José Fidencio de Jesús Constantino Síntora, más conocido como el Niño Fidencio, nació en 1898 en el Irámuco, Guanajuato, y fue criado por una familia que tenía un hijo llamado Enrique López de la Fuente, a quien en algún momento de su vida, Fidencio le empezó a llamar “papá” aunque tan sólo era dos años mayor que él.
Fidencio no se desarrolló sexualmente y su voz era sumamente aguda, razón por la que le llamaban “El Niño Fidencio”.
Debido a que su “papá” Enrique había resultado herido en la Revolución y fue a convalecer al pueblo de Espinazo, localizado al Noreste del municipio de Mina, Nuevo León, Fidencio acudió a brindarle sus cuidados.
Gerardo González López de la Fuente, nieto de Enrique, relata cómo, sin estudios, Fidencio sanaba a las personas que acudían diariamente a él.
El curador espiritual poseía poderes que con sólo ver a un enfermo, podía hacer un diagnóstico y curarlo.
“Tenía un ojo clínico para diagnosticar, con ver a las personas. Les hablaba y diagnosticaba de inmediato, y los curaba con medicamento herbolario, con tés que preparaba y almacenaba en barricas y con pomadas con hierbas que él elaboraba”, describe el nieto de Enrique.
En busca de una solución a sus enfermedades, el pueblo de Espinazo pronto empezó a recibir miles de personas que llegaban en tren, en caballo, caminando; lo que fuera por sanar.
A decir de Gerardo, el Niño Fidencio sin necesidad de un bisturí, podía operar cataratas en los ojos, retirar un tumor canceroso, sacar una piedra de la vesícula, curar la hidrocefalia y hasta la lepra.
“Era un médico empírico, él operaba, había cirugías y las hacía con vidrios principalmente, no usaba instrumental quirúrgico.
“A las personas que le ayudaban les decía: ‘tráiganme unas botellas de vidrio’, las rompía y elegía vidrios de los más filosos y los limpiaba, todo estaba limpio y con eso quitaba una catarata o lo que sea, hacía muchas cosas”, relata.
El entrevistado cuenta que entre 1925 y 1928, en Espinazo llegó a haber una población de más de 25 mil personas, tiempo de más auge de los milagros de Fidencio.
La historia del curandero cuenta que fue visitado por propio el Presidente Plutarco Elías Calles en 1928, buscando remedio para una enfermedad de la piel que padecía, al igual que su hija, de la cual no se precisa si se trataba de lepra.
Las aptitudes para aliviar no se limitaban sólo al uso de sus manos; Fidencio tenía la capacidad de ser clarividente y telépata, además de ser una persona religiosa y que siempre hablaba aduciendo el cristianismo, lo que lo hacía más impresionante ante sus seguidores.
La ayuda que Fidencio ofrecía a los enfermos no la cobraba, asegura Gerardo, pues decía que él era un intermediario de Dios.
Hubo un momento en que la cantidad de “pacientes” creció a tal forma, que no los podía atender de manera individual y es cuando el Niño empezó a hacer curaciones masivas.
“Por ejemplo, hacía oraciones y curaciones masivas de gente en el Cerro de la Campana, ahí hubo reuniones de hasta 20 mil personas.
“Las personas se ponían sabanas encima y él caminaba y los pisaba y los curaba porque eran muchos o bien, les aventaba naranjas y lo que tenía a la mano y quedaban sanados”.
Fuente: Informador de Mexico (2013)Fidencio no se desarrolló sexualmente y su voz era sumamente aguda, razón por la que le llamaban “El Niño Fidencio”.
Debido a que su “papá” Enrique había resultado herido en la Revolución y fue a convalecer al pueblo de Espinazo, localizado al Noreste del municipio de Mina, Nuevo León, Fidencio acudió a brindarle sus cuidados.
Gerardo González López de la Fuente, nieto de Enrique, relata cómo, sin estudios, Fidencio sanaba a las personas que acudían diariamente a él.
El curador espiritual poseía poderes que con sólo ver a un enfermo, podía hacer un diagnóstico y curarlo.
“Tenía un ojo clínico para diagnosticar, con ver a las personas. Les hablaba y diagnosticaba de inmediato, y los curaba con medicamento herbolario, con tés que preparaba y almacenaba en barricas y con pomadas con hierbas que él elaboraba”, describe el nieto de Enrique.
En busca de una solución a sus enfermedades, el pueblo de Espinazo pronto empezó a recibir miles de personas que llegaban en tren, en caballo, caminando; lo que fuera por sanar.
A decir de Gerardo, el Niño Fidencio sin necesidad de un bisturí, podía operar cataratas en los ojos, retirar un tumor canceroso, sacar una piedra de la vesícula, curar la hidrocefalia y hasta la lepra.
“Era un médico empírico, él operaba, había cirugías y las hacía con vidrios principalmente, no usaba instrumental quirúrgico.
“A las personas que le ayudaban les decía: ‘tráiganme unas botellas de vidrio’, las rompía y elegía vidrios de los más filosos y los limpiaba, todo estaba limpio y con eso quitaba una catarata o lo que sea, hacía muchas cosas”, relata.
El entrevistado cuenta que entre 1925 y 1928, en Espinazo llegó a haber una población de más de 25 mil personas, tiempo de más auge de los milagros de Fidencio.
La historia del curandero cuenta que fue visitado por propio el Presidente Plutarco Elías Calles en 1928, buscando remedio para una enfermedad de la piel que padecía, al igual que su hija, de la cual no se precisa si se trataba de lepra.
Las aptitudes para aliviar no se limitaban sólo al uso de sus manos; Fidencio tenía la capacidad de ser clarividente y telépata, además de ser una persona religiosa y que siempre hablaba aduciendo el cristianismo, lo que lo hacía más impresionante ante sus seguidores.
La ayuda que Fidencio ofrecía a los enfermos no la cobraba, asegura Gerardo, pues decía que él era un intermediario de Dios.
Hubo un momento en que la cantidad de “pacientes” creció a tal forma, que no los podía atender de manera individual y es cuando el Niño empezó a hacer curaciones masivas.
“Por ejemplo, hacía oraciones y curaciones masivas de gente en el Cerro de la Campana, ahí hubo reuniones de hasta 20 mil personas.
“Las personas se ponían sabanas encima y él caminaba y los pisaba y los curaba porque eran muchos o bien, les aventaba naranjas y lo que tenía a la mano y quedaban sanados”.
Dicen que cuando ya estaba en su lecho de muerte dijo: “Ya me voy, pero volveré, y nadie sabrá en quién.” Entonces cuando se murió lo estaban velando junto al Pirulito (arbol cuya sombra tiene el poder de curar según algunas creencias) y una mujer invidente llamada Elvira Tamez entró en trance y habló con la voz de Fidencio y dijo: “Yo les dije que me iba y volvería, y aquí estoy de nuevo.” Así comenzaron las "Cajitas" (materias o cajones) a curar.
Documental Niño Fidencio El Taumaturgo de Espinazo (1980)
Luz brillante en sus caminos!
Última edición por Espiritista el Miér Dic 07, 2016 6:12 pm, editado 1 vez (Razón : Actualización de link de video)
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Me retracto de toda opinión (incluyendo todos mi artículos y mensajes publicados antes del 23/04/22), y de toda afirmación en cuanto a creencias, costumbres o cualquier afiliación al Espiritismo o a cualquier otra creencia oculta, o a cualquier religión. Me declaro seguidor del camino de Jesucristo. Jesucristo es mi Señor y Salvador. Y creo en la Biblia de inicio a fin, como Palabra de Dios revelada a los hombres. Ya no soy Espiritista, soy Cristiano
Ver explicación en el tema: Ya no soy Espiritista, ver revelaciones en la sala: Desvelando la Realidad y allí encontrarás un Indice de las Revelaciones
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