Como seguramente sabéis, los alquimistas de la Edad Media practicaban la alquimia material (u operativa) en sus laboratorios secretos, lo que implicaba el uso de herramientas e instrumentos inusuales, como por ejemplo retortas, alambiques y crisoles, sin olvidar el Athanor, utensilio principal de sus operaciones. Su objetivo era transmutar los metales viles (generalmente plomo o estaño) en oro, un proceso que tenía lugar en varios pasos (siete, según la mayoría de los libros de referencia). Al finalizar este proceso supuestamente se obtenía la Piedra Filosofal, que después de haber sido pulverizada y proyectada sobre el metal en fusión, lo convertía en oro. Sin embargo, hay que aclarar que hasta la fecha no hay nada que permita afirmar que los alquimistas operativos realmente consiguieran su objetivo.
Como he comentado al principio, si bien el Arte Real o Gran Obra forma parte integrante de la Tradición Rosacruz, los rosacruces actuales no obstante nos dedicamos a la alquimia espiritual; es decir, trabajar sobre nosotros mismos, para transmutar nuestras debilidades y defectos (que todos tenemos) en sus cualidades opuestas: el pesimismo en optimismo, la impaciencia en paciencia, la pereza en coraje, el orgullo en humildad, el fanatismo en tolerancia, etc. El propósito de esta alquimia interior es llegar a ser mejor ser humano, con todo lo positivo que esto tiene para nosotros mismos y para los demás. Desafortunadamente, muy pocas personas son conscientes del interés e incluso de la necesidad de practicar este tipo de transmutación mística, lo que explica en gran medida el estado un tanto caótico del mundo que nos rodea.
Es cierto que muchas veces es difícil transmutar un defecto que forma parte integral de nuestra personalidad, ya que tiende a expresarse cada vez que las circunstancias le son “favorables”. Por paradógico que pueda parecer, los principios de la alquimia espiritual establecen que para lograr su transmutación es importante no oponerle resistencia ni luchar contra él, porque esa lucha lo alimenta y le da aún más poder sobre nosotros. Como he comentado anteriormente, debemos tratar de sustituirlo poco a poco por su cualidad opuesta. Para lograrlo, hay que intertar no darle demasiada importancia, no prestarle mucha atención, y concentrarnos en la cualidad opuesta que lo irá neutralizando. Como analogía, la única manera de vencer la oscuridad es traer luz. Al principio este proceso puede parecer difícil, pero con el tiempo, llega un momento en que esta cualidad se integra en nosotros de forma natural, y por lo tanto, el defecto en cuestión finalmente queda transmutado.
Si la alquimia espiritual es fundamental para transmutar gradualmente nuestros defectos en sus cualidades opuestas y llegar a expresar lo mejor que hay en nosotros, existe otra forma de alquimia interior que también es necesaria: la transmutación de todo pensamiento negativo que llega a la mente por un pensamiento positivo. Por “pensamientos negativos” no sólo debemos entender aquellos relacionados con el odio, el resentimiento, los celos, la venganza, etc. También debemos tener en cuenta los pensamientos generados por el miedo, la ansiedad, el pesimismo, la falta de confianza y demás. Seamos conscientes de ello o no, son perjudiciales para nuestro bienestar general y son la causa de muchos trastornos psicológicos y físicos.
Para finalizar este pequeño artículo, podríamos preguntarnos: ¿Qué importancia tiene practicar la alquimia espiritual y mental? Creo que la respuesta a esta pregunta se encuentra en una palabra: mejorar. Pero ¿por qué mejorar? En primer lugar, para llegar a ser alguien mejor para uno mismo, ya que cualquier defecto importante es causa de malestar y nos convierte en enemigos de nosotros mismos. En segundo lugar, para convertirse en alguien mejor para los demás, para nuestros seres queridos, nuestros amigos, nuestros colegas, nuestros vecinos, etc. En tercer lugar, para ser un mejor ciudadano y contribuir a la mejora de la sociedad en general. Sin embargo, desde el punto de vista rosacruz estas tres razones se pueden fusionar perfectamente en una sola: Si vivimos en la Tierra, es con el objetivo de perfeccionarnos y de despertar al aspecto más divino que hay en nosotros, lo que por supuesto implica tener un acercamiento espiritual a la vida.
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