Según las enseñanzas cabalísticas, el Universo funciona de acuerdo a ciertos principios poderosos. Al entender estos principios y al aprender a actuar de acuerdo con ellos, la vida mejora enormemente en lo inmediato, y se logra a mediano y largo plazo la verdadera plenitud, para uno mismo y para toda la humanidad. Así, de la misma manera en que las leyes físicas básicas, tales como la gravedad y el magnetismo, existen otras, las denominadas leyes espirituales que influyen en nuestras vidas cada día y en cada momento. La Cábala brinda el poder de entenderlas y vivir en armonía con ellas y, además, proporciona información acerca de cómo usarlas en beneficio propio y para los demás.
La clave para dominar estas fuerzas supremas está contenida en los textos sagrados. Su decodificación se remonta al siglo X aunque no es hasta el siglo XII que empieza a denominarse Cábala. Es precisamente un judío barcelonés, Yehuda ben Barzilai quien la emplea esta palabra por primera vez. Con todo, es de suponer que la Cábala llevaría siglos de silenciosa evolución entre los sabios judíos como un conocimiento secreto reservado a los iniciados. De hecho, en el siglo II un rabino galileo, Simeón bar Yojai, codificó las enseñanzas cabalísticas en el llamado Libro del Esplendor, el Zohar.
“En hebreo, Cábala significa ‘lo recibido’ –nos explica José Luis Caritg-. Se refiere a la capacidad de ser conscientes al influjo de poder espiritual que desciende de los niveles superconscientes. Estas emanaciones –continúa- provenientes de lo superior, descienden hasta uno mismo y son los influjos que hacen que el ser humano exprese sus potencialidades más elevadas. De esta manera –concluye- se forman individuos plenos de amorosa bondad, sabiduría y belleza”.
Esta “recepción”, sin embargo, debe ser desarrollada. Lo saben todas las escuelas iniciáticas y saben, también, que las verdades más recónditas y trascendentales no pueden ser comunicadas con palabras, sino que se captan por recepción y experimentación propia. Hasta no hace mucho la sabiduría de la Cábala era patrimonio de unos cuantos iniciados en la ciencia hermética pero en los albores del tercer milenio empieza a llegar al gran público. Con ese propósito se organizó a mediados de noviembre de 2005 el I Congreso Internacional de Káballah en Barcelona. Durante tres días se dieron cita en la Ciudad Condal especialistas de todo el mundo que ofrecieron distintas técnicas y principios básicos que rigen el desarrollo del ser humano desde la Cábala.
Su esencia puede hallarse en el estudio minucioso de los textos sagrados hebreos tales como la Torah, el Talmud, la Mishna, el Midrashim o el mencionado Zohar. Según los cabalistas, la palabra revelada por Dios no puede contener ni una tilde que sea fruto de la casualidad. Debe, forzosamente, participar de la perfección divina puesto que es parte de Dios mismo. Los Evangelios que admite la tradición son cuatro, como cuatro son los elementos y cuatro son las letras que forman el nombre divino Yod-He-Vav-He (IHYH). Cuatro son, también, las divisiones de la Cábala, a saber: La Cábala dogmática, la literal, la práctica y la no escrita.
La clave para dominar estas fuerzas supremas está contenida en los textos sagrados. Su decodificación se remonta al siglo X aunque no es hasta el siglo XII que empieza a denominarse Cábala. Es precisamente un judío barcelonés, Yehuda ben Barzilai quien la emplea esta palabra por primera vez. Con todo, es de suponer que la Cábala llevaría siglos de silenciosa evolución entre los sabios judíos como un conocimiento secreto reservado a los iniciados. De hecho, en el siglo II un rabino galileo, Simeón bar Yojai, codificó las enseñanzas cabalísticas en el llamado Libro del Esplendor, el Zohar.
“En hebreo, Cábala significa ‘lo recibido’ –nos explica José Luis Caritg-. Se refiere a la capacidad de ser conscientes al influjo de poder espiritual que desciende de los niveles superconscientes. Estas emanaciones –continúa- provenientes de lo superior, descienden hasta uno mismo y son los influjos que hacen que el ser humano exprese sus potencialidades más elevadas. De esta manera –concluye- se forman individuos plenos de amorosa bondad, sabiduría y belleza”.
Esta “recepción”, sin embargo, debe ser desarrollada. Lo saben todas las escuelas iniciáticas y saben, también, que las verdades más recónditas y trascendentales no pueden ser comunicadas con palabras, sino que se captan por recepción y experimentación propia. Hasta no hace mucho la sabiduría de la Cábala era patrimonio de unos cuantos iniciados en la ciencia hermética pero en los albores del tercer milenio empieza a llegar al gran público. Con ese propósito se organizó a mediados de noviembre de 2005 el I Congreso Internacional de Káballah en Barcelona. Durante tres días se dieron cita en la Ciudad Condal especialistas de todo el mundo que ofrecieron distintas técnicas y principios básicos que rigen el desarrollo del ser humano desde la Cábala.
Su esencia puede hallarse en el estudio minucioso de los textos sagrados hebreos tales como la Torah, el Talmud, la Mishna, el Midrashim o el mencionado Zohar. Según los cabalistas, la palabra revelada por Dios no puede contener ni una tilde que sea fruto de la casualidad. Debe, forzosamente, participar de la perfección divina puesto que es parte de Dios mismo. Los Evangelios que admite la tradición son cuatro, como cuatro son los elementos y cuatro son las letras que forman el nombre divino Yod-He-Vav-He (IHYH). Cuatro son, también, las divisiones de la Cábala, a saber: La Cábala dogmática, la literal, la práctica y la no escrita.