¿Por qué sufrimos tanto en la vida? Te preguntas ¿Por qué Dios me ha abandonado? Pero, ¿Sabes qué?, tú mismo elegiste las pruebas....
Es parte de lo que tienes que expiar en esta vida, no culpes a Dios por eso, porque él es incapaz de abandonarte y el culpar a DIOS, afectaría tus faltas cometidas por concecuencia de La ley de Causa y Efecto o lo que otros le llaman Karma, es momento de alcanzar la resignación.
Es parte de lo que tienes que expiar en esta vida, no culpes a Dios por eso, porque él es incapaz de abandonarte y el culpar a DIOS, afectaría tus faltas cometidas por concecuencia de La ley de Causa y Efecto o lo que otros le llaman Karma, es momento de alcanzar la resignación.
Si supiéramos de antemano lo que nos va a ocurrir paso a paso en el transcurso de la vida, no se lograría el sobrepasar las pruebas de la vida. Entonces los que no conocen como son las reglas de juego optan por buscar los “Short Cut” o atajos en la vida y deciden hacerlo acudiendo por ayuda a los Adivinos y a los Mediums que se prestan hacerlo. Entonces todo esta interrelacionado. Es como el que quiere tener las respuestas de los exámenes antes de tomarlos, y lo que esto ocasiona es que cada vez que engañamos en las pruebas, no adelantamos nada en el espíritu, y eso se va acumulando hasta lograr que seas un fiasco en la vida. No logras nada, siempre optas por lo fácil y lo fácil siempre te lleva a lo prohibido.
Dios ha establecido las reglas y nada tiene que ver con los sufrimientos y las vicisitudes que te encuentras en la vida. No porque no le intereses, sino que las reglas se tienen que cumplir en igualdad de condiciones para todos. No sería prudente ni justo, que se tuvieran ventajas cuando el adelantamiento espiritual debe ser individual.
Dios no castiga ni premia...
a lo que nosotros los espíritus encarnados nos toca vivir. Todo es parte del proceso de adelantamiento espiritual que debemos aspirar. Estas son reglas espirituales cuyo único propósito es que transitemos con los ensayos en la vida para expiar los errores, faltas cometidas, que se han acumulado como consecuencia de "La Ley de Causa y Efecto en la Filosofía Espírita o como otros le llaman el “KARMA” , desde previas encarnaciones.
Entonces veamos como Allan Kardec, manejo este tema haciendo las preguntas a los Espíritus de La Codificación Espírita.
Entonces veamos como Allan Kardec, manejo este tema haciendo las preguntas a los Espíritus de La Codificación Espírita.
El Libro de Los Espíritus nos dice:
V.- Elección de las pruebas
258. En estado errante, y antes de iniciar una nueva existencia corporal, ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida?
- Él mismo escoge el tipo de pruebas a que quiere ser sometido, y en esto consiste su libre albedrío.
258 a. ¿No es entonces Dios quien le impone las tribulaciones de la vida como castigo?
- Nada acontece sin permiso de Dios, por cuanto es Él quien ha establecido todas las leyes que rigen el Universo. ¡Preguntaréis por qué ha hecho tal ley en lugar de otra! Al dar al Espíritu la libertad de elegir, Él le deja toda la responsabilidad de sus actos y de sus consecuencias, sin obstruir para nada su porvenir. Suya puede ser la senda del bien, así como la del mal. Pero si cae derrotado le quedará un consuelo: el de que todo no terminó para él, y que Dios, en su bondad, le deja libre para reiniciar lo que hizo mal. Además, es menester distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios, de aquello otro que es obra del hombre. Si un peligro os amenaza, no seréis vosotros quienes lo hayáis creado, sino Dios. Pero podéis exponeros voluntariamente a él, porque habéis visto en él un medio para vuestro propio adelanto, y Dios lo permite.
Recordamos al lector neófito, lo apuntado por J. H. Pires en la “Noticia de la obra” sobre la aparente “humanización” de Dios (pág. 16 y ss.). Dios tiene sus Leyes, a las cuales todos estamos sometidos; el aparente antropomorfismo con que algunos Espíritus nos presentan a Dios, es un recurso para hacerlo más accesible a nuestro entendimiento. [N. del copista.]
259. Si cabe al Espíritu elegir el género de pruebas que deberá afrontar, ¿se deduce de ello que todas las adversidades que experimentamos en la vida han sido previstas y escogidas por nosotros?
- “Todas” no es la palabra adecuada, porque no es cuestión de afirmar que hayáis seleccionado y previsto cuanto ha de aconteceros en el mundo, hasta las cosas de menor cuantía. Lo que elegisteis es una clase de pruebas: los detalles son consecuencia de la posición en que os halléis y a menudo de vuestras propias acciones. Si, por ejemplo, el Espíritu ha querido nacer entre malhechores, sabía a qué consecuencias se exponía, pero no conocía de antemano cada uno de los actos que iba a realizar. Tales actos son el efecto de su voluntad o de su libre arbitrio. El Espíritu sabe que al optar por semejante camino le aguarda determinado tipo de lucha. Conoce, pues, la índole de las vicisitudes por las que va a pasar, pero ignora si tal acontecimiento se producirá antes que tal otro. Los detalles nacen de la fuerza de las circunstancias. Sólo puede prever los sucesos importantes, aquellos que influirán sobre su destino. Si tomas un sendero escabroso sabes que deberás adoptar grandes precauciones, porque tienes posibilidades de caer, pero desconoces en qué lugar exacto se producirá tu caída, y quizá no caigas si eres lo bastante prudente. Si caminas por la vereda y te cae sobre la cabeza una teja desde lo alto, no creerás que estaba escrito, como vulgarmente se afirma.
260. ¿Cómo es posible que el Espíritu quiera nacer entre personas de mala vida?
- Precisa ser enviado a un medio en el que pueda someterse a la prueba que ha pedido. Es necesario que haya analogía: para luchar contra el instinto del bandolerismo tiene que encontrarse entre personas de esa laya.
260 a. Si en la Tierra no existieran gentes de mala vida, ¿no podría el Espíritu, pues, encontrar aquí el ambiente requerido para afrontar ciertas pruebas?
- ¿Acaso tendríamos que quejarnos de ello? Esto sucede en los mundos superiores, donde el mal no tiene cabida. De ahí que sólo haya en ellos Espíritus buenos. Haced que pronto ocurra lo mismo en vuestra Tierra.
261. En las pruebas que debe arrastrar el Espíritu para alcanzar la perfección ¿tiene que experimentar toda clase de tentaciones, debe pasar por todas las circunstancias capaces de despertar en él el orgullo y la envidia, la avaricia y la sensualidad, etcétera?
- Ciertamente que no, puesto que sabéis que hay entre ellos quienes toman desde el comienzo una senda que los exime de muchas pruebas. Pero el que se deje conducir por el mal camino corre todos los peligros que en el mismo existen. Puede un Espíritu, por ejemplo, pedir riqueza, y podrá concedérsela. Entonces, conforme a su carácter, es posible que se torne avaro o pródigo, egoísta o generoso; o si no, se entregará a todos los goces de la sensualidad. Pero esto no significa que deba pasar forzosamente por la serie de pruebas de todas esas características.
262. ¿Cómo el Espíritu, que en su origen es simple, ignorante y desprovisto de experiencia, puede escoger con conocimiento de causa una vida determinada y ser responsable de tal elección?
- Dios suple a su inexperiencia trazándole la vía que debe seguir, como haces tú con un niño desde que está en la cuna. Pero, poco a poco le va dejando ser dueño de escoger, a medida que se desarrolla su libre albedrío, y entonces precisamente es cuando se suele extraviar, tomando el mal camino y desoyendo los consejos de los Espíritus buenos. Es eso lo que puede llamarse la caída del hombre.
262 a. Cuando el Espíritu goza de su libre arbitrio, la elección de la existencia corpórea ¿depende siempre en forma exclusiva de su voluntad, o esa vida puede serle impuesta por voluntad de Dios y a título de expiación?
- Dios sabe aguardar. No apresura la expiación. Con todo, puede imponer una existencia a un Espíritu cuando éste, por su inferioridad o su mala voluntad, no es apto para comprender lo que le sería más saludable, y cuando ve que esa vida puede servir para su purificación y adelanto, al paso que encuentre en ella una expiación.
263. ¿Hace su elección el Espíritu inmediatamente después de la muerte?
- No: Muchos creen en la eternidad de las penas. Ya se os dijo: Es un castigo.
264. ¿Qué es lo que orienta al Espíritu en la elección de las pruebas que desea sufrir?
- Opta por aquellas que pueden ser para él una expiación, por la índole de las faltas que haya cometido, y hacerle adelantar más de prisa. Unos pueden, pues, imponerse una vida de miseria y privaciones, para tratar de arrostrarla con valor. Otros, querer probarse mediante las tentaciones de la fortuna y el poder, harto más peligrosas, por el abuso y el empleo inadecuado que de ellos es posible hacer, y por las pasiones viles que desencadenan. Otros, por último, quieren probarse por medio de las luchas que han de sostener en su contacto con el vicio.
265. Si ciertos Espíritus eligen como prueba entrar en contacto con el vicio, ¿los hay también que lo escojan por simpatía y por el deseo de vivir en un ambiente acorde con sus gustos, o para poder entregarse a tendencias materiales?
- Los hay, esto es verdad, pero sólo entre aquellos cuyo sentido moral se encuentra todavía poco desarrollado. La prueba viene por sí misma y la sufren durante más tiempo. Tarde o temprano compren-den que el saciar las pasiones brutales les acarrea consecuencias deplorables, que habrán de sufrir durante un tiempo que se les antojará eterno. Y podrá Dios tenerlos en ese estado hasta que hayan comprendido su culpa y pidan por sí mismos rescatarla mediante pruebas beneficiosas.
266. ¿No parece natural que se elijan las pruebas menos penosas?
- A vosotros sí os parece, pero no al Espíritu. Cuando está despojado de la materia cesa la ilusión y piensa de otro modo.
Comentario: El hombre en la Tierra, colocado bajo el influjo de las ideas carnales, no ve en esas pruebas más que su lado penoso. De ahí que se le ocurra natural optar por aquellas que desde su punto de vista pueden conjugarse con los placeres materiales. Pero en la vida espiritual compara los goces efímeros y groseros con la felicidad inalterable que entrevé, y por tanto, ¿qué significan para él algunos sufrimientos pasajeros? Puede el Espíritu, pues, decidirse por la más ruda de las pruebas y, consecuentemente, por la vida más angustiosa, con la esperanza de alcanzar más pronto un estado mejor, como el enfermo elige muchas veces el remedio más desagradable para curarse en más breve plazo. Aquel que desea asociar su nombre con el descubrimiento de un país desconocido no escogerá un camino sembrado de flores. Conoce los peligros que está corriendo, pero sabe también cuál será la gloria que le aguarda si obtiene buen éxito en su empresa.
La doctrina de la libertad en la elección de nuestras existencias y de las pruebas que debemos afrontar deja de parecer extraordinaria si se considera que los Espíritus desprendidos de la materia evalúan las cosas de una manera diferente a como nosotros lo hacemos. Ellos tienen en vista la meta, mucho más seria, en su concepto, que los fugaces placeres del mundo. Tras cada existencia concluida ven el paso que han dado y comprenden cuánto les falta todavía, en materia de pureza, para alcanzar dicha meta. He ahí por qué se someten de buen grado a todas las vicisitudes de la vida corporal, pidiendo por sí mismos las que puedan hacerles llegar más rápidamente. No existe, pues, razón alguna cuando no se ve al Espíritu preferir la existencia más llevadera. Una vida exenta de amarguras no podría disfrutarla en su estado de imperfección. La entrevé, y para alcanzarla trata de mejorarse.
Por otra parte, ¿no tenemos a diario, ante nuestros ojos, ejemplos de cosas semejantes? El hombre que trabaja durante parte de sus vida sin darse tregua ni descanso para reunir medios con los cuales procurarse el bienestar, ¿qué está haciendo, sino imponerse una tarea con miras a un porvenir más próspero? El militar que padece a causa de una misión peligrosa, o el viajero que desafía peligros no menos grandes en interés de la ciencia o para obtener fortuna, ¿qué hacen si no es someterse a pruebas voluntarias que deben proporcionarles honor, en el primer caso, y provecho, en el segundo, si logran salir airosos? ¿A qué no se somete y no se expone el hombre en pro de su interés o de su gloria? Todos los concursos ¿no son asimismo pruebas voluntarias, afrontadas con el propósito de progresar en la carrera elegida? Sólo se llega a cualquier posición social importante –en las ciencias, las artes o la industria- pasando por la serie de las posiciones inferiores, que constituyen otras tantas pruebas. Así, la existencia humana es, desde este punto de vista, el calco de la vida espiritual. En pequeña escala volvemos a encontrar en aquélla todas las mismas peripecias de esta última. Si en vida, pues, elegimos a menudo las más rudas pruebas en aras de un objetivo más elevado, ¿por qué el Espíritu –que ve más lejos- y para el cual la vida corpórea no es más que un incidente fugaz, no haría lo propio resolviéndose por una existencia penosa y difícil, si ella ha de conducirlo a la eterna dicha? Quienes afirman que si los hombres tuvieran la posibilidad de elegir la clase de vida que les agrada optarían por ser príncipes o millonarios, son como los miopes que sólo ven lo que están tocando, o como esos niños golosos que, preguntados sobre qué les gustaría ser cuando mayores, responden que pasteleros o confiteros. Tal la situación del viajero que, en el fondo de un valle oscurecido por la niebla, no ve ni la extensión ni los extremos de su ruta. Pero, una vez llegado a la cumbre de la montaña, abarca el camino hecho y lo que le resta por recorrer. Divisa su meta, los obstáculos que aún tiene que franquear, y puede entonces concebir con más seguridad los medios necesarios para llegar a destino. El Espíritu encarnado está como el viajero en lo hondo del valle. En cambio, cuando se ha desembarazado de los lazos terrestres domina, igual que aquél, cuanto se divisa desde la cumbre. Para el viajero, la meta es el reposo tras la fatiga. Para el Espíritu, la felicidad suprema después de las tribulaciones y pruebas pasadas. Todos los Espíritus afirman que en estado errante buscan, estudian y observan para hacer su elección. ¿No tenemos también un ejemplo de esto en la vida corporal? ¿Con frecuencia no buscamos durante años la carrera que libremente escoge-remos, por creerla la más adecuada para llevarnos adelante? Si fracasamos en una, iniciamos otra. Cada carrera que emprendemos constituye una fase, un período de nuestra vida. Y cada jornada que pasa ¿no la empleamos en planear lo que haremos al día siguiente? Ahora bien, ¿qué son las diversas existencias corpóreas para el Espíritu, sino fases, etapas, períodos, días de su vida espírita, la cual es, conforme sabemos, su existencia normal, ya que la corpórea sólo es para él efímera, pasajera.
La doctrina de la libertad en la elección de nuestras existencias y de las pruebas que debemos afrontar deja de parecer extraordinaria si se considera que los Espíritus desprendidos de la materia evalúan las cosas de una manera diferente a como nosotros lo hacemos. Ellos tienen en vista la meta, mucho más seria, en su concepto, que los fugaces placeres del mundo. Tras cada existencia concluida ven el paso que han dado y comprenden cuánto les falta todavía, en materia de pureza, para alcanzar dicha meta. He ahí por qué se someten de buen grado a todas las vicisitudes de la vida corporal, pidiendo por sí mismos las que puedan hacerles llegar más rápidamente. No existe, pues, razón alguna cuando no se ve al Espíritu preferir la existencia más llevadera. Una vida exenta de amarguras no podría disfrutarla en su estado de imperfección. La entrevé, y para alcanzarla trata de mejorarse.
Por otra parte, ¿no tenemos a diario, ante nuestros ojos, ejemplos de cosas semejantes? El hombre que trabaja durante parte de sus vida sin darse tregua ni descanso para reunir medios con los cuales procurarse el bienestar, ¿qué está haciendo, sino imponerse una tarea con miras a un porvenir más próspero? El militar que padece a causa de una misión peligrosa, o el viajero que desafía peligros no menos grandes en interés de la ciencia o para obtener fortuna, ¿qué hacen si no es someterse a pruebas voluntarias que deben proporcionarles honor, en el primer caso, y provecho, en el segundo, si logran salir airosos? ¿A qué no se somete y no se expone el hombre en pro de su interés o de su gloria? Todos los concursos ¿no son asimismo pruebas voluntarias, afrontadas con el propósito de progresar en la carrera elegida? Sólo se llega a cualquier posición social importante –en las ciencias, las artes o la industria- pasando por la serie de las posiciones inferiores, que constituyen otras tantas pruebas. Así, la existencia humana es, desde este punto de vista, el calco de la vida espiritual. En pequeña escala volvemos a encontrar en aquélla todas las mismas peripecias de esta última. Si en vida, pues, elegimos a menudo las más rudas pruebas en aras de un objetivo más elevado, ¿por qué el Espíritu –que ve más lejos- y para el cual la vida corpórea no es más que un incidente fugaz, no haría lo propio resolviéndose por una existencia penosa y difícil, si ella ha de conducirlo a la eterna dicha? Quienes afirman que si los hombres tuvieran la posibilidad de elegir la clase de vida que les agrada optarían por ser príncipes o millonarios, son como los miopes que sólo ven lo que están tocando, o como esos niños golosos que, preguntados sobre qué les gustaría ser cuando mayores, responden que pasteleros o confiteros. Tal la situación del viajero que, en el fondo de un valle oscurecido por la niebla, no ve ni la extensión ni los extremos de su ruta. Pero, una vez llegado a la cumbre de la montaña, abarca el camino hecho y lo que le resta por recorrer. Divisa su meta, los obstáculos que aún tiene que franquear, y puede entonces concebir con más seguridad los medios necesarios para llegar a destino. El Espíritu encarnado está como el viajero en lo hondo del valle. En cambio, cuando se ha desembarazado de los lazos terrestres domina, igual que aquél, cuanto se divisa desde la cumbre. Para el viajero, la meta es el reposo tras la fatiga. Para el Espíritu, la felicidad suprema después de las tribulaciones y pruebas pasadas. Todos los Espíritus afirman que en estado errante buscan, estudian y observan para hacer su elección. ¿No tenemos también un ejemplo de esto en la vida corporal? ¿Con frecuencia no buscamos durante años la carrera que libremente escoge-remos, por creerla la más adecuada para llevarnos adelante? Si fracasamos en una, iniciamos otra. Cada carrera que emprendemos constituye una fase, un período de nuestra vida. Y cada jornada que pasa ¿no la empleamos en planear lo que haremos al día siguiente? Ahora bien, ¿qué son las diversas existencias corpóreas para el Espíritu, sino fases, etapas, períodos, días de su vida espírita, la cual es, conforme sabemos, su existencia normal, ya que la corpórea sólo es para él efímera, pasajera.
267. ¿Puede el Espíritu hacer su elección mientras se encuentra encarnado?
- Su deseo podrá tener influencia. Ello depende de la intención que lo anima. Pero cuando es Espíritu desencarnado ve a menudo las cosas de una manera muy diferente. En todos los casos es el Espíritu el que escoge. Pero también podrá hacerlo en la vida material, porque el Espíritu tiene siempre momentos en que es independiente de la materia que habita.
267 a. Muchas personas desean grandeza y riquezas, y ciertamente que no las buscan como expiación ni como prueba…
- No cabe duda: es en la materia en la que se anhela esa grandeza, para disfrutar de ella, y el Espíritu la desea para conocer las vicisitudes que genera.
268. Hasta llegar al estado de perfecta pureza ¿debe el Espíritu seguir sufriendo pruebas continuamente?
- Sí, pero no son tales como las entendéis. Llamáis pruebas a las tribulaciones materiales. Pues bien, cuando el Espíritu llega a cierto grado –aun no siendo perfecto- no tiene que sufrirlas ya, pero le caben siempre deberes que le ayudan a perfeccionarse, y no le son penosos en modo alguno, tal como cuando ayuda a otros a perfeccionarse.
269. ¿Puede el Espíritu equivocarse respecto a la eficacia de la prueba que ha escogido?
- Podrá haber elegido una que sobrepase sus fuerzas, en cuyo caso sucumbe a ella. Puede también optar por una que no le aproveche en manera alguna, como, por ejemplo, si busca un género de vida ociosa e inútil. Pero entonces, una vez vuelto al Mundo de los Espíritus, cae en la cuenta de que no ganó nada y pide recuperar el tiempo perdido.
270. ¿A qué obedecen las vocaciones de ciertas personas y su determinación de seguir una carrera con preferencia a otra?
- Me parece que vosotros mismos podéis responderos a esa pregunta. ¿No es acaso consecuencia de cuánto hemos dicho acerca de la elección de las pruebas y el progreso cumplido en una existencia anterior?
271. En estado errante, al estudiar el Espíritu las diversas condiciones en que podría progresar, ¿cómo piensa poder hacerlo si nace, por ejemplo, en un pueblo de caníbales?
- No son los Espíritus ya adelantados los que nazcan entre caníbales, sino Espíritus de la misma índole que los caníbales, o inferiores a ellos
.Comentario: Sabemos que nuestros antropófagos no se hallan en el último grado de la escala, sino que hay globos en que el embrutecimiento y la ferocidad de sus moradores no tienen similares en la Tierra. Por tanto, esos Espíritus son inferiores a los del grado más bajo de este mundo, y venir a encarnar entre los salvajes de la Tierra significa para ellos un progreso, así como sería un adelanto para nuestros antropófagos pasar a ejercer entre nosotros una profesión que no los obligara a derramar sangre. Si no miran más alto es porque su inferioridad moral no les permite comprender un progreso mayor. Sólo en forma gradual puede adelantar el Espíritu. No le es posible franquear de un salto la distancia que separa a la barbarie de la civilización, y en esto vemos una de las necesidades de la reencarnación, la cual está muy de acuerdo con la justicia de Dios. Por otra parte, ¿qué sería de los millones de seres que están muriendo a diario en el último extremo de la degradación, si no tuvieran medios de alcanzar estados superiores? ¿Por qué los habría desheredado Dios de los privilegios que a otros hombres concede?
272. Los Espíritus que proceden de un mundo inferior a la Tierra, o de un pueblo muy atrasado –como, por ejemplo, los caníbales-, ¿podrían nacer en nuestros pueblos civilizados?
- Sí, los hay que se extravían al querer llegar demasiado algo. Pero entonces se sienten desubicados entre vosotros, por poseer costumbres e instintos que reniegan de los vuestros.
Comentarios: Esos seres nos ofrecen el lamentable espectáculo de la ferocidad en medio de la civilización. El volver a encarnar entre caníbales no será para ellos un retroceso, pues sólo retomarán el lugar que les corresponde, y quizá aun con mayor provecho.
273. Un hombre que pertenezca a una raza civilizada ¿podría, por expiación, reencarnar entre salvajes?
- Sí, pero depende del género de expiación. Un amo que haya sido duro con sus esclavos podrá convertirse a su vez en esclavo y sufrir los malos tratos que haya infligido. El que daba órdenes en una época puede, en nueva existencia, obedecer a aquellos mismos que se humillaban ante su voluntad. Se trata de una expiación si abusó de su poder, y Dios puede imponérsela. Por otra parte, un Espíritu bueno podrá también escoger una existencia en la que influya sobre esos pueblos y los haga adelantar, en cuyo caso es una misión.
Comentario Final:
Hemos visto que todo está de acuerdo a lo que cada cual debe enfrentar al encarnar. Se deberá crecer en conocimiento y actuar de acuerdo a las circunstancias. Sin embargo, se necesita determinación en lograr actuar en Amor y en el deseo del bien común. No es fácil para muchos lograr el cambio hacia la Transformación Moral, pero es esencial para lograr que seamos mejores seres humanos. Se logra determinación en pasar las pruebas con Resignación. La Resignación en las pruebas sin murmurar ni acusar a Dios sobre las pruebas te economiza siglos en tus expiaciones.
Pero el quejarte por lo que te ocurre, en nada adelanta tu expiación a la prueba, sin lograr realizar que lo importante es el tratar de ser mejor ser humano es el camino a seguir y resignarte si ya agotaste todos los recursos que tenias disponible. En ese momento das lugar a que puedas ser asistido por los espíritus. Se hace difícil pensar que sufrimos, justamente por nuestra propia decisión antes de encarnar en cada existencia, pero ademas es importante no olvidar que siempre es con el permiso de DIOS.
Espero que esta refleccion te ayude a entender un poco mejor el mundo espiritual y sus reglas.
Sabiendo las reglas espirituales, y conociendo como debe ser nuestro comportamiento en Moral, podemos lograr crecer espiritualmente. No te dejes vencer por los problemas, aunque no lo puedas entender por ahora, sigue procurando ser mejor ser humano con intensiones del bien común y dando mucho amor; luego te será revelado.
No dejes pasar esta hermosa oportunidad de caminar en moral, que por seguro te producirá mucha felicidad y alegría. Adelante con la activación de tu Adelantamiento Espiritual, se que lo
lograrás.Pero el quejarte por lo que te ocurre, en nada adelanta tu expiación a la prueba, sin lograr realizar que lo importante es el tratar de ser mejor ser humano es el camino a seguir y resignarte si ya agotaste todos los recursos que tenias disponible. En ese momento das lugar a que puedas ser asistido por los espíritus. Se hace difícil pensar que sufrimos, justamente por nuestra propia decisión antes de encarnar en cada existencia, pero ademas es importante no olvidar que siempre es con el permiso de DIOS.
Espero que esta refleccion te ayude a entender un poco mejor el mundo espiritual y sus reglas.
Sabiendo las reglas espirituales, y conociendo como debe ser nuestro comportamiento en Moral, podemos lograr crecer espiritualmente. No te dejes vencer por los problemas, aunque no lo puedas entender por ahora, sigue procurando ser mejor ser humano con intensiones del bien común y dando mucho amor; luego te será revelado.
No dejes pasar esta hermosa oportunidad de caminar en moral, que por seguro te producirá mucha felicidad y alegría. Adelante con la activación de tu Adelantamiento Espiritual, se que lo
El Consolador Prometido
- «Si me amáis, guardad mis mandamientos; yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre: El Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni le conoce; pero vosotros lo conoceréis, porque morará con vosotros, y estará en vosotros. Y el Consolador, que es el Santo Espíritu, que enviará mi Padre en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo aquello que yo os he dicho».
(Juan, cap. 14, v. 15 -17 y 26) (24)
El Consolador Prometido por Jesús, también designado por el Apóstol Juan, como el «Espíritu Santo», sería enviado con la misión de consolar y luchar con la verdad. Con el nombre de Consolador y de Espíritu de Verdad, Jesús anunció la venida de aquél que habría de enseñar las cosas que no podían ser dichas por él y a recordar lo que él había dicho.
La relación entre el Consolador y el Espiritismo reside en el hecho de que la Doctrina Espírita resume todas las condiciones que Jesús prometió; viene a abrir los ojos y oídos, pues habla sin alegorías, levantando el velo que intencionalmente estaba colocado sobre ciertos misterios; viene finalmente a traer consuelo supremo a los desheredados de la Tierra.
Jesús sabía que sería inoportuna una revelación más amplia, puesto que el hombre de su época no estaba maduro y además preveía que su mensaje sería distorsionado con el correr del tiempo; por ello prometió un Consolador subsecuente.
Vengo, como en otro tiempo, entre los hijos descarriados de Israel, a traeros la verdad y a disipar las tinieblas. Escuchadme. El Espiritismo, como otras veces mi palabra, debe recordar a los incrédulos que sobre ellos reina la verdad inmutable, el Dios de bondad, el Dios grande que hace crecer la planta y levantar las olas. Yo revelé la doctrina
divina; como un segador, amarré en haces el bien esparcido por la Humanidad, y dije: Venid a mí, vosotros que sufrís. Pero los hombres ingratos se desviaron del camino recto y ancho, que conduce al reino de mi Padre y se extraviaron en los ásperos senderos de la impiedad. Mi Padre no quiere aniquilar la raza humana; quiere que, ayudándoos unos a otros, muertos y vivos, es decir, muertos según la carne, porque la muerte no existe, os socorráis, y que no más la voz de los profetas y de los apóstoles, sino la voz de aquellos que ya no viven en la Tierra, se haga oír: ¡orad y creed! porque la muerte es la resurrección, y la vida es la prueba buscada, durante la cual vuestras virtudes cultivadas deben crecer y desarrollarse como el cedro.
Hombres débiles que comprendéis las tinieblas de vuestras inteligencias, no alejéis la antorcha que la clemencia divina pone en vuestras manos para iluminar vuestro camino, y conduciros como hijos perdidos al regazo de vuestro Padre.
Estoy demasiado sobrecogido de compasión por vuestras miserias, por vuestra inmensa debilidad, para no tender una mano caritativa a los desgraciados extraviados que, viendo el cielo, caen en el abismo del error. Creed, amad, meditad las cosas que se os revelan; no mezcléis la cizaña con el buen grano, las utopías con las verdades.
¡Espíritas! amaos: he aquí el primer mandamiento; instruíos: he aquí el segundo. Todas las virtudes se encuentran en el Cristianismo; los errores que se han arraigado en él son de origen humano; y he aquí que desde más allá de la tumba donde creíais encontrar la nada, hay voces que os claman: ¡Hermanos! nada perece; Jesucristo es el vencedor del mal; sed vosotros los vencedores de la impiedad. (25)
La relación entre el Consolador y el Espiritismo reside en el hecho de que la Doctrina Espírita resume todas las condiciones que Jesús prometió; viene a abrir los ojos y oídos, pues habla sin alegorías, levantando el velo que intencionalmente estaba colocado sobre ciertos misterios; viene finalmente a traer consuelo supremo a los desheredados de la Tierra.
Jesús sabía que sería inoportuna una revelación más amplia, puesto que el hombre de su época no estaba maduro y además preveía que su mensaje sería distorsionado con el correr del tiempo; por ello prometió un Consolador subsecuente.
Vengo, como en otro tiempo, entre los hijos descarriados de Israel, a traeros la verdad y a disipar las tinieblas. Escuchadme. El Espiritismo, como otras veces mi palabra, debe recordar a los incrédulos que sobre ellos reina la verdad inmutable, el Dios de bondad, el Dios grande que hace crecer la planta y levantar las olas. Yo revelé la doctrina
divina; como un segador, amarré en haces el bien esparcido por la Humanidad, y dije: Venid a mí, vosotros que sufrís. Pero los hombres ingratos se desviaron del camino recto y ancho, que conduce al reino de mi Padre y se extraviaron en los ásperos senderos de la impiedad. Mi Padre no quiere aniquilar la raza humana; quiere que, ayudándoos unos a otros, muertos y vivos, es decir, muertos según la carne, porque la muerte no existe, os socorráis, y que no más la voz de los profetas y de los apóstoles, sino la voz de aquellos que ya no viven en la Tierra, se haga oír: ¡orad y creed! porque la muerte es la resurrección, y la vida es la prueba buscada, durante la cual vuestras virtudes cultivadas deben crecer y desarrollarse como el cedro.
Hombres débiles que comprendéis las tinieblas de vuestras inteligencias, no alejéis la antorcha que la clemencia divina pone en vuestras manos para iluminar vuestro camino, y conduciros como hijos perdidos al regazo de vuestro Padre.
Estoy demasiado sobrecogido de compasión por vuestras miserias, por vuestra inmensa debilidad, para no tender una mano caritativa a los desgraciados extraviados que, viendo el cielo, caen en el abismo del error. Creed, amad, meditad las cosas que se os revelan; no mezcléis la cizaña con el buen grano, las utopías con las verdades.
¡Espíritas! amaos: he aquí el primer mandamiento; instruíos: he aquí el segundo. Todas las virtudes se encuentran en el Cristianismo; los errores que se han arraigado en él son de origen humano; y he aquí que desde más allá de la tumba donde creíais encontrar la nada, hay voces que os claman: ¡Hermanos! nada perece; Jesucristo es el vencedor del mal; sed vosotros los vencedores de la impiedad. (25)
EL ESPÍRITU DE VERDAD
París, 1860
Creación
El Universo comprende la infinidad de mundos que vemos y que no vemos, todos los seres animados e inanimados y todos los astros que se mueven en el espacio, como también los fluidos que los llenan.
39. ¿Podemos conocer el modo como fueron formados?
Todo lo que puede decirse y comprenderéis vosotros, es que los mundos se forman por la condensación de la materia diseminada en el espacio.
FORMACIÓN DE LOS SERES VIVIENTES
Al principio todo era caos y los elementos estaban confundidos. Poco a poco, cada cosa fue ocupando su lugar, y entonces aparecieron los seres vivientes apropiados al estado del planeta.
La Tierra contenía los gérmenes, que esperaban el momento favorable para desarrollarse. Los principios orgánicos se reunieron apenas cesó la fuerza que los tenía dispersos, y formaron los gérmenes de todos los seres vivientes. Aquellos permanecieron en estado latente e inerte, como la crisálida y la semilla de las plantas, hasta que llegó el momento propicio al nacimiento de cada especie y los seres de cada especie se reunieron y entonces se multiplicaron.
La Tierra contenía los gérmenes, que esperaban el momento favorable para desarrollarse. Los principios orgánicos se reunieron apenas cesó la fuerza que los tenía dispersos, y formaron los gérmenes de todos los seres vivientes. Aquellos permanecieron en estado latente e inerte, como la crisálida y la semilla de las plantas, hasta que llegó el momento propicio al nacimiento de cada especie y los seres de cada especie se reunieron y entonces se multiplicaron.
APARICIÓN DEL HOMBRE
La aparición del hombre en la Tierra sucedió en diversas épocas y regiones, causando la diversidad de razas, por el clima, vida y costumbres.
PLURALIDAD DE MUNDOS
Dios ha poblado los mundos de seres vivientes, creer que somos únicos en el Universo es orgullo y vanidad; equivaldría a poner en duda la sabiduría divina, que no ha hecho nada inútil y que ha debido asignar a esos mundos un objetivo más serio que el de recrear nuestra vista.
«Las condiciones de existencia de los seres que habitan los diferentes mundos
deben ser apropiados al medio en que están llamados a vivir. Si nunca hubiésemos
visto peces, no comprenderíamos que hubiera vida en el agua y así sucede en los otros mundos que contienen, sin duda, elementos desconocidos para nosotros».
deben ser apropiados al medio en que están llamados a vivir. Si nunca hubiésemos
visto peces, no comprenderíamos que hubiera vida en el agua y así sucede en los otros mundos que contienen, sin duda, elementos desconocidos para nosotros».
Progreso de los Espíritus
Los Espíritus van perfeccionándose, y al conseguirlo, pasan de un grado inferior a uno superior.
115. ¿Hay Espíritus que fueron creados buenos y otros malos?
«Dios creó a todos los Espíritus simples e ignorantes, es decir faltos de ciencia. Dio a cada uno de ellos una misión con objeto de ilustrarlos y hacerlos llegar progresivamente a la perfección por medio del conocimiento de la verdad, para aproximarlos a él».
Los Espíritus serían como niños, los rebeldes se demoran en su ignorancia e imperfección, los dóciles aprovechan mejor las oportunidades.
Todos llegarán a la perfección (perfección relativa, sólo Dios es la perfección absoluta), pueden permanecer estacionarios, pues nadie retrocede. A medida que progresan comprenden lo que les alejaba de la perfección y terminada la prueba poseen conocimiento de ella y no la olvidan.
El libre albedrío se desarrolla a medida que el Espíritu adquiere conciencia de sí mismo, pasando por la serie de la ignorancia (no del mal), puesto que Dios los creó simples e ignorantes y no malos, es decir, igualmente aptos para el bien o el mal.
Los que llegan a ser malos lo son por su voluntad.
119. ¿No podría Dios librar a los Espíritus de las pruebas que han de sufrir para llegar al primer puesto?
«Si hubiesen sido creados perfectos por Dios, no tendrían méritos para gozar de los beneficios de dicha perfección. Sin lucha, ¿dónde estaría el mérito? Por otra parte, la desigualdad que entre ellos existe, es necesaria a sus personalidades. Además, las
misiones que desempeñan en los diferentes grados de la escala están en los designios de la Providencia, para la armonía del Universo».
Después de la muerte
En el momento de la muerte, el alma vuelve a ser Espíritu, es decir, entra de nuevo en el mundo de los Espíritus que había abandonado momentáneamente, por ello no pierde su individualidad y no la pierde nunca; esta individualidad es representada
por el periespíritu conserva la apariencia de su última encarnación.
150. b) ¿Nada se lleva el alma consigo de este mundo?
«Nada, más que el recuerdo y el deseo de ir a otro mundo mejor. Aquel recuerdo es
grato o desagradable, según el uso que se ha hecho de la vida. Mientras más pura es el alma, mejor comprende la futilidad de lo que deja en la Tierra».
152. ¿Qué prueba podemos tener de la individualidad del alma después de la muerte?
«¿No la tenéis en las comunicaciones que obtenéis? Si no sois ciegos, veréis; y oiréis, si no sois sordos, porque a menudo habla una voz que os revela la existencia de un ser fuera de vosotros». Los Espíritus informan, que la separación del alma al cuerpo no es dolorosa y a menudo sufre más el cuerpo durante la vida que en el momento de la muerte.
Los sufrimientos que se experimentan en el momento de la muerte son un placer para el Espíritu, que ve llegar el término de su destierro. La muerte ocurre después que los lazos que unían alma y cuerpo se separan gradualmente.
Con frecuencia en el momento de la muerte, el alma siente como se desatan estos lazos y luego ve el porvenir descorrerse ante ella, gozando anticipadamente del estado de Espíritu.
159. ¿Qué sensación experimenta el alma en el momento que conoce que está en el mundo de los Espíritus?
«Depende. Si has hecho mal por el deseo de hacerlo, te avergonzarás en aquel momento de haberlo practicado. Para el justo, la situación es muy diferente, pues se encuentra como aliviado de un gran peso; porque no teme ninguna mirada acusadora».
160. ¿El Espíritu encuentra inmediatamente a los que ha conocido en la Tierra y que han muerto antes que él?
«Sí, según el afecto que les profesaba y el que ellos sentían respecto a él. A menudo
salen a recibirle a su entrada en el mundo de los Espíritus y le ayudan a separarse de las velos de la materia. Ve también a muchos a quienes había perdido de vista durante su permanencia en la Tierra, a los que están en la erraticidad y a los encarnados, a quienes visita».
por el periespíritu conserva la apariencia de su última encarnación.
150. b) ¿Nada se lleva el alma consigo de este mundo?
«Nada, más que el recuerdo y el deseo de ir a otro mundo mejor. Aquel recuerdo es
grato o desagradable, según el uso que se ha hecho de la vida. Mientras más pura es el alma, mejor comprende la futilidad de lo que deja en la Tierra».
152. ¿Qué prueba podemos tener de la individualidad del alma después de la muerte?
«¿No la tenéis en las comunicaciones que obtenéis? Si no sois ciegos, veréis; y oiréis, si no sois sordos, porque a menudo habla una voz que os revela la existencia de un ser fuera de vosotros». Los Espíritus informan, que la separación del alma al cuerpo no es dolorosa y a menudo sufre más el cuerpo durante la vida que en el momento de la muerte.
Los sufrimientos que se experimentan en el momento de la muerte son un placer para el Espíritu, que ve llegar el término de su destierro. La muerte ocurre después que los lazos que unían alma y cuerpo se separan gradualmente.
Con frecuencia en el momento de la muerte, el alma siente como se desatan estos lazos y luego ve el porvenir descorrerse ante ella, gozando anticipadamente del estado de Espíritu.
159. ¿Qué sensación experimenta el alma en el momento que conoce que está en el mundo de los Espíritus?
«Depende. Si has hecho mal por el deseo de hacerlo, te avergonzarás en aquel momento de haberlo practicado. Para el justo, la situación es muy diferente, pues se encuentra como aliviado de un gran peso; porque no teme ninguna mirada acusadora».
160. ¿El Espíritu encuentra inmediatamente a los que ha conocido en la Tierra y que han muerto antes que él?
«Sí, según el afecto que les profesaba y el que ellos sentían respecto a él. A menudo
salen a recibirle a su entrada en el mundo de los Espíritus y le ayudan a separarse de las velos de la materia. Ve también a muchos a quienes había perdido de vista durante su permanencia en la Tierra, a los que están en la erraticidad y a los encarnados, a quienes visita».
Turbaciones y percepciones
En el momento de la muerte, todo es al principio confuso y el alma necesita
algún tiempo para reconocerse, pues está turbada de la misma forma que el hombre que despertándose de un sueño profundo, procura explicar su situación.
La intensidad y duración de la turbación no es igual en todos los Espíritus, depende de su elevación. El que está ya purificado se reconoce inmediatamente; porque se ha separado de la materia durante la vida en el cuerpo; al paso que el hombre carnal, cuya conciencia no es pura, conserva por mucho más tiempo la impresión de la materia.
Semejante ilusión dura hasta la completa separación del periespíritu. Solo después el
Espíritu se reconoce como tal y comprende que no pertenece al mundo de los vivos. Este fenómeno se explica fácilmente cuando el Espíritu considera la muerte como sinónimo de destrucción y de aniquilación.
Los Espíritus conservan las percepciones que tenían y despiertan otras que no poseían, porque su cuerpo les era como un velo que las ocultaba. La inteligencia es un atributo del Espíritu, pero se manifiesta más libre cuando no tiene trabas.
La visión de los Espíritus es más clara que la nuestra, su vista penetra todo, asimismo perciben sonidos, se trasladan con la rapidez del pensamiento, puede decirse que ven a la vez lo que sucede en todas partes; pero todo varía según el perfeccionamiento del Espíritu.
Cuando un Espíritu dice que sufre, se refiere a las angustias morales que lo atormentan más dolorosamente que los sufrimientos físicos. No necesitan descanso corporal, pero si descansan intelectualmente. Cuando no, su actividad es incesante. La sensación de frío o calor es recuerdo de lo que había sufrido durante la vida, tan penoso a veces como la realidad. Cuando se acuerdan de su cuerpo, experimentan cierta impresión, como cuando nos quitamos un sombrero y creemos que aún lo tenemos.
163. ¿El alma, al abandonar el cuerpo, tiene inmediatamente conciencia de sí misma?
«Conciencia inmediata no es la palabra, pues por algún tiempo está turbada».
165. ¿El conocimiento del Espiritismo tiene alguna influencia en la duración más o menos larga de la turbación?»
«Muy grande; porque el Espíritu comprende de antemano su situación. Pero la práctica del bien y la pureza de conciencia es lo que más influyen».
algún tiempo para reconocerse, pues está turbada de la misma forma que el hombre que despertándose de un sueño profundo, procura explicar su situación.
La intensidad y duración de la turbación no es igual en todos los Espíritus, depende de su elevación. El que está ya purificado se reconoce inmediatamente; porque se ha separado de la materia durante la vida en el cuerpo; al paso que el hombre carnal, cuya conciencia no es pura, conserva por mucho más tiempo la impresión de la materia.
Semejante ilusión dura hasta la completa separación del periespíritu. Solo después el
Espíritu se reconoce como tal y comprende que no pertenece al mundo de los vivos. Este fenómeno se explica fácilmente cuando el Espíritu considera la muerte como sinónimo de destrucción y de aniquilación.
Los Espíritus conservan las percepciones que tenían y despiertan otras que no poseían, porque su cuerpo les era como un velo que las ocultaba. La inteligencia es un atributo del Espíritu, pero se manifiesta más libre cuando no tiene trabas.
La visión de los Espíritus es más clara que la nuestra, su vista penetra todo, asimismo perciben sonidos, se trasladan con la rapidez del pensamiento, puede decirse que ven a la vez lo que sucede en todas partes; pero todo varía según el perfeccionamiento del Espíritu.
Cuando un Espíritu dice que sufre, se refiere a las angustias morales que lo atormentan más dolorosamente que los sufrimientos físicos. No necesitan descanso corporal, pero si descansan intelectualmente. Cuando no, su actividad es incesante. La sensación de frío o calor es recuerdo de lo que había sufrido durante la vida, tan penoso a veces como la realidad. Cuando se acuerdan de su cuerpo, experimentan cierta impresión, como cuando nos quitamos un sombrero y creemos que aún lo tenemos.
163. ¿El alma, al abandonar el cuerpo, tiene inmediatamente conciencia de sí misma?
«Conciencia inmediata no es la palabra, pues por algún tiempo está turbada».
165. ¿El conocimiento del Espiritismo tiene alguna influencia en la duración más o menos larga de la turbación?»
«Muy grande; porque el Espíritu comprende de antemano su situación. Pero la práctica del bien y la pureza de conciencia es lo que más influyen».
Última edición por ChicoXavier el Vie Mayo 04, 2012 5:25 pm, editado 1 vez
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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal?
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.