El mago, principalmente el ceremonial, si no ha sido educado o instruido en la creencia, respeto y adoración al Padre Supremo, acostumbra a iniciar sus operaciones mágicas sin ajustarlas o adecuarlas con las leyes cósmicas y principios espirituales. De manera, que esas imágenes astrales que el mago forma con su translúcido, son como partículas extrañas dentro del organismo del hombre celestial o macrocosmos y entonces todas las fuerzas de la naturaleza muy espontáneamente se dirigen a eliminar esa substancia extraña a fin de restablecer el equilibrio normal del etéreo, En tal caso, dice un iluminado por allí, “La naturaleza lucha contra el mago con uñas y dientes y, por lo tanto, todo aquél que ha recurrido a la magia no consagrada no puede deponer jamás la espada, sino que tiene que estar siempre y continuamente a la defensiva para conservar lo que haya adquirido por la fuerza de forma errada.”. Pero el mago que inicie su obra conociendo todo lo que representa el Padre Supremo, corona de todo; es decir, el principio espiritual y opere de arriba hacia abajo, para irlo expresando en los distintos planos de la forma, emplea un poder extraído de lo inmanifestado, con ese objeto ha hecho de su operación una parte intrínseca de los procesos cósmicos y entonces la naturaleza trabajará con él, en vez de contra él.