¿Puede o debe trabajar un médium enfermo? 1zw0v2s
 
Pese a la polémica existente hoy día en el seno espirita con relación al florecimiento de un espiritismo más orientado hacia la religión y el servicio al prójimo de lo que volcado al estudio empírico del fenómeno, me atrevo a colocar a continuación, la opinión (podría decir esclarecimiento) de Ramatís con respecto al interrogatorio que se le hizo con respecto a la finalidad y misión que tiene el espiritismo (doctrina kardeciana) desde su aparición y sincretización interreligiosa.
 
Aclaración: lo que leerá a continuación no es un determinante de directriz para la doctrina espirita (aclaratoria que hago a los espiritas ortodoxos decantados por la pureza doctrinaria) y puede tomarse como una opinión. No se admiten en el presente tema conductas proselitistas y sectarias orientadas a la difamación de este u otro autor de libros espiritas ni agresiones ideológicas dirigidas hacia adeptos de otras ideologías.
 
CONSIDERACIONES RESPECTO DEL MÉDIUM ENFERMO
 
Pregunta: ¿"Debe" o puede el médium enfermo efectuar pases?
Ramatís: No recomendamos a ninguno que reciba pases mediúmnicos o magnéticos de personas con molestias contagiosas, de moral dudosa o de costumbres viciosas y censurables. Es bastante absurdo que alguien pretenda proporcionar a otro la salud física o espiritual que aún no posee en sí mismo, o enseñar aquello que desconoce. Esto se vuelve más grave en el caso de los pases magnéticos, pues si el mé­dium se encuentra enfermo, su trabajo mediúmnico resulta contrapro­ducente, puesto que proyectará parte de sus condiciones enfermizas, sobre los pacientes que sintonicen pasivamente con su faja vibratoria "psicofísica". En los contagios accidentales entre personas sanas y enfermas, comunes en la vida cotidiana, las personas atacadas por los gérmenes, a veces consiguen movilizar, a último momento, sus energías defensivas que, al reaccionar a tiempo, logran eliminar el potencial virulento ajeno.
 
Conforme enseña, desde hace milenios, la antigua filosofía orien­tal, "aquello que está arriba, también está abajo", o, dicho de otra manera, "como es el macrocosmo, así es el microcosmo", es decir que, la misma cosa o verdad está, por igual, en lo infinitamente grande y en lo infinitamente pequeño. Las leyes que rigen las actividades del mundo físico son equivalentes a las leyes del mundo oculto, como sucede, por ejemplo, en el caso del equilibrio de los líquidos en los vasos comunicantes, en el que el equilibrio se produce porque el vaso más lleno deja fluir su contenido hacia el que está vacío hasta empa­rejarse igual cantidad de líquido en ambos. Entre el médium enfermo y el paciente sano, se cumple la ley de los vasos comunicantes correspondiente al mundo "etéreo-astral": el primero absorbe las fuerzas magnéticas que, felizmente, sobran en el segundo, revirtiéndose, así, el fenómeno normal de la cura mediúmnica.
 
En vez de transmitir fluidos terapéuticos o vitalizantes, el mé­dium termina por agotar las energías ajenas, en beneficio de su equi­librio vital. Esto es lo que sucede, cuando ciertas personas se sienten debilitadas después de haberse sometido a los pases mediúmnicos o magnéticos, ignorando que, en lugar de absorber los fluidos vitalizan­tes necesarios para su recuperación, han estado alimentando a la supuesta fuente donadora de pases, pues ésta se encontraba más debi­litada que ellas.*
 
Sería totalmente contraproducente, que una persona se sometiera a los pases magnéticos o fluídicos de un médium tuberculoso, epilép­tico, variólico o con fiebre tifoidea, por más que quiera defenderse la mística de que "la fe remueve las montañas". El propio Jesús aseguró que no vino a derogar o subvertir las leyes del mundo material, por cuyo motivo, una actitud emotiva de fe o confianza excepcional no basta para alterar esas leyes, o para transformar la estructura íntima del hombre.
 
*Popularmente en el campo del espiritualismo de la Umbanda y el culto a María Lionza se oye comúnmente la frase "te está robando luces", ello se refiere a individuos que ejercen la hechicería, estos constantemente gastan sus fluidos en sus "trabajos" pero no las recuperan al debido tiempo ni la espiritualidad las rehace. Estos individuos al entrar en contacto con otros sujetos extraen el fluido vital de los otros. Estos sujetos son "vampiros" o entes parásitos.
 
Pregunta: Sin embargo, existen pruebas de que la fe pura es portentosa, como factor causante de acontecimientos milagrosos, que han conseguido salvar a moribundos. ¿No es verdad?
Ramatís: Sin duda que es cierto, pues cuando en la persona pre­domina una convicción sincera y pura en la verdad que Jesús expresó por medio del ejemplo del "grano de mostaza", o de la frase "la fe mueve las montañas", puede prescindir del curandero, del médico fa­moso o del médium curativo, y recuperarse completamente. Si posee la convicción inquebrantable de que las energías terapéuticas palpitan dentro de sí misma, y de que posee en su interior todos los recursos esenciales para su cura, es evidente que no necesita del concurso de ningún intermediario que actúe como "eslabón" manifestador del "mi­lagro".
 
"A cada uno conforme a sus obras", y, "Buscad y encontraréis", son las fórmulas de la "química" espiritual dejadas por Jesús, para que el hombre necesitado del concurso angélico movilice sus propias energías ocultas y sublimes, en vez de recurrir a otros.
 
No es muy segura la fe que todavía necesita de la interferencia ajena, para provocar una acción milagrosa, pues en general, el inter­mediario resulta el menos indicado en espíritu, para conseguir el efecto deseado, porque, falto de fe para curarse a sí mismo, obviamente, tampoco posee las fuerzas para curar al prójimo. Además, una simple afirmación, de fe movilizada, a última hora, por el médium o el pa­ciente, no es recurso suficiente para destruir las colectividades micro­bianas exacerbadas en el organismo físico, puesto que ellas también obedecen a las mismas leyes de la Creación, las cuales las codifican en su gestación, crecimiento, procreación y vejez, dentro de su mundo infinitesimal. En verdad, garantizan la sustentación de la vida orgánica del hombre, pues los cambios y renovaciones constantes de átomos, moléculas, células y tejidos, componen y regulan la maquinaria viva del cuerpo carnal. Os dice, cierta entidad de "este lado", que: "la materia, que obedece al impulso mental, es el conjunto de las vidas inferiores que vibran, sienten y piensan".
 
A pesar de su fe sincera y pura, el médium enfermo, despreocu­pado o irresponsable, contamina, sin poderlo evitar, a sus pacientes con los gérmenes nocivos del cual es portador. No dudamos de las criaturas que, desde la cuna, son inmunes a la tuberculosis, al tifus, y demás molestias graves y contagiosas; son también excepciones pro­pias de la cualidad intrínseca y defensiva de su periespíritu. Pero estos casos excepcionales no deben servir de justificación para que los mé­dium enfermos continúen con sus trabajos mediúmnicos, en perjuicio de la salud del prójimo. El milagro es un fenómeno subordinado a las leyes inmutables que en el mundo invisible rigen a los acontecimientos de la química o física trascendental.
 
Pregunta: Explican algunos espiritas que es suficiente la pre­sencia de un espíritu superior junto al médium, aun cuando éste se encuentre enfermo, para eliminar todo el morbo psíquico existente, y neutralizar los peligros del contagio.  ¿Qué nos decís?
Ramatís: No hay duda de que todos nosotros podemos extraer de la Fuente Divina y Creadora los fluidos curativos que necesitamos para nuestra salud. Y los médiums, justamente por ser personas hipersensibles, todavía son más apropiados para absorber el "quantum" de fluidos terapéuticos que necesitan para transferir a sus pacientes. Pero, no deben olvidar, que siendo intermediarios entre el mundo espiritual y el físico, su función es muy parecida a lo que sucede con la mezcla del agua en la medicina homeopática, pues cuando más de ese elemento se agrega a la medicina infinitesimal, mayor es el debilitamiento de la energía de la dosis terapéutica.
 
De la misma forma, los médicos también se corrompen o debilitan, por su estructura "psicofísica" humana y energismo o pureza de los fluidos que le son transmitidos del mundo superior y que después donan a los pacientes encarnados. Aunque Dios sea Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente, lo cierto es que en la intimidad espiritual de todos los médiums, sean enfermos o sanos, germinan microbios que pueden enfermar la carne. Aunque la Divinidad se manifieste en la intimidad de nuestras almas, los microbios proliferan tanto en el mundo físico como en el astral destruyéndonos por medio de las mo­lestias humanas cuando les proporcionamos las condiciones favorables para multiplicarse. Los médiums no deben fiarse exclusivamente en los fluidos puros que le pueden transferir los guías invisibles, pues su naturaleza periespiritual puede eliminarlos. Y los microbios, repe­timos, no producen específicamente, la enfermedad, sino que se mani­fiestan en el hombre las condiciones vulnerables y favorables para que ellos vivan.
 
Además, sería un precedente muy censurable que los guías some­tieran a sus médiums a urgente profilaxis médica y purificación fluídica de última hora, por el solo hecho de encontrarse enfermos y pretender dar pases. Si tuvieran la seguridad de ser sanados por los espíritus superiores, anulándoles las enfermedades físicas, malezas es­pirituales y desarmonías perjudiciales para el servicio mediúmnico, serían rarísimos los médium que tendrían cuidados o preocupaciones con la higiene física o moral, para el mejor desempeño de sus ocupa­ciones de ayuda al prójimo.
 
Pregunta: Considerando que el médium enfermo no debe dar pases, para no contagiar a sus pacientes, ¿no podría, sin embargo, recetar o comunicar a los enfermos, la palabra de los espíritus desencarnados?
Ramatís: No debemos olvidar que muchas personas cuya salud es magnífica, no dejan de ser espíritus gravemente enfermos. Otras que la medicina condenó como físicamente incurables, además de su loable optimismo constructivo, son capaces de movilizar las fuerzas ocultas del espíritu para amparar a los sanos de cuerpo. Hay postrados en lechos de sufrimiento que se transforman en una tribuna de estímulo y estoicismo espiritual, dado que consiguen reanimar a los visi­tantes saludables de cuerpo, pero enfermos del alma. En ese caso los papeles se invierten, pues los enfermos de la carne pasan a adoctrinar a los enfermos del espíritu, porque si la tuberculosis, la lepra, el cáncer, o la diabetes son enfermedades de la carne, la crueldad, la am­bición, la avaricia, el odio, el orgullo y el celo son molestias graves del alma.
 
Como el cuerpo físico es el instrumento fiel que puede transmitir hacia el mundo exterior la cosecha buena o mala del espíritu, es natural que la cura 'definitiva de cualquier enfermedad humana deba primero producirse en la intimidad del alma. Así, los médiums prudentes y sensatos, aunque eviten dar pases, practicar el soplo mag­nético de fluidificar el agua, porque están enfermos, pueden transmitir el consejo espiritual benefactor, el estímulo que levanta el ánimo de aquellos que se encuentran moralmente abatidos. Aunque tengan la convicción de que sus guías han de suministrarles fluidos balsámicos o curativos para eliminar su enfermedad, y tuvieran ligeramente res­friados, deberían moderar la transmisión de los pases o fluidificar el agua, dado que el contagio es más fácil porque sus pacientes se pre­sentan debilitados en sus defensas orgánicas. No siempre el médium está en condiciones psíquicas o morales dignas para recepcionar los fluidos sanos enviados por sus protectores desencarnados, por cuyo motivo se asemejan a una vasija contaminada.
 
También es cierto que los espíritus benefactores hacen todo lo posible para elevar el padrón vibratorio y psíquico de sus intermedia­rios, mientras se realizan largas y agotadoras técnicas de purificación o ionización en los ambientes de trabajo mediúmnico. Pero, tampoco pueden "imponer" o "insuflar" a la fuerza, en los encarnados, las ener­gías curativas a las que se manifiestan refractarios, cuando están envueltos por verdaderos mantos de fluidos dañinos, absorbidos en sus descontroles emotivos y desatinos mentales cotidianos.
 
Pregunta: ¿No basta el pedido hacia lo Alto, y el deseo sincero del médium de servir al prójimo, para ser verdaderamente asistido?
Ramatís: Si eso solo bastara para que los espíritus benefactores pudieran substituir los fluidos malignos por los buenos de los encar­nados, obviamente podrían prescindir de la intervención de los mé­diums en el servicio de ayuda espiritual. Sería suficiente la presencia de las entidades terapeutas junto a los enfermos, para hacerles recu­perar inmediatamente la salud física, a pesar de sus costumbres o insanias mentales y descontroles emotivos.
 
Así como no se coloca agua límpida en una vasija sucia, tampoco puede pretenderse gozar de la salud psíquica o física por la asistencia de los buenos espíritus, sin antes esforzarse por modificar los malos pensamientos, y abandonar las costumbres viciosas, a fin de ser apto para captar los fluidos transmitidos desde el mundo espiritual.
 
El médium enfermo, que no vive cotidianamente los principios de la doctrina que eligió y práctica, tampoco es receptivo a la luz si­deral, cuyos "fotones" impregnados de las emanaciones curativas de lo Alto eliminan fácilmente la flora microbiana patógena.
 
Por consiguiente, sabe mejor que nadie cuando está en condicio­nes favorables para cumplir con su deber mediúmnico, con el máximo aprovechamiento, sin perjudicar al prójimo. Aunque hasta cierto punto sea loable el anhelo dinámico de los médiums por "hacer la caridad" a todo trance, por eso no deben causar daños ajenos en esa lucha o campaña en busca de su salvación. Intentar curar a media docena de enfermos, con riesgo de contaminar a cincuenta, no es prueba de sensatez espirita.
 
El médium, cuando está enfermo, debe contentarse con ser el intérprete fiel de los consejos e intenciones superiores para transmi­tirlas a sus compañeros menos esclarecidos, orientándolos en los atajos difíciles del camino tortuoso de la vida humana.
 
Todavía debemos destacar que el servicio mediúmnico de caridad es de provecho casi exclusivo para quien lo practica, y muy poco ventajoso para quien lo recibe. El solicitante resulta una especie de cliente nuevo que pide a la "Contabilidad divina" un nuevo crédito o prórroga de plazo para liquidar su débito del pasado. Así, cuando recibe favores del prójimo, contrae una "nueva cuenta" o compromiso que debe ser pagado, más tarde, con servicios compensadores, que beneficien a la humanidad.

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«Aparte del Espíritu protector ¿está unido un mal Espíritu a cada individuo, con miras a incitarlo al mal y darle ocasión de luchar entre el bien y el mal? 
- "Unido" no es la palabra exacta. Bien es verdad que los malos Espíritus tratan de desviar del camino recto al hombre cuando se les presenta la oportunidad: pero si uno de ellos se apega a un individuo, lo hace por determinación propia, porque espera que el hombre le haga caso. Entonces se desarrolla una lucha entre el bueno y el malo, y la victoria corresponderá a aquel cuyo dominio el individuo entregue»
Libro de los Espíritus, cuestión 511.