Muestra que eres nuestra Madre: que reciba de Ti nuestras preces el que por nosotros nació y quiso ser Hijo tuyo.
(Ave Maris Stella)
Oración de confianza a María
Recuerda, dulcísima Virgen, que eres mi Madre, y yo tu hijo; que eres poderosa y yo soy un pobre hombre, vil y débil.
Te suplico, dulcísima María, que me guíes y me defiendas en todo lo que haga
¡Oh Virgen guapa!, no digas que no puedes; porque tu amantísimo Hijo te ha hecho omnipotente en el cielo y en la tierra. No digas que no debes, porque eres la madre de todos los pobres hombres, y también la mía.
Si no pudieras, te excusaría diciendo: es verdad que es mi madre y me ama como hijo suyo, pero la pobrecilla no puede.
Si no fueses mi madre, me quedaría en paz, diciendo: es bastante rica para socorrerme, pero ¡ay de mí! No me ama, porque no es mi madre.
Pero, Virgen dulcísima, como eres mi madre y eres poderosa, ¿cómo podré excusarte si no me consuelas y si no me das tu socorro y asistencia?
Fíjate bien, Madre mía, que estás obligada a escuchar todas mis súplicas.
Por el honor y la gloria de tu divino Hijo, acéptame como hijo tuyo, sin tener en cuenta mis pecados y mis miserias. Libra a mi alma y a mi cuerpo de todo mal, dame todas las virtudes, especialmente la humildad.
Finalmente enriquéceme con todas las virtudes, bienes y gracias que complacen a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
San Francisco de Sales
(Ave Maris Stella)
Oración de confianza a María
Recuerda, dulcísima Virgen, que eres mi Madre, y yo tu hijo; que eres poderosa y yo soy un pobre hombre, vil y débil.
Te suplico, dulcísima María, que me guíes y me defiendas en todo lo que haga
¡Oh Virgen guapa!, no digas que no puedes; porque tu amantísimo Hijo te ha hecho omnipotente en el cielo y en la tierra. No digas que no debes, porque eres la madre de todos los pobres hombres, y también la mía.
Si no pudieras, te excusaría diciendo: es verdad que es mi madre y me ama como hijo suyo, pero la pobrecilla no puede.
Si no fueses mi madre, me quedaría en paz, diciendo: es bastante rica para socorrerme, pero ¡ay de mí! No me ama, porque no es mi madre.
Pero, Virgen dulcísima, como eres mi madre y eres poderosa, ¿cómo podré excusarte si no me consuelas y si no me das tu socorro y asistencia?
Fíjate bien, Madre mía, que estás obligada a escuchar todas mis súplicas.
Por el honor y la gloria de tu divino Hijo, acéptame como hijo tuyo, sin tener en cuenta mis pecados y mis miserias. Libra a mi alma y a mi cuerpo de todo mal, dame todas las virtudes, especialmente la humildad.
Finalmente enriquéceme con todas las virtudes, bienes y gracias que complacen a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
San Francisco de Sales