Sierva de Dios Hna. María Chambón y la Devoción a las Llagas de Jesús (21 de marzo)
Vida y milagros de María Martha Chambon[1]
Nació el 6 de marzo 1841 en Croix-Rouge (Chambéry), y murió el 21 de marzo 1907 en Chambéry. Hija de pobres campesinos de condición humildísima, logró realizar su vida de unión con Cristo, a través de una experiencia de inmensa profundidad y trabajo espiritual. Pobre, de escasa inteligencia, de aspecto poco agradable, sin saber leer ni escribir, es escogida por Jesús para hacerla su confidente privilegiada y mostrarle los tesoros de su amor. Cuando era una niñita, la mandaban a pastorear la única cabra que sus padres poseían. Aquellos momentos eran una posibilidad de estar en la presencia de Dios. Siempre sola con el Señor.
Después de la Primera Comunión, el Niño Jesús en persona la acompañaba en los trabajos del campo y pasaba con ella las jornadas, tal como hacen los niños con sus compañeros de juegos. Su familia no podía permitirse nada, ni menos perder dos brazos robustos para el trabajo, por esto su entrada en el monasterio fue vista como una dura prueba, de parte de sus padres, pero el Señor los recompensó en otra forma.
Entró a la Visitación, porque en el Carmelo no la habían recibido a causa de su débil salud; supo realizarse cómo verdadera hija de los santos Fundadores. Fueron frecuentes sus íntimos coloquios con san Francisco de Sales, durante los cuales él la animaba a ser fiel a la Regla, por él redactada. Se caracterizó siempre por su humildad y por estar disponible a las necesidades de las religiosas y de las alumnas, prodigándose de mil maneras por el bien material y espiritual de su comunidad, aún a costo de sufrimientos e incomodidades. Precisamente, la humildad unida al amor fue un rasgo distintivo de la vida de sor María Martha. Permaneció siempre sin relevancia y oculta, sólo los superiores estaban al tanto cuánto sucedía en su alma, mientras toda la comunidad desconocía tantas gracias, y sólo después de su muerte los manuscritos sobre sus experiencias fueron revelados a sus compañeras.
De aquí en adelante, toda la comunidad se sintió más unida al recibir y transmitir el mensaje recibido y vivido verdaderamente por la humilde conversa, e hizo propia su misión, la de difundir la devoción a las santas Llagas.
Recibió de Dios la misión de difundir la devoción a las santas Llagas, como fuente de bendición y de beneficio espiritual por los méritos de la Pasión del Señor, a través de la entrega de sí misma al sacrificio y a los dolores de Cristo.
Sor María Martha se inserta a título pleno en la tradición de la Orden, que ha sido privilegiada de Dios por haber concedido a santa Margarita María Alacoque ser la depositaria de los tesoros de su Sagrado Corazón. Por esto, sor María Martha continúa difundiendo entre las almas los tesoros de la Pasión de Cristo, enriqueciendo la Iglesia con el don de las santas Llagas, a las cuales el Señor concedió muchos privilegios.
La corona de espinas será la Llaga más apreciada por ella y la que le dará los más grandes favores de Dios, injertándose así admirablemente en la estela del santo fundador, Quién “cada día se retiraba espiritualmente en una de las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, comenzando y terminando la semana en el Sagrado Costado, en el Corazón del Salvador”.
No debemos olvidar la extraordinaria experiencia mística tenida por esta sencilla conversa, que vive cerca de cuatro años y medio de sola Eucaristía: el Pan del Cielo fue para ella alimento no sólo del espíritu, sino también del cuerpo; cuando sus fuerzas la abandonaban, se confiaba en el poder de Dios; cuando la debilidad se apoderaba de su físico, ella invocaba el auxilio de Dios y cuando el demonio la asaltaba, ella se refugiaba en las santas Llagas del Señor.
Y el Señor mismo reveló a la hermana las grandes potencialidades de las santas Llagas, tanto para los pecadores cómo para la Iglesia y para las almas del Purgatorio. Ella se complacía contemplándolas y honrándolas en la siguiente forma: Primero, la llaga de los pies, después el Costado, enseguida la mano izquierda, la mano derecha y por último, la cabeza coronada de espinas. Ninguna parte del Sagrado Cuerpo de Cristo debía contemplarse sino en la directa coparticipación y compasión, hasta la identificación por amor.
Un día, Jesús le reveló: “Yo concederé todo cuánto se me pida por la invocación de mis santas Llagas. Hay que difundir la devoción”, y ella fiel a la solicitud del Señor por toda la vida tendrá en sus labios la invocación enseñada por Él mismo: “Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos de las Santas Llagas”. Obsérvese bien este nexo: las Llagas vividas en la propia persona son el don y el perdón, las arras de la misericordia, que es el pacto de salvación.
Mensaje de santidad de la Sierva de Dios Hermana María Martha Chambón
Para apreciar el mensaje de santidad de la Hermana María Chambón, ligado indisolublemente a las llagas de Jesús, podemos meditar en la Transfiguración, que tiene estrecha relación con la Pasión. Jesús hace este milagro, la transfiguración, para que los discípulos, cuando lo vean todo desfigurado por los golpes, y cubierto de sangre, con el aspecto de un gusano, del cual todos dan vuelta el rostro, recuerden que en el Monte Tabor resplandeció la luz de su divinidad. Jesús resplandece en el Monte Tabor, con el fulgor esplendoroso de su divinidad, para que en el Via Crucis, y en el Calvario, cuando lo vean cubierto de sangre, de heridas, de golpes, de hematomas, de magullones, de salivazos, coronado de espinas, flagelado, todo su cuerpo lleno de polvo y de tierra, extenuado, cansado al extremo, abandonado de todos, menos de su Madre, recuerden que Él es Dios, que a pesar de este su aspecto tan miserable, es Dios Hijo en Persona, que ha quedado reducido así, a este estado tan lamentable, porque se ha puesto en lugar de los hombres, porque se ha interpuesto entre la Justicia divina y cada uno de los hombres, y ha recibido el castigo que merecíamos todos y cada uno de los seres humanos.
Jesús se transfigura al subir al Monte Tabor, dejando resplandecer la luz de su gloria divina, para que cuando suba al otro monte, el Monte Calvario, cubierto no ya de luz, sino de sangre y de heridas abiertas, los discípulos no desfallezcan y recuerden que ese Hombre, que aparece, tal como lo describe el profeta Isaías en sus visiones del Siervo Sufriente de Yahvéh, “varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable” (53,2-3), es Dios Hijo, que ha asumido los pecados de todos los hombres, para redimirlos, y es por eso que dice el mismo profeta Isaías: “Por sus llagas hemos sido curados” (Is 23, 5; Pe 2, 24).
Puede decirse que las Llagas del Señor eran su única defensa, la riqueza de su vida, su salvación permanente. Es este el camino del amor: anhelar totalmente el Amado, quererlo, conocerlo, experimentarlo completamente, no aceptar ningún otro fuera de Él, vivir siempre y únicamente en espera del encuentro, sufrir terriblemente por cada retardo. Desesperar de su posible ausencia o distanciamiento. Ni siquiera el enemigo podía abrirse caminos en aquella alma bendita y perfectamente rendida a su único Señor.
Toda la experiencia espiritual de la hermana María Martha se centra en torno a la Pasión del Señor, que la impulsa a colocarlo a Él en primer plano y la redención como base de toda la existencia. El Señor la conduce poco a poco hacia Él, como un excelente pedagogo, le enseña cómo amarlo y cómo vivir para Él y de Él, y ella se deja conducir de “su” Jesús, permanece tantas veces por horas, simplemente en silencio delante del tabernáculo, sólo por amarlo.
Ninguna soledad la preocupa, sólo la de estar a solas con Dios, la cual no es soledad propiamente dicha.
A quién le preguntaba qué hacía en las horas que pasaba inmóvil delante del Santísimo Sacramento, ella respondía que miraba a Jesús y así se intercambiaban el amor, un amor verdadero y profundo y no una simple exaltación o un hecho emotivo, sentimental.
El Señor enseñó a la hermana a valorizar todas las pequeñas cosas cotidianas, los sencillos trabajos domésticos, como atender el refectorio del pensionado o recoger las frambuesas del huerto, todo se convertía en un momento de glorificación a Dios, sea por su presencia, sea por la alabanza que ofrecía a su Señor. El trabajo, la oración, la meditación, los quehaceres diarios: todo puede ser camino hacia lo eterno.
Rosario de las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo[2]
Nuestro Señor mismo enseñó estas dos invocaciones a la Hermana María Marta Chambon. Nuestro Señor se dignó hacerle, en favor de las almas que rezaren dichas invocaciones, promesas consoladoras y regaladísimas. Escuchemos al Divino Maestro:
“Concederé todo cuanto se me pida con la invocación de mis Santas Llagas”.
“Es necesario propagar esta devoción”.
“Debéis repetir con frecuencia cerca de los enfermos esta aspiración: Jesús mío, perdón y misericordia por los méritos de Vuestras Santas Llagas. Esta oración aliviará a su alma y a su cuerpo”.
“Muchas personas experimentarán la eficacia de esta aspiración”.
“El pecador que dijese la oración siguiente ‘Padre eterno, yo os ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo para curar las de nuestras almas’, obtendrá su conversión”.
“No habrá muerte para el alma que expire en mis Llagas. Ellas dan la verdadera vida”.
“Un alma que durante su vida ha honrado y aplicado las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, ofreciéndolas al Padre Eterno por las almas del Purgatorio, será acompañada en el momento de su muerte por la Santísima Virgen María y los Ángeles, y Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz, resplandeciente de gloria, la recibirá y la coronará”.
“Mis Llagas repararán las vuestras”.
“Mis Llagas cubrirán todas vuestras faltas”.
“Los que las honraren tendrán un verdadero conocimiento de Jesucristo”.
Modo de rezarlo (se usa el Rosario de la Santísima Virgen): 1) Hacemos la señal de la cruz. 2) Rezamos el Acto de Contrición. (Pedimos perdón por nuestros pecados y por los de todo el mundo). 3) Sobre la cruz y en las tres primeras cuentas decimos:
I. Oh Jesús, divino Redentor, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. R Amén. II. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. R Amén. III. Perdón y misericordia, Jesús mío, en los peligros presentes cúbrenos con tu preciosísima Sangre. R Amén. IV. Padre Eterno, ten misericordia por la Sangre de tu querido hijo, ten misericordia de nosotros, te lo suplicamos. R Amén. 4) Enunciamos la llaga que corresponda: (Después de cada llaga rezamos una vez): Padre Eterno, yo te ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo. R Para curar las de nuestras almas. (Diez veces): Jesús mío, perdón y misericordia. R Por los méritos de tus Santas Llagas.
Llagas de los pies: Señor mío crucificado, adoro las sagradas llagas de tus pies. Por el dolor que en ellas sufriste y por la sangre que derramaste, concédeme la gracia de evitar el pecado y de seguir constantemente, hasta el fin de mi vida, el camino de las virtudes cristianas.
Llaga del sagrado costado: Señor mío crucificado, adoro la llaga de tu sagrado costado. Por la sangre que en ella derramaste, te ruego encienda en mi corazón el fuego de tu divino amor y me concedas la gracia de amarte por toda la eternidad.
Llaga de la mano izquierda: Señor mío crucificado, adoro la llaga sagrada de la mano izquierda. Por el dolor que sufriste y la sangre que derramaste, te ruego que no me encuentre a tu izquierda con los condenados en el día del juicio final.
Llaga de la mano derecha: Señor mío crucificado, adoro la llaga sagrada de la mano derecha. Por el dolor que en ella sufriste y la sangre que derramaste, te ruego que me bendigas y me conduzcas a la vida eterna.
Llagas de la cabeza: Señor mío crucificado, adoro las llagas de tu santa cabeza. Por el dolor que en ella sufriste y la sangre que derramaste, te ruego que me concedas constancia en servirte a ti y a los demás.
Otras intenciones para cada llaga
- Por los que viven en pecado y lejos de Dios para que se conviertan y se salven.
- Por los buenos, que viven en la gracia y amistad de Dios, para que perseveren.
- Por los que viven en peligro y tentaciones, para que no caigan.
- Por nuestros hermanos difuntos, para que el Señor les conceda el premio y la gloria eterna.
- Por la unión de todos los cristianos en la fe y en el amor.
Al terminar el Rosario se dice tres veces:
-Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo. R Para curar las de nuestras almas.
Vida y milagros de María Martha Chambon[1]
Nació el 6 de marzo 1841 en Croix-Rouge (Chambéry), y murió el 21 de marzo 1907 en Chambéry. Hija de pobres campesinos de condición humildísima, logró realizar su vida de unión con Cristo, a través de una experiencia de inmensa profundidad y trabajo espiritual. Pobre, de escasa inteligencia, de aspecto poco agradable, sin saber leer ni escribir, es escogida por Jesús para hacerla su confidente privilegiada y mostrarle los tesoros de su amor. Cuando era una niñita, la mandaban a pastorear la única cabra que sus padres poseían. Aquellos momentos eran una posibilidad de estar en la presencia de Dios. Siempre sola con el Señor.
Después de la Primera Comunión, el Niño Jesús en persona la acompañaba en los trabajos del campo y pasaba con ella las jornadas, tal como hacen los niños con sus compañeros de juegos. Su familia no podía permitirse nada, ni menos perder dos brazos robustos para el trabajo, por esto su entrada en el monasterio fue vista como una dura prueba, de parte de sus padres, pero el Señor los recompensó en otra forma.
Entró a la Visitación, porque en el Carmelo no la habían recibido a causa de su débil salud; supo realizarse cómo verdadera hija de los santos Fundadores. Fueron frecuentes sus íntimos coloquios con san Francisco de Sales, durante los cuales él la animaba a ser fiel a la Regla, por él redactada. Se caracterizó siempre por su humildad y por estar disponible a las necesidades de las religiosas y de las alumnas, prodigándose de mil maneras por el bien material y espiritual de su comunidad, aún a costo de sufrimientos e incomodidades. Precisamente, la humildad unida al amor fue un rasgo distintivo de la vida de sor María Martha. Permaneció siempre sin relevancia y oculta, sólo los superiores estaban al tanto cuánto sucedía en su alma, mientras toda la comunidad desconocía tantas gracias, y sólo después de su muerte los manuscritos sobre sus experiencias fueron revelados a sus compañeras.
De aquí en adelante, toda la comunidad se sintió más unida al recibir y transmitir el mensaje recibido y vivido verdaderamente por la humilde conversa, e hizo propia su misión, la de difundir la devoción a las santas Llagas.
Recibió de Dios la misión de difundir la devoción a las santas Llagas, como fuente de bendición y de beneficio espiritual por los méritos de la Pasión del Señor, a través de la entrega de sí misma al sacrificio y a los dolores de Cristo.
Sor María Martha se inserta a título pleno en la tradición de la Orden, que ha sido privilegiada de Dios por haber concedido a santa Margarita María Alacoque ser la depositaria de los tesoros de su Sagrado Corazón. Por esto, sor María Martha continúa difundiendo entre las almas los tesoros de la Pasión de Cristo, enriqueciendo la Iglesia con el don de las santas Llagas, a las cuales el Señor concedió muchos privilegios.
La corona de espinas será la Llaga más apreciada por ella y la que le dará los más grandes favores de Dios, injertándose así admirablemente en la estela del santo fundador, Quién “cada día se retiraba espiritualmente en una de las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, comenzando y terminando la semana en el Sagrado Costado, en el Corazón del Salvador”.
No debemos olvidar la extraordinaria experiencia mística tenida por esta sencilla conversa, que vive cerca de cuatro años y medio de sola Eucaristía: el Pan del Cielo fue para ella alimento no sólo del espíritu, sino también del cuerpo; cuando sus fuerzas la abandonaban, se confiaba en el poder de Dios; cuando la debilidad se apoderaba de su físico, ella invocaba el auxilio de Dios y cuando el demonio la asaltaba, ella se refugiaba en las santas Llagas del Señor.
Y el Señor mismo reveló a la hermana las grandes potencialidades de las santas Llagas, tanto para los pecadores cómo para la Iglesia y para las almas del Purgatorio. Ella se complacía contemplándolas y honrándolas en la siguiente forma: Primero, la llaga de los pies, después el Costado, enseguida la mano izquierda, la mano derecha y por último, la cabeza coronada de espinas. Ninguna parte del Sagrado Cuerpo de Cristo debía contemplarse sino en la directa coparticipación y compasión, hasta la identificación por amor.
Un día, Jesús le reveló: “Yo concederé todo cuánto se me pida por la invocación de mis santas Llagas. Hay que difundir la devoción”, y ella fiel a la solicitud del Señor por toda la vida tendrá en sus labios la invocación enseñada por Él mismo: “Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos de las Santas Llagas”. Obsérvese bien este nexo: las Llagas vividas en la propia persona son el don y el perdón, las arras de la misericordia, que es el pacto de salvación.
Mensaje de santidad de la Sierva de Dios Hermana María Martha Chambón
Para apreciar el mensaje de santidad de la Hermana María Chambón, ligado indisolublemente a las llagas de Jesús, podemos meditar en la Transfiguración, que tiene estrecha relación con la Pasión. Jesús hace este milagro, la transfiguración, para que los discípulos, cuando lo vean todo desfigurado por los golpes, y cubierto de sangre, con el aspecto de un gusano, del cual todos dan vuelta el rostro, recuerden que en el Monte Tabor resplandeció la luz de su divinidad. Jesús resplandece en el Monte Tabor, con el fulgor esplendoroso de su divinidad, para que en el Via Crucis, y en el Calvario, cuando lo vean cubierto de sangre, de heridas, de golpes, de hematomas, de magullones, de salivazos, coronado de espinas, flagelado, todo su cuerpo lleno de polvo y de tierra, extenuado, cansado al extremo, abandonado de todos, menos de su Madre, recuerden que Él es Dios, que a pesar de este su aspecto tan miserable, es Dios Hijo en Persona, que ha quedado reducido así, a este estado tan lamentable, porque se ha puesto en lugar de los hombres, porque se ha interpuesto entre la Justicia divina y cada uno de los hombres, y ha recibido el castigo que merecíamos todos y cada uno de los seres humanos.
Jesús se transfigura al subir al Monte Tabor, dejando resplandecer la luz de su gloria divina, para que cuando suba al otro monte, el Monte Calvario, cubierto no ya de luz, sino de sangre y de heridas abiertas, los discípulos no desfallezcan y recuerden que ese Hombre, que aparece, tal como lo describe el profeta Isaías en sus visiones del Siervo Sufriente de Yahvéh, “varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable” (53,2-3), es Dios Hijo, que ha asumido los pecados de todos los hombres, para redimirlos, y es por eso que dice el mismo profeta Isaías: “Por sus llagas hemos sido curados” (Is 23, 5; Pe 2, 24).
Puede decirse que las Llagas del Señor eran su única defensa, la riqueza de su vida, su salvación permanente. Es este el camino del amor: anhelar totalmente el Amado, quererlo, conocerlo, experimentarlo completamente, no aceptar ningún otro fuera de Él, vivir siempre y únicamente en espera del encuentro, sufrir terriblemente por cada retardo. Desesperar de su posible ausencia o distanciamiento. Ni siquiera el enemigo podía abrirse caminos en aquella alma bendita y perfectamente rendida a su único Señor.
Toda la experiencia espiritual de la hermana María Martha se centra en torno a la Pasión del Señor, que la impulsa a colocarlo a Él en primer plano y la redención como base de toda la existencia. El Señor la conduce poco a poco hacia Él, como un excelente pedagogo, le enseña cómo amarlo y cómo vivir para Él y de Él, y ella se deja conducir de “su” Jesús, permanece tantas veces por horas, simplemente en silencio delante del tabernáculo, sólo por amarlo.
Ninguna soledad la preocupa, sólo la de estar a solas con Dios, la cual no es soledad propiamente dicha.
A quién le preguntaba qué hacía en las horas que pasaba inmóvil delante del Santísimo Sacramento, ella respondía que miraba a Jesús y así se intercambiaban el amor, un amor verdadero y profundo y no una simple exaltación o un hecho emotivo, sentimental.
El Señor enseñó a la hermana a valorizar todas las pequeñas cosas cotidianas, los sencillos trabajos domésticos, como atender el refectorio del pensionado o recoger las frambuesas del huerto, todo se convertía en un momento de glorificación a Dios, sea por su presencia, sea por la alabanza que ofrecía a su Señor. El trabajo, la oración, la meditación, los quehaceres diarios: todo puede ser camino hacia lo eterno.
Rosario de las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo[2]
Nuestro Señor mismo enseñó estas dos invocaciones a la Hermana María Marta Chambon. Nuestro Señor se dignó hacerle, en favor de las almas que rezaren dichas invocaciones, promesas consoladoras y regaladísimas. Escuchemos al Divino Maestro:
“Concederé todo cuanto se me pida con la invocación de mis Santas Llagas”.
“Es necesario propagar esta devoción”.
“Debéis repetir con frecuencia cerca de los enfermos esta aspiración: Jesús mío, perdón y misericordia por los méritos de Vuestras Santas Llagas. Esta oración aliviará a su alma y a su cuerpo”.
“Muchas personas experimentarán la eficacia de esta aspiración”.
“El pecador que dijese la oración siguiente ‘Padre eterno, yo os ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo para curar las de nuestras almas’, obtendrá su conversión”.
“No habrá muerte para el alma que expire en mis Llagas. Ellas dan la verdadera vida”.
“Un alma que durante su vida ha honrado y aplicado las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, ofreciéndolas al Padre Eterno por las almas del Purgatorio, será acompañada en el momento de su muerte por la Santísima Virgen María y los Ángeles, y Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz, resplandeciente de gloria, la recibirá y la coronará”.
“Mis Llagas repararán las vuestras”.
“Mis Llagas cubrirán todas vuestras faltas”.
“Los que las honraren tendrán un verdadero conocimiento de Jesucristo”.
Modo de rezarlo (se usa el Rosario de la Santísima Virgen): 1) Hacemos la señal de la cruz. 2) Rezamos el Acto de Contrición. (Pedimos perdón por nuestros pecados y por los de todo el mundo). 3) Sobre la cruz y en las tres primeras cuentas decimos:
I. Oh Jesús, divino Redentor, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. R Amén. II. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. R Amén. III. Perdón y misericordia, Jesús mío, en los peligros presentes cúbrenos con tu preciosísima Sangre. R Amén. IV. Padre Eterno, ten misericordia por la Sangre de tu querido hijo, ten misericordia de nosotros, te lo suplicamos. R Amén. 4) Enunciamos la llaga que corresponda: (Después de cada llaga rezamos una vez): Padre Eterno, yo te ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo. R Para curar las de nuestras almas. (Diez veces): Jesús mío, perdón y misericordia. R Por los méritos de tus Santas Llagas.
Llagas de los pies: Señor mío crucificado, adoro las sagradas llagas de tus pies. Por el dolor que en ellas sufriste y por la sangre que derramaste, concédeme la gracia de evitar el pecado y de seguir constantemente, hasta el fin de mi vida, el camino de las virtudes cristianas.
Llaga del sagrado costado: Señor mío crucificado, adoro la llaga de tu sagrado costado. Por la sangre que en ella derramaste, te ruego encienda en mi corazón el fuego de tu divino amor y me concedas la gracia de amarte por toda la eternidad.
Llaga de la mano izquierda: Señor mío crucificado, adoro la llaga sagrada de la mano izquierda. Por el dolor que sufriste y la sangre que derramaste, te ruego que no me encuentre a tu izquierda con los condenados en el día del juicio final.
Llaga de la mano derecha: Señor mío crucificado, adoro la llaga sagrada de la mano derecha. Por el dolor que en ella sufriste y la sangre que derramaste, te ruego que me bendigas y me conduzcas a la vida eterna.
Llagas de la cabeza: Señor mío crucificado, adoro las llagas de tu santa cabeza. Por el dolor que en ella sufriste y la sangre que derramaste, te ruego que me concedas constancia en servirte a ti y a los demás.
Otras intenciones para cada llaga
- Por los que viven en pecado y lejos de Dios para que se conviertan y se salven.
- Por los buenos, que viven en la gracia y amistad de Dios, para que perseveren.
- Por los que viven en peligro y tentaciones, para que no caigan.
- Por nuestros hermanos difuntos, para que el Señor les conceda el premio y la gloria eterna.
- Por la unión de todos los cristianos en la fe y en el amor.
Al terminar el Rosario se dice tres veces:
-Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo. R Para curar las de nuestras almas.