Buen día hermanos. Humildemente me tomo un poco de mi tiempo para compartir con ustedes unos extractos de unos libros que he estado leyendo. Espero les sirva de mucho.
• No cuidéis orar mucho en vuestras oraciones, como lo hacen los gentiles, que piensan sea por la multitud de palabras que serán oídos. No os volváis, pues, semejantes a ellos, porque nuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
• Cuando os presentéis para orar, si tuviereis alguna cosa contra alguno, perdonadle, para que nuestro Padre, que está en los cielos, os perdone también los pecados. Si vosotros no perdonareis, nuestro Padre, que está en los cielos, tampoco perdonará vuestros pecados.
• Lo que Dios le concederá, si se dirige a Él con confianza, es valor, paciencia y resignación. También le concederá los medios para que él mismo salga del conflicto, con ayuda de las ideas que le sugiere por medio de los buenos Espíritus, dejándoles de este modo todo el mérito; Dios asiste a los que se ayudan a sí mismos, según esta máxima: “Ayúdate y el cielo te ayudará”, y no a aquellos que todo esperan de un socorro extraño, sin hacer uso de sus propias facultades.
• Las miserias son el resultado de nuestras infracciones a las leyes de Dios, y que si observásemos puntualmente esas leyes, seríamos perfectamente felices. Si no traspasáramos el límite de lo necesario en la satisfacción de nuestras necesidades, no tendríamos las enfermedades que son consecuencia de los excesos y las vicisitudes que esas enfermedades ocasionan. Si pusiéramos límite a nuestra ambición, no temeríamos la ruina. Si no quisiéramos subir más alto de lo que podemos, no temeríamos caer. Si fuésemos humildes, no sufriríamos las decepciones del orgullo humillado. Si practicáramos la ley de caridad, no maldeciríamos ni seríamos envidiosos, ni celosos, y evitaríamos las querellas y las disensiones. Si no hiciéramos mal a nadie, no temeríamos las venganzas, etc.
• El poder de la oración está en el pensamiento; no se concreta a las palabras, ni al lugar, ni al momento que se hace. Se puede, pues, orar en todas partes y a todas horas, estando solo o acompañado. La influencia del lugar o del tiempo está en relación de las circunstancias que pueden favorecer el recogimiento. La oración en común, tiene una acción más poderosa, cuando todos aquellos que oran se asocian de corazón a un mismo pensamiento y tienen un mismo objeto, porque es como si muchos levantasen la voz juntos y unísonos; pero, ¡qué importaría estar reunidos en gran número, si cada uno obrase aisladamente y por su propia cuenta personal! Cien personas reunidas pueden orar como egoístas, mientras que dos o tres, unidas en común aspiración, orarán como verdaderos hermanos en Dios y su oración tendrá más fuerza que la de los otras cien.
• Para que la oración conmueva, es preciso que cada palabra despierte una idea y si no se comprende no puede despertar ninguna. Se repite como una simple fórmula, suponiéndole más o menos virtud según el número de veces que se repite; muchos oran por deber y otros por costumbre; por esto creen haber cumplido su deber cuando han dicho una oración un número de veces determinado, siguiendo tal o cual orden. Dios lee en el fondo del corazón y ve el pensamiento y la sinceridad, sería rebajarle creerle más sensible a la forma que al fondo.
Que dios todopoderoso me los bendiga y siempre guie po el buen camino.
• No cuidéis orar mucho en vuestras oraciones, como lo hacen los gentiles, que piensan sea por la multitud de palabras que serán oídos. No os volváis, pues, semejantes a ellos, porque nuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
• Cuando os presentéis para orar, si tuviereis alguna cosa contra alguno, perdonadle, para que nuestro Padre, que está en los cielos, os perdone también los pecados. Si vosotros no perdonareis, nuestro Padre, que está en los cielos, tampoco perdonará vuestros pecados.
• Lo que Dios le concederá, si se dirige a Él con confianza, es valor, paciencia y resignación. También le concederá los medios para que él mismo salga del conflicto, con ayuda de las ideas que le sugiere por medio de los buenos Espíritus, dejándoles de este modo todo el mérito; Dios asiste a los que se ayudan a sí mismos, según esta máxima: “Ayúdate y el cielo te ayudará”, y no a aquellos que todo esperan de un socorro extraño, sin hacer uso de sus propias facultades.
• Las miserias son el resultado de nuestras infracciones a las leyes de Dios, y que si observásemos puntualmente esas leyes, seríamos perfectamente felices. Si no traspasáramos el límite de lo necesario en la satisfacción de nuestras necesidades, no tendríamos las enfermedades que son consecuencia de los excesos y las vicisitudes que esas enfermedades ocasionan. Si pusiéramos límite a nuestra ambición, no temeríamos la ruina. Si no quisiéramos subir más alto de lo que podemos, no temeríamos caer. Si fuésemos humildes, no sufriríamos las decepciones del orgullo humillado. Si practicáramos la ley de caridad, no maldeciríamos ni seríamos envidiosos, ni celosos, y evitaríamos las querellas y las disensiones. Si no hiciéramos mal a nadie, no temeríamos las venganzas, etc.
• El poder de la oración está en el pensamiento; no se concreta a las palabras, ni al lugar, ni al momento que se hace. Se puede, pues, orar en todas partes y a todas horas, estando solo o acompañado. La influencia del lugar o del tiempo está en relación de las circunstancias que pueden favorecer el recogimiento. La oración en común, tiene una acción más poderosa, cuando todos aquellos que oran se asocian de corazón a un mismo pensamiento y tienen un mismo objeto, porque es como si muchos levantasen la voz juntos y unísonos; pero, ¡qué importaría estar reunidos en gran número, si cada uno obrase aisladamente y por su propia cuenta personal! Cien personas reunidas pueden orar como egoístas, mientras que dos o tres, unidas en común aspiración, orarán como verdaderos hermanos en Dios y su oración tendrá más fuerza que la de los otras cien.
• Para que la oración conmueva, es preciso que cada palabra despierte una idea y si no se comprende no puede despertar ninguna. Se repite como una simple fórmula, suponiéndole más o menos virtud según el número de veces que se repite; muchos oran por deber y otros por costumbre; por esto creen haber cumplido su deber cuando han dicho una oración un número de veces determinado, siguiendo tal o cual orden. Dios lee en el fondo del corazón y ve el pensamiento y la sinceridad, sería rebajarle creerle más sensible a la forma que al fondo.
Que dios todopoderoso me los bendiga y siempre guie po el buen camino.