“Tocar Madera” y el origen animista de esta superstición
La muy conocida creencia del hecho de tocar la madera (el material) para que se realice un deseo, para que la suerte nos acompañe o para que nada negativo nos ocurra, es hoy en dia una superstición más totalmente cristalizada lejos de su porqué original.
En su antiquísimo origen “druídico”, (pueblos pre-romanos d’europa) este acto propiciatorio no era ni tan solo una creencia, era algo mucho más profundo.
Las culturas antiguas, por su contacto directo y vivo con la naturaleza, poseían un conocimiento que hoy hemos perdido. Sabían que cada ser vivo, planta, árbol, insecto, fuente, piedra, cueva y elemento estaba dotado de alma y se comunicaban e interaccionaban con ellos como un hecho normal, profundo y sagrado a la vez. La existencia de lo que llamaríamos “otros reinos paralelos” al nuestro, fue una creencia arraigada. La naturaleza no representaba solo una oportunidad para consumir y a explotar, sino que era considerada el hogar armonioso de un sinfín de seres cuando no Dioses. Los bosques eran santuarios. Toda manifestación de la naturaleza era sacra y por tanto respetada y reverenciada.
Así era el caso de los árboles a los que se consideraba que en cada uno de ellos habitaba un espíritu el cual poseía cualidades mágicas y espirituales. Cualquiera que debiera irrumpir en la vida de algún árbol y su espíritu, debía primero pedir permiso y ofrendar respeto para no quebrantar el orden natural.
“Tocar madera” significaba tocar el árbol que se iba a talar para asegurar que no había Espíritus Elementales en él, a los que se les había instado previamente a mudarse a otro árbol cercano de su misma familia. No hacer este pequeño ademán ritual significaba infringir una ley natural-universal que podría atraer consecuencias desagradables cuando no nefastas en la vida.
La muy conocida creencia del hecho de tocar la madera (el material) para que se realice un deseo, para que la suerte nos acompañe o para que nada negativo nos ocurra, es hoy en dia una superstición más totalmente cristalizada lejos de su porqué original.
En su antiquísimo origen “druídico”, (pueblos pre-romanos d’europa) este acto propiciatorio no era ni tan solo una creencia, era algo mucho más profundo.
Las culturas antiguas, por su contacto directo y vivo con la naturaleza, poseían un conocimiento que hoy hemos perdido. Sabían que cada ser vivo, planta, árbol, insecto, fuente, piedra, cueva y elemento estaba dotado de alma y se comunicaban e interaccionaban con ellos como un hecho normal, profundo y sagrado a la vez. La existencia de lo que llamaríamos “otros reinos paralelos” al nuestro, fue una creencia arraigada. La naturaleza no representaba solo una oportunidad para consumir y a explotar, sino que era considerada el hogar armonioso de un sinfín de seres cuando no Dioses. Los bosques eran santuarios. Toda manifestación de la naturaleza era sacra y por tanto respetada y reverenciada.
Así era el caso de los árboles a los que se consideraba que en cada uno de ellos habitaba un espíritu el cual poseía cualidades mágicas y espirituales. Cualquiera que debiera irrumpir en la vida de algún árbol y su espíritu, debía primero pedir permiso y ofrendar respeto para no quebrantar el orden natural.
“Tocar madera” significaba tocar el árbol que se iba a talar para asegurar que no había Espíritus Elementales en él, a los que se les había instado previamente a mudarse a otro árbol cercano de su misma familia. No hacer este pequeño ademán ritual significaba infringir una ley natural-universal que podría atraer consecuencias desagradables cuando no nefastas en la vida.