¿Arrepentirme por haber hecho un bien? 
¡No... Ni pensarlo!


Hay aquellos a quienes más duele el bolsillo que el corazón. Lamentar el haber hecho algo que no alcanzó tu expectativa y simultáneamente fue contraproducente al bolsillo es olvidarse de la dicha de haber podido ayudar; si el pensamiento no se centrase siempre en el propio interés y juzgase que la inversión no lo ha valido se observaría un rostro y unos ojos que sin mutarse se traducen en una silenciosa felicidad y alivio.

El día de hoy (26 de Diciembre) algo así me sucedió. Realicé una inversión que no alcanzó mis expectativas (que por defecto suelen ser inalcanzables) y en su momento al depararme con ningún hallazgo impresionante intentó invadirme el arrepentimiento pero gracias a Dios un pensamiento respaldado de buen sentimiento vino a mi rescate poniéndome en mente los detalles que no observé con atención en la actitud servicial de esa persona que más me vio como un ángel oportuno que como el mendigo de su asistencia. Una voz en mi mente refuto a aquel pensamiento diciendo: «¡qué importa! Si no me ha satisfecho le he ayudado, al fin y al cabo ella tiene hambre y necesita sustento» y acto seguido, se disipó la cortina que ponía en demérito el logro opacado por expectativas muy altas, pues, al fin de cuentas y sin el influjo de una fuente negativa, lo obtenido fue nada más ni menos que lo ideal pero algo confabulaba para que no lo sintiese así y me tentó en dirección a la ingratitud.

¿Cuántas veces terminamos ciegos al bien recibido que a su vez puede ser un bien realizado por causa del vil egoísmo? Existe en la erraticidad un aglomerado de infelices que no soportan la idea de individuos felices gozosos de lo que a ellos les ha sido negados, por tal motivo no vacilan en inspirar la ingratitud desatendiendo esos detalles que convierten los aspectos más simples en hermosos gestos bendecidos. ¿Cuántas veces consiguen que se hable o sienta mal con respecto a alguien que acogidos por lo positivo le tenemos mucha estima? ¿Cuántas veces consiguen que nuestros logros produzcan insatisfacción e infelicidad impidiéndonos disfrutarlos? ¿Cuántas veces no nos hemos convencido de que hemos perdido algo en lugar de sentir que hemos dado? El hecho es el mismo pero juzgado desde un contexto u otro, los Espíritus felices consiguen enfocarnos en su mismo optimismo propiciando alegría y satisfacción mientras que por lo contrario, los infelices e ingratos que murmuran contra su destino se enloquecen y lanzan produciendo un efecto antagónico, pero ¿Ud. ya sabe que ese intercambio de pensamientos antagónicos y simbólicamente representados por un ángel y un diablillo significa la contienda entre 2 influencias entre las que tenemos que elegir prestar atención a una? Muy triste es el corazón de aquel que sucumbe a la desdicha de sentirse ultrajado no contemplando el contexto positivo, no es más que una pobre víctima de otros aún más infelices que lo aventajan y doblegan por su falta de carácter y firmeza al momento de defender su estabilidad.

El Padrenuestro umbandista reza suplicando la protección y educándonos sobre esto de la siguiente manera: “No nos dejéis sucumbir ante la lucha, desabores, ingratitudes, tentaciones de los malos Espíritus e ilusiones pecaminosas de la materia”. He aquí la reflexión y aprendizaje del día. ¡Axé!

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.