Por José González Muñoz
1.La sangre es el más poderoso agente magnético del organismo.
2.Su estructura sutil, compuesta en su mayor parte por átomos ultérrimos la hacen un puente entre las fuerzas orgánicas y las fuerzas astrales. De allí su enorme importancia en los actos mágicos de todos los tiempos.
3.Desde los más remotos tiempos todo acto en búsqueda de lo sobrenatural va acompañado por el sacrificio de la sangre.
4.La búsqueda de Dios, por parte del hombre, es siempre una exaltación de la naturaleza humana por el puente de la sangre hacia lo más sutil.
5.Las ofrendas finas y tiernas de flores y frutos son sólo una introducción a la ofrenda verdadera, a la inmolación sangrienta.
6.Miles de víctimas animales son sacrificadas sobre los altares de todos los tiempos y de todas las religiones, y esta ofrenda se hace cada vez más exigente y poderosa.
7.Para poder hacer permanente y efectiva la presencia del Dios invocado en la imagen esculpida, es necesario el sacrificio humano.
8.La sangre del hombre, cargada no sólo con las fuerzas magnéticas y etéreas sino también con las fuerzas pensantes, tiene una acción de permanencia más duradera.
9.Los sacrificios aztecas, sobre todo, lo testifican.
10.Pero el hombre, insaciable en su deseo de posesión de Dios, llega hasta el sacrificio del Dios mismo que adora para lograr hacerse Dios él mismo, para sentirse unido a Dios, no sólo como un lazo ideal, sino también con un lazo de vida.
11.Al principio es el tótem sacrificado, después es el hombre elegido, el hombre puro, el mejor entre todos y al final, el hombre que encarna sobre la tierra a la divinidad.
12.No ha escapado a la observación de los magos antiguos esta importancia primordial de la sangre para el logro de las fuerzas sobrenaturales. Por eso hubo una infinidad de escuelas y sectas que buscaron toda su ciencia en los elementos astrales captados por la sangre, hasta llegar a las más obscenas y bajas manifestaciones de este poder.
13.De todos modos, la sangre es un depósito sagrado que el hombre ha de conservar con religiosidad y respeto, y de la cual sólo las fuerzas superiores disponen.
1.La sangre es el más poderoso agente magnético del organismo.
2.Su estructura sutil, compuesta en su mayor parte por átomos ultérrimos la hacen un puente entre las fuerzas orgánicas y las fuerzas astrales. De allí su enorme importancia en los actos mágicos de todos los tiempos.
3.Desde los más remotos tiempos todo acto en búsqueda de lo sobrenatural va acompañado por el sacrificio de la sangre.
4.La búsqueda de Dios, por parte del hombre, es siempre una exaltación de la naturaleza humana por el puente de la sangre hacia lo más sutil.
5.Las ofrendas finas y tiernas de flores y frutos son sólo una introducción a la ofrenda verdadera, a la inmolación sangrienta.
6.Miles de víctimas animales son sacrificadas sobre los altares de todos los tiempos y de todas las religiones, y esta ofrenda se hace cada vez más exigente y poderosa.
7.Para poder hacer permanente y efectiva la presencia del Dios invocado en la imagen esculpida, es necesario el sacrificio humano.
8.La sangre del hombre, cargada no sólo con las fuerzas magnéticas y etéreas sino también con las fuerzas pensantes, tiene una acción de permanencia más duradera.
9.Los sacrificios aztecas, sobre todo, lo testifican.
10.Pero el hombre, insaciable en su deseo de posesión de Dios, llega hasta el sacrificio del Dios mismo que adora para lograr hacerse Dios él mismo, para sentirse unido a Dios, no sólo como un lazo ideal, sino también con un lazo de vida.
11.Al principio es el tótem sacrificado, después es el hombre elegido, el hombre puro, el mejor entre todos y al final, el hombre que encarna sobre la tierra a la divinidad.
12.No ha escapado a la observación de los magos antiguos esta importancia primordial de la sangre para el logro de las fuerzas sobrenaturales. Por eso hubo una infinidad de escuelas y sectas que buscaron toda su ciencia en los elementos astrales captados por la sangre, hasta llegar a las más obscenas y bajas manifestaciones de este poder.
13.De todos modos, la sangre es un depósito sagrado que el hombre ha de conservar con religiosidad y respeto, y de la cual sólo las fuerzas superiores disponen.