Buenas Noches y Bendiciones a Todos
Estimados Hermanos quiero compartir con ustedes este tema al cual todos los que estamos en este mundo espiritual de nuestra Madre Reina María Lionza nos desenvolvemos al rededor del mismo....
Esta tarde me preguntaba una persona por qué unos sí y otros no. Yo digo que es complicado responder, pero tampoco tengo por qué quedarme en el silencio. Yo entiendo, personalmente y porque le he dedicado en más de una ocasión tiempo, que la fe es un regalo permanente de Dios al hombre, un don continuamente ofrecido a quienes busca y quieren abrazarse a ella. La cuestión es que no nace en los libros, ni en las noticias, ni en los testimonios de otros siquiera, son las luces que nos brinda nuestro ser supremo, la madrecita y nuestros guías espirituales. La fe se parece más a un encuentro con Dios, que desmonta toda la realidad que teníamos organizada o desorganizada, al modo como en algunas películas los héroes se ven envueltos en situaciones de lo más inverosímiles, donde todo lo que hay alrededor se cae y se quedan en lo alto de una columna que les sostiene. Me parece que esta es una buena imagen para una experiencia de fe. La primera fe, la de la inteligencia y el saber, la recibida de nuestros padres a todas luces se muestra para dar consistencia en la vida, porque llegarán otros que quieran derribarla, pero ese encuentro con Dios y con nuestros guías espirituales les será muy difícil hacerlo, cuando sentimos y vemos y escuchamos o qué se yo qué pasa allí, que Dios mismo nos está regalando y abriendo su misterio para nosotros, en ese momento nace la fe como respuesta del corazón del hombre. Allí entonces reconocemos que es don de Dios, ¡por supuesto! Es el kilómetro cero de la fe, de algún modo, al que hemos llegado y del que nunca debemos salir ni alejarnos por el contrario debemos alimentar cada día nuestra alma, espíritu y corazón para poder ayudar a nuestro prójimo.
Si Dios te regala continuamente, entonces por qué unos sí y otros no. Seguimos a vueltas con la pregunta, porque me parece que no hemos dicho nada interesante, todavía, al respecto. Sólo he señalado que es don de Dios. Así que, por qué unos sí y otros no. Y este punto lo contemplo con delicadeza, y lo quiero decir con sinceridad en lo que pienso y en lo que veo también en otros, sin pretender ofender a nadie. Pienso que hay quienes acogen el don que Dios hace, y están dispuestos a ese encuentro, y otros que quizá se rindan antes de tiempo y no den posibilidad, siquiera, a que el tesoro que tienen delante sea abierto. Todos hemos tenido, humanamente, esta vivencia alguna vez en nuestra vida. Tener delante un tesoro, un regalo, y no disfrutarlo, ni abrirlo, ni reconocerlo. Con la salvedad de que en la fe, además, y por ser una relación de amistad con Dios, la espera y la necesidad de libertad es grande. A Dios no se le puede forzar, y lo tenemos claro. Como tampoco creo que pueda forzarse a sí mismo nadie en su libertad, en su camino y en su vida. Verdad que quisiéramos muchas cosas “ya”, incluso de aquellas que creemos que están a nuestra disposición, y sin embargo no las alcanzamos aunque estén próximas. Y de igual modo, con mayor amplitud y calado, respecto a determinadas personas y a su amor. En ocasiones porque no nos sentimos queridos por ellas, en otras porque no somos capaces de acoger su amor, en otras también, siendo sinceros y humildes, porque no queremos lo suficiente ni con suficiente calidad y libertad. El caso es que esta relación, de fe y de amor, de conocimiento y de entrega, de confianza al fin y al cabo es imposible que sea forzada por nadie. ¿Propiciada? Propiciar, sí. Dar la oportunidad, también. Abrir caminos, por supuesto. Pero forzar, imponer, exigir, ¡nunca!
Estimados Hermanos quiero compartir con ustedes este tema al cual todos los que estamos en este mundo espiritual de nuestra Madre Reina María Lionza nos desenvolvemos al rededor del mismo....
Esta tarde me preguntaba una persona por qué unos sí y otros no. Yo digo que es complicado responder, pero tampoco tengo por qué quedarme en el silencio. Yo entiendo, personalmente y porque le he dedicado en más de una ocasión tiempo, que la fe es un regalo permanente de Dios al hombre, un don continuamente ofrecido a quienes busca y quieren abrazarse a ella. La cuestión es que no nace en los libros, ni en las noticias, ni en los testimonios de otros siquiera, son las luces que nos brinda nuestro ser supremo, la madrecita y nuestros guías espirituales. La fe se parece más a un encuentro con Dios, que desmonta toda la realidad que teníamos organizada o desorganizada, al modo como en algunas películas los héroes se ven envueltos en situaciones de lo más inverosímiles, donde todo lo que hay alrededor se cae y se quedan en lo alto de una columna que les sostiene. Me parece que esta es una buena imagen para una experiencia de fe. La primera fe, la de la inteligencia y el saber, la recibida de nuestros padres a todas luces se muestra para dar consistencia en la vida, porque llegarán otros que quieran derribarla, pero ese encuentro con Dios y con nuestros guías espirituales les será muy difícil hacerlo, cuando sentimos y vemos y escuchamos o qué se yo qué pasa allí, que Dios mismo nos está regalando y abriendo su misterio para nosotros, en ese momento nace la fe como respuesta del corazón del hombre. Allí entonces reconocemos que es don de Dios, ¡por supuesto! Es el kilómetro cero de la fe, de algún modo, al que hemos llegado y del que nunca debemos salir ni alejarnos por el contrario debemos alimentar cada día nuestra alma, espíritu y corazón para poder ayudar a nuestro prójimo.
Si Dios te regala continuamente, entonces por qué unos sí y otros no. Seguimos a vueltas con la pregunta, porque me parece que no hemos dicho nada interesante, todavía, al respecto. Sólo he señalado que es don de Dios. Así que, por qué unos sí y otros no. Y este punto lo contemplo con delicadeza, y lo quiero decir con sinceridad en lo que pienso y en lo que veo también en otros, sin pretender ofender a nadie. Pienso que hay quienes acogen el don que Dios hace, y están dispuestos a ese encuentro, y otros que quizá se rindan antes de tiempo y no den posibilidad, siquiera, a que el tesoro que tienen delante sea abierto. Todos hemos tenido, humanamente, esta vivencia alguna vez en nuestra vida. Tener delante un tesoro, un regalo, y no disfrutarlo, ni abrirlo, ni reconocerlo. Con la salvedad de que en la fe, además, y por ser una relación de amistad con Dios, la espera y la necesidad de libertad es grande. A Dios no se le puede forzar, y lo tenemos claro. Como tampoco creo que pueda forzarse a sí mismo nadie en su libertad, en su camino y en su vida. Verdad que quisiéramos muchas cosas “ya”, incluso de aquellas que creemos que están a nuestra disposición, y sin embargo no las alcanzamos aunque estén próximas. Y de igual modo, con mayor amplitud y calado, respecto a determinadas personas y a su amor. En ocasiones porque no nos sentimos queridos por ellas, en otras porque no somos capaces de acoger su amor, en otras también, siendo sinceros y humildes, porque no queremos lo suficiente ni con suficiente calidad y libertad. El caso es que esta relación, de fe y de amor, de conocimiento y de entrega, de confianza al fin y al cabo es imposible que sea forzada por nadie. ¿Propiciada? Propiciar, sí. Dar la oportunidad, también. Abrir caminos, por supuesto. Pero forzar, imponer, exigir, ¡nunca!