Los espíritus han dicho siempre: "La forma no es nada; el pensamiento lo es todo". Rogad cada uno según vuestras convicciones y del modo que más os conmueva, pues un buen pensamiento vale más que numerosas palabras; sin ellas ninguna parte toma el corazon.
Los espíritus no prescriben ninguna fórmula absoluta de oraciones; cuando las dan es con el fin de fijar las ideas, y, sobre todo, para llamar la atención sobre ciertos principios de la doctrina espiritista. También lo han hecho para ayudar a las personas que se ven con dificultad para transmitir las ideas, porque las hay que no creerían haber rezado en realidad si sus pensamientos no hubiesen sido formulados.
La colección de oraciones continuadas en este capítulo es una elección entre las que tian sido dictadas por los espíritus en diferentes circunstancias; hubieran podido dictar otras, y en otros términos apropiadas a ciertas ideas o a ciertos casos especiales; pero poco importa la forma si el pensamiento fundamental es el mismo. El objeto de la oración es elevar nuestra alma a Dios; la diversidad de las fórmulas no debe establecer ninguna diferencia entre los que creen en El, y aun menos entre los adeptos del Espiritismo, porque Dios las acepta todas cuando son sinceras.
No debe considerarse esta colección como un formulario absoluto, sino como una variedad entre las instrucciones que dan los espíritus. Es una aplicación de los principios de la moral evangélica, desarrollados en este "libro", y un complemento a sus dictados sobre los deberes para con Dios y al prójimo, en donde se recuerdan todos los principios de la doctrina.
El Espiritismo reconoce como buenas las oraciones de todos los cultos, cuando se dicen con el corazón y no con la boca; no impone ni vitupera ninguna; Dios es demasiado grande, según el, para rechazar la voz que le implora o que canta sus alabanzas, porque lo hace de un modo antes que de otro. "El que anatematizase las oraciones que no están en este formulario, probaría que desconoce la grandeza de Dios". Creer que Dios escucha sólo una fórmula, es atribuirle la pequeñez y las pasiones de la humanidad.
La condición esencial de la oración, según San Pablo (cap. XXVII, número 16), es que sea inteligible, a fin de que pueda hablar a nuestro espíritu; para conseguirlo no basta que se diga en un lenguaje que lo comprenda el que ruega, pues. hay oraciones en lenguaje vulgar que no dicen mucho más al pensamiento que si estuviesen en lengua extraña, y por lo mismo no se dirigen al corazón; las raras ideas que encierran son, con frecuencia, sofocadas por la superabundancia de palabras y por el misticismo del lenguaje.
La principal cualidad de la oración es el ser clara, sencilla y concisa, sin frases inútiles, ni lujo de epítetos pomposos; cada palabra debe tener su objeto, despertar una idea, conmover una fibra, en una palabra, "debe hacer reflexionar"; con esta sola condición la oración puede alcanzar su objeto; no siendo así, "sólo es un murmullo". Ved con qué aire de distracción y con qué volubilidad se dicen la mayor parte de las veces; se ven mover los labios, pero en la expresión de la fisonomía y aun en el metal de la voz, se reconoce un acto maquinal, puramente exterior, indiferente para el alma.
Las oraciones reunidas en esta colección se han dividido en cinco categorías: 1ª Oraciones generales; 2ª Oraciones para sí mismo; 3ª Oraciones por los vivos; 4ª Oraciones por los muertos; 5ª Oraciones especiales por los enfermos y obsesados.
Con el objeto de llamar más particularmente la atención sobre el objeto de cada oración y hacer comprender mejor la idea, van precedidas de una instrucción preliminar, especie de exposición de los motivos, con el titulo de "Prefacio".
Los espíritus no prescriben ninguna fórmula absoluta de oraciones; cuando las dan es con el fin de fijar las ideas, y, sobre todo, para llamar la atención sobre ciertos principios de la doctrina espiritista. También lo han hecho para ayudar a las personas que se ven con dificultad para transmitir las ideas, porque las hay que no creerían haber rezado en realidad si sus pensamientos no hubiesen sido formulados.
La colección de oraciones continuadas en este capítulo es una elección entre las que tian sido dictadas por los espíritus en diferentes circunstancias; hubieran podido dictar otras, y en otros términos apropiadas a ciertas ideas o a ciertos casos especiales; pero poco importa la forma si el pensamiento fundamental es el mismo. El objeto de la oración es elevar nuestra alma a Dios; la diversidad de las fórmulas no debe establecer ninguna diferencia entre los que creen en El, y aun menos entre los adeptos del Espiritismo, porque Dios las acepta todas cuando son sinceras.
No debe considerarse esta colección como un formulario absoluto, sino como una variedad entre las instrucciones que dan los espíritus. Es una aplicación de los principios de la moral evangélica, desarrollados en este "libro", y un complemento a sus dictados sobre los deberes para con Dios y al prójimo, en donde se recuerdan todos los principios de la doctrina.
El Espiritismo reconoce como buenas las oraciones de todos los cultos, cuando se dicen con el corazón y no con la boca; no impone ni vitupera ninguna; Dios es demasiado grande, según el, para rechazar la voz que le implora o que canta sus alabanzas, porque lo hace de un modo antes que de otro. "El que anatematizase las oraciones que no están en este formulario, probaría que desconoce la grandeza de Dios". Creer que Dios escucha sólo una fórmula, es atribuirle la pequeñez y las pasiones de la humanidad.
La condición esencial de la oración, según San Pablo (cap. XXVII, número 16), es que sea inteligible, a fin de que pueda hablar a nuestro espíritu; para conseguirlo no basta que se diga en un lenguaje que lo comprenda el que ruega, pues. hay oraciones en lenguaje vulgar que no dicen mucho más al pensamiento que si estuviesen en lengua extraña, y por lo mismo no se dirigen al corazón; las raras ideas que encierran son, con frecuencia, sofocadas por la superabundancia de palabras y por el misticismo del lenguaje.
La principal cualidad de la oración es el ser clara, sencilla y concisa, sin frases inútiles, ni lujo de epítetos pomposos; cada palabra debe tener su objeto, despertar una idea, conmover una fibra, en una palabra, "debe hacer reflexionar"; con esta sola condición la oración puede alcanzar su objeto; no siendo así, "sólo es un murmullo". Ved con qué aire de distracción y con qué volubilidad se dicen la mayor parte de las veces; se ven mover los labios, pero en la expresión de la fisonomía y aun en el metal de la voz, se reconoce un acto maquinal, puramente exterior, indiferente para el alma.
Las oraciones reunidas en esta colección se han dividido en cinco categorías: 1ª Oraciones generales; 2ª Oraciones para sí mismo; 3ª Oraciones por los vivos; 4ª Oraciones por los muertos; 5ª Oraciones especiales por los enfermos y obsesados.
Con el objeto de llamar más particularmente la atención sobre el objeto de cada oración y hacer comprender mejor la idea, van precedidas de una instrucción preliminar, especie de exposición de los motivos, con el titulo de "Prefacio".