaban allí y llevaban a sus espaldas aljabas cargadas de flechas. Y luego llegaron los espíritus del pecarí, las gentes de los murciélagos y los espíritus de las cascadas.
Mi alma empezó a brillar.
Todos vinieron y colgaron sus hamacas en mi pecho.
Los chamanes yanomamis también solicitan la ayuda de los xapiripës para curar enfermedades humanas. Para diagnosticar y detectar enfermedades hacen falta años de experiencia como chamán.
Además utilizan diversas plantas medicinales para tratar fiebres, dolores de estómago, dolores musculares y otras dolencias. Generalmente, cada enfermedad tiene su cura, excepto las enfermedades traídas por los foráneos, frente a las que los yanomamis tienen muy poca inmunidad.
Si los xapiripës no existieran, nosotros no seguiríamos vivos. Los espíritus hostiles nos habrían devorado hace ya mucho tiempo. Ellos conocen las enfermedades que nos afectan. Ellos arrojan las enfermedades muy lejos, al inframundo.
Y así nos curan.
Estando en comunión con los xapiripës y controlándolos, los chamanes yanomamis no sólo protegen a su propia comunidad, sino también al resto del mundo. Davi cree que hacen falta muchos chamanes poderosos para controlar el planeta.
Nosotros, los chamanes, también trabajamos para ustedes, los blancos, dice. Nuestros chamanes saben que nuestro planeta esta cambiando. Conocemos la salud de la Amazonia. Sabemos que es peligroso abusar de la naturaleza y que cuando se destruye la selva, se cortan las arterias del futuro y la fuerza del mundo se evapora.
El cielo está lleno de humo porque nuestra selva está siendo talada y quemada. Las lluvias llegan tarde, el sol se comporta de manera extraña. Los pulmones del cielo están contaminados. El mundo está enfermo. La selva morirá si los blancos la destruyen.
¿A dónde iremos cuando hayamos destruido nuestro mundo?
Cuando el planeta quede en silencio, ¿cómo aprenderemos?
La sabiduría de los xapiripës de los yanomamis es antigua.
Hemos guardado las palabras de nuestros antepasados en nuestro interior durante mucho tiempo, y continuamos transmitiéndoselas a nuestros hijos, dice Davi.
Para que las palabras de los espíritus nunca desaparezcan.
Y su historia no tenga fin.
David Beckham conoce al más prominente portavoz de los yanomamis, Davi Kopenawa, conocido como el ‘dalái lama de la selva’.
Mientras grababa un programa de televisión, Beckham visitó el territorio yanomami y pidió permiso a Davi Kopenawa para entrar en la reserva. Beckham y Davi hablaron de los problemas a los que se enfrentan los yanomamis, especialmente de la minería de oro ilegal en su tierra.
Davi Kopenawa es el primer chamán yanomami que tiene un libro publicado.
The Falling Sky: Words of a Yanomami Shaman (que en español se traduciría como La caída del cielo: palabras de un chamán yanomami), escrito en colaboración con su amigo antropólogo Bruce Albert, es un testimonio único de la historia de su vida:
Los yanomamis de Brasil y Venezuela conforman una de las mayores tribus relativamente aisladas de América del Sur. Su territorio abarca 9,6 millones de hectáreas en Brasil y 8,2 millones de hectáreas en Venezuela. Después de una larga campaña liderada por el portavoz yanomami Davi Kopenawa, el movimiento global por los derechos de los pueblos indígenas y tribales Survival y la Comisión Pro Yanomami, su territorio ubicado en el lado brasileño fue demarcado.
En la actualidad, sin embargo, siguen afrontando numerosos problemas. Centenares de buscadores de oro, especialmente en Venezuela, trabajan ilegalmente en sus territorios y los colonos y agricultores están invadiendo la frontera oeste del territorio en Brasil. Los invasores transmiten enfermedades mortales como la malaria que afectan a la salud de los yanomamis. Los yanomamis no contactados son especialmente vulnerables a las enfermedades importadas: estas pueden provocar rápidamente la muerte de todos los habitantes de pueblos indígenas aislados tras el contacto.
Los yanomamis son los mejores conservacionistas de su territorio en la selva amazónica, que del lado venezolano es reconocida como la segunda mayor reserva de la biosfera del mundo, pese a que ahora está siendo deforestada y contaminada con mercurio.
Para colmo, el Congreso brasileño debate en este momento la aprobación de una serie de proyectos de ley que, de salir adelante, permitirán la minería a gran escala en los territorios indígenas como los de los yanomamis (igualmente ocurre en Venezuela en la actualidad, revisar Arco Minero del Orinoco).
Los chamanes tienen muchos papeles distintos. A veces son sanadores y sacerdotes, otras son los guardianes de los rituales sagrados de sus pueblos, adivinadores del tiempo, interpretadores de sueños o almacén de conocimiento botánico. Los chamanes yanomamis xapiripë thëpë son guiados por los espíritus xapiripës y la sabiduría de sus ancestros.
A través de los sueños y de los trances, los chamanes yanomamis trascienden los confines físicos de sus cuerpos y los límites de la conciencia humana para interactuar con los xapiripës.
Nosotros los yanomamis aprendemos con los grandes espíritus, los xapiripës. Aprendemos a conocer a los xapiripës, a verlos y escucharlos. Sólo los chamanes, aquellos que conocen a los xapiripës, los pueden ver, porque parecen humanos pero son tan pequeños como una mota de polvo, y brillantes como la luz.
Sus canciones son poderosas, y su pensamiento es muy claro.
Los chamanes yanomamis inhalan el polvo de yakoana, que se extrae de la corteza del árbol de la virola, para entrar en un estado onírico. El polvo se administra a través de un largo tubo horoma, tradicionalmente hecho del tallo hueco de una palmera. Así hacemos a los espíritus bailar, dice Davi.
Hay muchos, muchos xapiripës, no sólo unos pocos, sino miles, tantos como estrellas. Algunos viven en el cielo, otros bajo tierra y otros en las altas montañas cubiertas de selva y flores. Llamamos a estos lugares sagrados “hutu pata”.
Cuando el sol está en lo alto, los xapiripës duermen. Comienzan a aparecer al anochecer.
Cuando nosotros dormimos, ellos bailan.
Davi vio a los xapiripës por primera vez cuando era niño, y continuó viéndolos en sueños mientras crecía. Pero no fue hasta que se hizo adulto que pidió iniciarse como chamán.
Cuando inhalas por primera vez el polvo fabricado con el árbol de yakoana, los espíritus xapiripës comienzan a agruparse a tu alrededor.
Primero, oyes a lo lejos sus cantos de felicidad, ligeros como el zumbido de los mosquitos. Entonces empiezas a ver chispas de luz temblorosas que se elevan, y que provienen de todas las direcciones del cielo.
Gradualmente los espíritus se van desvelando, avanzando y retirándose en una lenta procesión.
Los xapiripës descienden hacia nosotros con hilos tan finos como los de una telaraña.
Son hermosos, pintados con colores brillantes y con urucum (annatto).
Sus brazaletes están decorados con plumas de guacamayo y loro. Bailan maravillosamente y cantan de manera distinta. Existen melodías diferentes: el canto del guacamayo, el del loro, el del tapir, el de la tortuga y el del águila.
Los xapiripës han bailado para los chamanes desde el principio de los tiempos, y continúan haciéndolo hoy en día.
Sus cabezas están cubiertas con plumones de halcón y llevan cintas negras hechas con rabos de mono y plumas de cotinga color turquesa en sus orejas.
Bailan en círculo, sin prisa.
Para los yanomamis, cada persona tiene una “imagen-esencia”, un doble llamado utupë, con el que está unido hasta la muerte.
Un utupë puede presentarse a sí mismo en forma de diferentes criaturas vivas, como un pájaro, un mamífero o un insecto. También existen espíritus de árboles, de cascadas y de la miel salvaje.
Uno por uno los espíritus llegaron. Los espíritus tucanes llegaron con sus enormes palos en las orejas y sus taparrabos rojos y brillantes, explica Davi. Las gentes colibríes llegaron y volaron a mi alrededor. Los espíritus de las ranas mokas estaban allí y llevaban a sus espaldas aljabas cargadas de flechas. Y luego llegaron los espíritus del pecarí, las gentes de los murciélagos y los espíritus de las cascadas.
Mi alma empezó a brillar.
Todos vinieron y colgaron sus hamacas en mi pecho.
Los chamanes yanomamis también solicitan la ayuda de los xapiripës para curar enfermedades humanas. Para diagnosticar y detectar enfermedades hacen falta años de experiencia como chamán.
Además utilizan diversas plantas medicinales para tratar fiebres, dolores de estómago, dolores musculares y otras dolencias. Generalmente, cada enfermedad tiene su cura, excepto las enfermedades traídas por los foráneos, frente a las que los yanomamis tienen muy poca inmunidad.
Si los xapiripës no existieran, nosotros no seguiríamos vivos. Los espíritus hostiles nos habrían devorado hace ya mucho tiempo. Ellos conocen las enfermedades que nos afectan. Ellos arrojan las enfermedades muy lejos, al inframundo.
Y así nos curan.
Estando en comunión con los xapiripës y controlándolos, los chamanes yanomamis no sólo protegen a su propia comunidad, sino también al resto del mundo. Davi cree que hacen falta muchos chamanes poderosos para controlar el planeta.
Nosotros, los chamanes, también trabajamos para ustedes, los blancos, dice. Nuestros chamanes saben que nuestro planeta esta cambiando. Conocemos la salud de la Amazonia. Sabemos que es peligroso abusar de la naturaleza y que cuando se destruye la selva, se cortan las arterias del futuro y la fuerza del mundo se evapora.
El cielo está lleno de humo porque nuestra selva está siendo talada y quemada. Las lluvias llegan tarde, el sol se comporta de manera extraña. Los pulmones del cielo están contaminados. El mundo está enfermo. La selva morirá si los blancos la destruyen.
¿A dónde iremos cuando hayamos destruido nuestro mundo?
Cuando el planeta quede en silencio, ¿cómo aprenderemos?
La sabiduría de los xapiripës de los yanomamis es antigua.
Hemos guardado las palabras de nuestros antepasados en nuestro interior durante mucho tiempo, y continuamos transmitiéndoselas a nuestros hijos, dice Davi.
Para que las palabras de los espíritus nunca desaparezcan.
Y su historia no tenga fin.
David Beckham conoce al más prominente portavoz de los yanomamis, Davi Kopenawa, conocido como el ‘dalái lama de la selva’.
Mientras grababa un programa de televisión, Beckham visitó el territorio yanomami y pidió permiso a Davi Kopenawa para entrar en la reserva. Beckham y Davi hablaron de los problemas a los que se enfrentan los yanomamis, especialmente de la minería de oro ilegal en su tierra.
Davi Kopenawa es el primer chamán yanomami que tiene un libro publicado.
The Falling Sky: Words of a Yanomami Shaman (que en español se traduciría como La caída del cielo: palabras de un chamán yanomami), escrito en colaboración con su amigo antropólogo Bruce Albert, es un testimonio único de la historia de su vida:
Fuente: survival.es
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Me retracto de toda opinión (incluyendo todos mi artículos y mensajes publicados antes del 23/04/22), y de toda afirmación en cuanto a creencias, costumbres o cualquier afiliación al Espiritismo o a cualquier otra creencia oculta, o a cualquier religión. Me declaro seguidor del camino de Jesucristo. Jesucristo es mi Señor y Salvador. Y creo en la Biblia de inicio a fin, como Palabra de Dios revelada a los hombres. Ya no soy Espiritista, soy Cristiano
Ver explicación en el tema: Ya no soy Espiritista, ver revelaciones en la sala: Desvelando la Realidad y allí encontrarás un Indice de las Revelaciones
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