Almas enamoradas
Generalmente, es en la juventud del cuerpo que hemos despertado el interés en buscar el sexo opuesto para compartir de nuestros sueños.
Cuando encontramos el alma electa, el corazón parece golpear en la garganta y terminamos sin acción. Elaboramos frases perfectas para causar el impacto deseado, a fin de no ser rechazados.
Entonces, todo comienza. El enamoramiento es dulce encantamiento. Luego comenzamos a pensar en consolidar la unión y prepararnos para el matrimonio.
Tenemos la convicción de que seremos eternamente felices. Nada nos impedirá de realizar los sueños queridos en la intimidad.
Durante la fase del enamoramiento es como si estuviésemos en el muelle observando el mar calmado que nos aguarda, y nos decidimos por adentrar en la embarcación del matrimonio.
La embarcación se aparta lentamente del muelle y los primeros momentos son de extrema alegría. Son los minutos más agradables. Todo es novedad.
Pero, como en el matrimonio de hoy se observa la presencia del ayer, representado por almas que se aman o se detestan, no siempre el suave encantamiento es duradero.
Tan luego los cónyuges dejen caer las máscaras brochadas con el objetivo de conquistar el alma electa, la convivencia se vuelve más amarga.
Eso ocurre por estar juntos Espíritus que todavía no se aman verdaderamente, que es el caso de la gran mayoría de las uniones en nuestro planeta.
Siendo así, tan luego la embarcación adentra el alto mar, y los conyugues comienzan a enfrentar las tempestades, el primer impulso es de volver al muelle. Pero él ya está muy distante…
El segundo impulso es el de saltar de la embarcación. Y es lo que muchos hacen.
Y, como uno de los esposos, o los dos, tiene sus sueños desechos, luego comienzan a imaginar que la alma gemela está constituyéndose en cadena y desean ardientemente liberarse.
Y lo que generalmente hacen es buscar a otra persona que pueda atender sus carencias.
Se olvidan de los primeros momentos del enamoramiento, en que todo era felicidad, y buscan otras experiencias.
Algunos se lanzan a los primeros brazos que encuentran a la disposición, para, luego más, sentir nuevamente el sabor amargo de la decepción.
Intentan otra y otra más, y nunca encuentran a alguien que consolide sus anhelos de felicidad. Consiguen solamente hacerse infelices y hacer infelices, en la búsqueda de algo que no encuentran.
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Si la persona con quien nos casamos no es bien lo que esperábamos, recordemos que, si la elección fue hecha por el corazón, sin otro interés cualquiera, es con esa persona que necesitamos convivir para recortar los bordes.
Recordemos que en la Tierra no hay nadie perfecto, y que nuestra búsqueda por ese alguien será en vano.
Y, si hubiese alguien perfecto, ese alguien estaría buscando a alguien también perfecto que, ciertamente, no seriamos nosotros.
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Los matrimonios son programados antes de la cuna. Así, tenemos el conyugue que merecemos y lo mejor que las Leyes Divinas establecieron para nosotros. De esta forma, busquemos amar intensamente la persona con quien dividimos el hogar, pues solo así conseguiremos alcanzar la felicidad que tanto anhelamos.
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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.