El reto de Jesús y el Evangelio 2qw1wmf

EL RETO DE JESÚS Y EL EVANGELIO
 
El día de hoy, domingo 22 de Enero del presente año, me encontraba leyendo la entrevista que se hizo en el Vaticano al Papa Francisco simultáneamente al momento en que Donald Trump juramentaba su cargo en Washington en donde se le indagaba respecto a su parecer y el conjunto de cambios que han ido suscitándose desde que asumió su pontificado y que los titulares llaman de "revolución". Le leí, un montón de confesiones muy simples y humanas que pueden resumirse en entrega y abnegación al evangelio y las muchas martirizantes decepciones que se van recogiendo en la medida que se avanza en el apostolado; luego veo salir a las personas con quienes convivo y reflexiono cuán duro es en el campo práctico acatar las máximas evangélicas de Jesús, y recordé cómo cada año de mi vida ha estado caracterizado por un vaivén, un suelta y aprieta en donde la contienda se ha desarrollado en el escenario de la decisión: ¿seguir o desistir? ¿Habrá otro camino más fácil en donde sea posible acatar y cumplir haciéndonos sentir la satisfacción de estar logrando nuestro cometido moral? Y, ¿será que ese otro camino me traerá suficiente satisfacción como para sentirme internamente apaciguado en mis angustias? Analicemos…
 
Muy a pesar de que yo no heredé y tampoco elegí la religión cristiana crecí repitiéndome la misma pregunta ante cada situación "¿será que esto agradará a Jesús?", nunca he podido develar de dónde se originó ésta pregunta que era útil ante todas las circunstancias y que fueron el pilar reflexivo para tener la conducta más benigna que he logrado en mis años de vida, pues si algo es cierto es que transité con mucha facilidad una infancia y adolescencia ejemplarmente cristiana sin haber tenido que realizar grandes esfuerzos; parecía que ser bueno era fácil, y lo repito ahora resaltando "parecía".
 
Crecí y llegó el momento de afrontar mis pruebas y expiaciones, eso es, vivir un conjunto de pesadillas y fobias que solía tener en la infancia – repito, fue una infancia anormal dentro de la lógica – y que llegarían para medir la convicción de aquellas interpretaciones que suponían que era fácil mantenerse íntegro y ser exitoso siempre en el camino del bien, siendo experiencias que cuestionarían hasta la base de creencias y estructura íntima con la cual crecí e idealicé mi rol y futuro en el mundo.
 
Me vi sumergido en circunstancias en que parecía haberme abandonado la Providencia, Dios ya no estaba por ningún lado y poco ejercitado me iniciaba como mártir por causa de mis valores fundamentales. Se vino encima la traición y se desnudaron las caras, máscaras se cayeron y pasé a observar la vileza y crueldad no sólo del mundo sino de las personas más cercanas, muchas de ellas se convirtieron en mis principales verdugos, otros se convirtieron en mis exclusivos enemigos, otros protagonizaron traumas cuyas cicatrices jamás recuperaron la integridad del tejido sensible de mi corazón lacerando así permanentemente mi vida emocional aliando las experiencias al palpitante dolor alimentando por recuerdos sombríos que oscurecían mi interior volviéndolo lúgubre y despertando las fuerzas caóticas que reclamarían mi supervivencia pero que gestarían y darían a luz los venenos del resentimiento, el odio y el deseo de venganza (entendida ésta última como el clamor por la justicia que me había abandonado). Pese a todo eso, seguía siendo bueno pero ahora existía dentro de mí una bestia infernal que ocasionalmente quería apoderarse de mí y no vacilaba en hacerme daño.
 
"Desamparado" emprendí mi iniciación hacia el espiritualismo. María Lionza, mamaíta querida, quien me gestó durante los años de ingenuidad y buenaventura en su vientre materno me parió en el pesebre de un portal conocido como "Alianza Naiguatá", donde mis martirios me confirieron un grandísimo poder: el del merecimiento. Más brillaba mi deseo por resurgir a Dios que las propias velas y velones; más calentaba mi voluntad que la llama de los elementos inflamables y el propio tabaco; por eso en ausencia de todo eso, descendieron a la carne de mi materia los grandes protectores que nunca más me abandonarían, pronunciaron su voz y pensé "será fácil, ya regresé". ¡Cuán equivocado estaba! Si tan sólo hubiese tenido alguna noción real del futuro me habría armado con armadura y guardado el puñal de los heroicos indígenas, son muchas las contiendas morales de origen espiritual que tienen lugar una vez que inicia tu prueba en la vida, es ahí donde empieza el viacrucis, la persecución, la tentación y las miles de crucifixiones obtenidas al servicio.
 
Con justa razón Jesús pronunció en vida entre sus máximas "muchos serán llamados, pocos los escogidos", "estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida", "niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme", y con justa razón se describe este camino como un camino de espinas, aunque hoy día frente a la madurez espiritual obtenida y apoyado del crecimiento intelectual orientado hacia las cosas del Espíritu puedo decir que este es un auténtico viacrucis, es la pasión de Cristo reproducida en cada uno de los mártires, perseguidos, maltratados y humillados por la causa de su palabra, vida y obra.
 
Cuando me enfrenté al mundo sentí en mi carne el dolor del látigo en la forma de la traición, la envidia, codicia, avaricia, el egoísmo, interés personal, la manipulación e indiferencia hacia tu integridad cuestioné la simplicidad del camino. Despertarse por la mañana y ya estar amargado, mirar con desprecio al prójimo o en su defecto sentir cierta repulsión hacia alguno, un mal sentimiento, un mal pensamiento… Puede decirse que la concupiscencia o nueva polaridad negativa fluye con la libertad y experticia que con dificultad desarrollamos en una vida de perseverancia en el Bien, es decir, las fuerzas del mal ya están asentadas y desarrolladas en éste mundo, toca oponernos a su influjo cuando no conseguimos arrancarlo desde la raíz. Es decir, contenerlo a fin de que no cause daño a través de nosotros. Todos los días me levanto y a los pocos minutos ya que claudicado muchas veces, internamente aflora la insatisfacción, ¿cuándo será que sea posible perseverar en la indulgencia? Claramente, una idea errada, "mi reino no es de éste mundo" pronunció Jesús, no hay condiciones en la Tierra para que seamos amor, perdón y paz perpetuamente, las energías que más abundan están orientadas hacia la discordia y el propio ser humano las produce infinitamente. Luego de eso, es un reto hercúleo mantenerse firme y rehacerse con las fuerzas anímicas para todos los días tolerar al prójimo, perdonas las injurias, cumplir con nuestros deberes y ser leales a nuestros valores más puros mientras somos tentados por la contienda, el dinero fácil, los placeres de la carne, la seducción y promesa de las potencias naturales que gobiernan los fenómenos materiales y que ofrecen caminos fáciles de satisfacción por vías de baja moralidad, es decir, se substituye la virtud del amor por el cumplimiento de obligaciones y deberes, podríamos simplemente rendir pleitesía y obtener las ganancias fáciles ignorando la maldición que trajese esa ganancia por la vía martirizante que llegó, pues, es el camino de la relatividad moral, de la ligereza, el reino que explota el sufrimiento ajeno y que propicia el contentamiento del profesional cuando el otro padece por una carencia, eso es, alegrarse por el enfermo que llega a consulta, por el recibir el producto de un ladrón quitó a una familia humilde que no ha podido pagar un sistema de seguridad infranqueable, es también anestesiarse con licor que presta financiamiento a todos los actos delictivos que propician sufrimiento y fortalecen el imperio del mal entre otros. Eso es el desacato a lo dicho por Jesús: "no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto".
 
No sé cuántas veces al día exactamente me he preguntado: ¿seguir o desistir? ¿Habrá otro camino más fácil en donde sea posible acatar y cumplir haciéndonos sentir la satisfacción de estar logrando nuestro cometido moral? Y, ¿será que ese otro camino me traerá suficiente satisfacción como para sentirme internamente apaciguado en mis angustias? Porque todos los días despierto decidido de no intentarlo ante la ocasional débil vocación de mártir que llego a tener (que es muy superior a la que tiene la gran mayoría al alrededor).
 
Lo cierto es que, observo otros caminos de los cuales algunos ya los he recorrido intentando responder a esas interrogantes. He probado la moral estereotipada en diversos personajes, me he colocado de rodilla ante muchas "divinidades" de exigencia menor, he intentado adaptarme y sobrevivir, y no he conseguido positivamente un sólo logro. Así es, ¡NI UNO!
 
Aquí mismo, en la espiritualidad proliferante en Latinoamérica se observa cómo la preferencia moral del colectivo dista mucho de los ideales morales de cualquier camino. Han convertido a las propias figuras divinas en personajes profanos que comparten los vicios y pasiones humanas, así se sienten bien, pues, ¿quién no equipara el arquetipo de un mujeriego o un bebedor si ya es así naturalmente? Se han divinizado y convertido a una latría a prostitutas, mujeriegos, violentos, delincuentes, hechiceros, etcétera…, se ha estereotipado el arquetipo de moral y espiritualidad a imitación de ellos. Así, el que es débil y propenso al libertinaje sexual no debe aspirar la castidad representada en personajes como María de Nazaret, en su lugar puede se siente feliz con las historias absurdas de aquella prostituta apodada como la "cangrejera", "la batidora", "fractura penes", etcétera…, en su contra parte masculina, el deleite viene del personaje célebre que tuvo 20 mujeres, 70 hijos y que por vivir borracho nunca atendió sus deberes, es decir, se ha orientado el ideal de lo espiritual hacia aquellas figuras que en vida fracasaron y que no cumplieron sus obligaciones conductuales. Han sepultado lo positivo de los Espíritus de luz y le han inyectado inmundicia a su imagen e historias, todo sea para no confrontar la realidad  que los haría sentirse arrepentidos y culpables de no estar haciendo otra cosa más que desperdiciando su tiempo.
 
No voy a mencionar divinidades, santos ni específicamente cultos. Cada quien tiene el sentido común y si no elige ser ciego, sordo, mudo, torpe, tonto y testarudo se dará cuenta de cómo se invierte el papel de la espiritualidad a conveniencia de quienes desean justificar sus desatinos respaldándose de la existencia de figuras igualmente erráticas pero que se hallan en la redención y sublimación de su poder ahora adquirido tras la muerte.
 
¿Cuántos pese a la obligación no se sienten augustos obligando a las personas a estar juntos, a otras a estar separados, los empleos y posiciones laborales inmerecidas, los logros académicos sin la preparación adecuada, al funcionamiento de los negocios ilícitos y sucios, al tormento del "injusto" cuyo único pecado es estar en desacuerdo con su visión de lo correcto, pues se negó a besarle los pies y encenderle una vela pidiéndole un milagro? Piense en eso. ¿Qué tan difícil es ser todo eso? Este no es un reto, esto ya viene servido en bandeja de plata.
 
Puede decirse que se puede lograr todo ese éxito obtenido de manera sombría, pero por vías que demandan mucho esfuerzo y sacrificio, no obstante, el índice de los que recorren el camino recto sigue decayendo en apoyo de la constante degeneración de nuestros sistemas sociales. Al final, mientras a mí me sigue preocupando no corresponder a los sentimientos que alguien que me hizo daño me dedica, muchas personas al alrededor mío se sienten augustas y hasta defienden fanáticamente esta otra manera de vivir. Veo en la elección de vida de mis compañeros, los misioneros marialionzeros que acepté por simpatía y reflejan lo positivo de las bendiciones de mamaíta, y todos ellos sufren en igualdad los mismos conflictos filosóficos y morales, padecen por la amargura en sus bocas en el día a día, y muchas veces sus cuerpos pesan demasiado para caminar, eligen mantenerse inanimados.
 
No he logrado el cumplimiento literal de las máximas evangélicas de Jesús, no obstante, tampoco he logrado emanciparme de ellas y subordinarme a otras más simples y que puede ser alcanzada por el hombre promedio en su mundanidad. No he logrado el éxito obtenido con la sencillez de mi juventud cuando mi ángel de la guarda estuvo muy cerca, más próximo a aquel tiempo en que mamaíta enviaba a sus misioneros a resguarda el embarazo de mi madre o cuando se le materializó en la habitación a mi madre cuando siendo una mujer joven y muy fiestera descuidaba los cuidados de éste, quien era un niño con un destino muy tormentoso pero muy espiritual; Dios y todos ellos saben cuáles eran los peligros que corría y a los que me he enfrentado en mi ignorancia desde mi gestación en un vientre materno, pero aquí estoy, creciendo y reflexionando, superando a la media de la población en cuanto a la transformación constante de mi naturaleza espiritual y desinteresado completamente de los vicios y banalidades del mundo como un reflejo del Espíritu, no como parte del dogmatismo auto-impuesto en pro de llegar a un mejor destino. He seguido el camino, y he reincidido a lo mismo, pues, cada vez que he intentado responder a estas interrogantes en el esfuerzo de desertar del reto evangélico de Jesús, he fracasado reafirmando la convicción de que no hay mejor bienaventuranza que la prometida por Jesús para mi futuro espiritual.
 
Aún no respondo cómo amar más y mejor, cómo perdonar más y mejor, cómo hacer que sea más fácil no irritarse ni sentir rechazo por el prójimo por su insensatez, por el vil fruto que produce con sus acciones, con su filosofía que no previene daños al colectivo. Pero puedo concluir como el Papa Francisco que fue la base para ésta reflexión que hoy comparto con ustedes, no sé si moriré en mi intento de un apostolado (aun si vivo en rebeldía) o tomaré la decisión que tomó Benedicto XVI de abandonarlo motivado por su incapacidad física, no es fácil perseverar en éste reto que te hace lacera la auto-estima y que sólo por la evolución y desarrollo de la mejor y mayor comprensión, puede entenderse cuál es la mejor actitud espiritual a asumir para no desvanecerse tan fácilmente ante la adversidad que enfrentamos en éste mundo, porque cristiano o no, creo que cualquier ser humano que idealiza el bien coexiste en una lucha interna entre el Bien y el Mal, que obtiene del mundo el infinito alimento hacia el Mal y la deserción del Bien al observar la aparente esterilidad del suelo en que siembra y que pese a cultivar no germina el tan deseado fruto.
 
Estoy de acuerdo con Ramatís al alegar que, cuando Kardec erigió una doctrina no halló mejor modelo moral que la de Jesús-Cristo, ninguna otra doctrina sintetiza la pureza exclusiva de la alta espiritualidad como su enseñanza. Un reto difícil de lograr pero que afrontado con valentía produce transformaciones admirables al Espíritu y niega el alimento a las malezas de la concupiscencia, un camino hacia la angelitud, un camino hacia la benignidad del Espíritu y sus obras; un camino que por mucho tiempo nos estará confrontando con nuestra auto-estima al demostrarnos que es una tarea inicialmente imposible dada las condiciones en que nos encontramos pero que poco a poco se desarrolla una disciplina que permite la constancia y se hace más fácil asumir los retos evangélicos de su enseñanza. Al final de cuentas, ¿quién desarrolla el amor, perdón, tolerancia, etcétera…, sin ejercitar esas facultades? Ejercita todas las imperfecciones y obtendrás mayores dificultades para anular y revertir la polaridad de ese producto espiritual, por eso conviene mucho radicalizarse y decidir dentro de lo posible, por lo menos hacerlo de verdad mientras se está haciendo sin intentar engañarse, con madurez y seriedad, comprendiendo los límites y que es un paso a paso, un proceso acumulativo y no inmediato.
 
Esta reflexión y opinión es fruto de mi experiencia. Los otros tendrán las suyas, si existiese la posibilidad de traer sus propias conclusiones sobre la suya en su propio sistema, sería enriquecedor ya que yo no he podido reflexionar sobre la incursión en un campo experimental donde nunca he estado de forma permanente.
 
Anexo la entrevista hecha al Papa Francisco, titulada "No estoy haciendo ninguna revolución. Estoy tratando de que el Evangelio vaya adelante", pueden hacer clic y leerla tranquilamente.
 

¿Y ustedes? ¿Han asumido el reto del Evangelio? Dejen sus comentarios.


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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.