La "prueba" de la obsesión 1zw0v2s

Pese a la polémica existente hoy día en el seno espirita con relación al florecimiento de un espiritismo más orientado hacia la religión y el servicio al prójimo de lo que volcado al estudio empírico del fenómeno, me atrevo a colocar a continuación, la opinión (podría decir esclarecimiento) de Ramatís con respecto al interrogatorio que se le hizo con respecto a la finalidad y misión que tiene el espiritismo (doctrina kardeciana) desde su aparición y sincretización interreligiosa.
 
Aclaración: lo que leerá a continuación no es un determinante de directriz para la doctrina espirita (aclaratoria que hago a los espiritas ortodoxos decantados por la pureza doctrinaria) y puede tomarse como una opinión. No se admiten en el presente tema conductas proselitistas y sectarias orientadas a la difamación de este u otro autor de libros espiritas ni agresiones ideológicas dirigidas hacia adeptos de otras ideologías.

LA "PRUEBA" DE LA OBSESIÓN
 
Pregunta: ¿Podríais explicarnos esos casos, donde el espíritu debe reencarnar bajo el fatalismo de la obsesión, para que sus familiares despierten y se interesen en los postulados de la vida inmortal, y que después sean curados por el Espiritismo? Nos extraña ese aspecto de la obsesión, pues sabemos que ninguno renace en la Tierra bajo el determinismo de sufrir penalidad o castigo alguno, por imposición de los espíritus superiores. ¿Cuál es vuestro pensar?
Ramatís: Los Mentores Espirituales jamás determinan que los espíritus se reencarnen bajo el estigma implacable de la ob­sesión, víctimas de homicidios o sufran accidentes fatales, lo que sería punición deliberada e incompatible con la Bondad del Crea­dor. Los espíritus afectados son encaminados hacia la materia por sus propias causas, basadas en faltas e indisciplinas cometidas en existencias pasadas, siendo colocados en medio de las influen­cias mórbidas o maléficas, semejantes a las que promovieron en el pretérito.
 
La nueva existencia física puede serle favorable o no, depen­de fundamentalmente de la forma cómo piensa y actúa en la materia y en medio de sus viejos compañeros, víctimas o verdu­gos, pues están sujetos a sus pasiones, vicios o virtudes. Siempre que sean dignos y vivan amorosamente en favor del prójimo, podrán sobrevivir sin conflicto o tragedias, recibiendo con justicia la ayuda espiritual de sus mentores, que de modo alguno desean castigarlos, pero sí recuperarlos espiritualmente. El espíritu que haya renacido en medio de malhechores y fuere blanco de un obsesor cruel, siempre que se dedique heroicamente al bien ajeno, ejercite su ternura, amor y magnanimidad hacia todos, sin distinción de creencias, razas o castas, tendrán mayores posibi­lidades de sobrevivir en la materia y distanciados de las violencias o fines trágicos.
 
Pregunta: ¿Qué concepto podríamos tener de esos espíritus que renacen con la "probabilidad" de sufrir la prueba de la obse­sión, a causa de las iniquidades cometidas en vidas pasadas?
Ramatís: Es natural que la rebeldía, el ateísmo, la sensuali­dad o el pesimismo son estimulados en los humanos por los malos escritores, oradores intencionados y líderes intelectuales maquia­vélicos, que influenciados por el existencialismo apocalíptico de la época, utilizan su inteligencia y perspicacia mental para afec­tar el alma de sus ingenuos lectores y admiradores desprevenidos. Ciertas filosofías, crónicas y adoctrinamientos modernos, inducen al hombre a la confusión y toman los raciocinios rebuscados de la mente terrena, como si fueran bienes supremos del espíritu in­mortal.
 
Aconsejan a sus discípulos intencionadamente para que se reencuentren consigo mismos, provocando una especie de "fuga interior" que los libere de las obligaciones que pudieran tener hacia la jerarquía espiritual, e intentan convencerlos que serán humillados si concuerdan o simpatizan con la idea de un Dios, que reina por encima de los valores del intelecto humano. Esos espí­ritus exageradamente intelectivos, que emplean sus talentos para sembrar el descreimiento, inconformidad, rebeldía y ociosidad espiritual, que viven preocupados en fundar escuelas filosóficas exóticas, que alejan al hombre de su responsabilidad espiritual y lo excitan hacia una existencia puramente sensual, dificultan la perfecta aplicación de la Ley de Evolución en la marcha progre­siva de las criaturas de menor sensibilidad mental.
 
Y, conforme a la Ley Sideral que dice: "la cosecha siempre ha de ser conforme haya sido la siembra", tales filósofos aniqui­ladores, tendrán que corregir en vidas futuras los desvíos que provocaron en sus tontos discípulos, curándoles los raciocinios insensatos y haciéndoles reconquistar el respeto perdido.
 
Como sembraron confusiones mentales y psíquicas en otros cerebros incautos, deberán encarnar en medio de "esas familias", cuyas creencias discordantes o infantiles, los retardaron en la senda del progreso espiritual. Entonces les cabe ayudarlas a li­berarse del negativismo secular o del dogmatismo asfixiante, a fin de compensar los perjuicios causados en base a los postulados contradictorios que pregonaron en el pasado.
 
Por lo tanto, nacen en el futuro con ese implacable deber de despertar a sus viejos familiares o amigos, atrofiados por el culto a los dogmas incisivos o totalmente apáticos a la vida inmortal, gracias a su sacrificio y a la cura por medio de la doctrina espi­rita, esos espíritus perturbadores del pasado, terminan reajustándose meritoriamente junto a aquellos de cuya confianza, candidez o vulnerabilidad mental abusaron.
 
Pregunta: Los líderes o maestros de filosofías extrañas y perturbadoras, ¿son los que en futuras existencias deberán inmolarse para despertar a sus seguidores engañados del pasado?
Ramatís: Aquellos que sedujeron a los ignorantes para el culto de sus doctrinas subversivas, aniquiladoras y negativas, deberán renacer posteriormente y volverse "obligados objetivos" para reformar y recuperar a sus antiguos seguidores, aún confusos en la senda de la espiritualidad.
 
Bajo, una disciplina férrea pero justa de la Ley Sideral, que rectifica y no castiga, retornarán al ambiente del mundo físico, situándose en medio de las familias terrenas, comprometidos para incentivar el despertar de la ilusión intelectiva, de la hipnosis de los sentidos pasionales o de la esclavitud del ateísmo infeliz, a quienes les siguieron tontamente en otras vidas. Esa tarea ab­negada no se les impone arbitrariamente; la razón esclarecida y consciente por reducir su débito kármico, les permite aceptar el servicio doloroso en favor del prójimo y también para su propio beneficio.
 
También es una gran verdad que la familia humana ignora la razón de los acontecimientos dolorosos que se manifiestan y que constituyen las desventuras en medio del camino evolutivo en que les toca actuar. Así se forman los cuadros del sufrimiento redentor: aquí es el hijo que nace con la enfermedad congénita y se arrastra penosamente, provocando angustias en sus consan­guíneos; allí, el jefe de la familia es acosado por una cruel enfermedad, que resiste a los esfuerzos realizados por la medicina oficial, marchando tristemente hacia el cementerio y a su vez lacera los corazones de sus familiares íntimos; acullá, una enfer­medad dañina ataca a la hijita querida, haciéndole padecer la "vía crucis" de los consultorios e instituciones psicópatas, profi­riendo gritos extraños y ofendiendo con palabras groseras.
 
Mas la Ley es atenta y permanece en observación y cuando la desesperación alcanza a la totalidad de la familia, sucede un milagro inesperado y bajo fortuita coincidencia surge el médium curativo, que recupera al hijo en sus movimientos atrofiados desde la cuna, restablece la salud del jefe de la casa, cuya medicina oficial no tenía remedios curativos, y aún, gracias a la dedicación de algunos adeptos a la doctrina espirita, logran esclarecer al espíritu obsesor que torturaba a la hija maldiciente, pero siempre querida. De esa forma el Espiritismo se acepta en el hogar, vol­viéndose venturoso y, por ende, los postulados de la inmortalidad del alma penetran en aquellos que vivían ciegamente esclavizados a los dogmas infantiles o en absoluto descreimiento.
 
Se desplazan las viejas convicciones ateístas y los sectarismos condenables en los familiares, gracias a la cura milagrosa en al­guno de ellos a través del agua fluídica, del recetario mediúmnico o de los pases espiritas. Y aquellos que en el pasado abusaron del mando o del intelecto en contra del prójimo, de esa forma los planos superiores suministran nuevos enfoques de la vida es­piritual, sirviéndose de los cuerpos atrofiados o de los nervios desequilibrados. Los conceptos equivocados o negativos de antes son compensados por el sacrificio del dolor físico o psíquico del presente.
 
Pregunta: Ese hijo o hija obsesa, que más tarde es curada a través del Espiritismo y que ha convertido a la familia, ¿no podrían ser espíritus buenos que aceptan el sufrimiento con el deseo magnánimo de ayudar a su familia y también para activar su ascensión espiritual?
Ramatís: Os repetimos que en el Espacio al igual que en la Tierra, no hay regla sin excepción, pues Jesús, espíritu excelso y justo, no eludió la ocasión de sumergirse en las sombras de vuestro mundo, para salvar a los hombres ignorantes y posibili­tarles el camino hacia su realidad espiritual. También es verdad que hay espíritus bondadosos, que descienden a la carne y se ajustan a la familia consanguínea de la tierra, con el fin de despertar espiritualmente a sus viejos y milenarios amigos. En algu­nos casos se sacrifican heroicamente para socorrer a sus adversa­rios de otrora y que en el presente todavía demoran hipnotizados por las filosofías destructivas o las doctrinas enfermizas del mundo material.
 
Cuando esas almas sublimes comprueban la inutilidad de sus esfuerzos para inspirar desde el Más Allá a sus pupilos negligen­tes, se deciden a reencarnar por amor hacia ellos. Así fue como el excelso amor de Jesús, apiadado del sufrimiento humano, lo condujo hacia la Tierra; por eso, muchas almas angélicas aban­donan sus planos paradisíacos, sometiéndose voluntariamente a una nueva encarnación a fin de despertar sentimientos crísticos en sus tutelados.
 
Muchos de ellos, cuando renacen junto al adversario empe­dernido, enfrentan terribles situaciones a fin de atenuar la fie­reza, el odio y la violencia que aún sustentan. Movidos por la compasión del ángel, efectúan toda clase de esfuerzos para sus­traerlos de las tragedias odiosas, que en el futuro engendran karmas torturantes. Muchas veces son sacrificados por las mismas almas delincuentes, a quienes intentan salvar de los padecimientos inenarrables que les esperan en el fango del astral inferior. Aun así se sienten felices cuando consiguen acentuarles el fuego del remordimiento o arrepentimiento, provocándoles los primeros im­pulsos de redención espiritual.
 
También os reiteramos que Dios no es vengativo ni sádico, ni creó la obsesión incurable, la dolencia fatal, las deformaciones corporales, ni cualquier tipo de desventura para el ser humano. El Padre sólo tiene objetivos concretos, que es la recuperación amorosa de todos sus hijos eternos. Los acontecimientos trágicos o mórbidos son el fruto de la debilidad moral y de la ignorancia del hombre, que mal balbucea las primeras letras del alfabeto de la vida inmortal.
 
Creo que sobre esto deben reflexionar mucho todos aquellos que se entusiasman de sobremanera ante la idea de ser un líder, un sacerdote, el director de alguna obra o actividad religiosa y que transmiten errores e ideas falsas en el falso pensar que no son responsables por cada uno de esos individuos anexados a ese particular círculo. Esos que ni siquiera piensan en la necesidad de cultivar virtudes y saldar su propia deuda con relación al mundo y la sociedad, pues, lo único que añoran es reincidir en viejos patrones incentivados por los consejos de Espíritus y otros que estando vivos entienden (o no) esta responsabilidad pero incentivan a incumplirla exaltando el orgullo y ego, desviándolos desde el comienzo con tal de que se hundan aún más, asegurándose un compañero a la "miseria eterna".
 
No todo el mundo nace para ser líder y aún muchos que nacen con estas aptitudes no tienen esa responsabilidad sino otras. Tampoco nacen para ser sacerdotes, oradores, directores de obras educativas y caritativas, entre mucho que aspira el ser humano ser pero que no le corresponde en la inmediatez de su realidad. Creen que individuos como Francisco Cándido Xavier, Juan Pablo II, Zélio Fernandino de Moraes y otros que han ocupado el liderazgo y sacerdocio, como una misión, al frente de una filosofía, gestión y religión es fruto de la fortuna y le piden a cuanto "santo" se aparece para tener el mismo privilegio, pero la verdad es que ¡NO LES CORRESPONDE! Por tal motivo es que abundan sacerdotes, líderes, directores y prodigios que son realmente malos y pocos obreros humildes y competentes, pues, todo el mundo hoy quiere ser un "milagrero" de esos que creen en la simonía, comprando el Cielo y los dones, compran el sacerdocio; pudieron pagar los sacramentos, la posición de líder o director y ahí están, alabados y realizando una pésima gestión que tira por suelo con el pasar del tiempo, la ética y eficiencia de esa particular siembra de la vida eterna.
 
Nunca fueron buenos aprendices y pretenden ser maestros de lo que no saben. Los grandes y advertidos lobos disfrazados, los "falsos profetas", los imitadores de los apóstoles, los auto-proclamados discípulos del Cristo.
 
¿Humildad? ¡Humildad es tener la suficiente madurez para reflexionar y comprender su lugar! Todos ocupamos un puesto que no por estar más abajo es menos necesario; todo se eslabona, y el hombre como criatura espiritual semejante a las demás no es un privilegiado, también tiene un deber que cumplir incluso dentro de su propia especie.

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.