Gran Cacique Tamanaco:
Dos años después
de la muerte del Gran Cacique Guaicaipuro, surge un líder llamado a sustituirlo por su valor y sentido
de organización: Tamanaco, cacique
de los indios Mariches y
de los Quiriquires. Su prestigio crecía a la par con su leyenda. Su aguerrida manera
de batallar al enemigo, al frente
de sus bravos, sin pedir ni dar cuartel, le sumaban seguidores día tras día. Estaba llamado a ser, y así lo entendía, el coordinador
de la guerra contra el invasor. Su misión, al igual que Guaicaipuro, era la
de propiciar una alianza entre las diferentes tribus. A finales del año 1570, exactamente del día 5
de diciembre, llegó a Coro, Capital
de la provincia
de Venezuela, el nuevo Gobernador y Capitán General Diego
De Mazariegos, ducho militar formado en el ejército
de Hernán Cortés. Mazariegos, luchó y participó activamente en la conquista
de México, Guatemala y Honduras, enfrentándose a las muy organizadas tribus Mayas y Aztecas. Su eficiencia lo hizo acreedor al cargo
de Juez
de Resistencia y luego Gobernador
de Cuba, para finalmente venir a Venezuela y poner freno a los sueños
de liberación
de Tamanaco.
Mazariegos, fija su estrategia
de pacificación. Pacta con los enemigos
de Tamanaco. Aprovecha las rivalidades entre las tribus. Nombra al avanzado Francisco Calderón, para pacificar el Valle
de Caracas y lo designa teniente General
de la recién fundada ciudad
de Santiago
de León
de Caracas.
Como primer paso, Calderón, envía al Capitán Pedro Alonso Galeas a rendir a Tamanaco. Galeas, lo persigue y entra en tratos con el Cacique Tapiaracay, enemigo
de Tamanaco, y del pacificado Cacique Aricabuto, quien le ofrece ayuda a cambio
de que le entregue a este último. El trato no se consolida y Galeas, se mide con Tamanaco, en una pelea en la que participan Garci González
De Silva, y el indio Aricabuto, que les sirve
de guía. El combate no tuvo vencedor. Hubo pérdidas
de parte y parte. Tamanaco, reorganiza entonces sus fuerzas, le quita la iniciativa a su rival y luego
de varios enfrentamientos decide atacar Caracas, que a pesar del corto tiempo
de su fundación, se había convertido ya en una baluarte
de los españoles y pieza clave en su objetivo
de vencer a las tribus centrales y a los fieros caribes que, a todo lo largo
de la costa, presentaban dura batalla al extranjero. Tamanaco, ataca el centro, en tanto que sus aliados cubren la retaguardia y el flanco derecho. Los españoles retroceden hasta las orillas
de río Guaire, la batalla se torna cada vez más encarnizada. El Capitán Hernando
De La Cerda, demostrando coraje y valor, propio
de la raza española, se enfrenta en lucha cuerpo a cuerpo con el cacique criollo. Los dos hombres luchan por la victoria y por sus vidas. Ruedan entrelazados, daga en mano, se golpean, se miran calculando en golpe crucial y al final vence el Cacique Tamanaco. Sus hombres gritan
de alegría. Los españoles le ven la cara a la derrota. Pero el destino previó un final distinto para aquella jornada que hasta ese momento había sido victoriosa para los nativos. Ocurrió entonces que los indios, fascinados como estaban por la lucha entre La Cerda y Tamanaco, no advirtieron que una caballería española, que no sabía lo que estaba pasando, llegó por retaguardia, procedente
de Oriente. Tamanaco y sus hombres quedaron atrapados entre el Guaire, los hombres
de Pedro Alonzo Galeas y las recién llegadas tropas
de Oriente. La lucha fue aún más encarnizada. Tamanaco, y parte
de sus hombres fueron hechos prisioneros. El bravo guerrero mariche enfrenta entonces a un Consejo
de Guerra, cuyas normas desconocía y en donde su defensor era un oficial español. Obviamente, fue condenado a morir en la horca, luego
de lo cual su cabeza sería exhibida para que sirviera
de escarmiento a los rebeldes.
Garci González, que había sido elegido Regidor del Cabildo
de Caracas en 1573, estuvo en desacuerdo con la medida, ya que admiraba el valor, el temple y la dignidad demostrada por el bravo guerrero autóctono, pero la muerte
de La Cerda, dejó firme la sentencia. En el medio
de estas consideraciones intervino un Capitán
de apellido Mendoza, que era propietario
de un perro que llevaba por nombre “Amigo”, y sugirió que le dieran a Tamanaco, la oportunidad
de escoger entre la muerte en la horca o la posibilidad
de salvar su vida si vencía al perro. Garci González, estuvo
de acuerdo, al igual que el resto
de los miembros del Consejo
de Guerra.
Tamanaco, recibió la noticia
de la sentencia con frialdad y valor. La respuesta la dio
de inmediato: - Destrozaré al perro con mis manos y así sabrán los españoles quién es Tamanaco.
Al igual que en la toma
de Caracas, a Tamanaco, le esperaba otra ingrata sorpresa. El perro
de Mendoza, no era una bestia como las que estaba acostumbrado a matar el jefe
de los mariches. Se trataba
de un perro especialmente entrenado para luchar contra el hombre. Aquel triste día, Tamanaco, se preparó a vencer. Su vida había sido la
de un guerrero. Estaba acostumbrado al peligro y a enfrentar la muerte. No había nada diferente en su rutina. Al llegar a la Plaza Mayor (hoy Plaza Bolívar). El indio Tamanaco, observó la improvisada cerca que había sido levantada en el centro
de la misma. El redoble
de tambores daba al sitio un ambiente
de muerte. La población esperaba desde muy temprano para ver el extraño combate, no presenciado por la humanidad desde la época
de los primeros emperadores romanos. Mendoza, que sostenía su perro, esperaba la orden para soltarlo. La fiera rugía impaciente para atacar a su víctima. Garci González, dio la orden. Hombre y bestia dudaron un instante y en seguida el mastín se lanzó contra el guerrero, pero Tamanaco, que esperaba un ataque hacia la parte alta
de su cuerpo, miró sorprendido a la fiera que le desgarraba las piernas. Cayó y recibió entonces una mordedura mortal en la garganta y aún cuando la fiera lo siguió atacando, aquel hombre-leyenda ya no sintió dolor. Estaba muerto antes
de recibir la segunda mordida en su garganta.
La muerte
de Tamanaco, desmoralizó a los guerreros, que por un tiempo se mantuvieron a la expectativa. Pero no por mucho tiempo. La conquista
de Venezuela, no sería fácil para el imperio español. Corría el año 1573.
Autor: GÓMEZ, Carlos Alarico
Bibliografía: Los Caciques
de Venezuela
Editorial: PANACO.
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"Que el Gran AMOR Infinito de el DIOS UNO Padre-Madre te envuelvan en la Suprema LUZ Divina. "