Continuamos con Ramatis:
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Pregunta: Por ventura, los cuidadosos exámenes a que son sometidos los animales antes de ser sacrificados, ¿no eliminan la posibilidad de contaminar al hombre con probables enfermedades?
Ramatís: Esa profilaxia de última hora, no descubre los residuos de la enfermedad que pueda predominar en el animal destinado al sacrificio y que, evidentemente, no dejó vestigios identificables mediante vuestra instrumentación de laboratorio. A pesar de los extremos cuidados de higiene y medidas de prevención observadas en los mataderos, ¡todavía desconocéis que la mayoría de los cuadros patogénicos de vuestro mundo se originan en la constitución mórbida del puerco! El animal no razona ni puede explicaros satisfactoriamente sus sensaciones dolorosas, consecuentes de sus condiciones patogénicas. El veterinario de buen criterio, confronta exhaustivas dificultades para atestiguar la enfermedad del animal, mientras que el ser humano puede relatar con riqueza de detalles sus perturbaciones; auxiliando al médico en su diagnóstico. Aun así, ¡cuántas veces la medicina se ve imposibilitada para descubrir la naturaleza exacta de vuestros males, sorprendiéndose con la eclosión de una enfermedad diferente a la considerada previamente por los familiares! A veces, un simple examen de orina requerido para fines de poca importancia, revela la diabetes que el médico desconocía en su paciente; un hemograma solicitado sin graves preocupaciones, ¡puede revelar la leucemia fatal! Las enfermedades propias de la región abdominal, aunque sean explicadas con lujo de detalles por los enfermos, dejan al clínico vacilante muchas veces, en cuanto al diagnóstico de la colitis, de la úlcera gastro duodenal o de la presencia de la ameba histolítica. Si en el ser humano resulta tan difícil visualizar con absoluta precisión el origen de sus enfermedades, requiriendo múltiples exámenes de laboratorio para llegar al diagnóstico final, mucho más difícil será conocer el morbo que en el animal no es posible focalizar en la sintomatología común. ¡Cuántas veces el cerdo es sacrificado en el momento exacto en que se inició una acción patogénica cuya virulencia no se evidencia ante el más competente veterinario, salvo que se recurra a una cuidadosa autopsia o a un meticuloso examen de laboratorio! Para evitar ese consecuente peligro, sería necesario que cada animal estuviera sometido al cuidado de un veterinario antes de ser llevado al sacrificio Los miasmas, los bacilos, los gérmenes y las colectividades microbianas famélicas que procrean en el caldo de cultura de los chiqueros, penetran en vuestra delicada organización humana a través de las vísceras del puerco, debilitando vuestras energías vitales. Se hace muy difícil al médico situar esa incursión patogénica, incluso su incubación y período de desenvolvimiento. Por tal motivo, más tarde se considera la enfermedad como originada en otras fuentes patológicas.
Ramatís: Esa profilaxia de última hora, no descubre los residuos de la enfermedad que pueda predominar en el animal destinado al sacrificio y que, evidentemente, no dejó vestigios identificables mediante vuestra instrumentación de laboratorio. A pesar de los extremos cuidados de higiene y medidas de prevención observadas en los mataderos, ¡todavía desconocéis que la mayoría de los cuadros patogénicos de vuestro mundo se originan en la constitución mórbida del puerco! El animal no razona ni puede explicaros satisfactoriamente sus sensaciones dolorosas, consecuentes de sus condiciones patogénicas. El veterinario de buen criterio, confronta exhaustivas dificultades para atestiguar la enfermedad del animal, mientras que el ser humano puede relatar con riqueza de detalles sus perturbaciones; auxiliando al médico en su diagnóstico. Aun así, ¡cuántas veces la medicina se ve imposibilitada para descubrir la naturaleza exacta de vuestros males, sorprendiéndose con la eclosión de una enfermedad diferente a la considerada previamente por los familiares! A veces, un simple examen de orina requerido para fines de poca importancia, revela la diabetes que el médico desconocía en su paciente; un hemograma solicitado sin graves preocupaciones, ¡puede revelar la leucemia fatal! Las enfermedades propias de la región abdominal, aunque sean explicadas con lujo de detalles por los enfermos, dejan al clínico vacilante muchas veces, en cuanto al diagnóstico de la colitis, de la úlcera gastro duodenal o de la presencia de la ameba histolítica. Si en el ser humano resulta tan difícil visualizar con absoluta precisión el origen de sus enfermedades, requiriendo múltiples exámenes de laboratorio para llegar al diagnóstico final, mucho más difícil será conocer el morbo que en el animal no es posible focalizar en la sintomatología común. ¡Cuántas veces el cerdo es sacrificado en el momento exacto en que se inició una acción patogénica cuya virulencia no se evidencia ante el más competente veterinario, salvo que se recurra a una cuidadosa autopsia o a un meticuloso examen de laboratorio! Para evitar ese consecuente peligro, sería necesario que cada animal estuviera sometido al cuidado de un veterinario antes de ser llevado al sacrificio Los miasmas, los bacilos, los gérmenes y las colectividades microbianas famélicas que procrean en el caldo de cultura de los chiqueros, penetran en vuestra delicada organización humana a través de las vísceras del puerco, debilitando vuestras energías vitales. Se hace muy difícil al médico situar esa incursión patogénica, incluso su incubación y período de desenvolvimiento. Por tal motivo, más tarde se considera la enfermedad como originada en otras fuentes patológicas.
Comentario personal: Por sostener la misma hipótesis he sido juzgado en más de una ocasión, las personas se quejan constante de las afecciones físicas pero omiten responsabilizar sus malos hábitos alimenticios de ello, el caso más relevante al cual me he enfrentado es precisamente al de la toxoplasmosis asociado erradamente al gato entre pacientes que consumen carne, es terrible ver como la consciencia humana vuelca culpas para no afrontar la negligencia propia a la hora de adoptar mejores hábitos y reconocer que lo que tanto le atrae no hace sino perjudicarlo. Quien come cadáveres no puede aspirar a la conservación de la salud ya que no es un medio que lo asegure.
Pregunta: ¿Creéis, por ventura, que la alimentación carnívora pueda acarrear perjuicios físicos, hallándose la criatura humana condicionada desde hace muchos milenios a esa forma nutritiva? ¿Cuál es la culpa del hombre al ser carnívoro, si desde su infancia espiritual fue condicionado para poder sobrevivir en el mundo físico?
Ramatís: Os repetimos: no todas las cosas que sirvieron para sustentar al hombre en los primeros tiempos de su vida en el plano físico, pueden ser convenientes para el futuro, al surgir nuevas condiciones morales o psicológicas, que llevan a la criatura humana a cultivar concepciones más avanzadas. Antiguamente, a los ladrones se les amputaban las manos; y a los perjuros se les arrancaba la lengua. Si os apegáis tanto al tradicionalismo del pasado, ¿por qué a los maldicientes modernos no les aplicáis esas disposiciones punitivas, brutales e impiadosas? Los trogloditas comían sin escrúpulos los fragmentos de la carne, impregnados del detritus del suelo; hoy, no obstante, usáis platos, salas para comer y laváis el alimento. Ciertamente, alegaréis que ahora existe un sentido estético progresista y que tenéis comprensión de la higiene humana; ¡pero no concordáis, ahora, que ese mismo sentido estético debe pedir ya la eliminación de la carne, de vuestras mesas originarias de enfermedades!
Cuando el hombre se valía de la ingestión de las vísceras de los animales para poder sobrevivir en el medio rudo y agresivo de la materia, su alma era compatible con la rudeza del ambiente inhóspito, pero actualmente, el espíritu humano alcanzó nociones morales tan elevadas, que deben armonizarse con una nutrición más estética. ¡No se justifica que después de su verticalización de la forma hirsuta de la edad de piedra, prosiga nutriéndose tan sanguinariamente como la hiena, el lobo, la zorra o las aves de rapiña! Además de brutal y detestable para aquellos que desean libertarse de los planos inferiores, la carne es un continuo foco de infección para la contextura magnética delicada del cuerpo etéreo-astral del hombre.
Ramatís: Os repetimos: no todas las cosas que sirvieron para sustentar al hombre en los primeros tiempos de su vida en el plano físico, pueden ser convenientes para el futuro, al surgir nuevas condiciones morales o psicológicas, que llevan a la criatura humana a cultivar concepciones más avanzadas. Antiguamente, a los ladrones se les amputaban las manos; y a los perjuros se les arrancaba la lengua. Si os apegáis tanto al tradicionalismo del pasado, ¿por qué a los maldicientes modernos no les aplicáis esas disposiciones punitivas, brutales e impiadosas? Los trogloditas comían sin escrúpulos los fragmentos de la carne, impregnados del detritus del suelo; hoy, no obstante, usáis platos, salas para comer y laváis el alimento. Ciertamente, alegaréis que ahora existe un sentido estético progresista y que tenéis comprensión de la higiene humana; ¡pero no concordáis, ahora, que ese mismo sentido estético debe pedir ya la eliminación de la carne, de vuestras mesas originarias de enfermedades!
Cuando el hombre se valía de la ingestión de las vísceras de los animales para poder sobrevivir en el medio rudo y agresivo de la materia, su alma era compatible con la rudeza del ambiente inhóspito, pero actualmente, el espíritu humano alcanzó nociones morales tan elevadas, que deben armonizarse con una nutrición más estética. ¡No se justifica que después de su verticalización de la forma hirsuta de la edad de piedra, prosiga nutriéndose tan sanguinariamente como la hiena, el lobo, la zorra o las aves de rapiña! Además de brutal y detestable para aquellos que desean libertarse de los planos inferiores, la carne es un continuo foco de infección para la contextura magnética delicada del cuerpo etéreo-astral del hombre.
Comentario personal: la conservación de la salud no solo es indispensable para el buen vivir sino para preservar las condiciones optimas en la maquina que nos sirve de vehículo para movernos en éste mundo, muchos cayendo en los excesos deterioran el cuerpo consiguiendo así desencarnar más pronto, delito que se juzga como el suicidio aunque sea de manera inconsciente por parte de quien lo comete. El claro ejemplo de la ley del karma o causa y efecto expresos tanto en el cuerpo físico como en el cuerpo espiritual el cual registra todos los daños hechos y los lleva al más allá de la vida y los impone al cuerpo en una futura encarnación, no es nada raro oír en las salas de la central espirita a personas quejarse de sus dolencias físicas asociadas a la mala administración en sus otras vidas, el caso más reciente el de un hombre con el aparato digestivo muy afectado pero que tenía por karma la ingesta de un veneno y que lleva más de una vida lidiando con la dolencia.
Pregunta:¿Qué opináis, entonces, de aquellos que son opuestos a la ingestión de la carne de puerco y que la consideran realmente enfermiza y repugnante, debido a la forma nauseabunda en que son engordados en los chiqueros?
Ramatís: Aunque esa aversión particular por la carne de puerco sea un paso a favor de la salud astrofísica, no por ello desaparecen otros nefastos procesos nutritivos que prefieren, que contrarrestan su primera disposición. Los mórbidos cuidados técnicos y las exigencias científicas, continúan en otros sectores donde se procura el bien exclusivo del hombre y el máximo sacrificio para el animal. Aquí, mórbidos industriales crían millones de gansos bajo régimen específico, desarrollándoles el hígado de tal modo que las aves se arrastran por el suelo en macabros movimientos claudicantes, con el fin de que la industria del "paté foie-gras" obtenga más rica sustancia para el enlatado moderno; allí, humildes peritos baten apresuradamente la sangre del buey, para transformarla en tétricos chorizos de sustancia animal coagulada; allá, se aprovechan los órganos secretores del animal, aunque los reconozcáis como depósito de venenosos detritos repugnantes: raspados y sometidos al agua hirviente, los transformáis en manjar exquisito para la mesa festiva. ¡La cazuela terrestre admite, desde la médula del animal, hasta los surcos carcomidos de sus cansadas patas!
¡Y, no satisfechas con la mórbida nutrición de la semana, algunas criaturas escogen el más bello domingo de cielo azul y sol puro, para practicar la caza destructora de aves inofensivas, completando cruelmente la carnicería de la semana! Multitud de aves, de plumas ensangrentadas, vienen a los hogares, en donde son transformadas en nuevos menús epicurísticos, con el fin que el cazador de aves obtenga algunos momentos lúbricos mientras tritura la carne tierna de los pájaros inofensivos. ¡Cuántas veces la propia Naturaleza se venga de la ignominia humana contra sus piezas vivas! ¡Súbitamente, el cazador cae agonizante junto al cañón asesino de su propia arma, en el accidente imprevisto o con el disparo imprudente del compañero descuidado! ¡Otras veces, la serpiente, la bacteria infecciosa o el insecto venenoso, terminan tomando venganza contra la matanza sin gloria!
¡Qué importa, pues, que algunos sean opuestos a la ingestión de la carne de buey o de puerco, si continúan deleitándose con otros alimentos carnívoros igualmente incoherentes con el sentimiento espiritual que ya debía predominar en el hombre!
Ramatís: Aunque esa aversión particular por la carne de puerco sea un paso a favor de la salud astrofísica, no por ello desaparecen otros nefastos procesos nutritivos que prefieren, que contrarrestan su primera disposición. Los mórbidos cuidados técnicos y las exigencias científicas, continúan en otros sectores donde se procura el bien exclusivo del hombre y el máximo sacrificio para el animal. Aquí, mórbidos industriales crían millones de gansos bajo régimen específico, desarrollándoles el hígado de tal modo que las aves se arrastran por el suelo en macabros movimientos claudicantes, con el fin de que la industria del "paté foie-gras" obtenga más rica sustancia para el enlatado moderno; allí, humildes peritos baten apresuradamente la sangre del buey, para transformarla en tétricos chorizos de sustancia animal coagulada; allá, se aprovechan los órganos secretores del animal, aunque los reconozcáis como depósito de venenosos detritos repugnantes: raspados y sometidos al agua hirviente, los transformáis en manjar exquisito para la mesa festiva. ¡La cazuela terrestre admite, desde la médula del animal, hasta los surcos carcomidos de sus cansadas patas!
¡Y, no satisfechas con la mórbida nutrición de la semana, algunas criaturas escogen el más bello domingo de cielo azul y sol puro, para practicar la caza destructora de aves inofensivas, completando cruelmente la carnicería de la semana! Multitud de aves, de plumas ensangrentadas, vienen a los hogares, en donde son transformadas en nuevos menús epicurísticos, con el fin que el cazador de aves obtenga algunos momentos lúbricos mientras tritura la carne tierna de los pájaros inofensivos. ¡Cuántas veces la propia Naturaleza se venga de la ignominia humana contra sus piezas vivas! ¡Súbitamente, el cazador cae agonizante junto al cañón asesino de su propia arma, en el accidente imprevisto o con el disparo imprudente del compañero descuidado! ¡Otras veces, la serpiente, la bacteria infecciosa o el insecto venenoso, terminan tomando venganza contra la matanza sin gloria!
¡Qué importa, pues, que algunos sean opuestos a la ingestión de la carne de buey o de puerco, si continúan deleitándose con otros alimentos carnívoros igualmente incoherentes con el sentimiento espiritual que ya debía predominar en el hombre!
Comentario personal: definitivamente otra prueba de la ley de causa y efecto, aunque pasiva, la naturaleza vista hoy día es el resultado de tanto abuso e insulto a su generosidad, el hombre que no practica el equilibrio retira de ella lo que precisa sin reponer nada y luego ésta debe solucionar llenar el espacio que ha sido desocupado por imposición del ego humano.
Pregunta: ¿Qué opináis de los nuevos recursos preventivos empleados en los mataderos, aplicando antibióticos para evitar la deteriorización prematura de la carne? Esa providencia, ¿no consigue evitar cualquier peligro en su ingestión?
Ramatís: Se trata, apenas, de un esmero enfermizo de vuestro mundo, que revela el deplorable estado de espirita en que se encuentra la criatura humana. El hombre no se conforma con los efectos dañinos que provienen de su pervertida alimentación y procura a todo costo huir a su tremenda responsabilidad espiritual. Pero no conseguirá burlar la ley expiatoria. A poco, nuevas condiciones enfermizas se harán visibles entre los insaciables carnívoros protegidos por la "profilaxis" de los antibióticos. Además del efecto deletéreo de la carne, que se intoxica cada vez más con la propia emanación astral y mental del hombre desordenado, os habéis de encontrar, con el encanto técnico de nuevas enfermedades situadas en el campo de las alergias inespecíficas, ¡como productos naturales de las reacciones antibióticas en los propios animales preparados para el sacrificio!
¡Nos espanta la contradicción humana, al producir primeramente la enfermedad en el animal que pretende devorar, para en seguida aplicarle la profilaxis del antibiótico!
Ramatís: Se trata, apenas, de un esmero enfermizo de vuestro mundo, que revela el deplorable estado de espirita en que se encuentra la criatura humana. El hombre no se conforma con los efectos dañinos que provienen de su pervertida alimentación y procura a todo costo huir a su tremenda responsabilidad espiritual. Pero no conseguirá burlar la ley expiatoria. A poco, nuevas condiciones enfermizas se harán visibles entre los insaciables carnívoros protegidos por la "profilaxis" de los antibióticos. Además del efecto deletéreo de la carne, que se intoxica cada vez más con la propia emanación astral y mental del hombre desordenado, os habéis de encontrar, con el encanto técnico de nuevas enfermedades situadas en el campo de las alergias inespecíficas, ¡como productos naturales de las reacciones antibióticas en los propios animales preparados para el sacrificio!
¡Nos espanta la contradicción humana, al producir primeramente la enfermedad en el animal que pretende devorar, para en seguida aplicarle la profilaxis del antibiótico!
Pregunta: ¿Podéis darnos un ejemplo de esa contradicción?
Ramatís: ¡Cómo no! Vuestra medicina considera que el hombre gordo, obeso, hipertenso, es un candidato a la angina y a la conmoción cerebral; lo clasifica como un tipo hiper-albuminoideo portador de peligrosa disfunción cardio-hepato-renal. La terapéutica más aconsejable, consiste en un régimen de alimentación hidrosalina y la dieta reductora de peso; se le suministra una alimentación exenta de grasas y predominantemente vegetal, aludiendo el médico al peligro de la nefritis, al grave disturbio en el metabolismo de las grasas y a la indefectible esteatosis hepática. ¡Creemos que si los antiguos indios antropófagos conociesen algo de la medicina moderna y pudiesen comprender la naturaleza mórbida del obeso y su probable disfunción orgánica, en modo alguno permitiría que sus tribus devorasen los prisioneros excesivamente gordos! Comprenderían que eso les causaría enfermedades molestas en vez de salud, vigor y coraje que buscaban al devorar al prisionero en aparente régimen de ceba.
Pero el hombre del siglo XX, aunque reconozca la enfermedad que proporcionan las grasas, devora los cerdos obesos, hipertrofiados por la gordura albuminosa, con tal de conseguir la prodigalidad de la manteca y del tocino: primero, los enferma en inmundo chiquero, donde las larvas, bacilos y microorganismos propios de los charcos, fermentan las sustancias que alimentan los oxiuros, lombrices, tenias, amebas colis o histolíticas. El infeliz animal, sometido a la nutrición putrefacta de las lavazas y de los detritos, se renueva en sus propias deyecciones y exuda la peor cuota de olor nauseabundo, convirtiéndose en un transformador vivo de inmundicias, con el fin de acumular la detestable gordura que debe servirse luego en las mesas fúnebres. Exhausto, obeso, letárgico y sudoroso, el puerco cae al suelo con las grasas hartas y queda sumergido en el lodo nauseabundo; es una masa viva de urea gelatinosa, que solamente puede ser levantada con ayuda, para la hora del sacrificio en el matadero. ¡De qué vale, pues, el convencional beneplácito de "sano" con el cual cree cumplir el veterinario en su autorización para el corte del animal, cuando la ciencia humana permitió previamente él máximun de condiciones patogénicas!
En modo alguno os podrá librar esa tétrica "profilaxis" antibiótica, de la secuencia acostumbrada a la que sois sometidos implacablemente; continuaréis siendo devorados, del mismo modo, por la cirrosis, la colitis, la úlcera, la tenia, el infarto, la nefritis o el artritismo; os cubriréis, también, de eczemas, urticarias, pénfigo, llagas o costras sebáceas; continuaréis, indudablemente, bajo el guante de la ictericia, de la gota, de la jaqueca y de las infecciones desconocidas; cada día, enriqueceréis más los cuadros de la patogenia médica, que serán clasificados como "casos brillantes", en la esfera principal de los síndromes alérgicos.
Ramatís: ¡Cómo no! Vuestra medicina considera que el hombre gordo, obeso, hipertenso, es un candidato a la angina y a la conmoción cerebral; lo clasifica como un tipo hiper-albuminoideo portador de peligrosa disfunción cardio-hepato-renal. La terapéutica más aconsejable, consiste en un régimen de alimentación hidrosalina y la dieta reductora de peso; se le suministra una alimentación exenta de grasas y predominantemente vegetal, aludiendo el médico al peligro de la nefritis, al grave disturbio en el metabolismo de las grasas y a la indefectible esteatosis hepática. ¡Creemos que si los antiguos indios antropófagos conociesen algo de la medicina moderna y pudiesen comprender la naturaleza mórbida del obeso y su probable disfunción orgánica, en modo alguno permitiría que sus tribus devorasen los prisioneros excesivamente gordos! Comprenderían que eso les causaría enfermedades molestas en vez de salud, vigor y coraje que buscaban al devorar al prisionero en aparente régimen de ceba.
Pero el hombre del siglo XX, aunque reconozca la enfermedad que proporcionan las grasas, devora los cerdos obesos, hipertrofiados por la gordura albuminosa, con tal de conseguir la prodigalidad de la manteca y del tocino: primero, los enferma en inmundo chiquero, donde las larvas, bacilos y microorganismos propios de los charcos, fermentan las sustancias que alimentan los oxiuros, lombrices, tenias, amebas colis o histolíticas. El infeliz animal, sometido a la nutrición putrefacta de las lavazas y de los detritos, se renueva en sus propias deyecciones y exuda la peor cuota de olor nauseabundo, convirtiéndose en un transformador vivo de inmundicias, con el fin de acumular la detestable gordura que debe servirse luego en las mesas fúnebres. Exhausto, obeso, letárgico y sudoroso, el puerco cae al suelo con las grasas hartas y queda sumergido en el lodo nauseabundo; es una masa viva de urea gelatinosa, que solamente puede ser levantada con ayuda, para la hora del sacrificio en el matadero. ¡De qué vale, pues, el convencional beneplácito de "sano" con el cual cree cumplir el veterinario en su autorización para el corte del animal, cuando la ciencia humana permitió previamente él máximun de condiciones patogénicas!
En modo alguno os podrá librar esa tétrica "profilaxis" antibiótica, de la secuencia acostumbrada a la que sois sometidos implacablemente; continuaréis siendo devorados, del mismo modo, por la cirrosis, la colitis, la úlcera, la tenia, el infarto, la nefritis o el artritismo; os cubriréis, también, de eczemas, urticarias, pénfigo, llagas o costras sebáceas; continuaréis, indudablemente, bajo el guante de la ictericia, de la gota, de la jaqueca y de las infecciones desconocidas; cada día, enriqueceréis más los cuadros de la patogenia médica, que serán clasificados como "casos brillantes", en la esfera principal de los síndromes alérgicos.
Habiendo llegado a éste punto no puedo extenderme, quienes se interesan realmente por aprender cuales son los prejuicios tanto físicos, morales y espirituales puede leer el libro, se llama "fisiología del alma" por ahora voy a enfocarme en conseguir material que se enfoque en los aspectos espirituales específicamente, dejando claro ya que toda afección representa un atentado contra la sana condición del cuerpo, vehículo necesario del cual nos servimos para las pruebas carnales, no creo que bajo conceptos alimenticios el sacrificio animal esté aprobado y que no traiga sus consecuencias en los aspectos espirituales aunque no sean sacrificados en un ritual, el cuerpo es apenas un reflejo del alma y por como vemos al cuerpo podemos juzgar muchas cosas de la condición de ese espíritu.
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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.