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descriptionEl Papa Pedro III habla sobre las Ánimas del Purgatorio EmptyEl Papa Pedro III habla sobre las Ánimas del Purgatorio

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Extracto de la novena Carta Apostólica de Su Santidad el Papa Pedro III sobre las Benditas Ánimas del Purgatorio.

Nos, Pedro III, Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, Sucesor de San Pedro, Siervo de los siervos de Dios, Patriarca del Palmar de Troya, de Glória Ecclésiæ, Heraldo del Señor Dios de los Ejércitos, Buen Pastor de las almas, Inflamado del Celo de Elías y Defensor de los Derechos de Dios y de la Iglesia.

Por medio de esta Carta Apostólica queremos infundir en los fieles palmarianos el deseo de corresponder fielmente a la absoluta necesidad de tener la máxima caridad con las Benditas Ánimas del Purgatorio.

Recordemos lo que dice el Catecismo Palmariano sobre el Purgatorio o Iglesia Purgante:

1. Es el estado de expiación temporal de las almas que necesitan purificarse antes de ir al Cielo.
2. El Purgatorio no es, pues, un lugar, sino un estado de purgación, conforme al grado de purificación que necesita cada no. las Ánimas Benditas del Purgatorio están esparcidas en el inmenso espacio del Universo; mas, su libertad de movimiento está sujeta a la permisión divina.

Cada Ánima Bendita del Purgatorio es un reino particular de armonía, paz e indecible sufrimiento purificador, formando una familia en unión con las demás almas en estado de expiación, en virtud de la entronización de las unas en las otras. No obstante, cada alma del Purgatorio no participa de los sufrimientos de las demás.

3. Van al Purgatorio los que, en el juicio particular, no han quedado totalmente purificados de la pena temporal debida por sus pecados mortales o veniales, ya perdonados en vida o ya perdonados en dicho juicio.

4. Las penas que sufren las Ánimas Benditas del Purgatorio, son temporales, y de tres clases:

Pena esencial de daño, que es el estar privadas de la visión de Dios; lo cual es el máximo de los sufrimientos.
Pena esencial de sentido, que es el sufrir, al mismo tiempo, el fuego y el frío purificadores.
Pena accidental, que es el tener otros sufrimientos.
El fuego y el frío son producidos por el Alma de Cristo en cada alma que necesita ser purificada.

5. Las Benditas Ánimas del Purgatorio ven las tres formas del Universo desde la séptima dimensión; aunque no con la perfección y armonía que los Bienaventurados del Cielo.

6. Las Benditas Ánimas del Purgatorio aman a Dios intensamente, sufren terriblemente y tienen plena seguridad de que después irán al Cielo.

7. El Purgatorio terminará con la Segunda Venida de Cristo.

Así es la doctrina que creemos. Sin embargo, muchas veces dejamos en el olvido a esas almas santas que están sufriendo terriblemente y que necesitan de nuestra ayuda. Para remediarlo, vamos a exponer aquí algunas historias reales sobre el Purgatorio, porque sabemos que los ejemplos se entienden más fácilmente y causan mayor impresión que la simple doctrina.

«Tened piedad de mí, tened piedad de mí, por lo menos vosotros mis amigos, porque la mano del Señor me ha tocado». Esta es la conmovedora súplica que la Iglesia Purgante envía a sus amigos en la tierra.
Respondamos con generosidad a la angustia más profunda. Muchos dependen de nuestras oraciones.
Es incomprensible como algunos católicos, aún aquellos que de una u otra forma son devotos, vergonzosamente desatienden a las almas del Purgatorio. Parecería que no creen en el Purgatorio.

Ciertamente es que sus ideas acerca de ello son muy imprecisas. ¡Días y semanas y meses pasan sin que les den una ayuda! ¡Raramente también, oyen Misa por ellos, raramente rezan por ellos, raramente piensan en ellos! Entretanto, están gozando la plenitud de la salud y la felicidad, ocupados en sus trabajos, divirtiéndose, mientras las pobres almas sufren inenarrables agonías en sus lechos de llamas. ¿Cuál es la causa de esta horrible insensibilidad? Ignorancia: crasa, inexplicable ignorancia.

La gente no se da cuenta de lo que es el Purgatorio. No conciben las espantosas penas, ni tienen idea de los largos años que las almas son retenidas en esas horribles llamas. Como resultado, hacen poco o nada para evitarse a sí mismos el purgatorio, y aún peor, cruelmente ignoran a las pobres almas que ya están allí y que dependen enteramente de ellos para ser auxiliadas.

¿Qué es el Purgatorio? Es una prisión, de fuego y de frío purificadores, en la cual casi todas las almas salvadas son sumergidas después de la muerte y en la cual sufren las más intensas penas. Aquí está lo que los más grandes DDoctores de la Iglesia nos dicen acerca del Purgatorio: Tan lastimoso es el sufrimiento de ellas, que un minuto de ese horrible fuego parece ser un siglo. Santo Tomás de Aquino, llamado el príncipe de los teólogos, dice que ¡el fuego del Purgatorio es igual en intensidad al fuego del infierno, y que el mínimo contacto con él es más aterrador que todos los sufrimientos posibles de esta tierra! San Agustín, uno de los grandes santos doctores, enseña que, después de la muerte, para ser purificadas de sus faltas y antes de ser aceptadas en el Cielo, las almas son sujetas a un fuego y a un frío más penetrantes y más terribles que los que nadie puede ver, sentir o concebir en esta vida. Este fuego y este frío están destinados a limpiar y purificar el alma, y son más agudos que cualquier otra cosa que podamos resistir en la tierra. San Cirilo de Alejandría no duda en decir que «sería preferible sufrir todos los posibles tormentos en la tierra hasta el día final, que pasar un solo día en el Purgatorio». Otro gran santo dice: «Nuestro fuego, en comparación con el fuego del Purgatorio, es una brisa fresca». Otros santos escritores hablan en idénticos términos de ese horrible fuego.

Los pecados mortales y veniales de los que se salvan, son necesariamente perdonados en vida o en el juicio particular, mas el perdón no conlleva necesariamente la remisión total de la pena temporal debida por ellos. Para los que llegan a la muerte real sin la remisión total de las penas temporales, el fuego purificador del Purgatorio los acrisola en su condición de Ánimas Benditas.

En el Purgatorio hay dos clases de penas: La privación de la visión beatifica, o pena de daño; y la pena de sentido, que consiste en el fuego y en otros tormentos más rigurosos que todos los sufrimientos de la vida presente. La intensidad y duración de estas penas son proporcionadas a la culpabilidad de cada alma.

El estar separado de Dios, el deseo en que arden de poseer a Dios, al que aún no poseen, es la pena de daño y es incomparablemente el mayor tormento del Purgatorio. ¿Por qué? Porque Dios es el Bien infinito; y la privación de un bien infinito y necesario causa una pena tan grande como Dios mismo. Este tormento aflige especialmente a las almas que tuvieron pocos deseos en su vida terrenal de ir a ver a Dios en el Paraíso.

Las penas del Purgatorio no son iguales para todas las almas, sino proporcionadas a la naturaleza y al número de pecados de cada uno: cuanto más culpable es uno, tanto más sufre.

Las almas bienaventuradas gozan plenamente de la visión beatífica al carecer de toda velación; y las almas del Purgatorio tienen velada la visión beatífica mientras permanezcan en ese lugar de expiación. A la vez, el Lumen Glóriæ produce el fuego purificador del Purgatorio, que es de la misma naturaleza que el del Infierno, que abrasa sin consumir y acrisola a las Benditas Ánimas para disponerlas a la Bienaventuranza Eterna, y que se extingue en cada una de ellas, al terminar su purificación. Ese único fuego del Purgatorio habita al mismo tiempo en todas esas almas, con distinta intensidad, conforme al grado de expiación de cada una. Y, junto a ese fuego, son purificadas por un frío de la misma naturaleza que el del Infierno, y que también habita en ellas.

En el Infierno y en el Purgatorio, ni el fuego anula los efectos del frío, ni el frío anula los efectos del fuego; y ese fuego y ese frío son para los condenados y para las Benditas Ánimas la pena de sentido, la cual supone para ellos un padecimiento inimaginable. Mas, también sufren la pena de daño, que es la de verse privados de la vista de Dios: los del Infierno eternamente y los del Purgatorio temporalmente. Y esta pena es la que mayor dolor les produce. Al haber impreso Dios en cada Ángel y en cada ser humano el deseo innato de felicidad, hay en todos ellos una voluntad inquebrantable de reclamar ese derecho. Por eso, la pena de daño para los condenados es el deseo angustioso y desesperado de ver a Dios para ser felices y, al mismo tiempo, el rechazo obstinado a verle por el odio hacia Él y para no humillarse al tener que pedir perdón por sus pecados. Mas, para las almas del Purgatorio, la pena de daño es el deseo vehementísimo de ver a Dios, y no poder verle por las penas temporales aún no expiadas; sin embargo, estas almas no desean abandonar ese estado antes de su completa purificación.

Santa Catalina de Génova explica que la divina presencia es tan inimaginablemente pura y llena de luz, que un alma que se encuentre con la menor imperfección preferiría tirarse a mil infiernos antes que aparecer así en la presencia de Dios. No podemos entender todo lo que significa el Purgatorio, el cual es aceptado de buena gana y con agradecimiento por el alma que está consciente de que el sufrimiento importa poco comparado con el impedimento del pecado.
¿Cómo es que las penas del Purgatorio son tan severas? El fuego que vemos en la tierra fue hecho por la bondad de Dios para nuestro provecho y bienestar. A veces es usado como tormento, y es lo más terrible que podemos imaginar.
El fuego del Purgatorio, por el contrario, está hecho por la justicia de Dios para penar y purificarnos y es, por consiguiente, incomparablemente más severo.

Nuestro fuego, como máximo, arde hasta consumir nuestro cuerpo, hecho de materia; por el contrario, el fuego del Purgatorio actúa sobre el alma, que es espíritu e inexplicablemente más sensible a la pena.
Cuanto más intenso es el fuego, más rápidamente destruye a su víctima, la cual por consiguiente cesa de sufrir; en contraste el fuego del Purgatorio inflige la más aguda y la más violenta pena, pero nunca mata al alma ni le quita la sensibilidad.

Tan severo como es el fuego del Purgatorio, más severa es la pena de la separación de Dios, la cual el alma también sufre en el Purgatorio, y es su mayor sufrimiento. El alma separada del cuerpo anhela con toda la intensidad de su naturaleza espiritual estar con Dios. Es consumida por el intenso deseo de volar hacia Él. Pero es retenida, y no hay palabras para describir la angustia de esa aspiración insatisfecha.

Entonces, para un ser inteligente como el ser humano ¡qué locura es negar cualquier precaución para evitar tal espantoso hecho!

No ayuda decir que no puede ser así, que no lo podemos entender, que es mejor no pensar o no hablar de ello. El hecho es que, ya sea lo creamos o no, todas las penas del Purgatorio están más allá de lo que podamos imaginar o concebir. Estas son las palabras de San Agustín.

¿Puede todo esto ser verdad? La existencia del Purgatorio es tan cierta que ningún católico ha de tener nunca una duda acerca de ello. Fue enseñada desde los tiempos más remotos por la Iglesia y aceptada sin ningún tipo de duda, con gran fe, cuando fue predicada la Palabra de Dios. Por la firme creencia que había de la existencia del Purgatorio en el Antiguo Testamento, el Caudillo Judas Macabeo mandó hacer oraciones y sacrificios en sufragio las almas de los soldados difuntos, para que Dios se apiadara y librara pronto de la pena temporal a las que se hallasen en el Purgatorio. Es doctrina revelada en la Sagrada Escritura y ha sido creída por millones y millones de personas de todos los tiempos.

Aún así, tal como lo hemos remarcado, las ideas de algunos son tan vagas y superficiales en este tema tan importante, que son como personas que cierran sus ojos y caminan deliberadamente en el filo de un precipicio.
Harían bien en recordar que la mejor manera de acortar nuestra estadía en el Purgatorio –o aún más, de evitarlo– es tener una clara idea de ello, meditar bien en lo que significa y adoptar los remedios que Dios nos ofrece para evitarlo. No pensar en ello es fatal. Es cavarse a sí mismo la fosa, y prepararse un terrorífico, largo y riguroso Purgatorio.

El príncipe polaco. Hubo un príncipe polaco, que por una razón política, fue exiliado de su país natal y, llegado a Francia, compró un hermoso castillo. Desafortunadamente, perdió la Fe de su infancia y estaba, por entonces, ocupado en escribir un libro contra Dios y la existencia de la vida eterna. Mientras daba un paseo una noche en su jardín, se encontró con una mujer que lloraba amargamente. Le preguntó el porqué de su desconsuelo. «¡Oh, príncipe! –replicó ella,– soy la esposa de Jean Marie, su mayordomo, el cual falleció hace dos días. Él fue un buen marido y un devoto sirviente de Su Alteza. Su enfermedad fue larga y gasté todos los ahorros en médicos, y ahora no tengo dinero para ir a ofrecer Misas por su alma». El príncipe, tocado por el desconsuelo de esta mujer, le dijo algunas palabras y, aunque ya no creía en la vida eterna, le dio algunas monedas de oro para ofrecer una Misa por su difunto esposo.

Tiempo después, también de noche, el príncipe estaba en su estudio trabajando febrilmente en su libro.
Escuchó tocar a la puerta ruidosamente, y sin levantar la vista de sus escritos, invitó a quien fuese a entrar. La puerta se abrió y un hombre entró y se paró frente a su escritorio. Al levantar la vista, cuál no sería la sorpresa del príncipe al ver a Jean Marie, su mayordomo muerto, que lo miraba con una dulce sonrisa.

«Príncipe, –le dijo,– vengo a agradecerle por las Misas que, con su ayuda, mi mujer pudo encargar por mi alma. Gracias a la Salvadora Sangre de Cristo, ofrecida por mí, voy ahora al Cielo, pero Dios me ha permitido venir aquí y agradecerle por su generosa limosna». Luego, agregó solemnemente: «Príncipe, hay un Dios, una vida futura, un Cielo y un Infierno». Dicho esto, desapareció. El príncipe cayó de rodillas y recitó un ferviente Credo (“Creo en Dios Padre, Todopoderoso...”) San Antonino y su amigo. La que sigue es una narración no menos instructiva. San Antonino, el ilustre Arzobispo de Florencia, relata que había muerto un piadoso caballero amigo de él. Varias Misas fueron sufragadas por su alma. El Santo se afligió mucho cuando,después de un prolongado lapso, el alma del fallecido se le apareció, sufriendo muchísimo. «Oh mi querido amigo, –exclamó el Arzobispo,– ¿todavía estás en el Purgatorio, tú, que llevaste una vida tan piadosa y tan devota?» El pobre sufriente contestó: «Así es, y tendré que permanecer aquí por un largo tiempo, pues en mi vida en la tierra fui negligente en ofrecer sufragios por las almas de Purgatorio. Ahora, Dios por su justo juicio aplica los sufragios que debían ser aplicados por mí, en favor de aquellos por los cuales debí haber rezado. Dios, en su justicia, me dará todos los méritos de mis buenas obras cuando entre al Cielo; pero antes, debo expiar mi grave negligencia por no haberme acordado de los otros». Tan ciertas son las palabras de Nuestro Señor: «Con la medida con que midáis, seréis medidos». Recuerda, tú que lees estas líneas, que el terrible destino de ese piadoso caballero será el de aquellos que desechan orar y rehúsan ayudar a las Benditas Ánimas.

¿Cuánto tiempo permanecen las almas en el Purgatorio?

La extensión de tiempo que las almas permanecen en el Purgatorio depende de: el número de sus faltas; la malicia y la deliberación con que éstas fueron realizadas; la penitencia hecha, o no, y la satisfacción hecha, o no, por los pecados cometidos durante la vida; también depende de los sufragios ofrecidos por ellos después de sus muertes. Lo que se puede decir con seguridad es que, el tiempo que las almas pasan en el Purgatorio es, por regla general, mucho más largo de lo que la gente puede imaginar.El Papa Pedro III habla sobre las Ánimas del Purgatorio 800px-Pope_Peter_III_of_Palmar

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Por lo menos todos sabemos que lo del purgatorio es un simple invento papal, ósea no existe ni siquiera en la biblia. No está con ese nombre por ningún lado.

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Las almas al desprenderse del cuerpo pasan por estados intermedios que pueden ser celestiales o infernales, segùn la conciencia del fallecido.
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