BARUTA:
A la muerte del cacique Guaicaipuro, su esposa Urquía, preside las exequias. A su lado, el Cacique Baruta, su hijo mayor. Los restos de Guaicaipuro, habían sido colocados en una vasija y durante ocho días, de acuerdo con la mejor tradición caribe, le habían cantado sus proezas en los rituales que dirigía el piache de la tribu Teques. Varios instrumentos, entre los cuales destacaban la flauta, tocaban música de difuntos. La vasija con los restos del cacique, estaba adornada de cañas bien labradas y el sepulcro interno había sido acondicionado para el largo viaje del guerrero, con sus armas, provisión de bebidas y comida para que le alcanzaran hasta llegar al paraje donde lo esperaban sus padres, parientes y amigos cercanos. La casa del Gran Guaicaipuro, había sido destruida por el fuego y por esta situación no habían podido hacerle debidamente el ensalme que acostumbraba el piache cuando desaparecía el principal, pero en las afueras de aquel lugar sagrado para los indios Teques, se habían realizados los cánticos y ritos necesarios para garantizar que los malos espíritus no acompañarías al glorioso cacique a su ruta final.
Urquía recibió entonces de manos del piache la corona del inmortal guerrero. El Cacique Baruta, bajo la cabeza con humildad para recibir de manos de su madre el penacho con cuatro plumas rojas, que habían cubierto la orgullosa testa del jefe de Los Teques y de los Caracas. Cuando el penacho calzó la frente de Baruta, Urquía la dijo en alta voz:
- Sean estas plumas rojas el símbolo de la sangre de tu padre y de su pueblo, derramada por el invasor que viene a arrebatarnos nuestra tierra. Defiéndelas con honor.
Así lo hizo Baruta. Tomó parte en casi todos los encuentros que se efectuaron desde entonces. A veces luchó en alianza con Tamanaco, y con Terepaima. Sin embargo, en un enfrentamiento contar los españoles es hecho prisionero y conducido ante Garci González de Silva, que para ese momento era el Regidor del Cabildo, quien lo llena de toda clase de atenciones y le explica el plan que tiene España para desarrollar la zona y darle mayor bienestar a sus pobladores. Le ofrece la libertad a cambio de que converse con su gente y se firme un tratado de paz.
Baruta, respondió que sí, para obtener su libertad y seguir la lucha, pero cuando contó su aventura a sus hombres de confianza éstos le dijeron que el ofrecimiento era honorable, que la mayor parte de los jefes ya habían convenido en firmar la paz y que ya era hora de recobrar las fuerzas.
Garci González, cumplió lo prometido. La capitulación fue honrosa, pero Baruta, ya no quiso usar más el penacho que la princesa Urquía, había colocado sobre su cabeza.
Baruta, fue un gran jefe de paz y sus hombres utilizaron ahora sus energías para reconstruir sus caneyes y atender a sus familias. Los españoles respetaron su autoridad y sus costumbres, aunque éstos fueron progresivamente incorporándose a la cultura ibérica. Al morir, el cacique fue enterrado con su rito. Más tarde, en 1620, el Gobernador Francisco de la Hoz Berríos, constituyó en su honor, en el sitio donde vivió el cacique, una Parroquia con el nombre de San Francisco de Paula de Baruta. El acta lleva fecha 19 de agosto de 1620. El valiente don Alonso Andrea de Ledesma, escribió en 1594…”en las tierras de mis indios del principal Baruta”…E incluso un poco antes, en Acta del Cabildo de Caracas de 1591, se menciona a Baruta. Finalmente, en el libro más antiguo de la parroquia, que data de 1655, se designa a ésta con el nombre e Nuestra Señora del Rosario de Baruta, que es el que aún tiene. Fue el reconocimiento de España, a uno de los valientes y cultos caciques con el que tuvieron el honor de luchar.
Autor: GÓMEZ, Carlos Alarico
Bibliografía: Los Caciques de Venezuela
Editorial: PANAPO.
A la muerte del cacique Guaicaipuro, su esposa Urquía, preside las exequias. A su lado, el Cacique Baruta, su hijo mayor. Los restos de Guaicaipuro, habían sido colocados en una vasija y durante ocho días, de acuerdo con la mejor tradición caribe, le habían cantado sus proezas en los rituales que dirigía el piache de la tribu Teques. Varios instrumentos, entre los cuales destacaban la flauta, tocaban música de difuntos. La vasija con los restos del cacique, estaba adornada de cañas bien labradas y el sepulcro interno había sido acondicionado para el largo viaje del guerrero, con sus armas, provisión de bebidas y comida para que le alcanzaran hasta llegar al paraje donde lo esperaban sus padres, parientes y amigos cercanos. La casa del Gran Guaicaipuro, había sido destruida por el fuego y por esta situación no habían podido hacerle debidamente el ensalme que acostumbraba el piache cuando desaparecía el principal, pero en las afueras de aquel lugar sagrado para los indios Teques, se habían realizados los cánticos y ritos necesarios para garantizar que los malos espíritus no acompañarías al glorioso cacique a su ruta final.
Urquía recibió entonces de manos del piache la corona del inmortal guerrero. El Cacique Baruta, bajo la cabeza con humildad para recibir de manos de su madre el penacho con cuatro plumas rojas, que habían cubierto la orgullosa testa del jefe de Los Teques y de los Caracas. Cuando el penacho calzó la frente de Baruta, Urquía la dijo en alta voz:
- Sean estas plumas rojas el símbolo de la sangre de tu padre y de su pueblo, derramada por el invasor que viene a arrebatarnos nuestra tierra. Defiéndelas con honor.
Así lo hizo Baruta. Tomó parte en casi todos los encuentros que se efectuaron desde entonces. A veces luchó en alianza con Tamanaco, y con Terepaima. Sin embargo, en un enfrentamiento contar los españoles es hecho prisionero y conducido ante Garci González de Silva, que para ese momento era el Regidor del Cabildo, quien lo llena de toda clase de atenciones y le explica el plan que tiene España para desarrollar la zona y darle mayor bienestar a sus pobladores. Le ofrece la libertad a cambio de que converse con su gente y se firme un tratado de paz.
Baruta, respondió que sí, para obtener su libertad y seguir la lucha, pero cuando contó su aventura a sus hombres de confianza éstos le dijeron que el ofrecimiento era honorable, que la mayor parte de los jefes ya habían convenido en firmar la paz y que ya era hora de recobrar las fuerzas.
Garci González, cumplió lo prometido. La capitulación fue honrosa, pero Baruta, ya no quiso usar más el penacho que la princesa Urquía, había colocado sobre su cabeza.
Baruta, fue un gran jefe de paz y sus hombres utilizaron ahora sus energías para reconstruir sus caneyes y atender a sus familias. Los españoles respetaron su autoridad y sus costumbres, aunque éstos fueron progresivamente incorporándose a la cultura ibérica. Al morir, el cacique fue enterrado con su rito. Más tarde, en 1620, el Gobernador Francisco de la Hoz Berríos, constituyó en su honor, en el sitio donde vivió el cacique, una Parroquia con el nombre de San Francisco de Paula de Baruta. El acta lleva fecha 19 de agosto de 1620. El valiente don Alonso Andrea de Ledesma, escribió en 1594…”en las tierras de mis indios del principal Baruta”…E incluso un poco antes, en Acta del Cabildo de Caracas de 1591, se menciona a Baruta. Finalmente, en el libro más antiguo de la parroquia, que data de 1655, se designa a ésta con el nombre e Nuestra Señora del Rosario de Baruta, que es el que aún tiene. Fue el reconocimiento de España, a uno de los valientes y cultos caciques con el que tuvieron el honor de luchar.
Autor: GÓMEZ, Carlos Alarico
Bibliografía: Los Caciques de Venezuela
Editorial: PANAPO.