Yemaya mantenía relaciones ocultas con Aggayú. De este amor quedó embarazada y tuvo un hijo, pero al no poder divulgar de su paternidad pues Argayú mantenía relaciones matrimoniales con Ochún, Yemaya lo entregó a Obatalá, dejándoselo en el camino de Oké con un collar rojo en el cuello. Obatalá lo recogió y se lo entrego a su hija, Dadá quien lo educaba como si fuera su propio hijo. Changó crecía no solo en tamaño sino en sabiduría. Un día se sintió con deseos de venir a la tierra y así lo hizo. Caminó por el monte y de tanto andar llego a la orilla de Igbá y allí había una choza. Changó curioso, entro y encontró varios canastos repletos de frutas. Comió hasta saciar su hambre y bebió chequeté hasta saciar su sed. Después quedó dormido sobre la esfera. Argayú al encontrárselo le pregunto de quien era hijo:
- Morirás, tu no eres hijo de Dadá, Dadá es pura.
Argayú preparó una hoguera para quemar al intruso. Pero cual fue su sorpresa al comprobar que Changó no se quemaba, comía las brasas y reía. Entonces apareció Yemaya:
- Matarás a tu propio hijo, no ves que las llamas no le hacen nada, Changó es hijo del fuego...
Argayú lo abrazó y exclamó: Sólo un hijo mío se atrevería a desafiarme...
- Morirás, tu no eres hijo de Dadá, Dadá es pura.
Argayú preparó una hoguera para quemar al intruso. Pero cual fue su sorpresa al comprobar que Changó no se quemaba, comía las brasas y reía. Entonces apareció Yemaya:
- Matarás a tu propio hijo, no ves que las llamas no le hacen nada, Changó es hijo del fuego...
Argayú lo abrazó y exclamó: Sólo un hijo mío se atrevería a desafiarme...