Por: René Guénon
"Hemos puesto de manifiesto incidentalmente, hace algún tiempo (1), que el mundo occidental no tenía a su disposición ninguna lengua sagrada distinta del hebreo; hay en ello, a decir verdad, un hecho bastante extraño que requiere algunas observaciones, y aunque no se pretendan resolver las diversas cuestiones que se plantean a este respecto la cosa no carece de interés. Es evidente que si el hebreo puede desempeñar este papel en Occidente, es en razón de la filiación directa que existe entre las tradiciones judía y cristiana y de la incorporación de las Escrituras hebreas a los Libros Sagrados del Cristianismo mismo; pero se puede preguntar cómo éste no tiene una lengua sagrada que le pertenezca en propiedad, en lo cual su caso, entre las diferentes tradiciones, aparece como verdaderamente excepcional.
A este respecto, importa ante todo no confundir las lenguas sagradas con las lenguas simplemente litúrgicas (2): para que una lengua pueda cumplir este último papel es suficiente en suma que esté «fijada», exenta de las continuas variaciones que sufren forzosamente las lenguas que son habladas comúnmente (3); pero las lenguas sagradas son exclusivamente aquellas en las cuales son formuladas las Escrituras de las diferentes tradiciones.
Es evidente que toda lengua sagrada es también al mismo tiempo, y con más razón, la lengua litúrgica o ritual de la tradición a la cual pertenece (4), pero lo inverso no es cierto; así, el griego y el latín pueden perfectamente, del mismo modo que algunas otras lenguas antiguas (5), jugar el papel de lenguas litúrgicas para el Cristianismo (6) pero no son de ninguna forma lenguas sagradas; si se les supone que han podido tener otras veces tal carácter (7) eso sería en todo caso en tradiciones desaparecidas y con las cuales el Cristianismo no tiene evidentemente ninguna relación de filiación.
La ausencia de lengua sagrada en el Cristianismo se convierte aún en más sorprendente desde que se pone de manifiesto que, incluso por lo que respecta a las Escrituras hebreas, cuyo texto primitivo existe sin embargo, se sirve «oficialmente» de traducciones griegas y latinas (. En cuanto al Nuevo Testamento, se sabe que el texto sólo se conoce en griego, y que sobre éste han sido hechas todas las versiones en otras lenguas, incluso en hebreo y en sirio; así, al menos para los Evangelios, es imposible admitir con seguridad que sea esa su verdadera lengua, queremos decir en la que las palabras de Cristo fueron pronunciadas.
Es posible sin embargo que no hayan sido escritos nunca efectivamente más que en griego, habiendo sido transmitidos precedentemente de manera oral en la lengua original (9); pero se puede preguntar entonces por qué motivo la fijación escrita, en cuanto ha tenido lugar, no se ha hecho también en esa lengua, y esta es una cuestión a la cual sería difícil responder.
Sea como fuere, todo esto no deja de presentar ciertos inconvenientes por diversas razones, pues sólo una lengua sagrada puede asegurar la invariabilidad rigurosa del texto de las Escrituras; las traducciones varían necesariamente de una lengua a otra y, además, nunca pueden ser más que aproximadas, teniendo cada lengua sus modos propios de expresión que no corresponden exactamente a los de las otras (10); incluso cuando guardan tanto como es posible el sentido exterior y literal, aportan en todo caso bastantes obstáculos a la penetración en los demás sentidos más profundos (1)1 y podemos darnos cuenta así de algunas dificultades del todo especiales que presenta el estudio de la tradición cristiana para el que no quiere atenerse a las simples apariencias más o menos superficiales.
Ha de quedar claro que todo ello no quiere decir de ninguna manera que no haya razones para que el Cristianismo tenga el carácter excepcional de ser una tradición sin lengua sagrada, debe por el contrario haberlas muy ciertamente, pero es necesario reconocer que no aparecen claramente a primera vista, y sin duda sería necesario, para llegar a desentrañarlas, un trabajo considerable que no podemos emprender aquí; por lo demás, todo lo que toca a los orígenes del Cristianismo y a sus primeros tiempos está desgraciadamente envuelto en muchas oscuridades. Se podría preguntar también si no hay alguna relación entre ese carácter y otro que no deja de ser menos singular: y es que el Cristianismo no posee el equivalente de la parte propiamente «legal» de otras tradiciones; esto es tan cierto que, para suplirla, ha debido adaptar a su uso el antiguo derecho romano, haciendo además algunos añadidos, pero que no tienen su fuente en las Escrituras mismas (12). Relacionando estos dos hechos por una parte, y recordando además, como ya lo hemos puesto de manifiesto en otras ocasiones, que algunos ritos cristianos aparecen, en cierto modo, como una «exteriorización» de ritos iniciáticos, se podría preguntar incluso si el Cristianismo original no fue en realidad algo muy diferente de todo lo que se puede pensar actualmente; si no en cuanto a la doctrina (13), al menos en cuanto a los fines con vistas a los cuales fue constituido (14). No hemos querido aquí, por nuestra parte, mas que exponer simplemente estas cuestiones, a las cuales no pretendemos dar ciertamente una respuesta; pero, dado el interés que presentan desde más de un punto de vista, sería muy de agradecer que alguien que tuviera a su disposición el tiempo y los medios de hacer las investigaciones necesarias, pudiese un día u otro aportar algunas aclaraciones.
"Hemos puesto de manifiesto incidentalmente, hace algún tiempo (1), que el mundo occidental no tenía a su disposición ninguna lengua sagrada distinta del hebreo; hay en ello, a decir verdad, un hecho bastante extraño que requiere algunas observaciones, y aunque no se pretendan resolver las diversas cuestiones que se plantean a este respecto la cosa no carece de interés. Es evidente que si el hebreo puede desempeñar este papel en Occidente, es en razón de la filiación directa que existe entre las tradiciones judía y cristiana y de la incorporación de las Escrituras hebreas a los Libros Sagrados del Cristianismo mismo; pero se puede preguntar cómo éste no tiene una lengua sagrada que le pertenezca en propiedad, en lo cual su caso, entre las diferentes tradiciones, aparece como verdaderamente excepcional.
A este respecto, importa ante todo no confundir las lenguas sagradas con las lenguas simplemente litúrgicas (2): para que una lengua pueda cumplir este último papel es suficiente en suma que esté «fijada», exenta de las continuas variaciones que sufren forzosamente las lenguas que son habladas comúnmente (3); pero las lenguas sagradas son exclusivamente aquellas en las cuales son formuladas las Escrituras de las diferentes tradiciones.
Es evidente que toda lengua sagrada es también al mismo tiempo, y con más razón, la lengua litúrgica o ritual de la tradición a la cual pertenece (4), pero lo inverso no es cierto; así, el griego y el latín pueden perfectamente, del mismo modo que algunas otras lenguas antiguas (5), jugar el papel de lenguas litúrgicas para el Cristianismo (6) pero no son de ninguna forma lenguas sagradas; si se les supone que han podido tener otras veces tal carácter (7) eso sería en todo caso en tradiciones desaparecidas y con las cuales el Cristianismo no tiene evidentemente ninguna relación de filiación.
La ausencia de lengua sagrada en el Cristianismo se convierte aún en más sorprendente desde que se pone de manifiesto que, incluso por lo que respecta a las Escrituras hebreas, cuyo texto primitivo existe sin embargo, se sirve «oficialmente» de traducciones griegas y latinas (. En cuanto al Nuevo Testamento, se sabe que el texto sólo se conoce en griego, y que sobre éste han sido hechas todas las versiones en otras lenguas, incluso en hebreo y en sirio; así, al menos para los Evangelios, es imposible admitir con seguridad que sea esa su verdadera lengua, queremos decir en la que las palabras de Cristo fueron pronunciadas.
Es posible sin embargo que no hayan sido escritos nunca efectivamente más que en griego, habiendo sido transmitidos precedentemente de manera oral en la lengua original (9); pero se puede preguntar entonces por qué motivo la fijación escrita, en cuanto ha tenido lugar, no se ha hecho también en esa lengua, y esta es una cuestión a la cual sería difícil responder.
Sea como fuere, todo esto no deja de presentar ciertos inconvenientes por diversas razones, pues sólo una lengua sagrada puede asegurar la invariabilidad rigurosa del texto de las Escrituras; las traducciones varían necesariamente de una lengua a otra y, además, nunca pueden ser más que aproximadas, teniendo cada lengua sus modos propios de expresión que no corresponden exactamente a los de las otras (10); incluso cuando guardan tanto como es posible el sentido exterior y literal, aportan en todo caso bastantes obstáculos a la penetración en los demás sentidos más profundos (1)1 y podemos darnos cuenta así de algunas dificultades del todo especiales que presenta el estudio de la tradición cristiana para el que no quiere atenerse a las simples apariencias más o menos superficiales.
Ha de quedar claro que todo ello no quiere decir de ninguna manera que no haya razones para que el Cristianismo tenga el carácter excepcional de ser una tradición sin lengua sagrada, debe por el contrario haberlas muy ciertamente, pero es necesario reconocer que no aparecen claramente a primera vista, y sin duda sería necesario, para llegar a desentrañarlas, un trabajo considerable que no podemos emprender aquí; por lo demás, todo lo que toca a los orígenes del Cristianismo y a sus primeros tiempos está desgraciadamente envuelto en muchas oscuridades. Se podría preguntar también si no hay alguna relación entre ese carácter y otro que no deja de ser menos singular: y es que el Cristianismo no posee el equivalente de la parte propiamente «legal» de otras tradiciones; esto es tan cierto que, para suplirla, ha debido adaptar a su uso el antiguo derecho romano, haciendo además algunos añadidos, pero que no tienen su fuente en las Escrituras mismas (12). Relacionando estos dos hechos por una parte, y recordando además, como ya lo hemos puesto de manifiesto en otras ocasiones, que algunos ritos cristianos aparecen, en cierto modo, como una «exteriorización» de ritos iniciáticos, se podría preguntar incluso si el Cristianismo original no fue en realidad algo muy diferente de todo lo que se puede pensar actualmente; si no en cuanto a la doctrina (13), al menos en cuanto a los fines con vistas a los cuales fue constituido (14). No hemos querido aquí, por nuestra parte, mas que exponer simplemente estas cuestiones, a las cuales no pretendemos dar ciertamente una respuesta; pero, dado el interés que presentan desde más de un punto de vista, sería muy de agradecer que alguien que tuviera a su disposición el tiempo y los medios de hacer las investigaciones necesarias, pudiese un día u otro aportar algunas aclaraciones.
Notas
1. Las «raíces de las plantas». En el nº de septiembre de 1946 de los "Etudes Traditionnelles".
2. Esto es tanto más importante cuanto que hemos visto a un orientalista calificar de «lengua litúrgica» al árabe, que es en realidad una lengua sagrada, con la intención disimulada, pero bastante clara para quien sabe comprender, de despreciar la tradición islámica; y esto tiene relación con el hecho de que este mismo orientalista ha hecho en los países de lengua árabe, por lo demás sin éxito, una verdadera campaña para la adopción de la escritura en caracteres latinos.
3. Preferimos decir aquí «lengua fijada» mejor que «lengua muerta» como es habitual hacerlo, pues en tanto que una lengua es empleada en usos rituales, no se puede decir que, desde el punto de vista tradicional, esté realmente muerta.
4. Decimos litúrgica o ritual, puesto que el primero de estos dos términos no se aplica propiamente más que a las formas religiosas. Mientras que el segundo tiene un significado del todo general y que conviene igualmente a todas las tradiciones.
5. Particularmente el sirio, el copto y el eslavo antiguo, en uso en distintas Iglesias orientales.
6. Quede claro que tenemos en cuenta nada más las ramas regulares y ortodoxas del Cristianismo. El Protestantismo bajo todas sus formas no hace uso más que de las lenguas vulgares, por lo que no se puede hablar propiamente de que tenga una Iiturgia.
7. El hecho de que no conozcamos los Libros Sagrados escritos en esas lenguas no permite descartar absolutamente esta suposición, pues ciertamente han existido en la antigüedad muchas cosas que no nos han llegado; ésta es de las cuestiones que sería seguramente muy difícil resolver actualmente, como por ejemplo, en lo que concierne a la tradición romana, la del verdadero carácter de los Libros Sibilinos, así como la de la lengua en la cual fueron redactados.
8. La versión de los Setenta y la Vulgata.
9. Esta simple acotación sobre la cuestión de la transmisión oral debería bastar para reducir a nada todas las discusiones de los «críticos» sobre la pretendida fecha de los Evangelios, y bastaría en efecto, si los defensores del Cristianismo no estuvieran ellos mismos más o menos afectados por el espíritu antitradicional del mundo moderno.
10. Este estado de cosas no deja de favorecer los ataques de los «exégetas» modernos; incluso si existiesen textos en lengua sagrada, ello no les impediría sin duda discutir, como profanos que son, pero al menos sería entonces más fácil, para todos aquellos que guardan aún algo del espíritu tradicional, no creerse obligados a tener en cuenta sus pretensiones.
11. Ello es particularmente visible para las lenguas sagradas, donde los caracteres tienen un valor numérico o propiamente jeroglífico, que tiene frecuentemente una gran importancia desde este punto de vista, y del cual una traducción cualquiera no deja evidentemente subsistir nada.
12. Se podría decir, sirviéndonos de un término perteneciente a la tradición islámica, que el Cristianismo no tiene shariya; ello es tanto más notable que, en la filiación tradicional que se puede denominar "abrahámica", él se sitúa entre el Judaísmo y el Islamismo, que tienen al contrario uno y otro una shariya muy desarrollada.
13. O, quizá sería necesario decir mejor, a la parte de la doctrina que ha permanecido generalmente conocida hasta nuestros días; ésta no ha cambiado, ciertamente, pero es posible que haya otras enseñanzas, y ciertas alusiones de los Padres de la Iglesia, apenas parecen poder comprenderse de otra manera; los esfuerzos hechos por los modernos para aminorar el alcance de tales alusiones no prueban en suma más que las limitaciones de su propia mentalidad.
14. El estudio de estas cuestiones nos llevaría a suscitar la de las relaciones del Cristianismo primitivo con el Esenismo, que es además bastante mal conocido, pero del que se sabe al menos que constituía una organización esotérica relacionada con el Judaísmo; se han dicho sobre eso muchas cosas fantásticas. pero éste es todavía un punto que merecería ser examinado seriamente."
1. Las «raíces de las plantas». En el nº de septiembre de 1946 de los "Etudes Traditionnelles".
2. Esto es tanto más importante cuanto que hemos visto a un orientalista calificar de «lengua litúrgica» al árabe, que es en realidad una lengua sagrada, con la intención disimulada, pero bastante clara para quien sabe comprender, de despreciar la tradición islámica; y esto tiene relación con el hecho de que este mismo orientalista ha hecho en los países de lengua árabe, por lo demás sin éxito, una verdadera campaña para la adopción de la escritura en caracteres latinos.
3. Preferimos decir aquí «lengua fijada» mejor que «lengua muerta» como es habitual hacerlo, pues en tanto que una lengua es empleada en usos rituales, no se puede decir que, desde el punto de vista tradicional, esté realmente muerta.
4. Decimos litúrgica o ritual, puesto que el primero de estos dos términos no se aplica propiamente más que a las formas religiosas. Mientras que el segundo tiene un significado del todo general y que conviene igualmente a todas las tradiciones.
5. Particularmente el sirio, el copto y el eslavo antiguo, en uso en distintas Iglesias orientales.
6. Quede claro que tenemos en cuenta nada más las ramas regulares y ortodoxas del Cristianismo. El Protestantismo bajo todas sus formas no hace uso más que de las lenguas vulgares, por lo que no se puede hablar propiamente de que tenga una Iiturgia.
7. El hecho de que no conozcamos los Libros Sagrados escritos en esas lenguas no permite descartar absolutamente esta suposición, pues ciertamente han existido en la antigüedad muchas cosas que no nos han llegado; ésta es de las cuestiones que sería seguramente muy difícil resolver actualmente, como por ejemplo, en lo que concierne a la tradición romana, la del verdadero carácter de los Libros Sibilinos, así como la de la lengua en la cual fueron redactados.
8. La versión de los Setenta y la Vulgata.
9. Esta simple acotación sobre la cuestión de la transmisión oral debería bastar para reducir a nada todas las discusiones de los «críticos» sobre la pretendida fecha de los Evangelios, y bastaría en efecto, si los defensores del Cristianismo no estuvieran ellos mismos más o menos afectados por el espíritu antitradicional del mundo moderno.
10. Este estado de cosas no deja de favorecer los ataques de los «exégetas» modernos; incluso si existiesen textos en lengua sagrada, ello no les impediría sin duda discutir, como profanos que son, pero al menos sería entonces más fácil, para todos aquellos que guardan aún algo del espíritu tradicional, no creerse obligados a tener en cuenta sus pretensiones.
11. Ello es particularmente visible para las lenguas sagradas, donde los caracteres tienen un valor numérico o propiamente jeroglífico, que tiene frecuentemente una gran importancia desde este punto de vista, y del cual una traducción cualquiera no deja evidentemente subsistir nada.
12. Se podría decir, sirviéndonos de un término perteneciente a la tradición islámica, que el Cristianismo no tiene shariya; ello es tanto más notable que, en la filiación tradicional que se puede denominar "abrahámica", él se sitúa entre el Judaísmo y el Islamismo, que tienen al contrario uno y otro una shariya muy desarrollada.
13. O, quizá sería necesario decir mejor, a la parte de la doctrina que ha permanecido generalmente conocida hasta nuestros días; ésta no ha cambiado, ciertamente, pero es posible que haya otras enseñanzas, y ciertas alusiones de los Padres de la Iglesia, apenas parecen poder comprenderse de otra manera; los esfuerzos hechos por los modernos para aminorar el alcance de tales alusiones no prueban en suma más que las limitaciones de su propia mentalidad.
14. El estudio de estas cuestiones nos llevaría a suscitar la de las relaciones del Cristianismo primitivo con el Esenismo, que es además bastante mal conocido, pero del que se sabe al menos que constituía una organización esotérica relacionada con el Judaísmo; se han dicho sobre eso muchas cosas fantásticas. pero éste es todavía un punto que merecería ser examinado seriamente."