Feliz inicio de Semana, santas Bendiciones y Mucha Paz de parte de Nuestra Reina Madre.
La reseña informativa a cuestión es un complemento informativo a los aportes que anteceden a este tema, acerca de la vida de los hermanos que conforman hoy día la corte calé. A mis hermanos mayores, agradezco su corrección si en alguna parte de la redacción existe un equívoco, ya que siempre con su Luz hemos avanzado en el desarrollo conceptual de nuestro misionar espiritual, gracias por darnos de su bendición
https://fbcdn-sphotos-a-a.akamaihd.net/hphotos-ak-xaf1/t1.0-9/526109_10150759055272226_1068843763_n.jpg
Esas figuritas de arriba, toscas y bastante cutres, son la corte malandra. Como verán, todos llevan su pistola de rigor en la cintura y sus deportivas, atuendo común entre los malandrines. Son los dioses y los mitos de los narcos, de los raterillos de barrio, de los sicarios, de los chaperos y de todos los que se juegan la vida cada día en las calles más inseguras del planeta. Los santos católicos son ejemplos muy distantes en la geografía y en el tiempo como para sentirse identificados o protegidos por ellos. Algunos de sus feligreses conocieron en vida a los santos malandros. Muchos cuentan historias de las fechorías conjuntas con el Malandro Ismael, y casi todas las historias son invenciones que se agrandan cada vez que se cuentan.
La razón de la fama de Ismael sobre los demás malandros radica en que no cometió delitos de sangre. Según se cuenta, Ismael nunca mató a nadie. Se limitaba a atracar bancos y robar todo lo que podía. Por eso es el que tiene mayor devoción dentro de la corte Malandra o corte Calé. Al menos eso creen sus seguidores, pero la realidad parece ser otra. San Ismael o el niño Ismael mató a unas diez personas antes de ser acribillado por la policía en la puerta del último banco atracado. Lo que sí parece coincidir entre leyenda y realidad es el carácter generoso de Ismael, que repartía parte del botín entre los suburbios de una Caracas pre-Chavista. Su figurita se distingue fácilmente porque tiene la boca abierta. La razón es que la liturgia de su culto comienza con la imposición de un cigarro o porro de marihuana en la abertura. Después se rocía con anís o se da un trago a la botella y se escupe el alcohol sobre la estatua. Y ya está. Ya se puede uno arrodillar ante la figura para pedirle que no muramos en mitad de una balasera, como él. Como tantos.
Al parecer el malandro Ismael ni siquiera se llamaba así. Su verdadero nombre era Juan Francisco Carrillo. La tumba que se venera tampoco es la original. Fue erigida en la entrada del cementerio por los santeros devotos para facilitar el culto, pero sus restos descansan en otro lugar.Otros personajes de la corte malandra son Jhonny, uno de los más queridos. La leyenda cuenta que era un niño bien de la sociedad caraqueña. Sus padres tenían bastante dinero y le compraron un apartamento en una buena zona de la capital, Los Chaguaramos -cualquiera diría que es una buena zona con ese nombre-. Pero el muchacho se dio a la mala vida, tonteó con la droga y comenzó a visitar los barrios marginales de Caracas en busca de su dosis. Allí entabló amistad con los demás santos malandros y terminó como ellos; acribillado por unos camellos a los que no pagó. Hay más. También santas con cierto aire marimacho.
Todas las historias se parecen. Pero el culto para cada uno es diferente. Tienen una liturgia distinta. Por ejemplo, la chama Isabel es una de los líderes de la corte malandra. En vida, además de ser violada a los 12 años, se casó con un negro de la ciudad de Barlovento, estado de Miranda. Este marido le fue infiel con una amiga y ella casi sale loca. Juró vengarse de todos los hombres y comenzó su carrera de delitos y androginia. Por ese motivo su figura no debe compartir altar con otro hombre negro como por ejemplo el malandro Antonio. Este culto en realidad es muy reciente. Comenzó a raíz del “caracazo” de febrero de 1989, cuando el importante aumento de la gasolina desató una rebelión popular en contra de las duras medidas económicas tomadas por el entonces presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Fue entonces cuando Caracas empezó su escalada de violencia hasta llegar a nuestros días, convertida en la ciudad más peligrosa, según dicen.
Otro dato curioso de este rito, es que los poderes de los santos malandros dejan de tener efectividad fuera de Venezuela. Te vas a Colombia y allí serían simples chorizos. Claro que en Colombia, en Medellín, los chorizos, narcos y asesinos tienen a la Virgen de los Sicarios para rezarle. La cosa se equipara pues.
Pa santo yo, de Rhonny Zamora (Venezuela, 2004), es un documental sobre el culto a la corte malandra, una forma de espiritismo propia de la ciudad de Caracas donde se venera como santos a algunos delincuentes muertos para pedirles favores, especialmente a uno de nombre Ismael Urbanea o Ismaleito. A ellos recurre gente con distintas necesidades, pero destaca particularmente quien pide su protección para delinquir, o para enmendar vidas que llevan mal camino.
La Real Academia Española define malandro como la manera en que coloquialmente se le llama en Venezuela al delincuente, especialmente al joven. De modo que es más o menos equivalente a lo que en México se le llama malandrín, de por sí que viene diciéndose también malandro. Pero en el país sudamericano se dice también malandreo como la actividad propia del malandro de manera indistinta.
De modo que todo malandro debe tener su santo malandro, al que le pide ayuda para cometer crímenes con éxito. Y toda abuela o madre de un malandro debe pedirle a los santos malandros que libere a su hijo o nieto del malandreo, o, al menos, se lo cuide. El culto es tan extendido que incluye a policías entre los devotos para pedir protección. La ofrenda puede ser mariguana o cocaína, alcohol o cigarros. ¿A quién pueden recurrir ante el drama cotidiano de víctimas mortales de tiroteos, adolescentes o niños de trece años cuya perspectiva de vida no considera llega después de los veinte? Más vale, se dice en el documental, creer en algo que en nada.
Desde la perspectiva mexicana, no puede dejar de verse su semejanza con los cultos a Malverde y la Santa Muerte, tanto por surgir y difundirse al margen de la institucionalidad eclesiástica como por su vínculo, real o casuístico, con delincuentes. El particular al documental está basado en la historia de una persona que los viejos del barrio conocieron y respetaron en los años sesenta: un ladrón que nunca hizo daño a la gente de su barrio ni le causó problema, que cometía sus delitos lejos de ahí, hasta que lo mató la policía a la edad de 22 años en 1963. Se le recuerda como un buen vecino que eventualmente ayudaba a quien lo necesitaba. Algo semejante a un Robin Hood. Sus devotos han hecho de su tumba un santuario, como el lugar a donde van a pedirle ayuda o favores a cambio de una ofrenda. Por cierto, en Medellín se veneran estatuillas de Pablo Escobar en hogares de familias pobres y acuden a su tumba a pedirle favores. Curiosamente, la representación en las estatuillas de yeso y otras piezas que se hace de Ismaelito, como de los otros de la corte malandra, no se parece a su fisonomía, según dejan ver un retrato de la época publicado por la prensa. Con tino mercadológico, los fabricantes han actualizado su imagen asemejándola a la de los malandros actuales, quienes, como los raperos, llevan la gorra beisbolera invertida o de lado y anteojos oscuros. Algunos con barba en la piocha, camiseta sin mangas, cinturón al cinto y manos dentro de los bolsillos del pantalón. Nelson Garrido, artista y antropólogo señala:
‘La Cárcel’ es una vieja canción de salsa brava que acompaña los ritos esotéricos de Melvin: La cárcel es como la muerte / y por eso la maldigo / sólo mi madre me comprende a mí / Desde la cárcel te escribo, querida madre del alma / desde la cárcel te escribo… resuena en un viejo radiocasete, mientras apura su puro y bebe un sorbo de licor. Melvin González balbucea frases entrecortadas y sin sentido sobre ‘Ismael’, un antiguo delincuente al que adora frente a su tumba. Para invocar su espíritu, hace la señal de la cruz con el puño repetidas veces sobre su lápida. Espera. Otra calada y otro sorbo de licor.explica que estos ‘santos malandros’ fueron gente pobre de las barriadas de Caracas en la década de los 70, que se convirtieron en una especie de Robin Hood con sus vecinos.
“Ellos cometían muchos delitos, pero respetaban ciertos códigos de honor”, señala Garrido. Los ‘santos malandros’ nunca cometían fechorías en su barrio. Sólo robaban en las zonas ricas. No denunciaban a otras personas, ni cometían delitos sexuales ni violaciones. Eso estaba totalmente prohibido. “En vida hicieron mucho daño, aunque era por causas más o menos nobles”, argumento.
Doce ‘santos malandros’ componen el altar principal de la corte. Aunque poco a poco, se han ido agregando más espíritus. El imaginario venezolano divide a los santos malandros en dos etapas: los 'viejos' –muertos en la década de los 50 y 60—y los de nuevo culto, fallecidos a partir de 1970. Datos resaltantes:
Ismael: Es el primer delincuente canonizado en santo malandro.
El Ratón: Se dice que tiene poderes mágicos, inclusive hasta hacerse invisible, bordeando siempre un territorio entre la vida y la muerte en donde algunos espíritus parecen existir todavía. El Ratón aconseja a sus fieles en las riñas o ajustes de cuentas.
Isabelita: “Porque la venganza no es dulce sino exquisita”, es la frase que repetía mientras mataba a su mejor amiga por acostarse con su novio.Se casó con un hombre negro, de Barlovento, estado Miranda, que le fue infiel. Por esa razón juró vengarse de todos los hombres. Es la mujer delincuente más conocida y venerada.
Tomasito: es representado con pistolas y marcas de balas. Murió de 132 tiros durante un intento frustrado de robo a un banco. Sus cómplices, que creía sus amigos, lo dejaron solo al llegar la policía. La mayoría que le invoca, lo hace antes de cometer alguna fechoría.
Jhonny: Fue experto con los cuchillos. Famoso en la década de los sesenta, aparece representado con un atuendo al estilo hippie, cabello largo y lentes. Se encomienda a él para no caer en vicios ni en las drogas.
Elizabeth: Su estampilla reza: “De recia personalidad y esbelta figura, Elizabeth irradia dominio y poder. Invóquela en momentos difíciles y logrará un gran apoyo. Téngala con usted en algún lugar visible de su hogar. Ofréndele velas rojas”.
Rhonny Zamora, comunicólogo señala que esta no es como muchos creen la "Corte Malandra". Uno de sus miembros nos aclaró (en sesión) que no fueron malandros, delincuentes, ni asesinos como siempre se ha dicho. En todo caso, de haber tenido alguna mala conducta, al estar en el plano espiritual han recibido luz y elevación, por lo tanto aconsejan a las nuevas generaciones no andar por malos pasos. Así que es totalmente equívoco pedirles ayuda para cometer fechorías.
Estas reseñas son extractos de las diferentes personalidades del espiritismo y de comunicación e historia de Venezuela.
Saque usted sus Conclusiones.
La gran Luz de nuestra Reina nos Ilumine. Amen
Mucha Luz para nuestros hermanos de la Corte Kalé. Amén
La reseña informativa a cuestión es un complemento informativo a los aportes que anteceden a este tema, acerca de la vida de los hermanos que conforman hoy día la corte calé. A mis hermanos mayores, agradezco su corrección si en alguna parte de la redacción existe un equívoco, ya que siempre con su Luz hemos avanzado en el desarrollo conceptual de nuestro misionar espiritual, gracias por darnos de su bendición
https://fbcdn-sphotos-a-a.akamaihd.net/hphotos-ak-xaf1/t1.0-9/526109_10150759055272226_1068843763_n.jpg
Esas figuritas de arriba, toscas y bastante cutres, son la corte malandra. Como verán, todos llevan su pistola de rigor en la cintura y sus deportivas, atuendo común entre los malandrines. Son los dioses y los mitos de los narcos, de los raterillos de barrio, de los sicarios, de los chaperos y de todos los que se juegan la vida cada día en las calles más inseguras del planeta. Los santos católicos son ejemplos muy distantes en la geografía y en el tiempo como para sentirse identificados o protegidos por ellos. Algunos de sus feligreses conocieron en vida a los santos malandros. Muchos cuentan historias de las fechorías conjuntas con el Malandro Ismael, y casi todas las historias son invenciones que se agrandan cada vez que se cuentan.
La razón de la fama de Ismael sobre los demás malandros radica en que no cometió delitos de sangre. Según se cuenta, Ismael nunca mató a nadie. Se limitaba a atracar bancos y robar todo lo que podía. Por eso es el que tiene mayor devoción dentro de la corte Malandra o corte Calé. Al menos eso creen sus seguidores, pero la realidad parece ser otra. San Ismael o el niño Ismael mató a unas diez personas antes de ser acribillado por la policía en la puerta del último banco atracado. Lo que sí parece coincidir entre leyenda y realidad es el carácter generoso de Ismael, que repartía parte del botín entre los suburbios de una Caracas pre-Chavista. Su figurita se distingue fácilmente porque tiene la boca abierta. La razón es que la liturgia de su culto comienza con la imposición de un cigarro o porro de marihuana en la abertura. Después se rocía con anís o se da un trago a la botella y se escupe el alcohol sobre la estatua. Y ya está. Ya se puede uno arrodillar ante la figura para pedirle que no muramos en mitad de una balasera, como él. Como tantos.
Al parecer el malandro Ismael ni siquiera se llamaba así. Su verdadero nombre era Juan Francisco Carrillo. La tumba que se venera tampoco es la original. Fue erigida en la entrada del cementerio por los santeros devotos para facilitar el culto, pero sus restos descansan en otro lugar.Otros personajes de la corte malandra son Jhonny, uno de los más queridos. La leyenda cuenta que era un niño bien de la sociedad caraqueña. Sus padres tenían bastante dinero y le compraron un apartamento en una buena zona de la capital, Los Chaguaramos -cualquiera diría que es una buena zona con ese nombre-. Pero el muchacho se dio a la mala vida, tonteó con la droga y comenzó a visitar los barrios marginales de Caracas en busca de su dosis. Allí entabló amistad con los demás santos malandros y terminó como ellos; acribillado por unos camellos a los que no pagó. Hay más. También santas con cierto aire marimacho.
Todas las historias se parecen. Pero el culto para cada uno es diferente. Tienen una liturgia distinta. Por ejemplo, la chama Isabel es una de los líderes de la corte malandra. En vida, además de ser violada a los 12 años, se casó con un negro de la ciudad de Barlovento, estado de Miranda. Este marido le fue infiel con una amiga y ella casi sale loca. Juró vengarse de todos los hombres y comenzó su carrera de delitos y androginia. Por ese motivo su figura no debe compartir altar con otro hombre negro como por ejemplo el malandro Antonio. Este culto en realidad es muy reciente. Comenzó a raíz del “caracazo” de febrero de 1989, cuando el importante aumento de la gasolina desató una rebelión popular en contra de las duras medidas económicas tomadas por el entonces presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Fue entonces cuando Caracas empezó su escalada de violencia hasta llegar a nuestros días, convertida en la ciudad más peligrosa, según dicen.
Otro dato curioso de este rito, es que los poderes de los santos malandros dejan de tener efectividad fuera de Venezuela. Te vas a Colombia y allí serían simples chorizos. Claro que en Colombia, en Medellín, los chorizos, narcos y asesinos tienen a la Virgen de los Sicarios para rezarle. La cosa se equipara pues.
Pa santo yo, de Rhonny Zamora (Venezuela, 2004), es un documental sobre el culto a la corte malandra, una forma de espiritismo propia de la ciudad de Caracas donde se venera como santos a algunos delincuentes muertos para pedirles favores, especialmente a uno de nombre Ismael Urbanea o Ismaleito. A ellos recurre gente con distintas necesidades, pero destaca particularmente quien pide su protección para delinquir, o para enmendar vidas que llevan mal camino.
La Real Academia Española define malandro como la manera en que coloquialmente se le llama en Venezuela al delincuente, especialmente al joven. De modo que es más o menos equivalente a lo que en México se le llama malandrín, de por sí que viene diciéndose también malandro. Pero en el país sudamericano se dice también malandreo como la actividad propia del malandro de manera indistinta.
De modo que todo malandro debe tener su santo malandro, al que le pide ayuda para cometer crímenes con éxito. Y toda abuela o madre de un malandro debe pedirle a los santos malandros que libere a su hijo o nieto del malandreo, o, al menos, se lo cuide. El culto es tan extendido que incluye a policías entre los devotos para pedir protección. La ofrenda puede ser mariguana o cocaína, alcohol o cigarros. ¿A quién pueden recurrir ante el drama cotidiano de víctimas mortales de tiroteos, adolescentes o niños de trece años cuya perspectiva de vida no considera llega después de los veinte? Más vale, se dice en el documental, creer en algo que en nada.
Desde la perspectiva mexicana, no puede dejar de verse su semejanza con los cultos a Malverde y la Santa Muerte, tanto por surgir y difundirse al margen de la institucionalidad eclesiástica como por su vínculo, real o casuístico, con delincuentes. El particular al documental está basado en la historia de una persona que los viejos del barrio conocieron y respetaron en los años sesenta: un ladrón que nunca hizo daño a la gente de su barrio ni le causó problema, que cometía sus delitos lejos de ahí, hasta que lo mató la policía a la edad de 22 años en 1963. Se le recuerda como un buen vecino que eventualmente ayudaba a quien lo necesitaba. Algo semejante a un Robin Hood. Sus devotos han hecho de su tumba un santuario, como el lugar a donde van a pedirle ayuda o favores a cambio de una ofrenda. Por cierto, en Medellín se veneran estatuillas de Pablo Escobar en hogares de familias pobres y acuden a su tumba a pedirle favores. Curiosamente, la representación en las estatuillas de yeso y otras piezas que se hace de Ismaelito, como de los otros de la corte malandra, no se parece a su fisonomía, según dejan ver un retrato de la época publicado por la prensa. Con tino mercadológico, los fabricantes han actualizado su imagen asemejándola a la de los malandros actuales, quienes, como los raperos, llevan la gorra beisbolera invertida o de lado y anteojos oscuros. Algunos con barba en la piocha, camiseta sin mangas, cinturón al cinto y manos dentro de los bolsillos del pantalón. Nelson Garrido, artista y antropólogo señala:
‘La Cárcel’ es una vieja canción de salsa brava que acompaña los ritos esotéricos de Melvin: La cárcel es como la muerte / y por eso la maldigo / sólo mi madre me comprende a mí / Desde la cárcel te escribo, querida madre del alma / desde la cárcel te escribo… resuena en un viejo radiocasete, mientras apura su puro y bebe un sorbo de licor. Melvin González balbucea frases entrecortadas y sin sentido sobre ‘Ismael’, un antiguo delincuente al que adora frente a su tumba. Para invocar su espíritu, hace la señal de la cruz con el puño repetidas veces sobre su lápida. Espera. Otra calada y otro sorbo de licor.explica que estos ‘santos malandros’ fueron gente pobre de las barriadas de Caracas en la década de los 70, que se convirtieron en una especie de Robin Hood con sus vecinos.
“Ellos cometían muchos delitos, pero respetaban ciertos códigos de honor”, señala Garrido. Los ‘santos malandros’ nunca cometían fechorías en su barrio. Sólo robaban en las zonas ricas. No denunciaban a otras personas, ni cometían delitos sexuales ni violaciones. Eso estaba totalmente prohibido. “En vida hicieron mucho daño, aunque era por causas más o menos nobles”, argumento.
Doce ‘santos malandros’ componen el altar principal de la corte. Aunque poco a poco, se han ido agregando más espíritus. El imaginario venezolano divide a los santos malandros en dos etapas: los 'viejos' –muertos en la década de los 50 y 60—y los de nuevo culto, fallecidos a partir de 1970. Datos resaltantes:
Ismael: Es el primer delincuente canonizado en santo malandro.
El Ratón: Se dice que tiene poderes mágicos, inclusive hasta hacerse invisible, bordeando siempre un territorio entre la vida y la muerte en donde algunos espíritus parecen existir todavía. El Ratón aconseja a sus fieles en las riñas o ajustes de cuentas.
Isabelita: “Porque la venganza no es dulce sino exquisita”, es la frase que repetía mientras mataba a su mejor amiga por acostarse con su novio.Se casó con un hombre negro, de Barlovento, estado Miranda, que le fue infiel. Por esa razón juró vengarse de todos los hombres. Es la mujer delincuente más conocida y venerada.
Tomasito: es representado con pistolas y marcas de balas. Murió de 132 tiros durante un intento frustrado de robo a un banco. Sus cómplices, que creía sus amigos, lo dejaron solo al llegar la policía. La mayoría que le invoca, lo hace antes de cometer alguna fechoría.
Jhonny: Fue experto con los cuchillos. Famoso en la década de los sesenta, aparece representado con un atuendo al estilo hippie, cabello largo y lentes. Se encomienda a él para no caer en vicios ni en las drogas.
Elizabeth: Su estampilla reza: “De recia personalidad y esbelta figura, Elizabeth irradia dominio y poder. Invóquela en momentos difíciles y logrará un gran apoyo. Téngala con usted en algún lugar visible de su hogar. Ofréndele velas rojas”.
Rhonny Zamora, comunicólogo señala que esta no es como muchos creen la "Corte Malandra". Uno de sus miembros nos aclaró (en sesión) que no fueron malandros, delincuentes, ni asesinos como siempre se ha dicho. En todo caso, de haber tenido alguna mala conducta, al estar en el plano espiritual han recibido luz y elevación, por lo tanto aconsejan a las nuevas generaciones no andar por malos pasos. Así que es totalmente equívoco pedirles ayuda para cometer fechorías.
Estas reseñas son extractos de las diferentes personalidades del espiritismo y de comunicación e historia de Venezuela.
Saque usted sus Conclusiones.
La gran Luz de nuestra Reina nos Ilumine. Amen
Mucha Luz para nuestros hermanos de la Corte Kalé. Amén