Son los dioses y los mitos de los narcos, de los raterillos de barrio, de los sicarios, de los chaperos y de todos los que se juegan la vida cada día en las calles más inseguras del planeta. Los santos católicos son ejemplos muy distantes en la geografía y en el tiempo como para sentirse identificados o protegidos por ellos. Algunos de sus feligreses conocieron en vida a los santos malandros. Muchos cuentan historias de las fechorías conjuntas con el Malandro Ismael, y casi todas las historias son invenciones que se agrandan cada vez que se cuentan.
La razón de la fama de Ismael sobre los demás malandros radica en que no cometió delitos de sangre. Según se cuenta, Ismael nunca mató a nadie. Se limitaba a atracar bancos y robar todo lo que podía. Por eso es el que tiene mayor devoción dentro de la corte Malandra o corte Calé. Al menos eso creen sus seguidores, pero la realidad parece ser otra. San Ismael o el niño Ismael mató a unas diez personas antes de ser acribillado por la policía en la puerta del último banco atracado. Lo que sí parece coincidir entre leyenda y realidad es el carácter generoso de Ismael, que repartía parte del botín entre los suburbios de una Caracas pre-Chavista. Su figurita se distingue fácilmente porque tiene la boca abierta. La razón es que la liturgia de su culto comienza con la imposición de un cigarro o porro de marihuana en la abertura. Después se rocía con anís o se da un trago a la botella y se escupe el alcohol sobre la estatua. Y ya está. Ya se puede uno arrodillar ante la figura para pedirle que no muramos en mitad de una balasera, como él. Como tantos.
Al parecer el malandro Ismael ni siquiera se llamaba así. Su verdadero nombre era Juan Francisco Carrillo. La tumba que se venera tampoco es la original. Fue erigida en la entrada del cementerio por los santeros devotos para facilitar el culto, pero sus restos descansan en otro lugar.
Otros personajes de la corte malandra son Jhonny, uno de los más queridos. La leyenda cuenta que era un niño bien de la sociedad caraqueña. Sus padres tenían bastante dinero y le compraron un apartamento en una buena zona de la capital, Los Chaguaramos -cualquiera diría que es una buena zona con ese nombre-. Pero el muchacho se dio a la mala vida, tonteó con la droga y comenzó a visitar los barrios marginales de Caracas en busca de su dosis. Allí entabló amistad con los demás santos malandros y terminó como ellos; acribillado por unos camellos a los que no pagó. Hay más. También santas con cierto aire marimacho.
Todas las historias se parecen. Pero el culto para cada uno es diferente. Tienen una liturgia distinta. Por ejemplo, la chama Isabel es la líder de la corte malandra. En vida, además de ser violada a los 12 años, se casó con un negro de la ciudad de Barlovento, estado de Miranda. Este marido le fue infiel con una amiga y ella casi sale loca. Juró vengarse de todos los hombres y comenzó su carrera de delitos y androginia. Por ese motivo su figura no debe compartir altar con otro hombre negro como por ejemplo el malandro Antonio.
Este culto en realidad es muy reciente. Comenzó a raíz del “caracazo” de febrero de 1989, cuando el importante aumento de la gasolina desató una rebelión popular en contra de las duras medidas económicas tomadas por el entonces presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Fue entonces cuando Caracas empezó su escalada de violencia hasta llegar a nuestros días, convertida en la ciudad más peligrosa, según dicen.
Otro dato curioso de este rito, es que los poderes de los santos malandros dejan de tener efectividad fuera de Venezuela. Te vas a Colombia y allí serían simples chorizos. Claro que en Colombia, en Medellín, los chorizos, narcos y asesinos tienen a la Virgen de los Sicarios para rezarle. La cosa se equipara pues.
Y algo que me flipa ya es que los santos malandros pueden poseer a sus devotos en mitad del ritual santero. En esos casos para anormales, el poseso siente unas ganas imperiosas de pelear, irse de juerga, cantar y de fumar marihuana. Mira la cara tan dura que tienen los santeros. Se supone que la personalidad de los santos malandros se introduce en el espécimen poseído, y como todos eran unos vivalavirgen violentos… ala, fiesta que te crío. Desde luego que donde se ponga el catolicismo con sus cabezas girando 360 grados, sus levitaciones, sus insultos en lenguas muertas y sus vómitos verduzcos, que se quite la santería y sus posesiones de chichinabo, las cosas como son..
Mientras aquí, en España, creamos el subgénero del cine quinqui que retrataba endiosando a veces y edulcorando siempre la figura del delincuente juvenil de los 70, en Venezuela se han inventado unos santos y una religión que venera la violencia. A pesar de la distancia hay cosas comunes. La idealización de conductas delictivas, la admiración que ejercen sobre determinada gente las biografías difíciles y la muerte más truculenta que se pueda contar. Aquí tuvimos a muchos malandros corriendo por la M-30 delante de la policía.
Tenían 13 y 14 años. La mayor diferencia es que a la mayoría de los malandros castizos los mató la heroína y no un tiroteo. Sus retratos no subirán nunca a un altar santero, pero sus nombres y sus vidas se pudieron ver en los cines y en los estantes del videoclub, en las portadas de revistas y diarios, en la televisión. Es parecido. En el norte se adora a los famosos y en el sur a los santos. Sobre todo a los Malandros.
que opinan..??
comentarios...??
sean bienvenidos..!!!
La razón de la fama de Ismael sobre los demás malandros radica en que no cometió delitos de sangre. Según se cuenta, Ismael nunca mató a nadie. Se limitaba a atracar bancos y robar todo lo que podía. Por eso es el que tiene mayor devoción dentro de la corte Malandra o corte Calé. Al menos eso creen sus seguidores, pero la realidad parece ser otra. San Ismael o el niño Ismael mató a unas diez personas antes de ser acribillado por la policía en la puerta del último banco atracado. Lo que sí parece coincidir entre leyenda y realidad es el carácter generoso de Ismael, que repartía parte del botín entre los suburbios de una Caracas pre-Chavista. Su figurita se distingue fácilmente porque tiene la boca abierta. La razón es que la liturgia de su culto comienza con la imposición de un cigarro o porro de marihuana en la abertura. Después se rocía con anís o se da un trago a la botella y se escupe el alcohol sobre la estatua. Y ya está. Ya se puede uno arrodillar ante la figura para pedirle que no muramos en mitad de una balasera, como él. Como tantos.
Al parecer el malandro Ismael ni siquiera se llamaba así. Su verdadero nombre era Juan Francisco Carrillo. La tumba que se venera tampoco es la original. Fue erigida en la entrada del cementerio por los santeros devotos para facilitar el culto, pero sus restos descansan en otro lugar.
Otros personajes de la corte malandra son Jhonny, uno de los más queridos. La leyenda cuenta que era un niño bien de la sociedad caraqueña. Sus padres tenían bastante dinero y le compraron un apartamento en una buena zona de la capital, Los Chaguaramos -cualquiera diría que es una buena zona con ese nombre-. Pero el muchacho se dio a la mala vida, tonteó con la droga y comenzó a visitar los barrios marginales de Caracas en busca de su dosis. Allí entabló amistad con los demás santos malandros y terminó como ellos; acribillado por unos camellos a los que no pagó. Hay más. También santas con cierto aire marimacho.
Todas las historias se parecen. Pero el culto para cada uno es diferente. Tienen una liturgia distinta. Por ejemplo, la chama Isabel es la líder de la corte malandra. En vida, además de ser violada a los 12 años, se casó con un negro de la ciudad de Barlovento, estado de Miranda. Este marido le fue infiel con una amiga y ella casi sale loca. Juró vengarse de todos los hombres y comenzó su carrera de delitos y androginia. Por ese motivo su figura no debe compartir altar con otro hombre negro como por ejemplo el malandro Antonio.
Este culto en realidad es muy reciente. Comenzó a raíz del “caracazo” de febrero de 1989, cuando el importante aumento de la gasolina desató una rebelión popular en contra de las duras medidas económicas tomadas por el entonces presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Fue entonces cuando Caracas empezó su escalada de violencia hasta llegar a nuestros días, convertida en la ciudad más peligrosa, según dicen.
Otro dato curioso de este rito, es que los poderes de los santos malandros dejan de tener efectividad fuera de Venezuela. Te vas a Colombia y allí serían simples chorizos. Claro que en Colombia, en Medellín, los chorizos, narcos y asesinos tienen a la Virgen de los Sicarios para rezarle. La cosa se equipara pues.
Y algo que me flipa ya es que los santos malandros pueden poseer a sus devotos en mitad del ritual santero. En esos casos para anormales, el poseso siente unas ganas imperiosas de pelear, irse de juerga, cantar y de fumar marihuana. Mira la cara tan dura que tienen los santeros. Se supone que la personalidad de los santos malandros se introduce en el espécimen poseído, y como todos eran unos vivalavirgen violentos… ala, fiesta que te crío. Desde luego que donde se ponga el catolicismo con sus cabezas girando 360 grados, sus levitaciones, sus insultos en lenguas muertas y sus vómitos verduzcos, que se quite la santería y sus posesiones de chichinabo, las cosas como son..
Mientras aquí, en España, creamos el subgénero del cine quinqui que retrataba endiosando a veces y edulcorando siempre la figura del delincuente juvenil de los 70, en Venezuela se han inventado unos santos y una religión que venera la violencia. A pesar de la distancia hay cosas comunes. La idealización de conductas delictivas, la admiración que ejercen sobre determinada gente las biografías difíciles y la muerte más truculenta que se pueda contar. Aquí tuvimos a muchos malandros corriendo por la M-30 delante de la policía.
Tenían 13 y 14 años. La mayor diferencia es que a la mayoría de los malandros castizos los mató la heroína y no un tiroteo. Sus retratos no subirán nunca a un altar santero, pero sus nombres y sus vidas se pudieron ver en los cines y en los estantes del videoclub, en las portadas de revistas y diarios, en la televisión. Es parecido. En el norte se adora a los famosos y en el sur a los santos. Sobre todo a los Malandros.
que opinan..??
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