Fuente: Cosmologías tradicionales africanas y dignidad de la persona humana, Jean-Bosco Botsho
Las tradiciones contienen elementos consignados a dos niveles diferentes: 1º el nivel teórico: a este nivel opera la cosmología, es decir el conjunto de las representaciones del mundo que determinan los principios generales, las reglas formales y los valores que han de regir la vida cotidiana; es a este nivel que encontramos las justificaciones supremas de las acciones llevadas a cabo por los individuos en la vida cotidiana; 2º el nivel práctico: aquí se sitúan las costumbres propiamente dichas surgidas de la puesta en práctica de los principios intrínsecos a la cosmología.
La diferencia de natura entre los dos niveles que acabamos de mencionar (nivel teórico y nivel práctico) comporta entre otras consecuencias el hecho que las prácticas pueden sea contradecir sea reflejar sólo parcialmente los principios cosmológicos en vigor en una sociedad determinada. La divergencia total o parcial, cuanto a la sustancia, entre las costumbres y los principios que en teoría subtienden las mismas costumbres puede encontrar su origen en diferentes momentos y por diversas razones. Uno de estos momentos es por ejemplo el de la interpretación de las reglas, de los principios. El contenido material final de las costumbres africanas ha estado o está todavía en principio fijado por “sacerdotes”, “sabios”, “jefes de familias”, “jefes de clanes”, “jefes de poblados”, etc. cuya interpretación de los valores, de los principios cosmológicos es a menudo tributaria de sus idiosincrasias incluso de sus intereses propios. Por lo tanto, no es muy sorprendente que, hoy, en una África sumida en una crisis económica sin precedente, las ciudades y los poblados de África subsahariana estén llenos de “curanderos”, “marabouts”, “pastores”, “sacerdotes” más preocupados a servirse de la interpretación de reglas tradicionales como arbitrios de supervivencia que a ofrecer una lectura ortodoxa y rigorosa de las mismas reglas .
Otro momento de la desviación entre la cosmología y las prácticas es el de la aplicación de los principios cosmológicos en el día al día de la vida. A este nivel pueden intervenir factores que podrían hacer por ejemplo que, de un principio cosmológico interpretado de manera idéntica en dos lugares o a dos momentos diferentes, nazcan en los mismos dos lugares o a los mismos dos momentos prácticas con configuración diferente. Como ejemplo de factores que al momento de la aplicación de una regla son susceptibles de jugar un papel en la determinación del contenido de la costumbre que surgiría de dicha regla podemos citar la relación de fuerza que prevale en la comunidad donde las reglas tienen que ser aplicadas o la relación de fuerza que existe entre las personas cuyas relaciones han de ser gobernadas por la misma regla .
Cosmologia Bantú
El concepto “bantú” no refiere absolutamente, como a veces se afirma por error, a una identidad de rasgos físicos (talla, formas del rostro y del cuerpo, color de la piel, peso, etc.). Se trata de una noción lingüística inventada por lingüistas del siglo XIX. Hoy en día se reconoce que, más allá de unas características lingüísticas comunes, los cerca de 225 millones de subsaharianos que hablan lenguas denominadas “bantú” pertenecen a un mismo universo cultural . Como he dicho antes, por el reconocimiento de un “mundo cultural bantú” no se proclama la identidad matemática de las culturas de los hablantes de las lenguas bantú . Por lo contrario, por la expresión “universo cultural bantú” se afirma sólo la existencia de un conjunto de culturas la gran mayoría – y no todas las características - de las características fundamentales de las cuales son sea comunes sea inspiradas por principios idénticos. Para las cosmologías africanas, en particular las cosmologías bantú, la noción de “universo” se refiere al conjunto formado por dos esferas, por dos dimensiones diferentes: lo “invisible” y lo “visible” (Mbonimpa, 1989; Mbiti, 1991). Esta bidimensionalidad configura no sólo el cosmos, el universo sino también todo ser, y en particular el ser humano. Sin embargo, dentro del cosmos y de todo ser, en particular el ser humano, lo “invisible” prevalece y tiene que prevalecer sobre lo “visible”. Veremos lo que signifiquen “invisible” y “visible” en las cosmologías bantú antes de indicar el sentido de la primacía de lo “invisible” y de ver la dignidad conferida a la persona humana cuando la misma primacía esta aplicada a la escala del ser humano.
¿Qué significa lo “invisible” y que significa lo “visible”? Lo “invisible” no se refiere a “lo que no se ve”. Lo “invisible” es lo que la gran mayoría de la gente pueden ver sólo después de la muerte. Lo “visible” es lo que todo el mundo puede ver durante la vida ante mortem. Sin embargo, unos seres humanos son capaces de ver lo “invisible” durante la vida terrestre. Se dice que estos seres humanos tienen la “doble visión”. Lo “invisible” es el mundo de los espíritus, el primer de los cuales es Dios él mismo. Lo “invisible” del ser humano es su esfera secreta, su mundo interior, su conciencia, es decir el espacio privado o personal reservado al espíritu o a los espíritus que animan cada uno. Lo “invisible”, el mundo de los espíritus, constituye la dimensión más determinante del universo y de todo ser, en particular del ser humano. Esta natura atribuida a lo invisible esta debida al hecho que lo “invisible” y lo “visible” no son esferas de rango igual. En efecto, existe dentro del universo, dentro de todo ser una jerarquía entre los dos modus vivendi de lo real: lo “invisible” siempre prevale sobre lo “visible”. Lo “invisible” constituye el mundo de las esencias, de las significaciones últimas. En el lenguaje de Platón, lo “visible” es sólo la esfera de referencias, el mundo de las formas exteriores. Como decía el filósofo presocrático Parménides, lo “visible” es el mundo de la “opinión”, lo “invisible” es el mundo del “Ser”.
A la escala del ser humano, la preeminencia de lo “invisible” sobre lo “visible” proclama que la natura del mismo ser es fundamentalmente espiritual. La parte material del ser humano está subordinada a su dimensión espiritual. ¿Qué significa eso?
Muy a menudo, en el África subsahariana tanto de hoy como de ayer, la creencia en la supremacía del mundo de los espíritus estuvo o está utilizada como justificación para acusar, maltratar y incluso asesinar “brujas”, “brujos” y personas dichas “peligrosas” porque se les creen portadores de “espíritus malos”. En nuestra opinión, esta práctica terrible, cuyo cinismo y oportunismo son evidentes porque se ataca en general sólo a los seres más débiles de la comunidad como ancianas, ancianos, mujeres, pobres, niñas y niños sin defensa, no resulta de las cosmologías tradicionales bantú como tales. En contrario, esta práctica posee una dinámica propia. En ella, la ignorancia propia al fetichismo y a las creencias pseudo-mágicas está puesta al servicio del imperativo religioso, político y psicológico de la preservación o la restauración del orden social. En efecto, por los maltratos o el asesinado de “las brujas”, de los “brujos” se quiere esencialmente proceder al castigo de unos “culpables” más hipotéticos, más simbólicos que reales. En otros términos, los maltratos de que hablamos constituyen, en un mundo caracterizado por la ignorancia y el fetichismo, sacrificios rituales dotados del poder mágico de poner fin al malestar de la comunidad porque sus víctimas están encargadas de expiar por las culpas de todos.
La primacía de la dimensión espiritual en particular del ser humano tiene que ser entendida de manera profunda y seria, es decir siguiendo la rectitud de la razón y de la justicia y excluyendo el fetichismo y las interpretaciones interesadas. Cuando uno acepta poner las cosmologías tradicionales bantú bajo el imperativo de la razón y de la ética, uno se entera que por la afirmación de la natura espiritual del ser humano, las cosmologías de que hablamos conceden al ser humano una dignidad particular. En efecto, por la proclamación de la supremacía de la esencia espiritual del ser humano, las bantú y los bantú afirman que, como sede y encarnación de un espíritu o de unos espíritus, el ser humano no es una cosa, es decir un ser desprovisto de espíritu, por tanto de vida. Como seres espirituales, las niñas, los niños, las mujeres, los hombres, es decir todos los seres humanos, tienen que recibir siempre un trato privilegiado o especial. Cada uno tiene que recordar que los verdaderos beneficiarios o las verdaderas víctimas de nuestras maneras de tratar a seres dotados de espíritus no son las personas visibles que respetamos o que maltratamos sino son los mismos espíritus que habitan dentro de dichas estas personas visibles.
Podemos también señalar el hecho que la obligación de tratar de manera digna, de manera especial a todo ser humano debido a su natura espiritual tiene que ser respetada no sólo por la comunidad sino también por cada ser humano respeto a si mismo. En efecto el ser humano es sólo sede y no titular, propietario de su o de sus espíritus. Por fin, hay que notar que el trato a que nos referimos no se limita a actos exteriores concretos sino también incluye a los gestos, los pensamientos, las palabras, etc .
El imperativo de la unidad es otro de los principios básicos de la antropología transmitida por las cosmologías tradicionales africanas, en particular las cosmologías bantú. Lejos de buscar la negación de la autonomía personal, el principio del imperativo de la unidad surge de la noción de la persona humana concebida como ser comunitario. El mismo principio está motivado por la convicción que la dignidad y la felicidad del mismo ser humano exige que se mantenga su condición de ser unido a si mismo, al mundo visible y al mundo invisible. Antes de ver algunas aplicaciones del imperativo de la unidad al nivel del ser humano indicaremos algunos fundamentos cosmológicos del mismo principio.
Una de las características esenciales de las cosmologías bantú es la ausencia del dualismo, de la contradicción en el cosmos: todo el cosmos está unido, todo el cosmos está reconciliado. Este principio de la unidad o la comunidad originaria del cosmos juega a tres diferentes niveles principales:
a) nivel intercósmico: existe una unidad entre el cosmos invisible y el cosmos visible, es decir entre el mundo de los espíritus y el mundo de los seres no espirituales. A causa de esta relación, lo que ocurre en una de estas esferas tiene sus efectos hasta la otra esfera. No hay ninguno hermetismo entre los dos mundos.
b) nivel intracósmico: existe una unidad dentro de cada una de las dos esferas de la vida, es decir la esfera de la vida visible y la esfera de la vida invisible. En lo que concierne en particular la esfera visible, existe una unidad entre los seres humanos y la natura con todos sus componentes (por ejemplo: los animales, los ríos, los árboles, las selvas, los astros, etc.).
c) nivel individual: existe una unidad dentro de cada ser miembro del universo invisible y del universo visible. En particular, dentro del ser humano, existe una unión entre su parte visible y su parte invisible.
Del principio de la unidad originaria surge la obligación en particular para el ser humano de siempre mantener su unidad con el cosmos entero y en particular con la comunidad de la cual es miembro. En efecto, después de haber afirmado que la natura originaria del cosmos es su unidad, las cosmologías bantú proclaman que el equilibrio, el buen funcionamiento del cosmos exige la preservación de la misma unidad. Por eso, al ser humano le está impuesta la obligación de la conservación de su unidad originaria con si mismo, con la natura y con el cosmos entero. Además, la idea que todos los componentes del cosmos en particular los seres humanos alcanzan su pleno desarrollo sólo cuando está asegurada su unidad los unos con los otros hace que al mismo ser humano le está también impuesta la obligación de prevenir toda ruptura de la unidad originaria y de buscar las vías adecuadas para guardar buenas relaciones con todos los seres del cosmos invisible y visible .
Para las bantú y los bantú el respeto de este imperativo garantiza su dignidad como ser humano por que donde no hay comunidad no puede haber vida, en particular no puede haber vida humana. Este mismo principio justifica diversas costumbres bantú como las siguientes:
a) la solidaridad interindividual y intercomunitaria: es evidente que la obligación de la unidad es muy fuerte entre las personas que están unidas por relaciones de parentesco natural o de parentesco por alianza. Pero hay que notar que en las prácticas, muchas otras relaciones (amistad con o sin pactos, vecindad, “parenté por plaisanterie” , etc.) se viven y tienen que ser vividas como si fueran relaciones entre familiares;
b) el mantenimiento de la paz interindividual y intercomunitaria mediante la prevención y la resolución pacífica de los conflictos;
c) el mantenimiento de relaciones de respeto, de gratitud respecto a diversos componentes de la natura, en particular los animales y otros elementos de la natura .
Orden en la cosmologia Bantú
La noción del orden en las cosmologías bantú puede ser aplicada al cosmos en general y a cada uno de los componentes del mismo componente. En el marco de este texto nos limitaremos al orden como principio de jerarquía entre seres humanos miembros de una misma comunidad. Las cosmologías que estudiamos reconocen la existencia de una pluralidad de criterios susceptibles de ser considerados para ordenar en particular los seres humanos dentro de una misma comunidad. Esta pluralidad de criterios implica que una misma comunidad humana es regida no por un modelo único de jerarquización sino por una diversidad de sistemas de clasificación siendo cada uno de ellos basado en un criterio determinado.
Sin embargo, la misma diversidad de jerarquías no significa igualdad entre ellas porque las cosmologías que nos interesan afirma la primacía de la sabiduría (“la sagesse”) sobre todos los otros criterios y por lo tanto la preeminencia de la jerarquía basada en la misma calidad. Dentro de una misma comunidad humana la pluralidad de los sistemas de jerarquización asegura una variabilidad del estatuto de cada miembro que desemboca en la consideración que todo ser humano merece de ser respetado. La preeminencia de la sabiduría significa que en las cosmologías bantú el valor más determinante de la persona humana se sustenta no en elementos materiales, contingentes pero en principios transcendentales.
A continuación indicaremos unos ejes centrales de la pluralidad de los sistemas de jerarquización y de la preeminencia de la sabiduría según las cosmologías bantú.
En contrario de lo que se cree a menudo, según las cosmologías bantú, toda comunidad humana constituye un conjunto cuyas configuración y repartición de los poderes son diferentes según los criterios de jerarquización utilizados para ordenar los miembros de la misma comunidad. Por lo tanto es errónea la creencia según la cual dentro de las comunidades tradicionales bantú existe un orden-jerarquía único basado en un criterio exclusivo de ordenación. Se puede en contrario hablar de un conjunto de sistemas de ordenación fundados cada uno en un criterio preciso. Entre los mismos criterios figuran por ejemplo los siguientes: el orden de ascendencia, la edad, la sabiduría, la identidad del sexo (femenino o masculino), la identidad del espíritu del cual se cree que cada uno es portador, la función o la profesión de la persona, la riqueza material, la autoridad moral, etc.
Dentro de la misma comunidad, la pluralidad de los sistemas de ordenación comporta entre otras consecuencias la variabilidad del rango y del estatuto de las personas según los criterios y los sistemas de clasificación considerados. Una persona puede, de una parte, pertenecer a un rango superior al de otra persona en el marco de un sistema de ordenación fundado en un criterio determinado, y, de otra parte, pertenecer a un rango inferior al de la misma persona cuando los miembros de la comunidad están ordenados según un criterio diferente. La diferencia y la alternancia de los rangos atribuidos, dentro de la comunidad, al mismo individuo obliga las personas a adoptar siempre comportamientos adaptados al conjunto de los diferentes sistemas de ordenación en los cuales figuran. Este imperativo de búsqueda de equilibrio entre las diferentes jerarquías individuales promueve una cultura de moderación, de respeto mutuo, de diálogo y de consenso sabiendo que todos somos al mismo tiempo inferiores y superiores los unos respecto a los otros.
Muchas costumbres ilustran la existencia de la pluralidad de jerarquías de que estamos hablando. Por ejemplo, del punto de vista del número de los años, las mayores y los mayores prevalen sobre las personas que tienen menos años que ellas y ellos. Pero cuando la jerarquía está articulada por ejemplo en torno al criterio de la preponderancia del espíritu o de los espíritus que cada uno lleva, en algunas comunidades bantú se nota que, teniendo en cuenta que se cree que las gemelas y los gemelos son portadores de espíritus especiales, las mismas gemelas y los mismos gemelos se sitúan en un rango superior a los otros seres humanos, incluso cuando éstos últimos son de lejos mayores que las mismas gemelas y los mismos gemelos. Otro ejemplo nos está dado en las relaciones entre madres y padres, de una parte, y, hijas y hijos, de otra parte. La madre o el padre que ha dado a su hija o a su hijo el apellido de su madre se comportará con autoridad respecto a esta hija o a este hijo como tiene que comportarse una madre o un padre. Pero esta autoridad siempre tendrá que ser acompañada del respeto respecto a la hija o al hijo en particular porque el hecho de llevar el apellido de la madre de la madre o de la madre del padre eleva la hija o el hijo al rango de la misma madre de la madre o de la misma madre del padre.
El criterio principal de la jerarquía en las cosmologías bantú es la sabiduría, es decir la capacidad de ver a las personas, de ver las causas y las circunstancias de la vida con una mirada serena, equilibrada y profunda. La sabiduría conduce a discernir la verdadera esencia de cada ser, de cada cosa, es decir lo que cada ser, cada cosa es en realidad, más allá de las apariencias. En otros términos, la sabiduría permite de ir más allá de lo visible, de lo material para “VER”
el mundo invisible que constituye la sustancia determinante de la realidad. El alto valor reconocido a las personas que poseen la sabiduría es debido al hecho que en las cosmologías bantú lo invisible, lo trascendental constituye la verdadera dimensión de la vida.
Ser un “sabio” es por lo tanto ser maestro de la CIENCIA de la vida. Tenemos que subrayar el hecho que el respeto y el honor que se reconocen a las mayores y a los mayores en las cosmologías africanas no se justifican sólo por el número de los años o la ascendencia. En efecto, las mayores, los mayores merecen nuestro respeto porqué se presume que con el número de años de existencia y de experiencias es improbable que sus ojos no se hayan ya abierto a los secretos que rigen el mundo. Vejez, sabiduría y prestigio social configuran una trilogía que ilustra la originalidad de la dignidad de la persona humana en particular en el universo cultural bantú.
Basándonos en nuestras vivencias y observaciones entre unos pueblos bantú de nuestro país, la República Democrática del Congo, hemos visto que el universo cultural bantú es portador de un conjunto de cosmologías que profesan principios que proclaman la dignidad de la persona humana. Hemos analizado los ejes centrales de tres de estos principios que nos parecen ser unos de los mas destacables, es decir: la supremacía de lo “invisible”, el imperativo de la unidad, el respeto del orden.