Por: revista esfinge.

Esoterismo es una denominación utilizada para referirse a una muy antigua y reconocida forma de conocimiento que penetra en las más ocultas y misteriosas leyes de la Naturaleza, pero el tiempo y las circunstancias han ejercido su influencia sobre el esoterismo y han hecho que no siempre respondiera a la seriedad de sus verdaderas raíces tradicionales.

Todas las civilizaciones lo practicaron de una u otra forma y en todos los pueblos hubo hombres selectos por su sabiduría, capaces de discernir con claridad allí donde los demás sólo veían tinieblas.

Probablemente el nombre de esoterismo haya conducido y siga conduciendo a malas interpretaciones, al suponer que esos conocimientos especiales eran escondidos con fines inconfesables, o bien acaparados por unos pocos para valerse de ellos en perjuicio de los débiles e ignorantes.

Si utilizáramos este criterio, nada ni nadie quedaría a salvo, pues hasta el día de hoy y en los más variados ámbitos, hay quienes se reservan las informaciones de mayor importancia, bien sea por egoísmo o bien para imponerse ante los demás con la fuerza de sus datos exclusivos.

En relación a la vieja Sabiduría Tradicional –o esoterismo en términos más vulgares– lo oculto provenía del hecho de que hacía falta una esmerada y exhaustiva preparación personal para llegar a dominar unos conocimientos que de otra manera hubieran sido inabordables. El estudio, la práctica de esos estudios y un riguroso control de la personalidad, no permitían que ese saber fuera generalizado ni del dominio público. Eran, ayer como hoy, más bien pocos los que accedían a semejante estado mental, moral y espiritual. Por otra parte, los pocos que llegaban a poseer el conocimiento y manejo de las leyes de la Naturaleza, se cuidaban mucho de no vulgarizar ese saber, pues preveían que dichos poderes, en manos inadecuadas, serían más bien un arma dañina que un beneficio para la humanidad.

El auténtico esoterismo fue siempre un elemento de resguardo y defensa. Estuvo en manos de unos pocos, pero estaba al alcance de todos los que buenamente se decidieran a esforzarse.
LOS MEDIOS DE ACCIÓN DEL ESOTERISMO

Por lo general se opina que lo esotérico es clara y abiertamente contrario a lo racional y científico. Por el mismo hecho de su escasa difusión, lo esotérico se mantiene en las brumas de unas formas de pensamiento en las que la lógica parece no poder penetrar en absoluto.

En lo que va de los dos últimos siglos, los estudios filosóficos y antropológicos han relegado lo esotérico al pensamiento prelógico y han reservado todo el poder de la lógica científica para el hombre moderno. Lo evolucionado y actualizado es el fruto del virtuosismo en cuanto al manejo mental. Las nuevas fórmulas exigen la comprobación sistemática de cada uno de los experimentos en cualquiera de los terrenos, y sobrevaloran la propia experiencia por encima de cualquier esquema de transmisión. Estos supuestos son los que separan a la ciencia del esoterismo, pero la separación no es tan grande como se presenta.

El esoterismo también se vale del trabajo mental, pero no lo considera exclusivo para acceder al conocimiento verdadero. El raciocinio es una herramienta más, pero no la única. Además se utiliza, cuando se aprende a disponer de ella, la intuición, que es una forma más rápida y penetrante de pensamiento.

También el esoterismo emplea las comprobaciones. Es imposible afirmar conocimiento alguno si no se ha constatado que dicho conocimiento puede manejarse fluida y correctamente en todas las oportunidades. El esfuerzo, la investigación, la repetición y el ejercicio no sólo no faltan sino que abundan en el real esoterismo. El laboratorio es, la mayoría de las veces, el hombre mismo o el universo entero.

En cambio es notable la diferencia en el valor de la transmisión de los conocimientos. El esoterismo se fundamenta en la cadena conformada por maestros y discípulos, y la experiencia del uno pasa a formar parte de la experiencia del otro, una vez que el discípulo se ha desarrollado lo bastante como para asimilarla. No hace falta vivir todas y cada una de las cosas; como decía Platón, no hace falta convertirse en ladrón para entender que el robo es un delito. Asumir las vivencias del maestro como vivencias propias –puesto que han sido probadas y comprobadas– hace rendir mucho más el tiempo, hace más larga y provechosa la vida.
UNA TRADICIÓN QUE PERSISTE

El auge del pensamiento llamado científico no ha significado la desaparición del esoterismo ni la desestimación de la intuición. La Historia es curiosa en los vericuetos que describe y, aunque en oportunidades el esoterismo ha tenido amplia repercusión entre los pueblos, en otras tuvo que mantenerse oculto debido a la falta de comprensión y a las persecuciones fanáticas que nunca han faltado.

El tiempo y las circunstancias han ejercido su influencia sobre el esoterismo y han hecho que no siempre respondiera a la seriedad de sus verdaderas raíces tradicionales. Cuando decaen los criterios espirituales de concepción de la vida, cuando las dificultades por la supervivencia hacen que los hombres valoren en exceso la existencia cómoda y se desinteresen de las cuestiones profundas, sobreviene un esoterismo fácil y vulgar, un cruel remedo de lo que es la Ciencia Sagrada. Entonces aparecen formas de hechicería, supersticiones, temores a lo desconocido y conjuros para alejar esos temores. La superstición se opone a la tradición y los conjuros y amuletos suplantan a la sabiduría.
EL SIGLO XX

Ha sido un siglo muy curioso. Se abrió paso en medio de revoluciones de toda índole, agitando banderas liberales, pero sin poder desprenderse del horror de las guerras y la muerte, de los genocidios, de los enfrentamientos absurdos y de posiciones obtusas y rígidas, totalmente opuestas a las teorías que se predicaban.

Las evidentes desigualdades sociales y las más evidentes injusticias que provocaban esas desigualdades volcaron el acento de la atención en los esquemas materiales de vida, en la consecución del bienestar a toda costa, en la denigración del trabajo y en la exaltación de la comodidad que la técnica y la ciencia nos iban a proporcionar a medida que se desarrollaran más y más.

Así fue cómo la máquina se volvió más importante que el hombre, y el hombre ya no fue esclavo de otros hombres sino de las máquinas que presuntamente le debían ayudar a vivir mejor.

Pero junto al culto a la materia se desarrollaron solapadamente otros cultos aparentemente lógicos. Desde la mitad del siglo se volvió al amor por los vaticinios. Muchos, lo confesasen o no, leían horóscopos y predicciones, recurrían a hierbas mágicas y a brujos especializados, a curanderos conocidos o desconocidos y a videntes que nos despejarían el oscuro horizonte de un porvenir espeso y no muy concreto.

Figuras santificadas e imágenes de la Virgen se aparecían por doquier, indicando a los hombres que no iban por el camino acertado. Sacerdotes de todas las religiones predicaban sobre el fin del mundo, haciendo que volviésemos los ojos asustados hacia el año 2000, tal como ya había pasado un milenio antes. Y siguieron nuevos sacerdotes de nuevos cultos, sectas y moralizadores que llenaban como fuese la ausencia del esoterismo, el vacío de espíritu, la orfandad de Dios.

Llega el siglo a su fin en medio de brujos y consejeros que asesoran a los líderes de mayor prestigio internacional, de astrólogos que todos los años lanzan sus profecías más o menos acertadas, más o menos difusas para quedar bien con todos. La astrología gana terreno a pasos agigantados, pero lejos de la ciencia que le dio nacimiento, hoy interesa como fórmula para ocupar primeros puestos, mayor prestigio social, fortunas más sólidas; o bien, en pequeña escala, para ganar el amor de la pareja o la lotería de la próxima semana. Abundan exorcismos que no se veían desde la pasada Edad Media.
EL PODER ECONÓMICO SE ACOGE AL PODER ESOTÉRICO.

Al margen de este pseudo esoterismo deslucido y nefasto que ganó las plazas de nuestros últimos decenios, parecían quedar los materialistas empedernidos que sólo viven para acrecentar su fuerza económica y social. Pero también la economía se ve envuelta en este hálito de locura... o tal vez en este extraño anticipo de un nuevo esoterismo que se abrirá paso con los años venideros...

Ya no asusta ni resulta extraño leer que el complejo mundo de las finanzas tiene sus brujos o «gurús», que la bolsa de valores y las subidas y bajadas de los mercados internacionales también están sujetas a las premoniciones que unos cuantos «expertos» lanzan a rodar entre sus filas de creyentes y seguidores.

¿Por qué «gurús»? ¿Por qué recurrir a este término sánscrito que tiene un marcado sabor oriental?

«Gurú» significa maestro, y la palabra empleada tal vez significa que los seres humanos siguen buscando maestros, aunque sea en el terreno más práctico y material de la existencia.

¿Qué estamos presenciando? ¿Un retroceso supersticioso que se remite a dudosas profecías, o una lógica de avanzada? Es evidente que los hombres prácticos, los hombres de ciencia, los hombres amantes del desarrollo tecnológico, se inclinarán por la segunda respuesta.

No es que estemos ante magos ni esotéricos gurús, sino ante grandes analistas y aventajados poseedores de una lógica racional que, en este caso, se dedican a prevenir –más que a profetizar– lo que puede suceder en el mundo de las finanzas, mundo del que tanto se espera en estos días, y al que tanto se le teme, cual si fuese una frágil construcción pronta a desmoronarse ante el capricho de las circunstancias.

Sin embargo, estos analistas, estos brujos racionales, no pueden evitar la ruptura de los sólidos barrotes del análisis y de la razón. Aún los más serios de entre ellos aceptan el innegable valor de la intuición y confiesan captar un cierto «ambiente» que les permite orientarse en sus afirmaciones.

En medio del esoterismo de salón, o del exorcismo terrorífico que nos han acostumbrado a soportar, despuntan chispas del que podrá ser el esoterismo que viene. Es curioso que en el templo de la materia, en el reino del dinero, asome nuevamente la tímida raíz del espíritu, del poder de la intuición, la sensación de fragilidad ante un destino que no nos pertenece porque no hemos sabido construirlo, el temor ante un futuro que a veces se pinta de rosa para no abrir los ojos ante el negro y el gris que hemos dejado crecer a nuestro alrededor.

Para saber verdaderamente y con profundidad hay que recobrar aquel esoterismo tradicional que tantas veces ayudó a la humanidad a abrir puertas y ventanas en medio del dolor y del desconcierto. No en vano ha comenzado un nuevo siglo, un nuevo ciclo, una nueva vía en la eterna espiral de la Vida.

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Delia Steinberg Guzmán