Yoraco fue un cacique indígena de Venezuela. En etimología chaima su nombre significa zorro o diablo. Se presume que nació en el valle de Tácata, estado Miranda, en fecha desconocida.
La legendaria existencia de Yoraco se basa en la narración que de su muerte hizo José de Oviedo y Baños en su Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela.
Según Baños, en 1574, cuatro indios Teques acompañaron como intérpretes a dos soldados españoles llamados Juan Pascual y Diego Sánchez al Valle de Tácata, del cual pretendían apoderarse. A su llegada fueron masacrados mientras los intérpretes huían hacia a Caracas para llevar la noticia al teniente Francisco Carrizo.
A principios de 1575, Carrizo se encaminó hacia el Tácata con unos 90 hombres para tomar control del área. A su llegada consiguió a los indígenas esperándolos, y en la retaguardia, Garci-Gonzalez de Silva observó a unos 500 flecheros preparándose para una emboscada. De Silva se dio a la tarea de perseguirlos, pero en el camino sólo consiguió a Yoraco apuntándole con un arco. Aumentando el trote, De Silva lo embistió desde su caballo "y le dio tan fiero bote con la lanza, que suspendiéndolo del suelo, lo llevó en breve rato por el aire.
Este indio nació en el valle de Tácata, siendo aún muy joven, visitó a sus parientes quiriquires ubicados en la costa de lo que hoy se conoce como estado Sucre, en Cariaco.
Allí vio las naves españolas llegando a las playas y descargando productos por hombres de una piel pálida, con armas que nunca antes había imaginado, supo entonces, que su tierra ya no era suya y sintió un deseo obsesivo de luchar para reconquistar sus tierras y la dignidad de su pueblo.
Yoraco comenzó a formarse para el liderazgo. Volvió a Tácata y allí fue protegido y educado por los piaches.
Combatió ferozmente al agresor español. Su objetivo era expulsar a los invasores. Creció su fama de hombre valiente, amparado por el poder sobrenatural que le dieron los piaches. Se supo que tenía un amuleto, especialmente ensalmado para él, que lo protegía de todos los males y peligros.
Los españoles enviaron al capitán Juan Rodríguez Suárez para vencerlo, partió con 200 hombres bien armados y un pelotón de caballería. Yoraco lo esperó en su territorio, la batalla fue dura, sin reglas, sin descanso. Un día ganaba Yoraco y el otro le tocaba la victoria a Rodríguez. Cuando llevaban varios días de enfrentamiento, decidieron los dos líderes resolver la contienda ellos mismos.
La pelea comenzó una mañana de 1561, la lucha fue agotadora hasta que decidieron estrecharse las manos en señal de mutuo respeto y admiración, y luego cada bando se retiró a su respectivo cuartel.
Yoraco, enfrentó nuevamente a Rodríguez Suárez y en el combate murió atravesado por la lanza de un soldado ibérico.
Dándolo por muerto, De Silva soltó al indio y al voltear, observó que el mismo se puso en pie y se enfrentó a dos españoles llamados Juan de la Parra y Diego Méndez, quienes pronto le dieron muerte.
Aquí, la narración de Baños creó la leyenda de la naturaleza sobrenatural de Yoraco al describir como después de muerto sus heridas no sangraban, y que sólo cuando le quitaron un collar de "piedras coloradas", empezó a desangrarse. Según Baños, este collar se lo apropió De Silva quien lo conservó como tesoro hasta que algunos años más tarde, el gobernador de Venezuela, Diego de Osorio, al enterarse de su supuesto poder, se lo quitó para enviárselo como curiosidad al Rey Felipe II de España.
La legendaria existencia de Yoraco se basa en la narración que de su muerte hizo José de Oviedo y Baños en su Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela.
Según Baños, en 1574, cuatro indios Teques acompañaron como intérpretes a dos soldados españoles llamados Juan Pascual y Diego Sánchez al Valle de Tácata, del cual pretendían apoderarse. A su llegada fueron masacrados mientras los intérpretes huían hacia a Caracas para llevar la noticia al teniente Francisco Carrizo.
A principios de 1575, Carrizo se encaminó hacia el Tácata con unos 90 hombres para tomar control del área. A su llegada consiguió a los indígenas esperándolos, y en la retaguardia, Garci-Gonzalez de Silva observó a unos 500 flecheros preparándose para una emboscada. De Silva se dio a la tarea de perseguirlos, pero en el camino sólo consiguió a Yoraco apuntándole con un arco. Aumentando el trote, De Silva lo embistió desde su caballo "y le dio tan fiero bote con la lanza, que suspendiéndolo del suelo, lo llevó en breve rato por el aire.
Este indio nació en el valle de Tácata, siendo aún muy joven, visitó a sus parientes quiriquires ubicados en la costa de lo que hoy se conoce como estado Sucre, en Cariaco.
Allí vio las naves españolas llegando a las playas y descargando productos por hombres de una piel pálida, con armas que nunca antes había imaginado, supo entonces, que su tierra ya no era suya y sintió un deseo obsesivo de luchar para reconquistar sus tierras y la dignidad de su pueblo.
Yoraco comenzó a formarse para el liderazgo. Volvió a Tácata y allí fue protegido y educado por los piaches.
Combatió ferozmente al agresor español. Su objetivo era expulsar a los invasores. Creció su fama de hombre valiente, amparado por el poder sobrenatural que le dieron los piaches. Se supo que tenía un amuleto, especialmente ensalmado para él, que lo protegía de todos los males y peligros.
Los españoles enviaron al capitán Juan Rodríguez Suárez para vencerlo, partió con 200 hombres bien armados y un pelotón de caballería. Yoraco lo esperó en su territorio, la batalla fue dura, sin reglas, sin descanso. Un día ganaba Yoraco y el otro le tocaba la victoria a Rodríguez. Cuando llevaban varios días de enfrentamiento, decidieron los dos líderes resolver la contienda ellos mismos.
La pelea comenzó una mañana de 1561, la lucha fue agotadora hasta que decidieron estrecharse las manos en señal de mutuo respeto y admiración, y luego cada bando se retiró a su respectivo cuartel.
Yoraco, enfrentó nuevamente a Rodríguez Suárez y en el combate murió atravesado por la lanza de un soldado ibérico.
Dándolo por muerto, De Silva soltó al indio y al voltear, observó que el mismo se puso en pie y se enfrentó a dos españoles llamados Juan de la Parra y Diego Méndez, quienes pronto le dieron muerte.
Aquí, la narración de Baños creó la leyenda de la naturaleza sobrenatural de Yoraco al describir como después de muerto sus heridas no sangraban, y que sólo cuando le quitaron un collar de "piedras coloradas", empezó a desangrarse. Según Baños, este collar se lo apropió De Silva quien lo conservó como tesoro hasta que algunos años más tarde, el gobernador de Venezuela, Diego de Osorio, al enterarse de su supuesto poder, se lo quitó para enviárselo como curiosidad al Rey Felipe II de España.