ABUNA DI BISHEMAYA
Padre nuestro que estás en el cielo,
ITQADDASH SHEMAK,
santificado sea tu nombre,
TETE MALKUTAK
venga a nosotros tu reino,
TIT'ABED RE'UTAK
hágase tu voluntad
KEDI BI SHEMAYA KAN BA AR'A
en la tierra como en el cielo.
LAJMANA HAB LANA SEKOM YOM BEYOMA
Danos hoy nuestro pan de cada día,
U SHEBOK LANA JOBEINA
perdona nuestras ofensas
KEDI AF ANAJNA SHEBAKNA LEJEIBINA
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
WEAL TA'ALNA LENISION,
no nos dejes caer en la tentación
ELA PESHINA MIN BISHA.
y líbranos del mal.
Jesucristo es el Hijo de Dios presente entre los hombres.
Al revelar a los otros gradualmente ésta su intimidad, fue pedagógicamente discreto, pero eficaz, sincero y seguro.
Excepto una vez (en una cita del Salterio: Mt 27,46 par.), siempre que el Evangelio lo presenta invocando a Dios, el vocativo es ¡Padre!. San Marcos conserva la palabra exacta de su lengua materna: 'Abbá'. En su tiempo, entre los nombres con que el israelita invocaba a Dios, entraba también (aunque con parsimonia) el de «Padre», pero rara vez o nunca a título individual, y jamás con la audacia del tono estrictamente familiar inherente a la expresión 'Abbá'. En su origen fue ésta el característico balbuceo de los niños, equivalente al castellano «papá», paralelo a immá=«mamá». En la práctica, sería el vocativo familiar, respetuoso, pero sobre todo confiado, íntimo, cordial, ungido del perenne espíritu del niño con que el buen hijo sigue hablando siempre, en su casa, con el padre.
¡Así nos enseñó Jesús a llamar a Dios!
Pero…
No digas PADRE,
si cada día no te portas como su hijo.
No digas NUESTRO,
si vives aislado en tu egoísmo.
No digas QUE ESTÁS EN EL CIELO,
si solo piensas en las cosas mundanas.
No digas SANTIFICADO SEA TU NOMBRE,
si no lo honras ni lo alabas con tus palabras y tus obras.
No digas VENGA A NOSOTROS TU REINO,
si lo confundes con el éxito material; si no vives y llevas la Buena Nueva.
No digas HÁGASE TU VOLUNTAD,
si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA,
si no te preocupas por la gente con hambre, sin cultura y sin vivienda.
No digas PERDONA NUESTRAS OFENSAS,
si guardas rencor a tu hermano.
No digas NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN,
si tienes la intención de seguir pecando.
No digas LÍBRANOS DEL MAL,
si no tomas partido contra el mal.
No digas "AMÉN"
Si no has entendido el padre nuestro
Padre nuestro que estás en el cielo,
ITQADDASH SHEMAK,
santificado sea tu nombre,
TETE MALKUTAK
venga a nosotros tu reino,
TIT'ABED RE'UTAK
hágase tu voluntad
KEDI BI SHEMAYA KAN BA AR'A
en la tierra como en el cielo.
LAJMANA HAB LANA SEKOM YOM BEYOMA
Danos hoy nuestro pan de cada día,
U SHEBOK LANA JOBEINA
perdona nuestras ofensas
KEDI AF ANAJNA SHEBAKNA LEJEIBINA
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
WEAL TA'ALNA LENISION,
no nos dejes caer en la tentación
ELA PESHINA MIN BISHA.
y líbranos del mal.
Jesucristo es el Hijo de Dios presente entre los hombres.
Al revelar a los otros gradualmente ésta su intimidad, fue pedagógicamente discreto, pero eficaz, sincero y seguro.
Excepto una vez (en una cita del Salterio: Mt 27,46 par.), siempre que el Evangelio lo presenta invocando a Dios, el vocativo es ¡Padre!. San Marcos conserva la palabra exacta de su lengua materna: 'Abbá'. En su tiempo, entre los nombres con que el israelita invocaba a Dios, entraba también (aunque con parsimonia) el de «Padre», pero rara vez o nunca a título individual, y jamás con la audacia del tono estrictamente familiar inherente a la expresión 'Abbá'. En su origen fue ésta el característico balbuceo de los niños, equivalente al castellano «papá», paralelo a immá=«mamá». En la práctica, sería el vocativo familiar, respetuoso, pero sobre todo confiado, íntimo, cordial, ungido del perenne espíritu del niño con que el buen hijo sigue hablando siempre, en su casa, con el padre.
¡Así nos enseñó Jesús a llamar a Dios!
Pero…
No digas PADRE,
si cada día no te portas como su hijo.
No digas NUESTRO,
si vives aislado en tu egoísmo.
No digas QUE ESTÁS EN EL CIELO,
si solo piensas en las cosas mundanas.
No digas SANTIFICADO SEA TU NOMBRE,
si no lo honras ni lo alabas con tus palabras y tus obras.
No digas VENGA A NOSOTROS TU REINO,
si lo confundes con el éxito material; si no vives y llevas la Buena Nueva.
No digas HÁGASE TU VOLUNTAD,
si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA,
si no te preocupas por la gente con hambre, sin cultura y sin vivienda.
No digas PERDONA NUESTRAS OFENSAS,
si guardas rencor a tu hermano.
No digas NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN,
si tienes la intención de seguir pecando.
No digas LÍBRANOS DEL MAL,
si no tomas partido contra el mal.
No digas "AMÉN"
Si no has entendido el padre nuestro