¡No culpe a su obsesor!
En la gran mayoría de las veces, es común que una persona se motive en buscar su espiritualidad porque experimenta un periodo de calamidades emocionales, crisis financieras y existenciales. Las puertas del mundo parecen cerradas para ella, y realmente es posible que lo estén incluso. Son momentos en que todo sale mal, pero muy mal incluso, al punto de que todos alrededor sienten pena. En ese instante no da realmente para ignorar que hay algo extraño ocurriendo. Más allá de eso, muchas veces el individuo enferma, siendo acometido por dolores fuertes y otras complicaciones físicas. Literalmente, el mundo se le cayó.
¿Qué está ocurriendo?
En la verdad, el mundo se le cayó porque fue construyendo a lo largo de la vida sin bases firmes, y ahora la persona está recogiendo lo que plantó.
En estos momentos, la persona recurre a todo de lo que ella haya oído hablar, procurando ayuda para renacer y salir de ese barro que su vida se tornó. En el desespero, inicia una caminada loca en búsqueda de aminorar el dolor y el sufrimiento, muchas veces sin medir las consecuencias. Es común la procura por milagros, milagreros, gurús. No estoy aquí descalificando la figura de tantas personas que existen en este mundo que están enseñando, ayudando, portándose como verdaderos maestros, que ayudan a las personas a entender en sus aprendizajes. En Brasil y en el mundo, existen millares de seres bien intencionados, preparados, dedicados y verdaderamente especiales, pues sin ellos la situación del Planeta sería todavía peor. Me refiero al hecho de que cuando la persona se sumerge en un desespero, ella crea la tendencia siempre de colocar la culpa en el otro. Entonces, naturalmente ella también va a pensar que la solución de sus problemas está con alguien externo y ese comportamiento es consistente con quien está fuera del eje.
En esta búsqueda por aminorar el dolor, es común que las personas busquen iglesias, templos, religiones y filosofías que atribuyen la causa de tanta desgracia, crisis y problema a la presencia de seres desencarnados llamados obsesores o encostes.
¡Es claro que la influencia producida por espíritus desencarnados y desequilibrados es nociva! Pero, quiero evidenciar que la culpa no es del encoste, del obsesor, del demonio o quien sabe quien. La persona, por su comportamiento, su patrón emocional y mental, su conducta de vida, moral, ética es que repele o atrae tales influencias.
Considero que la ayuda a las personas que sufren ese tipo de influencia sea necesaria y que las energías intrusas precisan ser removidas para que la persona viva feliz, incluso porque, muchas veces, sin ayuda externa ella no consigue liberarse sola. Solo que atribuir toda la culpa de un fracaso actual a un “mal” de un obsesor, jala vida, ¡eso es injusticia!
Si pregunta en primer lugar: ¿qué hice yo para atraer ese tipo de influencia? ¿Por qué yo establecí esa afinidad? ¿Dónde yo erré? ¿Qué es preciso cambiar para que eso no ocurra más? ¡Bingo! ¡Es de eso de lo que estoy hablando! La ayuda externa es importante sí, pero no va a ayudar nada si usted no cambia su manera antigua de pensar, y eso da trabajo, requiere empeño y dedicación. Cuantas personas se dicen obsidiadas, van a sus iglesias a hacer descargas, limpiezas, purificaciones, desobsesiones, sin embargo, después que vuelven para la casa, pelean con sus cónyuges, cultivan daños, odio, consumen alcohol, cigarros, etc., y no cambian nada en sus comportamientos y ¿de ahí qué será lo que ocurre después?
No demora nada y la influencia espiritual se forma otra vez. Todo eso ¿sabe por qué?
Porque la única diferencia que existe entre una persona y su obsesor es que uno está vivo y el otro no, solo eso. Están entonces sintonizados por el patrón de pensamientos, por los vicios compatibles, emociones densas, etc. Desobsesión simple, sin grandes dosis de consciencia dificulta la evolución de cualquier ser.
Cuando la persona se purifica y se eleva, la afinidad con esos seres se deshace. Con el patrón psíquico mejorando, pasamos a atraer seres espirituales con intenciones mucho más elevadas, configurándose en ese caso como una bendición y no una influencia negativa.
Por Bruno J. Gimenes.
¿Qué está ocurriendo?
En la verdad, el mundo se le cayó porque fue construyendo a lo largo de la vida sin bases firmes, y ahora la persona está recogiendo lo que plantó.
En estos momentos, la persona recurre a todo de lo que ella haya oído hablar, procurando ayuda para renacer y salir de ese barro que su vida se tornó. En el desespero, inicia una caminada loca en búsqueda de aminorar el dolor y el sufrimiento, muchas veces sin medir las consecuencias. Es común la procura por milagros, milagreros, gurús. No estoy aquí descalificando la figura de tantas personas que existen en este mundo que están enseñando, ayudando, portándose como verdaderos maestros, que ayudan a las personas a entender en sus aprendizajes. En Brasil y en el mundo, existen millares de seres bien intencionados, preparados, dedicados y verdaderamente especiales, pues sin ellos la situación del Planeta sería todavía peor. Me refiero al hecho de que cuando la persona se sumerge en un desespero, ella crea la tendencia siempre de colocar la culpa en el otro. Entonces, naturalmente ella también va a pensar que la solución de sus problemas está con alguien externo y ese comportamiento es consistente con quien está fuera del eje.
En esta búsqueda por aminorar el dolor, es común que las personas busquen iglesias, templos, religiones y filosofías que atribuyen la causa de tanta desgracia, crisis y problema a la presencia de seres desencarnados llamados obsesores o encostes.
¡Es claro que la influencia producida por espíritus desencarnados y desequilibrados es nociva! Pero, quiero evidenciar que la culpa no es del encoste, del obsesor, del demonio o quien sabe quien. La persona, por su comportamiento, su patrón emocional y mental, su conducta de vida, moral, ética es que repele o atrae tales influencias.
Considero que la ayuda a las personas que sufren ese tipo de influencia sea necesaria y que las energías intrusas precisan ser removidas para que la persona viva feliz, incluso porque, muchas veces, sin ayuda externa ella no consigue liberarse sola. Solo que atribuir toda la culpa de un fracaso actual a un “mal” de un obsesor, jala vida, ¡eso es injusticia!
Si pregunta en primer lugar: ¿qué hice yo para atraer ese tipo de influencia? ¿Por qué yo establecí esa afinidad? ¿Dónde yo erré? ¿Qué es preciso cambiar para que eso no ocurra más? ¡Bingo! ¡Es de eso de lo que estoy hablando! La ayuda externa es importante sí, pero no va a ayudar nada si usted no cambia su manera antigua de pensar, y eso da trabajo, requiere empeño y dedicación. Cuantas personas se dicen obsidiadas, van a sus iglesias a hacer descargas, limpiezas, purificaciones, desobsesiones, sin embargo, después que vuelven para la casa, pelean con sus cónyuges, cultivan daños, odio, consumen alcohol, cigarros, etc., y no cambian nada en sus comportamientos y ¿de ahí qué será lo que ocurre después?
No demora nada y la influencia espiritual se forma otra vez. Todo eso ¿sabe por qué?
Porque la única diferencia que existe entre una persona y su obsesor es que uno está vivo y el otro no, solo eso. Están entonces sintonizados por el patrón de pensamientos, por los vicios compatibles, emociones densas, etc. Desobsesión simple, sin grandes dosis de consciencia dificulta la evolución de cualquier ser.
Cuando la persona se purifica y se eleva, la afinidad con esos seres se deshace. Con el patrón psíquico mejorando, pasamos a atraer seres espirituales con intenciones mucho más elevadas, configurándose en ese caso como una bendición y no una influencia negativa.
Por Bruno J. Gimenes.
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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.