Se fundamenta en los escritos clásicos y todo su sistema filosófico es incorporado a un diagrama conocido como El Árbol de la Vida. Se trata de un esquema simbólico que resume todas las doctrinas de los Iniciados. Este esquema puede convertirse en un instrumento mágico, un poderoso pentáculo. Según los expertos el Árbol cabalístico de la Vida es una imagen del Universo que Dios habita e impregna con su esencia, una representación simbólica de la vida divina que circula a través de toda la creación. Está dividido en diez sephirots o esferas de emanación, representadas con una letra hebrea y un profundo significado (ver recuadro).
La Cábala literal, por su parte, dispone de tres métodos: Gematria, Notarikon y Temurah. El primero convierte las letras de una palabra en sus equivalentes numéricos para encontrar después correspondencias con otras palabras del mismo valor. De este modo, un número puede llegar a ser la representación de varias ideas relacionadas entre sí. Veamos un ejemplo: Amor, en hebreo se escribe Ahavah. Su valor numérico es 13. La palabra Ehad, “uno”, también suma trece. Amor, por lo tanto, equivale a Uno. Si sumamos Amor y Uno el resultado es 26. El nombre de Dios consta de cuatro letras que suman 26. Luego Amor y Uno hacen la cifra de Dios. Si vamos al Antiguo Testamento, el versículo 26 del Génesis reza: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Curioso ¿no?
Los sentidos del número divino no terminan aquí. Desde Adán a Moisés transcurrieron 26 generaciones. 26 es también la diferencia numérica entre el nombre de Eva (19) y el de Adán (45).
“El Notarikon–explica el prestigioso cabalista Manuel C. Lamparter- puede usarse en dos formas distintas. La primera es la formación de una palabra con las letras iniciales o finales de una frase. La segunda, al contrario, toma las letras de una palabra y las convierte en las letras iniciales o finales de las palabras de una frase”. En Deuteronomio XXX, 12, por ejemplo, Moisés pregunta: “¿Quién subirá por nosotros al cielo?” (MI IOLH LNV HSHMILH). En donde las letras iniciales forman MILAH que significa circuncisión. Si tomamos las finales obtenemos IHVH, el nombre de Dios por lo que, según Lamparter, “la respuesta está contenida en la pregunta; los circuncisos alcanzarán a Dios”.
El tercer método, el Temurah, es de permutación. De modo que una letra se sustituye por otra que la siga o preceda en el alfabeto para formar una nueva palabra.