Aliñado del chimó
Hay varios tipos según su aliño o enriquecimiento:
- Chimó Andino o Criollo: sólo se le agrega ceniza.
- Chimó con Urao (que es el chimo Merideño): se aliña con sal de la laguna de Urao.
- Chimó Llanero o Chimó Bravo: la conserva o materia prima viene de Barinas, éste se hace con tabaco “capao”, se llama así porque se le quita la flor del tabaco y su ingrediente enriquecedor es la soda cáustica (Hidróxido de Sodio NaOH), compuesto se usa como desatascador de cañerías.
El chimó es un producto semi-industrial que se ha utilizado de generación en generación por nuestros ancestros. El chimó consta de una preparación en la cual, sus mayores componentes son el tabaco y la ceniza. Se debe utilizar en lugares ventilados para evitar mareos o molestias de olor. Sin embargo, el chimó es un excelente pigmento que ofrece diferentes tonos sepias de gran riqueza.
El chimó se coloca sobre un vasito de plástico y con muy poca agua se va dejando humedecer. En pocos minutos, el agua se va haciendo marrón o sepia según la cantidad usada. Así tendremos colores fuertes y saturados, o quizás suaves para hacer aguadas, como se utiliza tradicionalmente en Mérida por parte de algunos pintores populares.
Para muchos el chimó es un estupefaciente, un narcótico, por ello la preocupación parte de lo sectores científicos. Pero el consumo del chimó está tan generalizado en los llanos colombo-venezolanos, -es más, para este último, es un producto nacional-, legado de generación en generación, porque lo consideran una sustancia con muchas propiedades: quita el hambre, el cansancio, el sueño, da fortaleza y es perfecto para sanar cualquier herida o picadura de serpientes u otros animales del medio; eso lo convierte en una sustancia bendita e imprescindible en la “maletera” de los llaneros. Ello, a pesar que no se come, solo se aspira.
El chimó tiene una larga historia. Lo usan nuestros indígenas desde hace miles de años. Fue la planta entregada a Colón y su tripulación, en señal de aceptación en sus predios. La investigadora venezolana María Helena Parra Pardí, cuenta que fue Pedro de Berástegui, quien le descubrió estas propiedades al tabaco, después de recorrer el occidente de Venezuela en 1781, con el fin de localizar tierras para desarrollar este cultivo con óptimo rendimiento y beneficio. Recorrió Aragua, Orituco, Barinas, Guanare, Mérida y La Grita, observó su empleo en la preparación del moo y el chimó, mezclado con tabaco curanegra e hizo recomendaciones sobre esta siembra, con destino al comercio interno de la provincia. El moo se obtiene de las hojas de tabaco verde, se muele, se mezcla con agua y se mete en pailas hasta obtener su clarificación y espesura características; mientras que el chimó se prepara con el tabaco curado y debe quedar más espeso.
Agustín Codazzi reconoció a Berástegui, el haber perfeccionado la elaboración de estos productos y los describió así: “… del jugo del tabaco sacan el moo y el chimó, cuyo uso es muy general en las provincias de Mérida, Trujillo y algunas partes de Barinas (Venezuela). El chimó se obtiene como un licor que se extrae del tabaco prensado y se hierve hasta tomar la consistencia de una jalea, que es en la forma como se consume y escupe -en lugar de mascarlo-, desliéndolo en la boca como si fuese un dulce.
Para octubre de 1781, Berástegui llega a Caracas, no sin antes seguir las instrucciones de Ábalos para inspeccionar las minas de Aroa; rinde informe sobre su visita a Mérida, este lo nombra Visitador General de la Renta del Tabaco y Juez de Comisión de la Provincia de Venezuela, y en 1784, hace una relación del ensayo hecho en Guanare con el tabaco curaseca, como el que se trabajaba en Brasil.
Y es precisamente en Brasil donde el chimó tiene otro capítulo de la historia. Mundialmente se conoce que es en América del Sur donde se usa el tabaco “lamido”, conocido en el noroeste amazónico, con el nombre de “Ambil”. El producto es espesado añadiendo almidón de mandioca o de arrurruz; las tribus el este del Lago de Maracaibo “solían mezclar urrao, un sesquicarbonato de soda en su ambil, logrando un producto conocido como chimó (Kamen-Kayé). Sal o cenizas alcalinas, son usadas por tribus de la zona de la montaña como parte de su receta para el ambil. Las hojas bien verdes de la parte inferior de la planta de tabaco son seleccionadas para ser cocidas sobre fuego lento. Los mambeadores de coca del noroeste del Brasil lo utilizan como pasante y en Cuba, bajo el nombre de chimojo, un antiespasmódico, producto de la mezcla de tabaco, cáscara de plátano y salvia.
Encontré en el blog de Tanakin*, este glosario que comparto: “Ámbil: sustancia psicotrópica que conocí en el km 11, de Leticia a la comunidad Huitoto. Me enteré que existen de dos tipos: uno fuerte al que no se le mezcla sal y el dulce al que se le pone sal de monte o vegetal, que según la mitología es consumido por las mujeres, aunque la tradición machista diga que les esta prohibido”. Tanakin dice: “esto es un decir, yo vi con mis propios ojos que se les daba mambe a mujeres que pertenecían a la tribu”
*Tanakin es un joven amazonense, estudiante de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Recurrí a el, para que me ampliara la historia y efectivamente me lo confirmó.
PAÍS DE ORIGEN?
Venezuela se lleva en honor de dar vida social al chimó; allí su consumo es ancestral, motivo por el cual la preocupación que parte de los sectores científicos y de organizaciones venezolanas dedicadas a la salud -especialmente-, ha aumentado, en razón de los resultados de estudios con consumidores habituales y el notorio incremento de su uso, no solo en el área rural, también en los institutos de educación media y superior de las ciudades. Un ejemplo de ello, es el trabajo desarrollado por la Fundación José Félix Ribas, del Estado Lara (Venezuela), organización dedicada a la prevención, tratamiento, rehabilitación e investigación científica sobre las sustancias psicotrópicas. “El chimó es tabaco concentrado, se elabora con los mismos componentes del tabaco y en ocasiones puede ser mucho más letal porque va directamente a los labios”, dice su directora Elsy Rodríguez. Pero las investigaciones continúan; los científicos quieren descartar que el incremento del cáncer de laringe, labios y esófago en esa región del país, esté relacionado con el chimó. Aún así, en ciudades como Trujillo (Venezuela), el 50% de su actividad económica se basa en el chimó. “A pesar de vivir tan cerca de todo su proceso de elaboración, me pregunto, que gusto le hallan a algo que huele tan feo y sabe igual?, dice una universitaria trujillana.
Precisamente hace algunos meses, a fin de conocer sobre creencias, actitudes, conocimientos y práctica clínica con relación al chimó, en Venezuela se realizó una encuesta aleatoria entre profesionales de la odontología. Para la mayoría, es una droga y un problema de salud pública. De los encuestados, 33% piensa que previene la caries y preserva el tejido dentario, 14% de las mujeres y 18.8% de los hombres piensan que no causa patologías de los tejidos blandos de la boca; menos del 30% tiene información científica sobre éste y 80% afirma no haber tenido pacientes consumidores de chimó en el último año.
Lo anterior confirma la teoría de los llaneros en el sentido que el chimó no afecta la placa dental, ni tiene otros efectos clínicos, pero contrariamente a lo sucedido en Venezuela, en Colombia los consumidores no ha pasado por la lupa de los científicos, a pesar que en regiones como Arauca, Casanare y buena parte del Meta es muy común. Al respecto no existen cifras que prendan las alarmas, sin que se descarte la necesidad de efectuar juiciosos estudios. “A mi me faltará otra cosa, menos el chimó…”, dice Juan Ostos, un llanero de 62 años, con una fortaleza a prueba de trabajos de llano, que no ha visitado el odontólogo por primera vez y como muchos llaneros, con solo una “pella” de chimó en la boca, viven y se enfrenan a lo agreste de la región.
El pasado 31 de mayo, Día Mundial de la Prevención del Consumo del Tabaco, el Instituto Universitario de Tecnología de Yaracuy (Venezuela) para celebrarlo, realizó una actividad académica, cuyo tema central fue el uso del tabaco, el alcohol y las drogas bajo la frase: “el cigarrillo es considerado una droga, igual que el tabaco, bien sea crudo o masticado, como es el caso del cigarrillo y el chimó”.
La verdad es que para los llanos de Colombia y Venezuela, el chimó es parte del folclor, ello se refleja en los diferentes eventos populares y académicos; por ejemplo en Tovar (Mérida), existe un encuentro cultural de los mejores usuarios, fabricantes e interesados en rescatar la historia, las anécdotas, mitos y leyendas sobre el chimó. El epidemiólogo venezolano Ricardo Granero dice: “la popularidad del chimó radica en que es mas económico, se vende sin restricción y se consume sin ser detectado”; ahora se publicita en afiches, incluso en emisoras, hasta tiene un Salón de Muestra y un Festival Nacional, al cual asisten videoastas, cineastas, pintores, cuentistas y yerbateros, para hablar sobre esta pasta milenaria; también asisten médicos, invitados especiales y consumidores que participan en concursos de “escupidores” y de cuentos parte de la tradición oral, como el del sonámbulo que se levantó al baño y en vez de llevárselo a la boca lo untó en sus partes nobles. O la prohibición del primer Obispo de Mérida Fray Juan Ramos de Lora, que el 4 de junio de 1785 decretó la prohibición del uso del chimó en la iglesia, bajo pena de excomunión. En 1823, el francés Boussingault describió en sus Memorias: “algunas damas de alcurnia llevaban consigo unas cajitas de elaboración muy fina que contenían chimó, lo tomaban utilizando una espátula de metal precioso o su uña del meñique, la cual dejaban crecer desmesuradamente”. El uso del chimó ennegrece los dientes de las damas, por ello Boussingault agrego: “da pena ver mujeres frescas, de labios rosados, con los dientes como ébano”.
En el llano el chimó esta mimetizado en sus tradiciones, es un vicio legal y avalado en razón de sus cualidades. El que come chimó, no tiene caries, pero si enfermedad periodontal”, -dice Carlos Francisco Rodríguez Quenza, un profesional criollo-, con el tiempo también se presenta un deterioro de las papilas gustativas”. Cuando la sustancia era totalmente desconocida en el centro del país y los estudiantes “pijas” (araucanos) llegaban a las universidades “escupiendo” chimó, sus compañeros decían: “los araucanos escupen petróleo”. Pero cual es el proceso de escupir chimó? Primero se coloca un “pella” –pequeñísima cantidad- en la boca (debajo de la lengua), se tiene por unos segundos mientras se deslíe -es prohibido tragársela, pues sus efectos son nefastos-; minutos después empieza la salivación, que obliga a escupir frecuentemente dejando las grandes manchas de un café petrolizado”. Así lo sigue haciendo Don Alejandro, que donde se sienta a descansar debe tener su recipiente para escupir en el; sus hijas le han sentenciado, claro, ellas no han probado nunca el chimó, como si lo hacen muchas jovencitas de la región, que como las damas encopetadas, cargan su “cajeta”.
UNA INDUTRIA PUJANTE
En Arauca existe una fábrica de chimó con una tradición de 30 años. Se conoce en el llano y más allá de sus fronteras como “Toro loco”, nombre puesto por las borracheras que su propietario, José Encarnación Tovar, un veterano llanero, se metía en su juventud. De esa historia nació la industria de la que ha vivido toda su familia y 10 familias más, empleados directos, además de -al menos-, 50 indirectos. Actualmente despachan chimó a todo el departamento de Arauca, a los Estados venezolanos de Amazonas, Bolívar y Apure, así como al Casanare y Meta. Son más de 100 kilos mensuales, que se mezclan, se aliñan, se empacan y se distribuyen desde Arauca. Una industria silenciosa, solo expide una fragancia que emborracha, pero los vecinos ya se han acostumbrado. Allí llegan profesionales, amas de casa..., llaneros experimentados…jóvenes estudiantes y hasta visitantes, porque de sus efectos se han tejido toda clase de historias: que emborracha, produce alucinaciones, baja la tensión… “eso es muy feo”, dijo un foráneo que no se resistió a probarlo. Sin embargo, el chimó ocupa un puesto muy importante en las costumbres del llanero y se ha convertido en una pujante industria de la Orinoquia. Incluso en la pasada versión de Agroexpo, los stand de Casanare y Meta lo exhibieron como un producto y una industria netamente “criolla”, y con un futuro promisorio.
Hay varios tipos según su aliño o enriquecimiento:
- Chimó Andino o Criollo: sólo se le agrega ceniza.
- Chimó con Urao (que es el chimo Merideño): se aliña con sal de la laguna de Urao.
- Chimó Llanero o Chimó Bravo: la conserva o materia prima viene de Barinas, éste se hace con tabaco “capao”, se llama así porque se le quita la flor del tabaco y su ingrediente enriquecedor es la soda cáustica (Hidróxido de Sodio NaOH), compuesto se usa como desatascador de cañerías.
El chimó es un producto semi-industrial que se ha utilizado de generación en generación por nuestros ancestros. El chimó consta de una preparación en la cual, sus mayores componentes son el tabaco y la ceniza. Se debe utilizar en lugares ventilados para evitar mareos o molestias de olor. Sin embargo, el chimó es un excelente pigmento que ofrece diferentes tonos sepias de gran riqueza.
El chimó se coloca sobre un vasito de plástico y con muy poca agua se va dejando humedecer. En pocos minutos, el agua se va haciendo marrón o sepia según la cantidad usada. Así tendremos colores fuertes y saturados, o quizás suaves para hacer aguadas, como se utiliza tradicionalmente en Mérida por parte de algunos pintores populares.
Para muchos el chimó es un estupefaciente, un narcótico, por ello la preocupación parte de lo sectores científicos. Pero el consumo del chimó está tan generalizado en los llanos colombo-venezolanos, -es más, para este último, es un producto nacional-, legado de generación en generación, porque lo consideran una sustancia con muchas propiedades: quita el hambre, el cansancio, el sueño, da fortaleza y es perfecto para sanar cualquier herida o picadura de serpientes u otros animales del medio; eso lo convierte en una sustancia bendita e imprescindible en la “maletera” de los llaneros. Ello, a pesar que no se come, solo se aspira.
El chimó tiene una larga historia. Lo usan nuestros indígenas desde hace miles de años. Fue la planta entregada a Colón y su tripulación, en señal de aceptación en sus predios. La investigadora venezolana María Helena Parra Pardí, cuenta que fue Pedro de Berástegui, quien le descubrió estas propiedades al tabaco, después de recorrer el occidente de Venezuela en 1781, con el fin de localizar tierras para desarrollar este cultivo con óptimo rendimiento y beneficio. Recorrió Aragua, Orituco, Barinas, Guanare, Mérida y La Grita, observó su empleo en la preparación del moo y el chimó, mezclado con tabaco curanegra e hizo recomendaciones sobre esta siembra, con destino al comercio interno de la provincia. El moo se obtiene de las hojas de tabaco verde, se muele, se mezcla con agua y se mete en pailas hasta obtener su clarificación y espesura características; mientras que el chimó se prepara con el tabaco curado y debe quedar más espeso.
Agustín Codazzi reconoció a Berástegui, el haber perfeccionado la elaboración de estos productos y los describió así: “… del jugo del tabaco sacan el moo y el chimó, cuyo uso es muy general en las provincias de Mérida, Trujillo y algunas partes de Barinas (Venezuela). El chimó se obtiene como un licor que se extrae del tabaco prensado y se hierve hasta tomar la consistencia de una jalea, que es en la forma como se consume y escupe -en lugar de mascarlo-, desliéndolo en la boca como si fuese un dulce.
Para octubre de 1781, Berástegui llega a Caracas, no sin antes seguir las instrucciones de Ábalos para inspeccionar las minas de Aroa; rinde informe sobre su visita a Mérida, este lo nombra Visitador General de la Renta del Tabaco y Juez de Comisión de la Provincia de Venezuela, y en 1784, hace una relación del ensayo hecho en Guanare con el tabaco curaseca, como el que se trabajaba en Brasil.
Y es precisamente en Brasil donde el chimó tiene otro capítulo de la historia. Mundialmente se conoce que es en América del Sur donde se usa el tabaco “lamido”, conocido en el noroeste amazónico, con el nombre de “Ambil”. El producto es espesado añadiendo almidón de mandioca o de arrurruz; las tribus el este del Lago de Maracaibo “solían mezclar urrao, un sesquicarbonato de soda en su ambil, logrando un producto conocido como chimó (Kamen-Kayé). Sal o cenizas alcalinas, son usadas por tribus de la zona de la montaña como parte de su receta para el ambil. Las hojas bien verdes de la parte inferior de la planta de tabaco son seleccionadas para ser cocidas sobre fuego lento. Los mambeadores de coca del noroeste del Brasil lo utilizan como pasante y en Cuba, bajo el nombre de chimojo, un antiespasmódico, producto de la mezcla de tabaco, cáscara de plátano y salvia.
Encontré en el blog de Tanakin*, este glosario que comparto: “Ámbil: sustancia psicotrópica que conocí en el km 11, de Leticia a la comunidad Huitoto. Me enteré que existen de dos tipos: uno fuerte al que no se le mezcla sal y el dulce al que se le pone sal de monte o vegetal, que según la mitología es consumido por las mujeres, aunque la tradición machista diga que les esta prohibido”. Tanakin dice: “esto es un decir, yo vi con mis propios ojos que se les daba mambe a mujeres que pertenecían a la tribu”
*Tanakin es un joven amazonense, estudiante de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Recurrí a el, para que me ampliara la historia y efectivamente me lo confirmó.
PAÍS DE ORIGEN?
Venezuela se lleva en honor de dar vida social al chimó; allí su consumo es ancestral, motivo por el cual la preocupación que parte de los sectores científicos y de organizaciones venezolanas dedicadas a la salud -especialmente-, ha aumentado, en razón de los resultados de estudios con consumidores habituales y el notorio incremento de su uso, no solo en el área rural, también en los institutos de educación media y superior de las ciudades. Un ejemplo de ello, es el trabajo desarrollado por la Fundación José Félix Ribas, del Estado Lara (Venezuela), organización dedicada a la prevención, tratamiento, rehabilitación e investigación científica sobre las sustancias psicotrópicas. “El chimó es tabaco concentrado, se elabora con los mismos componentes del tabaco y en ocasiones puede ser mucho más letal porque va directamente a los labios”, dice su directora Elsy Rodríguez. Pero las investigaciones continúan; los científicos quieren descartar que el incremento del cáncer de laringe, labios y esófago en esa región del país, esté relacionado con el chimó. Aún así, en ciudades como Trujillo (Venezuela), el 50% de su actividad económica se basa en el chimó. “A pesar de vivir tan cerca de todo su proceso de elaboración, me pregunto, que gusto le hallan a algo que huele tan feo y sabe igual?, dice una universitaria trujillana.
Precisamente hace algunos meses, a fin de conocer sobre creencias, actitudes, conocimientos y práctica clínica con relación al chimó, en Venezuela se realizó una encuesta aleatoria entre profesionales de la odontología. Para la mayoría, es una droga y un problema de salud pública. De los encuestados, 33% piensa que previene la caries y preserva el tejido dentario, 14% de las mujeres y 18.8% de los hombres piensan que no causa patologías de los tejidos blandos de la boca; menos del 30% tiene información científica sobre éste y 80% afirma no haber tenido pacientes consumidores de chimó en el último año.
Lo anterior confirma la teoría de los llaneros en el sentido que el chimó no afecta la placa dental, ni tiene otros efectos clínicos, pero contrariamente a lo sucedido en Venezuela, en Colombia los consumidores no ha pasado por la lupa de los científicos, a pesar que en regiones como Arauca, Casanare y buena parte del Meta es muy común. Al respecto no existen cifras que prendan las alarmas, sin que se descarte la necesidad de efectuar juiciosos estudios. “A mi me faltará otra cosa, menos el chimó…”, dice Juan Ostos, un llanero de 62 años, con una fortaleza a prueba de trabajos de llano, que no ha visitado el odontólogo por primera vez y como muchos llaneros, con solo una “pella” de chimó en la boca, viven y se enfrenan a lo agreste de la región.
El pasado 31 de mayo, Día Mundial de la Prevención del Consumo del Tabaco, el Instituto Universitario de Tecnología de Yaracuy (Venezuela) para celebrarlo, realizó una actividad académica, cuyo tema central fue el uso del tabaco, el alcohol y las drogas bajo la frase: “el cigarrillo es considerado una droga, igual que el tabaco, bien sea crudo o masticado, como es el caso del cigarrillo y el chimó”.
La verdad es que para los llanos de Colombia y Venezuela, el chimó es parte del folclor, ello se refleja en los diferentes eventos populares y académicos; por ejemplo en Tovar (Mérida), existe un encuentro cultural de los mejores usuarios, fabricantes e interesados en rescatar la historia, las anécdotas, mitos y leyendas sobre el chimó. El epidemiólogo venezolano Ricardo Granero dice: “la popularidad del chimó radica en que es mas económico, se vende sin restricción y se consume sin ser detectado”; ahora se publicita en afiches, incluso en emisoras, hasta tiene un Salón de Muestra y un Festival Nacional, al cual asisten videoastas, cineastas, pintores, cuentistas y yerbateros, para hablar sobre esta pasta milenaria; también asisten médicos, invitados especiales y consumidores que participan en concursos de “escupidores” y de cuentos parte de la tradición oral, como el del sonámbulo que se levantó al baño y en vez de llevárselo a la boca lo untó en sus partes nobles. O la prohibición del primer Obispo de Mérida Fray Juan Ramos de Lora, que el 4 de junio de 1785 decretó la prohibición del uso del chimó en la iglesia, bajo pena de excomunión. En 1823, el francés Boussingault describió en sus Memorias: “algunas damas de alcurnia llevaban consigo unas cajitas de elaboración muy fina que contenían chimó, lo tomaban utilizando una espátula de metal precioso o su uña del meñique, la cual dejaban crecer desmesuradamente”. El uso del chimó ennegrece los dientes de las damas, por ello Boussingault agrego: “da pena ver mujeres frescas, de labios rosados, con los dientes como ébano”.
En el llano el chimó esta mimetizado en sus tradiciones, es un vicio legal y avalado en razón de sus cualidades. El que come chimó, no tiene caries, pero si enfermedad periodontal”, -dice Carlos Francisco Rodríguez Quenza, un profesional criollo-, con el tiempo también se presenta un deterioro de las papilas gustativas”. Cuando la sustancia era totalmente desconocida en el centro del país y los estudiantes “pijas” (araucanos) llegaban a las universidades “escupiendo” chimó, sus compañeros decían: “los araucanos escupen petróleo”. Pero cual es el proceso de escupir chimó? Primero se coloca un “pella” –pequeñísima cantidad- en la boca (debajo de la lengua), se tiene por unos segundos mientras se deslíe -es prohibido tragársela, pues sus efectos son nefastos-; minutos después empieza la salivación, que obliga a escupir frecuentemente dejando las grandes manchas de un café petrolizado”. Así lo sigue haciendo Don Alejandro, que donde se sienta a descansar debe tener su recipiente para escupir en el; sus hijas le han sentenciado, claro, ellas no han probado nunca el chimó, como si lo hacen muchas jovencitas de la región, que como las damas encopetadas, cargan su “cajeta”.
UNA INDUTRIA PUJANTE
En Arauca existe una fábrica de chimó con una tradición de 30 años. Se conoce en el llano y más allá de sus fronteras como “Toro loco”, nombre puesto por las borracheras que su propietario, José Encarnación Tovar, un veterano llanero, se metía en su juventud. De esa historia nació la industria de la que ha vivido toda su familia y 10 familias más, empleados directos, además de -al menos-, 50 indirectos. Actualmente despachan chimó a todo el departamento de Arauca, a los Estados venezolanos de Amazonas, Bolívar y Apure, así como al Casanare y Meta. Son más de 100 kilos mensuales, que se mezclan, se aliñan, se empacan y se distribuyen desde Arauca. Una industria silenciosa, solo expide una fragancia que emborracha, pero los vecinos ya se han acostumbrado. Allí llegan profesionales, amas de casa..., llaneros experimentados…jóvenes estudiantes y hasta visitantes, porque de sus efectos se han tejido toda clase de historias: que emborracha, produce alucinaciones, baja la tensión… “eso es muy feo”, dijo un foráneo que no se resistió a probarlo. Sin embargo, el chimó ocupa un puesto muy importante en las costumbres del llanero y se ha convertido en una pujante industria de la Orinoquia. Incluso en la pasada versión de Agroexpo, los stand de Casanare y Meta lo exhibieron como un producto y una industria netamente “criolla”, y con un futuro promisorio.