EJBM70 escribió: ChicoXavier escribió: Si, aunque no hay necesidad de fallecer para que eso ocurra. Durante la vida los seres humanos atacamos inconsciente o conscientemente a todos los desafectos mientras que beneficiamos y protegemos a nuestros afectos, eso en estado de vigilia así como mientras estamos durmiendo y el espíritu en plena libertad y consciencia ya no va de manera inconsciente a destruir a sus enemigos sino que hace alianza con seres tenebrosos para conscientemente hacerle la vida de cuadros a sus enemigos, de ahí que solamente un pensamiento o emoción que se tenga negativa ya es un crimen y ya nos convierte en violadores de las Leyes de Dios, el amor y la fraternidad. Se sabe que un ser humano vivo puede hacerle esto también a otros que no tienen cuerpo, que existen en el plano espiritual y que no ha conseguido perdonarle alguna falta o ha conseguido amarles.
Gracias Chico por la respuesta concisa. Respecto a lo otro creo o yo lo veo cómo brujería
, o cómo tu los denominas, obsesores encarnados.
Lo que me impresiona es lo último. Puede un ser humano atormentar, obsesar a un espíritu? Cómo, de que forma? Existe la posibilidad de que ese espíritu tome acciones? me imagino que si y creo que debe llevar ventaja sobre su atacante encarnado. Conoces casos?
Disculpen que intervenga desde, tal vez, algo un poco diferente... como verán la intención en realidad es aportar al caso concreto.
En cuanto a la perturbación de seres desencarnados, le puedo relatar la vida (o la muerte, mejor dicho) de
Andrés Petit, fundador de
Kimbiza Santo Cristo del Buen Viaje. Cuando Petit murió, nos cuenta la historia que se produjeron dos hechos concretos: agonizando, Petit, ordenó a sus ahijados que no dejasen que su rostro fuese visto. Además de esto, hoy día, ya no queda nadie vivo que sepa el paradero de los restos de Petit. Apenas media docena de ahijados directos lo supieron únicamente.
Tanto el hecho de que lo sacasen de la casa sin dejar ver el rostro, como el asunto de los restos, responde a razones muy premeditadas: para evitar represalias post-mortem que se diesen a causa de la guerra entre Kimbiza y Mayombe. No era por el hecho de que se fundamentase, o no, un Nkisi con él. Un Nkisi no puede ser fundamentado sin autorización del Nfumbe, es un bódrio que tarde o temprano ajusticiará al atrevido Tata: no hay Ngangulero sabio que haga algo así, y los enemigos de Petit eran grandes mayomberos de conocimientos profundos.
Las razones eran otras. De hecho "
en 1º División" (parafraseando a un buen amigo jajaja) es, lastimosamente, frecuente. La pelea no acaba cuando el enemigo es abatido, ni muchísimo menos.
En otro orden de cosas, para no cambiar el tema, me gustaría añadir algo a lo expuesto por el hermano
ChicoXavier:
A menudo todos los sistemas de religión y culto cometen el fallo de diagnosticar las cosas por su efecto, y no por su origen.
Existen muchos casos donde un espíritu obsesor es confundido con un espíritu protector. Por ejemplo, una entidad cuya obseso amor hacia el encarnado de como resultado un efecto protector a esferas de inimaginable efectividad. Por el contrario, la baja vibración del espíritu contamina el ambiente al encarnado a muchos niveles; a menudo dando espacio, permitiendo, y hasta facilitando el acceso a fenómenos mucho más espeluznantes.
Cuando esos fenómenos son retirados, al no tratar el origen, la actividad del real obsesor seguirá intacta y nuevamente volverá todo al principio: así una y otra vez.
Fíjese que el número de religiosos que se basan en "
Si me camina, está bien" es tan amplio, que uno se pregunta que si fuese así en todos y cada uno de los casos ¿por qué se perciben las mismas carencias espirituales en tantos de estos casos? No siempre, ni la mayoría de las veces, el efecto de algo tiene que vibrar en armonía coherente con el origen: mi opinión, por supuesto.
Que estén bien.
_________________
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
(José Martí, 1891, Cuba)